Robert Trivers incluye en su libro sobre los orígenes evolutivos del engaño y del autoengaño un capítulo dedicado a los desastres aéreos y aeronáuticos y al famoso dictamen de Feynman en relación con el Challenger. Feynman explicó que la explosión del transbordador espacial se debió a un fallo en la construcción y que la probabilidad de que una pieza bastante simple fallara y diera lugar a una catástrofe era mucho más alta de lo que los gestores de la NASA se habían autoconvencido que era. Y, lo que es peor, habían aceptado un nivel de “siniestros” posibles inaceptablemente elevado (dice Trivers que equivalía a permitir volar aviones comerciales aceptando que hubiera 300 accidentes al día). Feynman logró que sus críticas a la “cultura de seguridad” de la NASA (más preocupada con las relaciones públicas y con sacarle enormes cantidades de dinero para sus programas a los norteamericanos) se incluyeran en el Informe de la Comisión que estudió el desastre con el efecto de elevar aún más la reputación de Feynman pero sin lograr cambiar la cultura interna de la NASA. Diecisiete años después, se produjo el desastre del Columbia.
En este breve artículo, los autores explican que las políticas públicas se diseñan y se implementan con una intervención insuficiente de los expertos. A través del ejemplo de las hipotecas-basura en EE.UU., los autores demuestran que si los expertos hubieran tenido acceso a los datos manejados por las aseguradoras públicas de los préstamos hipotecarios (Freddie Mac y Fanny Mae), los efectos desastrosos para la Economía y el contribuyente norteamericanos hubieran sido mucho menores. Ni que decir tiene que, en España, puede contarse una historia semejante en relación con el desastre de las cajas de ahorro, el desastre de la valoración de los inmuebles por parte de los que daban préstamos, el desastre del sector eléctrico y tantas otras políticas públicas. Los autores concluyen que lo más relevante es que
“En la actualidad, los expertos tienen un papel demasiado pasivo en ámbitos en los que los que diseñan las políticas públicas pueden ocultar información esencial. Los expertos, simplemente, se dedican a otras cosas donde están más cómodos. Y, por ello, los expertos hacen posible que se pongan en práctica políticas disfuncionales y contribuyen a que la prensa se ocupe de estos asuntos de modo superficial.
Cabría esperar una gran mejora de las políticas públicas si se obligara a los expertos a intervenir y ocuparse de la formulación de las políticas públicas. El análisis de los expertos permitiría identificar los efectos perniciosos de una política determinada y reduciría la superficialidad del tratamiento de la cuestión por la prensa. Idealmente, además, la participación de los expertos aumentaría la participación del público en las cuestiones políticas, mejoraría el trabajo de los periodistas que se ocupan de tales políticas o que son ellos mismos expertos y mejoraría la posición relativa de aquellos políticos que antepongan la realidad a las relaciones públicas”Caplin, Andrew, and Roy Lowrance "The Mortgage Mess, the Press, and the Politics of Inattention." American Economic Review, 104(5) 2014.: 77-81
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