domingo, 25 de diciembre de 2016

La mutualidad está muy bien para no morirnos de hambre, pero no nos permite salir de pobres

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En sociedades con economías de subsistencia, el endeudamiento de las familias-hogares sólo tiene lugar para superar épocas de escasez o sea, en términos de las finanzas, es “crédito al consumo” para “suavizar” la curva de los niveles de consumo. Como he explicado en otros lugares, el grupo actúa como asegurador de los riesgos a los que está expuesto cada hogar o familia y le proporciona los bienes indispensables en épocas de vacas flacas. El contrato a través del cual se articula este tipo de asistencia recíproca no es propiamente el de préstamo en el sentido de que no hay obligaciones jurídicas de devolver el tantumdem de lo prestado con intereses en su caso, sino de asistir a las otras familias cuando sean ellas las que se encuentren en esa situación. Por eso he insistido también en que en economías de subsistencia y en el seno de los grupos no hay intercambios sino más bien puesta en común, producción en común y aseguramiento de riesgos con reparto más o menos igualitario de lao producido en común.

En una sociedad de ese tipo lo que no aparecen hasta tardíamente son intercambios sinalagmáticos de bienes y, tampoco, de dinero. Esos intercambios tienen lugar entre grupos, es decir, con terceros o extraños al grupo. Y cuando los grupos se hacen suficientemente grandes y crece la especialización, con particulares dedicados al préstamo.


También he explicado que la condena casi universal de la usura por parte de las grandes religiones y la intensidad y la enorme discusión intelectual de su perversidad por parte de los teólogos-juristas cristianos se refiere, naturalmente, al préstamo al consumo, esto es, a los contratos por los que alguien convertía esta obligación de “asegurar” a otros hogares y de asistirlos en tiempo de necesidad en una obligación jurídica con pago de intereses incluido a cargo del necesitado.

La discusión acerca de la usura en los préstamos de capital no se planteó nunca en idénticos términos, al menos, por parte de los grandes autores que se ocuparon de la cuestión. La Economía europea, incluso en la época de plena vigencia de la prohibición de la usura pudo financiar la adquisición de bienes de capital y los particulares podían participar en las empresas comerciales aportando su capital a los comerciantes que les garantizaban protección frente al riesgo de tales empresas. Finalmente, es en Europa donde se inventa la máquina de acumulación de capital más poderosa de la historia: la sociedad anónima, que, a comienzos del siglos XVII, no es más que una evolución gradual de la sociedad comanditaria por acciones que existía desde la Baja Edad Media y que había permitido, junto al contrato trino y a otras figuras del Derecho Privado, la financiación de las empresas comerciales propias de la época.

Pues bien,

¿qué ocurre en las economías de subsistencia con la financiación de las inversiones?


¿cómo obtienen las familias financiación para adquirir bienes de capital, esto es, para invertir en activos “fijos” que les permitan aumentar sus ingresos futuros y salir del nivel de subsistencia?

En este fascinante trabajo, Arun Advani nos da una explicación de por qué no hay préstamos o financiación de capital fijo en estas economías de subsistencia lo que demuestra que el “préstamo al consumo” no se articula, como decimos, mediante contratos de préstamo sino mediante una suerte de mutua de seguros con derramas de la que forman parte todos los hogares de la comunidad.

Se refiere al hecho de que en zonas rurales de países en vías de desarrollo “comprar bienes de capital tales como cabezas de ganado puede ser muy rentable, en la medida en que protege frente a las variaciones en la producción agrícola y permite obtener ingresos que pueden ser ahorrados, “y sin embargo, vemos muy poca inversión de este tipo” ¿por qué? Naturalmente, la explicación más sencilla es que son hogares pobres que no pueden ahorrar para invertir. Necesitarían financiar la adquisición de esos bienes de capital y devolver esa financiación con la producción que genere el activo. Y en esos entornos, no hay préstamos de capital. Solo hay préstamo al consumo – o sea seguro –.

¿Por qué unos hogares en mejor situación no prestan a otros para que otros adquieran vacas, ovejas o cabras? ¿Por qué no ponen en común sus ahorros para hacer préstamos de capital? (esos son las cooperativas de crédito que florecieron en Europa en el siglo XVIII y XIX).

La explicación de Advani es que invertir reduce la capacidad de la familia que invierte para proporcionar crédito al consumo, esto es, para <<suavizar>> el consumo. Obsérvese que los préstamos al consumo – seguro informal – se sostienen en la reciprocidad”. Como he dicho en otro lugar, bajo la idea de <<presta cuando te sobre y pide prestado cuando lo necesites>>. Pues bien, continúa Advani:
“una familia presta hoy porque sabe que le puede tocar pedir prestado en el futuro, cuando sus ingresos sean bajos. Y, en lugar de redactar un contrato formal, estos préstamos son informales y los prestamistas están motivados para prestar porque saben que si no prestan ahora que les va bien, no tendrán acceso a los recursos que necesitan cuando sus ingresos no les permitan consumir lo suficiente. 
Lo que hace diferente el préstamo de capital es que una familia que invierta (que preste a otras para que éstas adquieran bienes de capital) estará mejor en el futuro porque sus ingresos se habrán diversificado, es decir, no sólo tendrá los ingresos producto de su trabajo sino que tendrá además los ingresos procedentes de las rentas que les generen sus inversiones. Y, por tanto, no necesitará, en el futuro, recurrir a las demás familias para financiar sus necesidades de consumo. Si es así, si no tendrá necesidad de pedir prestado en el futuro, tampoco tendrá voluntad de prestar hoy porque no podrá “equilibrarse” la relación con las demás familias en el largo plazo.

El préstamo de capital, pues, divide al grupo y acaba con la mutualidad en la que se basa el préstamo al consumo


Exige contratos bilaterales sinalagmáticos y calculados precisamente. Frente al carácter societario – las mutuas son sociedades – informal y no jurídico de las relaciones que pueden articular el crédito al consumo. Como había descrito la literatura que cita Advani,
“existe una importante compensación (trade off) entre usar la mutua de seguros y usar la inversión en capital para proporcionar la suavización del consumo”.
Obsérvese que, en su modelo, la decisión de inversión – en comprar las vacas – no afecta solamente los ingresos actuales, sino que tiene “un efecto permanente en la distribución de los ingresos” en el grupo según he señalado. De este modo, contínúa Advani, las comunidades rurales en países pobres se pueden ver atrapadas en la pobreza (poverty trap).

Su modelo añade una cuarta característica a la economía rural en países pobres a las tres de los modelos tradicionales (las familias son aversas al riesgo y tienen ingresos volátiles; pueden suavizar el volumen de consumo ayudándose recíprocamente; estas transferencias de recursos no son estrictamente jurídicas – limited commitment - , de manera que pueden “no devolverse” a cambio de abandonar la mutualidad y renunciar a recibir nuevos préstamos) y es esta que “los hogares tienen la oportunidad, en cada período, de invertir en un activo indivisible”.


¿Cómo se libera una comunidad rural de esta trampa de pobreza?



Cuando se supera un nivel de ingresos conjuntos de la comunidad que permite al grupo financiar la inversión del bien de capital. En función de la coordinación entre las familias (qué sucede con los rendimientos de esa inversión), serán posibles nuevas inversiones en bienes de capital que proporcionarán mayores ingresos y la salida de la situación de subsistencia. La coordinación entre todas las familias no es condición ni necesaria ni suficiente. No es suficiente porque hace falta lograr los activos de capital y no es necesario que todas las familias se coordinen simultáneamente.

¿Qué es lo que sucede? Que la inversión en bienes de capital – el préstamo de capital – requiere de contratos vinculantes jurídicamente además de un nivel de riqueza por encima de determinados niveles en algunas familias de manera que puedan actuar como prestamistas. Este segundo problema puede resolverse si todas las familias ponen en común los recursos sobrantes, pero el primero no. Si el que presta tiene garantía de que se le devolverá, se puede salir de la pobreza si el grupo, en su conjunto o algunas familias individualmente, disponen de recursos sobrantes. Si no hay contratos de préstamo de capital vinculantes jurídicamente, no. Y, como explica el autor, convertir el seguro en préstamo vinculante jurídicamente, destroza el mecanismos de cobertura de riesgos que hemos descrito más arriba. Desaparece la mutualidad porque algunas familias ya no necesiten participar en la mutualidad y se convierten en prestamistas que, llegado el caso, pueden financiar los activos de capital de otros pero también convertirse en usureros.

El estudio empírico tuvo lugar en Bangladesh (27.000 hogares en 1400 pueblos) y consistió en entregar dinero en cantidades significativas a una parte de las familias y ver qué efectos tenía en el largo plazo en comparación con los grupos de control, esto es, con las familias y pueblos que no habían recibido la financiación. El bien de capital que compraban esas familias eran vacas. Los pueblos que recibieron cantidades por encima de un mínimo (que representaba el 7 % del ingreso medio familiar), invirtieron en vacas. Hasta ese mínimo, la inversión fue cero. Además, la desigualdad entre las familias determinó el nivel de inversión y, en fin, el nivel de inversión aumenta conforme aumenta el tamaño del grupo de familias debido, probablemente, a que se reduce el nivel mínimo de financiación necesario para que se produzca la inversión.

El estudio es un importante apoyo a las actuaciones dirigidas a comunidades rurales que consisten en entregar cantidades importantes de dinero de una sola vez para que los hogares puedan adquirir bienes de capital que les permitan aumentar y diversificar sus ingresos recurrentes en lugar de la entrega periódica de dinero que se utilizará, necesariamente, por las familias para subvenir a sus necesidades de consumo.

Arun Advani, Insurance Networks and Poverty Traps, November 27, 2016

1 comentario:

Anónimo dijo...

Con artículos como este encuentro explicación a muchos comportamientos colectivos intuitivos (o heuristicos como vd dice). Hasta los encuentro en la forma de actuar mas cercana... asi que gracias por los artículos!

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