El productivismo frente al neoliberalismo y al estado del bienestar
Es un concepto desarrollado por Rodrik para designar una política económica que "prioriza la difusión de las oportunidades económicas productivas en todas las regiones de la economía y segmentos de la fuerza laboral".
Se diferencia de lo que le precedió inmediatamente ("neoliberalismo") en que otorga a los gobiernos (y a la sociedad civil) un papel importante en el logro de ese objetivo. Confía menos en los mercados y desconfía de las grandes corporaciones. Pone el acento en la producción y la inversión por encima de las finanzas, y en dar prioridad a la revitalización de las comunidades locales obre la globalización.
También se aparta del Estado de bienestar keynesiano, el paradigma que el "neoliberalismo" reemplazó, en el sentido de que se enfoca menos en la redistribución, las transferencias sociales y gestión macroeconómica y más en la creación de oportunidades económicas trabajando en la oferta de la economía para crear empleos buenos y productivos para todos. Y el productivismo diverge de ambos de sus antecedentes, exhibiendo un mayor escepticismo hacia los tecnócratas y siendo menos instintivamente hostil al populismo en la esfera económica
Los malos empleos, los trabajos precarios, poco productivos y, en consecuencia, con salarios bajos tienen externalidades negativas, mientras que los buenos empleos, productivos y con salarios altos tienen externalidades positivas.
Los "buenos empleos" son un camino hacia la clase media. Pagan lo suficientemente bien como para permiten un nivel de vida razonable con cierta seguridad y ahorros, son relativamente estables... y ofrecen perspectivas de desarrollo profesional (de una carrera profesional). Las empresas que generan "buenos empleos" contribuyen a la vitalidad de sus comunidades. Por el contrario, la escasez de buenos empleos se produce a nivel social, político y costos económicos. Las consecuencias sociales pueden tomar la forma de exclusión, familias rotas, drogadicción y alcoholismo y delincuencia y también la forma de 'males políticos' como la polarización, el auge del populismo, la antiglobalización y la oposición a la inmigración, la disminución de la confianza en el gobierno, los expertos y las instituciones. La prevalencia de los "malos empleos" también es sintomática del dualismo económico, que crea su propia ineficiencia: las tecnologías productivas permanecen enfrascadas en unas pocas empresas y no se difunden en el resto de las empresas, la economía y la fuerza laboral.
Añade Rodrik que, planteada la cuestión en estos términos, de lo que se trata es - como le gusta decir a Jesús Fernández-Villaverde - de hacer que la Sociedad sea más productiva aumentando las oportunidades para sus miembros y mejorando en cantidad y calidad las posibilidades de cooperación social.
Enmarcar el problema en términos de una "externalidad" -- o como una "falla de coordinación" que impide la la realización de acciones complementarias (en formación, adopción de tecnología, decisiones de inversión) y la extensión de la prosperidad... el productivismo tiene que ver con la productividad en primer lugar, y no con la redistribución o las normas sociales/laborales. Pero no da por sentando que las ganancias de productividad acabarán trasladándose y beneficiando a toda la Sociedad. Ese efecto ha de buscarse y han de adoptarse medidas para lograrlo ampliando directamente el acceso a buenas oportunidades de empleo.
Preproducción, producción, postproducción
Rodrik cree que el modelo tradicional de estado de bienestar y las estrategias tradicionales de crecimiento han dejado de funcionar. Hay que ponerse como objetivo directo de las políticas públicas la creación de buenos empleos. Y buenos empleos sólo los crean 'buenas empresas', es decir, empresas rentables, lo que apunta a la importancia de "políticas activas" laborales diseñadas para "aumentar las habilidades y la empleabilidad" de los trabajadores, pero, a diferencia de la aproximación tradicional, estas políticas activas tienen que ser gestionadas y practicadas por las empresas
La separación convencional entre políticas de crecimiento y políticas sociales ya no tiene sentido
Un crecimiento económico más rápido requiere nuevos tecnologías y oportunidades productivas que se difundirán entre las empresas más pequeñas y los segmentos más amplios de la fuerza de trabajo y que su uso no se limite a segmentos estrechos de la élite. Las políticas de reducción de la desigualdad y de la inseguridad económica son más efectivas cuando se producen a través de la mejora de las perspectivas de empleo que a través de la redistribución fiscal solamente. Las agendas sociales y de crecimiento son cada vez más una y la misma mismo.
Las políticas industriales más eficaces son las que implican una interacción estrecha y colaborativa entre organismos gubernamentales y empresas privadas, recibir a cambio insumos públicos críticos: apoyo financiero, trabajadores cualificados o asistencia tecnológica... Este tipo de política industrial es mucho mejor... que los subsidios indefinidos o los incentivos fiscales.
Las políticas deben fomentar directamente el aumento de la cantidad y la calidad de los empleos que están disponibles para los miembros menos educados y menos calificados de la fuerza laboral, donde eligen (o puede permitirse) vivir.
En el futuro, la mayor parte de estos empleos no provendrán de la industria manufacturera, sino de servicios como la salud y el cuidado a largo plazo y el comercio minorista. En los Estados Unidos, menos de uno de cada diez trabajadores está empleado en fabricación. Prácticamente toda la creación neta de nuevos puestos de trabajo en el sector privado desde finales del decenio de 1970 se ha producido lugar en los servicios.
Rodrik, Dani, On Productivism, 2023
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