miércoles, 30 de octubre de 2024

La conjura contra España (XCVIII): Cómo fijar los horarios escolares con perspectiva de género

Europeana en Unsplash

Uno de los ratos más felices de un día cualquiera de mi infancia era el que transcurría entre las ocho y y las nueve de la mañana. Como mis hermanos mayores entraban antes al colegio e íbamos juntos desde casa, los más pequeños disfrutábamos de una hora de 'recreo' adicional en el patio del colegio, hora que dedicábamos a jugar a las chapas, a las bolas o a los cromos. 

Esta mañana he pasado a las 8.55 de la mañana por la puerta del colegio público de la calle Vallehermoso de Madrid. Una larga cola de padres con sus hijos esperaba a que se abriera la puerta del colegio. Ese mismo colegio cierra al tráfico la calle Vallehermoso los viernes para convertirla en un 'patio de recreo' adicional al reducido del que dispone. Y, supongo, ese colegio tiene jornada continua, lo que significa que a las 3 de la tarde, los niños están otra vez a cargo de sus padres.

¿Por qué no abre el colegio público a las 8 de la mañana y permite que los padres dejen a los niños ahí a esa hora? ¿Por qué no sigue abierto desde las 3 a las 5 de la tarde para que los niños jueguen hasta que los recojan sus padres?

Porque es un colegio público. Y todo lo que se hace en una empresa o institución pública se hace en interés de los empleados públicos que prestan el servicio público, no de los destinatarios. Es una ley de hierro. Los empleados públicos - que no pueden conseguir grandes subidas de salarios - pelean por mejorar sus condiciones de trabajo; que el resultado sea un empeoramiento del servicio público; que éste no satisfaga las preferencias y necesidades de los ciudadanos a los que se presta el servicio es irrelevante. De manera que, cuando el prestador público de un servicio o el proveedor público de un producto compite con prestadores y proveedores privados, se observa una lenta o rápida decadencia del primero. Es una espiral inevitable porque los políticos, al ver que los ciudadanos se desplazan al proveedor privado, destinan menos dinero al público. Está ocurriendo con la sanidad, con los trenes, con la universidad y, naturalmente, con la educación. Lo que se observa es que las regiones donde la prestación privada de esos servicios es más relevante, la calidad de los mismos es mejor porque la competencia se intensifica. Madrid tiene la mejor sanidad y educación de toda España porque hay en Madrid clientes exigentes y con dinero que promueven la competencia entre los proveedores y, en consecuencia, el sector privado en el ámbito de la sanidad y la educación en Madrid es muy competitivo y mejora su calidad constantemente (si no, quiebra). Me cuentan que, en los próximos años se van a abrir tres o cuatro hospitales en Madrid. El número de estudiantes universitarios y de universidades privadas con campus en Madrid no hace más que aumentar. Como lo hacen las residencias para estudiantes o los servicios de transporte privado (Cabify, Uber...). 

Mientras tanto, los trabajadores del sector público, a lo suyo. A inundarnos con ideología infumable y sin base científica. Por ejemplo, oirán que "la escuela no es un aparcamiento de niños" o que la escuela no puede suplir las carencias de los servicios sociales. Eso son dos estupideces. La escuela es, entre otras cosas, un aparcamiento de niños. La función fundamental de la escuela es que los niños pasen seis u ocho horas al día con otros niños de su edad en condiciones de igualdad. Si, además, aprenden algo, miel sobre hojuelas. La única función razonable que puede cumplir la escuela es transmitir conocimientos, ni formar en valores, ni crear espíritus críticos ni ninguna de las sandeces que los pedabobos llevan instilando a las maestras en las escuelas de magisterio desde hace cincuenta años.

Si no lo hacen por los niños, nuestros empleados públicos de izquierdas deberían hacerlo por las madres de esos niños. Una educación obligatoria con perspectiva de género debería llevar a tener abiertos los colegios públicos desde las ocho de la mañana hasta las seis de la tarde incluyendo el sábado desde las ocho hasta las tres. Así, las madres - sobre todo las madres de varios hijos - podrían disponer de 10 horas seguidas en un día de diario para trabajar o 'desarrollar libremente su personalidad'. Porque todos sabemos que, si el marido gana más dinero fuera de casa, será la mujer la que tenga que perder una hora en llevar y traer a sus niños al colegio cada día, en lugar de cinco minutos a la hora que más convenga a la mujer, no a la maestra del colegio público. Los ricos, naturalmente, contratan a gente para que les libere de esas tareas. 

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