jueves, 3 de octubre de 2024

La conjura contra España (XC): Escrivá es gobernador del Banco de España porque L'Oreal


Principios Nolan 

Capacidad de asumir el interés público (Selflessness) El personal de la Administración Pública deberá adoptar sus decisiones únicamente en aras del interés público. Nunca actuará a fin de obtener beneficios económicos o cualesquiera otros beneficios materiales para sí, su familia o sus amigos. Integridad El personal de la Administración Pública no debería ponerse en situación de contraer obligaciones financieras ni ninguna otra con individuos u organizaciones que puedan influir en el desarrollo de sus actuaciones públicas. Objetividad En el desempeño de actividades públicas, incluyendo los nombramientos de cargos públicos, la firma de contratos, o la recomendación de individuos para premios y beneficios, el personal de la Administración Pública basará todas sus elecciones en el principio de mérito. Responsabilidad El personal de la Administración Pública es responsable de las decisiones y actos que afecten a la sociedad y debe someterse a cualquier tipo de control que se considere necesario. Transparencia El personal de la Administración Pública deberá ser tan transparente como sea posible respecto a las decisiones y actos que adopte. Deberá motivar sus actos y sólo restringirá la información cuando claramente lo exija el interés público. Honestidad El personal de la Administración Pública tiene el deber de declarar cualquier interés privado que pueda guardar relación con sus actividades públicas y adoptar cuantas medidas sean necesarias para resolver cualquier conflicto que pudiera surgir de modo que quede salvaguardado el interés público. Capacidad de decisión (Leadership) El personal de la Administración Pública deberá promover y respetar estos principios como modelo en la toma de decisiones. Estos principios se deben aplicar en todos los ámbitos de la vida pública. El comité los ha expuesto aquí para el provecho de todos los que sirven al interés público de alguna manera.


Según el ex-ministro, no había ningún economista español con más formación, conocimientos y experiencia, con más méritos para el cargo. Y eso lo sabe él y lo sabía Pedro Sánchez. Y como lo sabían los dos, su nombramiento como gobernador del Banco de España era la única solución justa, lícita y legítima.

Yo creo que Escrivá lleva años tomándonos el pelo. Sánchez es de corta inteligencia, como ya tengo dicho y es fácil engañarle una vez que el muy desconfiado presidente esté seguro de que harás todo lo que te pida sin rechistar. Escrivá, el de los grandes fracasos (reforma ruinosa de las pensiones, fondos privados de pensiones, los 'pornobonos', el del Ingreso Mínimo Vital, que solo llega a un tercio de los posibles beneficiarios, el que no ha conseguido ni reducir la pobreza infantil ni mejorar la gestión de la inmigración...), nos quiere hacer creer que no hay nadie mejor para el puesto de gobernador que él.

Y uno piensa: si está tan seguro, ¿por qué el gobierno no organizó un concurso internacional para cubrir el puesto? (¿o es Escrivá el mejor economista mundial para el cargo?) ¿Por qué no designó una comisión de tres gobernadores de bancos centrales, uno danés, otro inglés y otro canadiense para que presentara al gobierno español una terna de candidatos de 'reconocida competencia'? El osado Escrivá no tendría que tener miedo a presentarse a ese concurso porque dado el altísimo concepto que tiene de sí mismo, seguro que una comisión independiente propondría su nombre para el cargo.

La izquierda-española-realmente-existente (la heredera del corrupto y clientelar PSOE de Andalucía, la criada de los nacionalismos vasco y catalán, la analfabeta extrema izquierda) odia la meritocracia. Prefiere el nepotismo. Y el caso de Escrivá es de nepotismo al cuadrado porque se ha aplicado para un cargo en el que el criterio meritocrático debería ser el único relevante. 

El daño que ha hecho Sánchez nombrando a Escrivá a las esperanzas de los españoles de vivir en una sociedad próspera y civilizada es enorme. Al 'colocar' a Escrivá al frente del Banco de España, Sánchez ha mandado un mensaje terrible a la sociedad española.

Porque si Escrivá es nombrado gobernador y se cree que se merecía el cargo porque es el mejor economista de España; si cree, de buena fe, que está muy bien pasar del Ministerio a la calle de Alcalá sin solución de continuidad, ¿se puede alguien extrañar que Montalbán o Díez, o Segoviano se crean perfectamente idóneas para ser magistradas del Tribunal Constitucional? O que Serrano está perfectamente preparado para dirigir Correos? ¿O que Cascajosa puede dirigir RTVE? ¿O que García Ortíz podía ser un buen fiscal general del Estado? ¿O Carmen Calvo una meritoria presidenta del Consejo de Estado? Si Escrivá se cree el mejor economista de España ¿por qué no se va a creer cualquiera que vale para ocupar cualquier cargo? 

Pero además, el caso de Escrivá es el último de una serie 'especial'. Sánchez no pudo conseguir, en ningún momento, que gente honrada, competente, trabajadora y desinteresada (principios Nolan) quisiera trabajar para él. Así que tuvo que recurrir, por un lado, a incompetentes obedientes - superobedientes - que extrajo de los cuadros del partido y, por otro, a personas competentes y trabajadoras que fueran tan ambiciosas como para sacrificar cualquier otro valor o interés a la mayor gloria de un macho alfa como Sánchez. Para atraer a estas personas, naturalmente, Sánchez tuvo que ofrecer un gran premio.

Escrivá culmina este proceso. Primero fue Dolores Delgado que tragó quina como ministra para conseguir la Fiscalía General y el nombramiento como Fiscal de Sala del Tribunal Supremo. Luego Calviño, a la que los jefes de gabinete se le caían como moscas en una ola de calor pero que tras algún intento fallido consiguió un sueldo y una pensión de lujo en el BEI;  tras ella, Ribera, que las ha pasado canutas al frente de la política energética pero que también se retirará con un sueldo y una pensión de lujo tras pasar por la Comisión Europea. Y ahora, Escrivá, el mejor economista de España al que no se habían reconocido, hasta ahora, tales méritos. 

Al aceptar los cargos, Montalbán, Cascajosa, Díez, Serrano, Delgado, Calviño, Ribera o Escrivá envían un mensaje terrible a la sociedad española:. Los primeros, que en España, aunque no sepas hacer la 'o' con un canuto, puedes acabar en un gran puesto si haces la pelota a quien manda, aunque sepas que hay gente mucho más valiosa que tú para ocupar ese puesto. Los segundos, que, en España, no medrarás aunque valgas si no obedeces al que manda. 

Aunque cualquiera de ellos crea de buena fe que merece el puesto, esa buena fe no es creíble si el procedimiento a través del cual fueron nombrados (los unos y los otros) no fue uno que garantizara la concurrencia, la transparencia y la independencia de los que tomaron la decisión. Ninguno de los que he enumerado (y podría nombrar centenares) y, por supuesto, tampoco Escrivá, puede creer de buena fe que su nombramiento es merecido. Lo han aceptado a sabiendas de que el procedimiento seguido para la designación no fue ni competitivo, ni transparente ni realizado por alguien independiente. 

Por tanto, para contrarrestar este mensaje, el nuevo gobierno debería prometer que hará todo lo que sea legalmente posible para que todos esos nombramientos no produzcan ningún beneficio a los que los han aceptado indebidamente. Pedir, en cuanto llegue al Gobierno, que dimitan y cambiar cuantas leyes sean necesarias, incluidas las europeas (el PP lo hizo con la CNC). Y, desde hoy, impugnar cada nombramiento que se haya realizado sin seguir un procedimiento de ese tipo. Gracias a Hay Derecho se logró que Valerio no fuera presidenta del Consejo de Estado para que la izquierda nombrara, a continuación, a otra fiel sirvienta de Sánchez con menos méritos para el puesto. 

Hemos retrocedido cien años en el acceso meritocrático a los cargos públicos. Estamos, de nuevo, en la Restauración. 

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