... no es que donde está Roma esté el Papa, sino al revés... Por razones fácilmente comprensibles, la fórmula «donde está el Papa está Roma» se desenvolvió en especial después del traslado de la sede papal a Avignon....
"El tonto e inculto Papa no sabe que Constantino el Santo trasladó aquí (a Constantinopla) el cetro imperial, todo el senado y toda la jerarquía administrativa, de modo que en Roma sólo dejó gente de baja estofa"
"Según Filoteo... Por su herejía apolinaria ha caído la Primera Roma; por sus pecados está la Segunda bajo el poder de los agarenos; pero queda la Tercera y última Roma y después de ella no habrá más. Moscú, como Tercera Roma, construida sobre siete colinas, es la única capital de la verdadera fe y del verdadero Imperio Cristiano al que han pasado todos los demás Imperios y reinos de la tierra, de un Imperio que, operando la salvación, se extenderá hasta los confines del orbe y que durará hasta el fin de los tiempos.
... el Imperio es romano no por sucesor de los Césares ni por su vinculación a la Roma antiqua, sino por ser la institución política destinada a defender la Iglesia romana. Y sólo hay emperador romano, es decir, universal, en cuanto que la persona designada haya sido consagrada en Roma por el Papa. El Imperio es, pues, un apéndice de la Roma apostólica, razón por la que Carlomagno desconfía del título de «emperador de los romanos» que le da el papado y que sustituye por Imperator Romanum gubernans imperium,
si bien el Imperio es el eterno Imperio romano, si bien el emperador es emperador de los romanos en el sentido de la totalidad de los pueblos que obedecen simultáneamente a la sede papal y al emperador, sin embargo, el pueblo con derecho al ejercicio del imperio, el pueblo imperial es el pueblo franco o el pueblo germánico, es decir, el pueblo capaz de defender al conjunto de la iglesia y de la cristiandad. Este principio se expresa en la doctrina de la translatio imperii según la cual el Imperio, ejercido primero por los romanos (ciudad de Roma) se trasladó a los griegos, de éstos a los francos, de éstos —en algunos textos con el intermedio de los longobardos—a los germanos. Esta teoría de la translatio imperii es también mantenida por la Curia, pero mientras que la Curia sitúa la decisión de la translatio de un pueblo a otro en el Papa, en cambio el partido imperial la fundamenta en una virtus propia y originaria del pueblo franco o germano: sólo el vigor franco o teutónico mantienen el Imperio, cuando dicho vigor desaparezca se desvanecerá el Imperio para dar paso al Anticristo... El pueblo imperial es, en resumen, el pueblo al que Dios, para cumplimiento de una misión divina, ha hecho el más fuerte de la cristiandad... Federico Barbarroja hace confluir en su doctrina imperial los momentos teológicos, los jurídicos y la tradición franco-germánica. El imperio viene directamente de Dios sin el intermedio de la Curia, es expresión en la tierra del orden divino, y si la Iglesia es «santa», el Imperio es «sacro» (Federico I fue, en efecto, quien introdujo la denominación Sacrum Imperium)...
Roma es una teofanía, es la revelación del poder divino en la historia, poder que no se manifiesta en un orden natural ni primordialmente en un orden moral, sino en un orden político... tiene su destino marcado desde su fundación, es eterna y posee las prendas de imperio; establece el orden en la tierra, como Zeus o Júpiter lo establecen en el cielo, y será portadora de la nueva y definitiva Edad de Oro... Y aunque el régimen imperial tendió a personificar a Roma en el emperador atribuyéndole a éste las esencias y atributos romanos, con todo, el Imperio romano, a diferencia de los orientales, no fue nunca totalmente el de un hombre. Es decir, el nombre del emperador no se separó jamás del de la ciudad y de aquí la ficción de la fórmula: «Donde está el emperador, está Roma», de modo que, a través de !os cambios de sus titulares, el Imperio es siempre el de Roma.
El mito de Roma, en todos sus momentos componentes, quedó cristianizado... en un período que va desde fines del siglo 11 hasta el siglo v... si bien el Imperio romano no es portador de salvación, sí es condición de salvación : el hábito de la pax romana hizo más fácil que se comprendiera la doctrina de la pax christiana, la unidad de la lengua facilitó la propaganda de los apóstoles y el cumplimiento de su misión de enseñar a las gentes, misión realizada caminando por las calzadas imperiales y bajo la seguridad garantizada por el temor a las legiones. Por eso, por haber elegido a Roma desde la eternidad como condición de salvación, Cristo no sólo nació bajo el Imperio romano, sino que, al inscribirse en el censo, quiso ser ciudadano romano. Según Eusebio, fue obra de la providencia que la encarnación del Verbo fuera históricamente simultánea al reinado de Augusto, es decir, que la plenitud del mensaje de salvación coincidiera con la plenitud del Imperio; sólo el Imperio, con su monarquía universal, está de acuerdo con el monoteísmo cristiano, y a la cancelación cristiana del politeísmo corresponde la cancelación romana de la poliarquía. Por lo demás, el Imperio es eterno... y, puesto que constituye el marco histórico de la redención, perdurará hasta que se consume la obra de la salvación, es decir, hasta que se colme la historia... Roma no es divinidad, sí es medio o agente de la divinidad; única forma política coincidente con la estructura divina del mundo...
... el pensamiento mítico ve las cosas desde la perspectiva de la sacralidad, punto de vista al que no escapa el espacio. Lo santo... se manifiesta en un lugar, el cual, por un lado, queda convertido én centro de irradiación de una potencia santa, y, por otro, transformado en lugar sagrado separado del profano... «El dios se fija en un determinado lugar, como el lugar pertenece a un determinado dios» El hecho de que el lugar tuviera poder en cuanto asiento de los dioses nos explica la costumbre militar romana de la evocatio: cuando los romanos sitiaban una ciudad rogaban a los dioses del lugar que la abandonaran, con lo que se quedaría inerte, y si la ciudad resistía y era expugnada, los mismos dioses eran considerados por los romanos como prisioneros... Roma: cambió su hierofanía y lo que antes era una diosa se convierte ahora en lugar del numen de Cristo, donde antes se fundó el Imperio pagano se funda y fundamenta ahora la Iglesia y el Imperio cristianos, lo que antes se hacía por el poder de Júpiter se hace ahora por el de Pedro y Pablo, pero Roma continúa siendo la urbs sacra, la urbs regia, decus orbis y caput mundi.
Pertenece al pensamiento mítico la creencia de que sólo el vigor adherido al centro es capaz de ordenar el espacio en torno... Más allá de donde alcanza el vigor ordenador del centro está lo caótico e informe, el mundo de los monstruos y demonios, de los infrahombres, de las tinieblas y de la tiranía... por ello, y por de pronto, el cambio de centro significa el desorden... Urbe y orbe son, por tanto, dos términos necesariamente vinculados... todo orbe se construye por referencia a una urbe... En realidad, esta idea de un centro cuyas irradiaciones dan orden a un espacio transformándolo en cosmos es una expresión del arquetipo del mándala, una de las imágenes más primarias y umversalmente extendidas. El mándala, cuya significación en sánscrito es la de círculo mágico, es una figura construida desde un centro y ordenada en círculos y cuadrados en relación a los cuatro puntos cardinales... En todo caso es un símbolo cósmico presente, en formas más o menos próximas,, en todas las culturas, y así, en la cristiana está muy extendida la representación de Cristo en el mándala rodeado de los cuatro evangelistas, como centro cósmico... la idea de la urbe como centro ordenador del orbe con el arquetipo originario y universal del mándala...
(También en el pensamiento mítico)... la categoría de semejanza no (se interpreta)como un mero concepto mental de relación, sino como una unidad de esencia ccn aquello a lo que se asemeja y, por tanto, como una fuerza real y efectiva. Es decir, que con la similitud se transfieren al símil las mismas potencialidades que tiene el modelo... A la luz de estos supuestos se aclara que Constantino construyera la segunda Roma en similitud topográfica con la primera y que Filoteos no olvidara decir que Moscú estaba construida sobre siete colinas...
la lucha se plantea no sólo por Roma, sino por el nombre de Roma y de romano. Ello se comprende porque para el pensamiento mítico la palabra y el nombre contienen el objeto y las propiedades efectivas de lo que designan. Es decir, palabra y nombre no designan y significan, sino que son y actúan; al nombre van unidas unas propiedades y unos poderes específicos y estas propiedades y poderes son, a su vez, inseparables del nombre
Manuel García-Pelayo, La lucha por Roma (Sobre las razones de un mito político), Revista de Estudios Políticos, 1960