Eli Dourado sugiere salvar el periodismo de calidad en Internet mediante la fijación de una cuota única que dé acceso a todo el periodismo de pago. La sugerencia tiene buenas bases económicas. Si me hacen pagar 3 por el producto X de calidad 9 y 0 por el producto Y de calidad 4 y X e Y son sustitutivos ¿por qué voy a pagar 3? Esta lección la han aprendido en sus carnes muchos empresarios fracasados y, al revés, muchos empresarios de éxito (si la diferencia de calidad entre las cápsulas de café de Nespresso y de Sara Lee es enorme, estaré dispuesto a pagar tres céntimos más por las de Nespresso. Pero si Sara Lee me las vende a la mitad de lo que cuestan las de Nespresso, me pasaré a Sara Lee aunque haya una diferencia de calidad significativa). Todo depende de la elasticidad de la demanda.
Igual que hace Netflix, Telefónica u ONO podrían ofrecer acceso a internet con acceso a todos los contenidos de “calidad” cobrando un sobreprecio. Digamos que tres tarifas de 50 megas: una más barata sin acceso a contenidos de pago, otra más cara con acceso a contenidos escritos de pago y una más cara todavía con acceso a contenidos audiovisuales. ONO o Telefonica deberían negociar con los proveedores de contenidos los contratos correspondientes, lo que además, les permitiría distinguir su oferta de las demás y les dotaría de un incentivo para bloquerar el acceso de sus usuarios a páginas que permiten descargarse ilícitamente contenidos protegidos. Lo que observamos en la telefonía móvil va en esa línea pero el “buffet libre” no termina de imponerse y lo que se observa es la aparición de supermercados – Applestore, Market de Android – en los que se puede comprar toda clase de productos digitales.
El buffet libre debería merecer una oportunidad. Es cierto que, al igual que ocurre con la gestión colectiva de los derechos y, al margen de las ineficiencias de toda gestión colectiva, el resultado puede distar mucho del óptimo, esto es, que reciban mayor remuneración aquellos autores – productores de contenidos – preferidos por los que utilizan internet. Pero las compañías de telecomunicaciones podrían tener los incentivos adecuados para hacer un reparto “justo” de las tarifas premium pagadas por los usuarios de internet. Telefonica podría negociar los correspondientes contratos y pagar menos, por ejemplo, a Le Figaro, si los clientes de Telefonica no entran en las páginas de Le Figaro y más a La Vanguardia si estos clientes prefieren leer La Vanguardia.
Si, además, esta tarifa premium se hace fácil de usar (que no tenga que dar ninguna contraseña al entrar a cada sitio web de pago porque el sitio web me “reconozca” como usuario de la tarifa premium de Telefonica) y el operador me ofrece sugerencias de contenidos literarios o audiovisuales, quizá pueda asistirse al renacimiento de aquellas empresas que surgieron en los 90 y tuvieron un crecimiento fulgurante para desaparecer al poco tiempo: ¿se acuerdan de Terra, Wanadoo, T-online….?
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