jueves, 7 de mayo de 2015

Organización del seguro




Hay dos grandes formas de organizar el seguro: mediante un negocio asociativo o mediante un negocio de cambio. La distinción puede explicarse atendiendo a las tres funciones que han de ser desarrolladas en el seno de una compañía de seguros: la de gestión del negocio, la de proporcionar el capital y asumir el riesgo y la de los tomadores del seguro que pagan la prima contra la cobertura del riesgo.

a) La mutualidad consiste en la constitución de una sociedad cooperativa cuyo objeto social consiste en la cobertura de las necesidades económicas futuras y eventuales de sus asociados. Son sociedades sin fin lucrativo. En ellas, las funciones de asunción del riesgo y de pago de la prima están concentradas en los mutualistas que son, así, los titulares residuales de la empresa y los clientes de la misma. La gestión, sin embargo, está entregada a especialistas. Se obtienen las ventajas derivadas de la especialización en la gestión; se generan los correspondientes costes de agencia entre gestores y mutualistas (los primeros, en cuanto no son propietarios de la compañía tienen incentivos para reducir su esfuerzo y para maximizar su remuneración y los beneficios privados del control que ejercen sobre los activos de la compañía). En la medida en que la posición de todos los mutualistas no sea idéntica, se generan costes derivados de los potenciales conflictos de intereses entre mutualistas.


Se organizan bien, por cuotas, es decir, se calcula la posibilidad del riesgo que se quiere cubrir, se calculan los gastos que produciría la actualización del riesgo y todos los miembros pagarían una cuota para formar el fondo de garantía; o bien por derrama que supone que no se hace previsión de fondos para el caso de siniestro sino que una vez que se produce el siniestro, se divide el coste entre todos los asociados. Esta forma apenas existe y tiene sentido sólo cuando no puede predecirse la cuantía de los daños.

Un caso muy especial de mutua de seguros por derramas es La Crema en Andorra, Todos los habitantes de un valle andorrano se aseguran recíprocamente el riesgo de incendio de sus casas. Cada año, cada vecino comunica el valor de su casa a los administradores de la mutua de forma que, si se incendia su casa, recibe de los demás el valor de lo quemado. Si se incendia la de otro, el vecino pagara la parte correspondiente a lo que el valor de su casa represente en el conjunto de las casas aseguradas. Parece que los “mutualistas” tienen incentivos para indicar, como valor de su casa, el valor real porque si uno sobrevalora su casa, le tocará pagar una proporción mayor si la que se incendia es la de otro lo que reduce los incentivos para el sobreseguro. Si, por otro lado, hay suficiente monitoring recíproco, la provocación dolosa del siniestro se reduce a números manejables (todos los vecinos están “controlados” por los otros vecinos y, en caso de que se determine que ha existido estafa de seguro, la consecuencia es pena de cárcel). Téngase en cuenta, además, que el valor se fija para cada año de forma que un asegurado no podría dar un valor muy diferente al dado el año anterior si se tiene en cuenta que el valor relevante es el de reconstruir el edificio incendiado, coste que no tiene que ver directamente con la evolución de los precios en el mercado inmobiliario puesto que la evolución del precio del suelo no es relevante.

Las mutuas como forma organizativa están presentes con mayor frecuencia en el sector de los seguros que en cualquier otro sector económico lo que debe justificarse en que es una forma que resuelve algunos problemas relacionados con la cobertura de los riesgos individuales mejor que la sociedad anónima.

b) Mediante un negocio de cambio, se transfiere el riesgo a cambio de un precio prima que puede ser a tanto alzado o por plazos. La finalidad de la prima consiste en formar el fondo de garantía para atender a las necesidades eventuales y futuras. La diferencia con la mutualidad está en el modo de gestión. En el caso de la compañía de seguros, la gestión se encomienda a un tercero mientras que en el caso de la mutualidad son los propios asociados los que gestionan. La diferencia está, pues, en la ausencia de ánimo de lucro de la segunda. De este modo, las primas en la mutualidad van totalmente destinadas a cubrir gastos de gestión y fondo de garantía mientras que en la compañía de seguros una parte va destinada a retribuir a los accionistas de la sociedad de seguros. En este tipo de compañías de seguros la especialización es máxima: la gestión está entregada a especialistas; la asunción del riesgo y la aportación del capital a los accionistas y el pago de la prima y la cobertura a los asegurados. Se obtienen las ventajas de la especialización y se generan costes de agencia (control de los gestores por los accionistas) y costes derivados del conflicto entre accionistas (que quieren maximizar el valor de la compañía y los beneficios) y asegurados (que desean maximizar la solvencia de la compañía de forma que estén garantizados los pagos de sus indemnizaciones si se produce el siniestro). Los costes de agencia se reducen como en cualquier sociedad anónima. Los costes de la separación entre asegurados y accionistas se reducen mediante limitaciones a la libertad de inversión y de reparto de beneficios en la legislación sobre seguros además de mecanismos públicos de garantía del pago de las indemnizaciones y a través de mecanismos contractuales como, por ejemplo, las pólizas que dan derecho al asegurado a participar en los beneficios de la compañía al margen de la eficacia de la competencia entre aseguradoras por crearse una reputación de solvencia y protección de los derechos de los asegurados.

La mayor o menor eficiencia de una forma u otra de organizar el seguro depende de si los costes de agencia en el caso de las mutuas son superiores – y en qué medida – a los costes de la separación entre la posición de accionista y la de mutualista dando por supuesto que, en general, los costes de agencia en una mutua son superiores – por las menores posibilidades e incentivos para controlar a los administradores que tienen los mutualistas en comparación con los accionistas de una sociedad anónima – a los costes de agencia en una sociedad anónima. Por tanto, las mutuas “sobrevivirán” si, por la naturaleza del negocio, los costes de agencia son bajos. En tal caso, su “ventaja competitiva” les permitirá producir de forma eficiente en comparación con una sociedad anónima el “seguro”. Según algunos autores, puede suponerse que los costes de agencia son bajos cuando los administradores tienen escasa discrecionalidad en la gestión, esto es, cuando el negocio es suficientemente estándar como para que los administradores no deban tomar muchas decisiones discrecionales.

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