En este blog hemos dicho que la corrupción política en España debe mucho a la relajación de las normas jurídicas generales que tienen por finalidad, precisamente, garantizar un mínimo de corrección en la conducta de los poderes públicos y poníamos como ejemplo espectacular el caso de los EREs en Andalucía, fraude masivo que sólo fue posible porque la Junta de Andalucía había desactivado la aplicación de las normas legales y reglamentarias que garantizaban que un alto cargo no podía hacer de su capa un sayo con los fondos públicos. Recuérdese la diferencia entre la culpa grave y el dolo: un saqueo de las arcas públicas no se pone en marcha publicando en el Boletín Oficial que, a partir de ahora, los cargos públicos podrán regalar el dinero público a sus amiguetes. Se organiza eliminando las restricciones jurídicas que puedan obstaculizar dicho saqueo en la conciencia de que esos efectos son probables.
En este trabajo se analiza el escándalo Parmalat (v., una entrada de Ramonet) y se explica cómo fue posible (¡más de una década de fraude contable en una sociedad cotizada!) sólo porque desde los alrededores de la empresa no solo no se sometía a escrutinio alguno lo que ésta hacía sino que se jaleaba acríticamente cualquier actuación de sus directivos, la familia Tanzi, que había adquirido un papel de celebrity y había creado conexiones estrechísimas con el establishment incluyendo, precisamente, a los que deberían haber descubierto el escándalo.
El escándalo fue posible porque los reguladores y los intermediarios financieros no someten a control a las compañías que gozan de un status social elevado – “celebrity firms”, status que estas compañías logran a través de la generación de relaciones estrechas con las organizaciones más prestigiosas.
Recuérdese que los países del sur de Europa “padecen” en mayor medida que otros un capitalismo de relaciones (Rajan/Zingales) donde las élites políticas reparten las rentas con empresarios próximos que, a su vez, consiguen que la regulación y el enforcement de las normas se realice en su interés y en contra de cualquier newcomer. Zara solo puede convertirse en un gigante en el mercado por la belleza y buen precio de su ropa. Un constructor puede hacerlo porque tenga en nómina a los que reparten la obra pública.
Existen muchos estudios sobre cómo influye el gobierno corporativo de una compañía en su nivel de corrupción y menos sobre cómo lo hace el entorno institucional. La propuesta de los autores es que, para seguir perteneciendo al “club” y mantener el status, los que controlan estas compañías continúan con estrategias erróneas en lugar de abandonarlas y cometen fraudes para ocultar el fracaso, fraudes que son posibles porque aprovechan los “puntos ciegos” del sistema.
La ocultación del fraude viene facilitada por el prestigio social de la empresa: como soy una empresa “prestigiosa”, estoy sometida a un escrutinio menos intenso que mis comparables lo que me permite ocultar más fácilmente los comportamientos fraudulentos o ilegales. Si la empresa se ha “lanzado” a una carrera delictiva, hará bien en invertir en sobornar a los que tienen como función política, social y económica, investigar, detectar y denunciar los fraudes empresariales. Cuanto más reducido sea el “mundillo” de los que “cuentan” (capitalismo de amiguetes), más probable es que estas estrategias fraudulentas se extiendan. Y, recuérdese, muchas no terminan en un escándalo. Terminan enterradas porque, por razones exógenas, las cosas terminaron saliendo bien y nadie resultó muy dañado.
Los autores analizan las cuentas de Parmalat y los documentos producidos por reguladores, medios de comunicación (687 artículos en Il Sole – 24 ore, un periódico que tiene una especial responsabilidad por ser el único económico italiano y por su proximidad a las grandes empresas italianas) y analistas financieros y demás intermediarios respecto de la empresa.
El caso de Parmalat es el de una expansión y crecimiento a base de adquisiciones mal seleccionadas y ejecutadas y de endeudamiento. En lugar de corregir la estrategia, Parmalat empezó a manipular la contabilidad para ocultar los malos resultados, estrategia que obliga a “hacerla cada vez más gorda” hasta alcanzar los 1000 millones de euros en 2002. Los autores incluyen este gráfico
Lo más llamativo del caso es la duración del fraude. Empezó en 1990 y solo a finales de 2003 se descubrió que los presuntos 3.900 millones de euros que estaban en una cuenta de Bank of America no estaban en ningún lado. Hasta entonces
Until mid-2003 securities analysts consistently issued positive recommendation of Parmalat’s stock. Standard and Poor’s kept an investment grade rating until November 2003. Similarly, national and international banks recurrently processed bonds and private placements for national and foreign investors and at no time made references to concerns or doubts. Neither of Parmalat’s auditors - Grant Thornton and Deloitte’s - raised questions about the company’sfinancial accounts until November 2003, at which point Deloitte’s issued a ‘disclaimer’. .. despite dealing with the world’s largest banks, sophisticated investors, and two of the largest international audit firms, Parmalat was able to conceal its illegal corporate behaviour for over a decade
La estrategia de Parmalat (crecer vía adquisiciones a base de deuda) se correspondía con la lógica del mercado en aquellos años (Tanzi: “there was a real queue of financial backers out of his… office, waiting for a call”). Así es como había que crecer. El crecimiento endógeno no era “sexy” y las adquisiciones a base de fusiones – entregando acciones de la propia compañía – solo estaban al alcance de empresas cuyas acciones fueran muy valoradas por el mercado. De manera que, cuando la estrategia se reveló errónea, Tanzi se vio inducido a continuar con la misma para evitar que el mercado conociese su fracaso. Y, en el interim, los intermediarios y analistas no solo no lanzaban advertencias sino que jaleaban a Parmalat para que continuara en esa huida hacia adelante (proporcionándole nuevos fondos destinados a nuevas adquisiciones) mientras Parmalat mandaba mensajes públicos formulados en la “lógica” de la communis opinio. Todos contentos.
Parmalat pointed out to analysts and investors that its levels of debt were absolutely normal (after it had moved debts and inflated revenues) for a fast-growing company. That is, once again, it framed its explanation in the terms of the financial logic widely held at the level of the field
¿Por qué – se preguntan los autores – ni los analistas, ni los auditores ni los bancos de inversión ni los inversores se dieron cuenta de que la posición financiera de Parmalat se estaba deteriorando?
Hay una respuesta regulatoria y otra institucional. La regulatoria es que los analistas solo examinan las cuentas consolidadas de un grupo y las cuentas de sus principales filiales, pero no de todas (por eso es una bendición que en nuestro sistema se obligue a los grupos de sociedades a formular cuentas individuales de todas las sociedades del grupo ya que se incrementa el coste del fraude – ocultando pérdidas en lejanas filiales – y se reduce el coste de su descubrimiento). Además, que la deuda de un grupo se presente como deuda neta en lugar de deuda bruta facilita el ocultamiento de las situaciones de sobreendeudamiento.
Una vez que algún analista “compraba” el optimista mensaje lanzado por la compañía, los demás, en lugar de realizar de forma independiente su propio análisis, se apoyaban en los anteriores y la estrategia ocultadora podía continuar:
“If we know that those who have more information than we do have already expressed a positive opinion…we raise our hands’
Si los analistas son un grupo compacto, homogéneo – antiguo - y no demasiado grande, acabamos en el cuento del rey desnudo. Nadie, salvo un outsider muy outsider, se da cuenta de que el rey está desnudo. Los demás quedan seducidos por los gestores de la compañía y su credulidad deviene ilimitada (“all sang enthusiastically from the same song sheet”), lo que, desde el punto de vista individual, es una actitud racional. La estrategia de Parmalat era distinta de la de Madoff. Madoff creó una marca personal de secretismo que le beneficiaba porque justificaba los extraordinarios resultados de sus inversiones. Parmalat era aparentemente transparente porque, obviamente, la estrategia del secretismo no es posible para una sociedad cotizada.
Una cierta complicidad de los auditores es imprescindible. Grant Thornton fue sustituido – por imperativo legal – por Deloitte pero siguió auditando a las compañías del grupo a través de las cuales se consumó el fraude, Bonlat, de manera que el cambio de auditor no logró revelar el fraude contable.
In 2003 the Italian Professional Accounting Association - Associazione Nazionale dei Dottori Commercialisti e dei Revisori Contabili - declared that auditors reviewing corporate group accounts would be held responsible for the separate accounts of companies in the group, even if these accounts were formally audited by other accounting firms. Only then, in November of the same year, did Deloitte and Touche probe beyond Grant Thornton’s signature and conduct its own analysis of Parmalat’s secondary accounts. Having done so, they immediately issued a ‘disclaimer’ on the company’s 2003 first-half financial accounts because the true value of the investment in Epicurum (whose value had previously been reviewed - and approved - by Grant Thornton) could not be determined.
Es evidente – dicen los autores – que la división del trabajo y de responsabilidades favorece a los defraudadores (divide y vencerás), sobre todo cuando la cultura de los auditores se basa en la confianza recíproca entre ellos.
La segunda respuesta es que Parmalat “dio de comer” a los más prestigiosos miembros de la comunidad financiera (status enhancing by association). Los bancos de inversión más reputados mundialmente colocaban sus emisiones de deuda, los abogados más conocidos revisaban los correspondientes contratos. Y, además, era el campeón nacional por excelencia en un país – Italia – que había sufrido una terrible derrota en el campo de los campeones nacionales. Piénsese que no quedan grandes multinacionales italianas fuera del sector público y que las mejores empresas italianas ni siquiera cotizan en Bolsa. Parmalat apelaba al orgullo de los italianos, compraba equipos de fútbol y empresas en dificultades a instancias de los políticos que otorgaron a Tanzi los máximos honores.
Común a Madoff y Parmalat es la coherencia en la conducta fraudulenta. Recuérdese que no en vano se dice que se pilla antes a un mentiroso que a un cojo. Gracias a mecanismos de screening, resulta más difícil para el defraudador mantenerla porque no solo ha de existir continuidad entre la nueva mentira y la anterior, sino que cada afirmación ha de parecer verosímil (por ejemplo, números redondos suelen indicar facturas falsas). Lo curioso del caso Parmalat es que la coherencia no solo le obligaba a seguir manipulando las cuentas sino ¡a continuar realizando adquisiciones de empresas! (entre nosotros, compró Clesa en 1998).
Las conclusiones que reflejábamos en la anterior entrada sobre el caso Madoff son trasladables al caso Parmalat. Pero una que merece la pena destacar es que cuanto más nos alejemos del capitalismo de relaciones y más avancemos hacia una “sociedad de libre acceso” donde las relaciones no cuenten – mucho – y donde cuenten los méritos desplegados en un entorno libremente competitivo, mayor será la legitimidad del sistema capitalista.
1 comentario:
Me parece muy especial y acertado el artículo, en lo particular hace algún tiempo hice un análisis del tema pero con respecto a la Filial de Parmalat en Nicaragua:
http://bibliotecajuridicavirtual.blogspot.com/2012/04/crisis-empresarialde-la-filial.html#more
Espero les guste....
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