La entrada sobre la entrada de Conthe sobre el Auto de la Juez Alaya (en sus años de Facultad fue considerada como la estudiante más sexy de su promoción en opinión de sus compañeros masculinos) terminaba con una elucubración sobre si la Juez era una Juez excepcional o una Juez “del montón”.
Es una juez del montón. Y los jueces del montón, por definición, no son especialmente listos ni están especialmente bien preparados. No pasa nada, porque los jueces del montón tienen, normalmente, asuntos “del montón” para cuya correcta instrucción y resolución no hace falta ser el genio de la lámpara ni Savigny. Basta con ser trabajador, decente y no estar mal de la cabeza ni creerse el Cid Campeador. Y saber un poquito de Derecho. Salvo cuando te cae un asunto que no es del montón, claro.
El párrafo era deliberadamente ambiguo y se ve que me he pasado de listo porque pretendía lanzar varias posibilidades interpretativas al mismo tiempo. Así que voy a aclararme.
No conozco a la Juez Alaya y no sé si es muy inteligente o no; si es sensata o insensata ni si es muy trabajadora o no. Tiendo a pensar que no es tonta, que no es demasiado insensata y que es trabajadora. De ahí que la denominara una “juez del montón”, porque, en general, creo que los jueces – en media – no son tontos, no son demasiado insensatos y no son demasiado vagos. Pero, como sucede con los clientes exigentes (que te hacen mucho mejor abogado, profesor, mecánico o productor de carne de vacuno), los asuntos complejos, delicados, con resonancia pública hacen “brillar” al Juez del montón y lo convierten en un juez excepcional: especialmente trabajador, especialmente decente, especialmente sensato y especialmente letrado. Al juez que no es del montón, se le nota desde antes de que le caiga “el” asunto. Los que se pirran por estar en los Juzgados de Instrucción de la Audiencia Nacional, los que buscan su cuarto de hora de gloria y popularidad como sea y los que se pegan a los que pueden hacerles llegar al Supremo o al Constitucional.
Con lo que, espero, quede claro que el ambiguo párrafo era un elogio de los jueces del montón a los que necesitamos especialmente en épocas convulsas en los que el control de los poderosos es una extraordinaria y urgente necesidad.
2 comentarios:
Muy acertada reflexión, sobre todo si la alejamos del "chisme" que suele haber alrededor de Mercedes Alaya. La reflexión conecta lúcidamente con algo que es importante destacar: el mejor juez no es el que más sabe, sino el que más atento está al proceso. Porque la principal garantía de acierto de una sentencia no es el instinto jurídico del juez, ni su sentido de justicia, ni siquiera sus conocimientos técnicos. Sobre una buena base (imprescindible) en esos tres conceptos, lo más importante es la contradicción, la libre competencia de argumentos que se libra, en condiciones idóneos (proceso justo), ante el juez. De un buen proceso resulta una buena sentencia, salvo que el juez no esté a la altura. No hace falta, pues, demasiada altura: basta con estar a la altura del proceso.
La pregunta es si se favorece o no, en los procesos de selección y formación de jueces, la capacidad de comprender la controversia...
Saludos,
Me gusta "el mejor juez no es el que más sabe, sino el que más atento está al proceso"
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