Nota de Jesús Alfaro: Lo que sigue es una traducción libre de una entrada publicada por Jamie Gallagher en su blog que nos ha gustado especialmente. Se reproduce con permiso del autor.
La semana pasada tuve una de las experiencias más extraordinarias encima de una tarima… Me dedico a dar charlas sobre temas científicos, o más bien, espectáculos, llamadlo como prefiráis. Me subo a un escenario y me entusiasmo hablando de Ciencias. En los últimos tiempos he estado dando charlas para The Training Partnership. Esta iniciativa organiza días temáticos en los que un grupo de expertos y charlistas se enfrentan a mil estudiantes de secundaria reunidos para la ocasión. La escala de estos eventos y el entusiasmo y la pasión que generan son espectaculares.
El martes era mi tercera charla y para el “Día de la Ciencia GCSE” tenía que hablar sobre la tabla periódica. La audiencia era particularmente entusiasta, incluso atronadora. Habían disfrutado con las charlas previas que incluía una de Simon Watt… Emocionado, subí al escenario y enseguida me di cuenta de que la respuesta que recibiría sería ligeramente diferente.
Mi charla se inicia con un video introductorio que no lleva sonido e incluye solo textos. La primera persona que aparece en la pantalla es Nigella Lawson acompañada de una voz en off que corresponde a Heather Williams. Lamentablemente la voz en off no se oyó porque la aparición de Nigella tuvo un efecto interesante e inesperado: los varones de la sala comenzaron a silbar y aullar como lobos y, al poco, la mayoría de los chicos de la sala se unieron a la iniciativa y la voz en off dejó de oirse.
No importa , sigamos con el show!
… Cuando llegó el momento de hablar sobre el oro y, en particular, sobre la obsesión humana con él, mostré una foto de la famosa escena de la película Goldfinger donde Bond descubre a Jill Masterson muerta y embadurnada en pan de oro. Un silbido provoca, de nuevo, todo un coro incluidas las correspondientes risas. Yo reacciono rápidamente y digo a los “silbadores” que si no se han dado cuenta que están chiflando a una mujer muerta. El que había iniciado el silbido se volvió a reír. “Ya volveremos sobre el asunto”, añadí. Y lo hice.
Hacia el final de la charla suelo explicar el descubrimiento del radio y el polonio, y lo ilustro con una fotografía en blanco y negro de Marie Curie. Y los chavales del auditorio volvieron a silbar. ¡Silbaron a Marie Curie!
¿Por qué? Bueno, porque son adolescentes, porque el que da la charla es también un varón y es una ocasión estupenda para reírnos juntos. Se equivocaron de colega. La exhibición masiva de golpes en el pecho y pateos ante cualquier imagen de una mujer colmó el vaso de mi paciencia.
“Muy bien. Os dije que volveríamos al tema de los silbidos y creo que ahora es un buen momento. Quiero que penséis en lo que estáis haciendo. Estáis reduciendo a un objeto sexual a una de las mentes científicas más grandes de la Historia”.
Las mujeres y las niñas que había en la sala empezaron a aplaudir y dar vítores. Me dieron escalofríos. Pero seguí hablando. "Esta mujer fue una gran luchadora. Fue la primer mujer catedrática en Paris. La primera mujer en ganar un premio Nobel y la única persona que ha ganado el premio Nobel de Física y el de Química simultáneamente. Tuvo que aguantar que la gente atribuyera sus méritos a su marido. ¿No es de locos?. Ni siquiera la admitieron en la Universidad por no tener pene. Es realmente de locos. ¿Os imagináis dónde podría estar el mundo si no hubiéramos excluido de la Ciencia a la mitad de la Sociedad a lo largo de la Historia?
Recordaré durante mucho tiempo el aplauso cerrado que siguió a estas palabras. Me sentí emocionado y conmovido. Muchos pensarán que tampoco era para tanto y que los silbidos son inevitables. Pero los detalles son importantes cuando indican la existencia de un problema más serio. Sobre esa estupidez adolescente se construye la tendencia de muchos hombres a demostrar su heterosexualidad reduciendo a cualquier mujer a una potencial conquista.
Pero, si hay que juzgar por el ruido en ese auditorio, las cosas están cambiando. ¡Cuidado cavernícolas! porque vuestros días están contado. Las personas decentes están dando un paso al frente y los vítores ahogarán cualquier intento de vituperio.
2 comentarios:
Me ha gustado el artículo, y tiene razón en la conclusión final. Creo que se entendería mejor si se pone entre paréntesis que todas las veces el silbido era (wolf whistling) como el de los lobos de los dibujos de Tex Avery.
Done!
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