Valor contable y valor razonable, real o de mercado deberían coincidir si no existiese incertidumbre alguna respecto a las actividades y los beneficios futuros de la empresa (v., Thomas Piketty, Le capital au XXI Siècle, Paris 2013, pp 298-300). Si los accionistas aportan 100 € que se gastan en construir la factoría, la sociedad tendrá un valor contable de 100 y su valor real o de mercado será de 100. Si pide un préstamo de 50 que destina a comprar maquinaria, el valor contable y el valor real seguirá coincidiendo si se tiene en cuenta que las normas contables obligan a recoger los activos por su valor real o de mercado. Si el valor de la empresa es igual a la suma del valor de sus activos y éstos han de contabilizarse por su valor de mercado, ambos deberían coincidir.
Son las incertidumbres a las que está sometida la actividad de la empresa las que explican que, con el paso del tiempo, el valor contable y el valor de mercado diverjan. Es decir, las incertidumbres acerca de la posibilidad de conseguir rápidamente en el mercado el valor atribuido en la contabilidad lo que provoca la divergencia. La sociedad puede tener contabilizado un inmueble por 40 pero la demanda estar deprimida de modo que conseguir los 40 requeriría esperar mucho tiempo, y que si la sociedad quisiera recibir de modo inmediato el precio, habría de conformarse con menos. El valor que se añade al valor singular de cada uno de los activos (goodwill) por el hecho de estar todos bajo el control de las mismas manos es mucho más difícil de medir porque no hay un mercado de goodwill en el que se puedan obtener precios. Los activos de la sociedad, por separado, pueden valer mucho menos que en junto si unos sirven a otros para la obtención de los productos o servicios etc. De ahí que en el caso de sociedades cotizadas, el valor contable – incluso cuando como es ya hoy el caso los activos se contabilicen por su valor real – nunca coincide, individualmente, con el valor de cotización o de mercado. Al margen de que las cotizaciones puedan no ser “buenas” consideradas como precios porque el mercado sea poco profundo, poco líquido y no haya muchas transacciones sobre las acciones de esa sociedad. Se observan variaciones que van desde el 20 % (el valor contable representa el 20 % del valor razonable) hasta 350 % (esto es lo que se conoce como la Q de Tobin). En principio, y en ausencia de cualquier incertidumbre, el valor de mercado y el valor contable de las sociedades deberían coincidir.
Las diferencias entre valor contable y valor de mercado de las empresas individualmente consideradas se explican por las incertidumbres citadas, pero, globalmente, son más difíciles de explicar. Según Piketty (Le Capital, p 300), en general, las incertidumbres individuales conducen a que el valor de mercado sea, en media, ligeramente superior al valor contable (relación 1:1,20 o 1:1,40) pero las diferencias nacionales – que existen – se explicarían en función del mayor o menor poder de los accionistas sobre los rendimientos de la compañía. Así, países como Alemania en donde los trabajadores tienen derecho a participar en la administración de las sociedades de gran tamaño, el valor de mercado de las empresas es inferior al de sus equivalentes en EE.UU., por ejemplo. Además, el valor de cotización refleja el valor de las acciones para los accionistas minoritarios o dispersos. De ahí que las transacciones que tienen por objeto el control de la sociedad se realicen a un precio por acción superior al de cotización.
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