Daniela, 9 años
En este trabajo los autores tratan de contestar a esta pregunta examinando todos los conflictos bélicos acaecidos en Europa desde la Edad Media a la Contemporánea, en concreto, los autores incluyen en su base de datos más de 600 grandes conflictos bélicos que tuvieron lugar en Europa entre 1500 y 1799. La conclusión es que, contra lo que resulta intuitivo (las guerras destruyen vidas y activos), la mayor presencia de conflictos está asociada con mayor desarrollo económico en los distintos territorios europeos.
Un aumento de una desviación típica o estándar en la exposición histórica de los conflictos predice un aumento promedio del 15 al 19 por ciento en el PIB per cápita regional actual. Así, para responder a la pregunta motivadora desde arriba, la guerra no genera necesariamente un legado de pobreza.
El estudio sufre un riesgo de “variables omitidas” que los autores tratan de conjurar teniendo en cuenta la juventud de los reyes o gobernantes implicados en los conflictos bajo la conjetura de que un rey joven está más expuesto a ser atacado por sus vecinos que un gobernante maduro y, viceversa, estará más tentado de iniciar conflictos con sus vecinos por su inexperiencia (uno tendería a pensar, intuitivamente, que un joven gobernante estaría menos tentado de iniciar un conflicto, sin embargo).
Un resultado tan contraintuitivo debería tener una buena explicación “lógica” detrás. Los autores la encuentran en la ligazón entre conflictos bélicos y urbanización:
Para explicar esta relación, nos centramos en el papel tradicional de la ciudad como "puerto seguro" (Glaeser y Shapiro, 2002). Las guerras históricas causaban costes especialmente elevados a las poblaciones rurales. Para reducir estos costes, las poblaciones rurales se refugiaban tras la relativa seguridad de las fortificaciones urbanas. Sostenemos que la urbanización relacionada con la guerra podría tener consecuencias económicas regionales a largo plazo a través de varios canales potenciales. En primer lugar, los efectos de aglomeración económica urbana podrían reducir los costes de intercambio de bienes y mano de obra. En segundo lugar, la urbanización relacionada con la guerra podría promover la innovación tecnológica, debido a los beneficios de la densidad urbana. Finalmente, los fabricantes bajo la amenaza de un conflicto podrían trasladar sus activos físicos – capital – a las ciudades, creando un sesgo urbano hacia las actividades manufactureras.
Aunque aceptáramos que los autores consiguen resolver el problema de las “variables omitidas” (es decir que el resultado que obtienen se deba a una causa distinta del mayor número de conflictos bélicos, causa que está presente en la misma muestra), creo que el resultado y su explicación limitan la validez de la conclusión. Si el mismo estudio se hubiera realizado incluyendo los conflictos bélicos del siglo XX, el resultado debería ser necesariamente distinto. La razón se encuentra en que si la explicación que enlaza el mayor número de conflictos con un mayor nivel de urbanización se encuentra en que los campesinos sufrían en mayor medida los desastres de la guerra y los habitantes de las ciudades podían proteger sus vidas y sus haciendas de forma más eficaz tras las fortificaciones (la calidad de las cuales mejoró como respuesta a la mayor eficacia de las armas de artillería), los resultados no pueden ser los mismos cuando metemos en la escena a la aviación y los bombardeos aéreos. En las guerras que se dirimen en el aire, los que más sufren son los habitantes de las ciudades. El mayor grado de destrucción se produce en las zonas urbanas que son el objetivo preferente de los ataques aéreos (aunque los enemigos sean bondadosos y no se concentren en masacrar a las poblaciones urbanas, atacarán instalaciones industriales que están, normalmente, en los suburbios de las ciudades). De forma que la conclusión sería justamente la contraria – y la intuitiva – para las guerras modernas. En las guerras modernas, los campesinos, por la dispersión de la población y el menor interés estratégico de sus bienes, salen mejor parados que sus conciudadanos urbanos.
Y no sé cómo resuelven los autores (pero no es culpa de ellos sino mía) la causalidad inversa: zonas más urbanizadas generaban más conflictos bélicos en la conciencia de sus gobernantes de sus mayores posibilidades de vencer en ellos.
Cassidy, Traviss and Dincecco, Mark and Onorato, Massimiliano Gaetano, The Economic Legacy of Warfare: Evidence from European Regions (April 18, 2017).
No hay comentarios:
Publicar un comentario