sábado, 15 de julio de 2017

Oportunidades de ganancia y comunicadores horizontales para explicar la extensión del comercio entre extraños

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Foto: Nautil.us, Alex Honnold

¿Cómo se producen las transiciones entre los intercambios sólo o principalmente con los miembros de tu propia tribu, clan, o grupo a los intercambios con extraños y, por tanto, impersonales?

Si dentro de un grupo (i) la existencia de intercambios repetidos con los de la propia tribu, (ii) la abundante información que todos los del grupo tienen sobre el comportamiento que pueden esperar de los demás miembros y (iii) la existencia de mecanismos en el grupo que aseguran el cumplimiento de las promesas son requisitos para que florezcan los intercambios dentro de un grupo ¿cómo se generan esas condiciones para hacer posible el intercambio con extraños al grupo?

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Las transiciones hacia el intercambio impersonal, dice el autor, son más probables cuando aparecen instituciones que proporcionan ese tipo de infraestructura (confianza en que el extraño cumplirá su promesa) en un ámbito superior al del grupo. Por ejemplo,

  • la aparición de intermediarios que actúan como nexo entre dos grupos que no comercian entre sí (intermediarios de confianza que se colocan entre los dos individuos pertenecientes a dos grupos distintos y aseguran a ambos que el otro cumplirá)
  • si un mismo Derecho o una misma religión son compartidos por varios grupos, los miembros de los distintos grupos comerciarán en mayor medida entre sí porque pueden confiar en que la comunidad de Derecho o de Religión actúa como una institución que asegura el cumplimiento de las promesas.

En definitiva,

“para que se produzca una transición de este tipo, las oportunidades de realizar intercambios arriesgados con extraños, debe ser elevada en comparación con las pérdidas/tentación de incumplir y en comparación con las oportunidades de realizar intercambios en el seno del grupo”. El autor llama a tales oportunidades de intercambio impersonal “institutional enablers a fenómenos que hacen especialmente lucrativo comerciar con extraños.

Además, son necesarios códigos de conducta compartidos que exigen el comportamiento honrado e imparcial con todos los que comparten el mismo Derecho o Religión, códigos que han de ser asumidos por una proporción mínima de los individuos so pena de que el intercambio impersonal no se afiance porque proliferen los que incumplen. A las instituciones que difunden esos códigos de conducta los denomina el autor “comunicadores horizontales”. Estos comunicadores horizontales incrementan la “confianza generalizada” entre los que comparten dicho elemento de conexión entre todos ellos y, dado que se trata de un elemento que reduce los costes de contratar – reduce el riesgo de incumplimiento – permite sostener el comercio entre extraños. Añádase la posibilidad de realizar transacciones al contado y la existencia de intermediarios reputacionales y se comprenderá que el intercambio impersonal no tiene por qué ser una flor en el desierto ni requerir de valores prosociales internalizados por parte de los que participan en el comercio con extraños.

Por último, si los que se relacionan con extraños son engañados – soportan incumplimientos – volverán al comercio con los de su grupo pero también pueden exigir garantías de cumplimiento si el comercio con extraños es especialmente lucrativo, es decir, “la conducta deshonesta puede controlarse en mercados impersonales – que carecen de mecanismos privados que aseguren el cumplimiento –”. ¿Cómo? Al ser engañados, más comerciantes vuelven a intercambiar sólo con otros miembros de su grupo lo que hace ese comercio menos lucrativo – hay más competencia y menos ganancia –. Al tiempo, la demanda de garantías de cumplimiento aumenta lo que, en la medida en que se asegura el cumplimiento en mayor medida – gracias a las garantías – hace que el intercambio impersonal sea, de nuevo, más atractivo.

Utiliza tres ejemplos históricos

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1. La extensión del mahometanismo en Arabia. Al crear Mahoma la “ummad”, redujo la resistencia de los miembros de cada una de las tribus que poblaban la región a comerciar con miembros de otras tribus, comercio que no se producía a pesar de las enormes ganancias que se podían obtener del comercio porque “existía una distribución desigual de los recursos y de la tierra cultivable”. Por tanto, las diferencias entre la producción de unas y otras tribus actuaba como un incentivo importante para comerciar y el mahometismo, que “propagó normas morales estandarizadas que debían observarse en relación con cualquier otro miembro de la misma religión – aunque perteneciera a otra tribu – hicieron posible la extensión del comercio en las zonas islámicas y el intercambio impersonal: “el ascenso del Islam convirtió a Arabia en un centro comercial muy relevante en los siglos siguientes”

2. El segundo ejemplo es el de las ciudades del centro y norte de Italia. La ausencia de un Estado territorialmente dominante llevó a los distintos grupos locales a pactar para protegerse recíprocamente, pactos de los que surgen las ciudades-estado (por eso no surgen en el Sur de Italia donde el reino de Nápoles era preponderante). O sea, la amenaza de otros Estados territoriales actuó como incentivo y las organizaciones de los comerciantes y artesanos (consulados y gremios respectivamente en la terminología española) actuaron como “comunicadores horizontales”. Al existir organizaciones semejantes en otras ciudades, se pudo multiplicar el comercio y extenderlo a grandes distancias en Europa.

3. En el siglo XVI, la aparición del comercio a lo largo del Atlántico, los incentivos para comerciar con extraños – muy lejanos – eran elevadísimos dadas las ganancias que cabía esperar de arrebatar el comercio de especias a los árabes que usaban la vía terrestre. La mejora de las comunicaciones (postales – recuérdese el enorme intercambio de correspondencia entre comerciantes en la época) y la invención de la imprenta o la de la contabilidad actuaron como comunicadores horizontales que redujeron los costes de intercambiar con extraños en cuanto se disponía de información de la contraparte distinta de la obtenida por el intercambio repetido y cara a cara. El autor no hace referencia a los medios de pago y crédito (letra de cambio) que, en otros análisis, – recuérdese Montesquieu – se consideran como esenciales en la facilitación del crédito.

Lo más interesante es que el modelo no es muy “exigente” y explica por qué pueden extenderse los intercambios impersonales. Los que comercian tienen que comprender que hay grandes ganancias derivadas de intercambiar con extraños (de ahí que sea la apertura o el reconocimiento de una oportunidad de negocio – entre tribus en Arabia, entre ciudades más o menos alejadas entre sí en Italia y, sobre todo, con las ciudades del norte de Europa que proporcionaban productos complementarios a los que se producían en Italia y viceversa y el comercio con Asia en el caso de la Edad Moderna y los Países Bajos.

Además, debe haber una institución – pero no necesita ser ni única ni demasiado potente – que reduzca lo suficiente el incumplimiento cuando dos extraños entre sí se relacionan. En el caso del islam, el carácter religioso garantiza a bajo coste el cumplimiento entre fieles de la religión; en el caso de las ciudades italianas entre sí y con las del noroccidente de Europa se desarrollan mecanismos de reciprocidad a nivel colectivo (responsabilidad colectiva de los comerciantes de una “nación” determinada por la deuda de uno de ellos, organización – reducción de costes de hacer cumplir – de los miembros de una “nación” en otra ciudad de manera que el grupo garantiza que cada uno de sus “nacionales” cumplirá; comunidad de reglas (las elaboradas por los consulados y avaladas por los teólogos-juristas y las elaboradas en torno a las Ferias). En la Edad Moderna,  el surgimiento de Estados con capacidad para asegurar el cumplimiento de las promesas en sus territorios aunque las relaciones entre comerciantes no estuvieran asignadas a los jueces del Rey sino a los de la propia corporación – esta sí – constituida bajo privilegio real.

En el modelo del autor, “las actitudes éticas (cumplir o incumplir el contrato) son pegajosas, es decir, los mercaderes sólo revisan su decisión de cumplir o incumplir ocasionalmente”. En la medida en que los comerciantes se entrentan a potenciales contrapartes honradas o deshonestas, el equilibrio puede verse como una “competición entre actitudes éticas deshonestas y honestas hacia contrapartes extrañas”. Si la transacción sale bien, se refuerzan las relaciones impersonales, si sale mal, se refuerzan las relaciones sólo con conocidos. Si predominan las conductas deshonestas hacia los extraños, el equilibrio es que cada uno se relaciona sólo con conocidos, con miembros de la propia tribu o grupo respecto de cuyos intercambios existen mecanismos que aseguran el cumplimiento.Si hay comerciantes que se cumplen también cuando se relacionan con un extraño al menos en ocasiones, se desarrolla el comercio impersonal apoyado en instituciones que actúan como “comunicadores horizontales” o sostenedores de la cooperación y que permiten aprovechar los beneficios (extraordinarios) del comercio con extraños (beneficios que sólo pueden obtenerse si se comercia con terceros que no forman parte del grupo). Este segundo equilibrio es sostenible si los comerciantes no revisan continuamente su decisión de comerciar con los extraños sino que dan tiempo al tiempo. O sea que los dos elementos que pueden sostener el comercio interpersonal son ganancias muy superiores al comercio intragrupo y mecanismos que garanticen en alguna medida el cumplimiento también en las relaciones con extraños. Estos mecanismos que garantizan el cumplimiento tienen que adoptarse por un número significativo de individuos para sostener el intercambio impersonal. La difusión de estándares morales – la religión y el análisis de las prácticas de los comerciantes por parte de los teólogos-juristas – y la extensión de las innovaciones transaccionales (letras de cambio, commenda, tribunales consulares, codificación de las reglas mercantiles – lex mercatoria – ) permiten sostener el comercio entre extraños.

El autor explica el mayor desarrollo del comercio en Holanda e Inglaterra sobre la base de la extensión en la adopción de la imprenta y la publicación de libros (que habría actuado como comunicador horizontal). En ese contexto, los gobernantes pueden preferir, para maximizar sus ingresos, extender los intercambios impersonales y debilitar los organizados a través de los consulados y gremios que sostienen los de carácter personal (los garantizados por la pertenencia al grupo), lo que pueden hacer debilitando los monopolios correspondientes (multiplicando el número de privilegios o facilitando el acceso a formas corporativas a cualquiera. Aquí es donde la aparición de una nueva oportunidad de negocio muy lucrativa puede disrumpir el comercio organizado a base de relaciones. El autor sugiere que el comercio atlántico y las oportunidades de negocio asociadas a él contribuyó decisivamente a que los reyes debilitaran consulados y gremios y favorecieran el comercio impersonal. En el caso de España, sin embargo, los reyes se apoyaron en los consulados tradicionales y mantuvieron el monopolio como forma de explotación de la nueva oportunidad de comercio con América: “mercados impersonales emergieron en lugares próximos al mar y con una gran penetración de la imprenta”.

Prateek Raj, Evolution of Trust in Impersonal Exchange, Junio 12, 2017

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