Lo que más influye en los cambios culturales en una Sociedad es la estabilidad del entorno (otro día hablaremos de cómo aplica Andrew Lo esta idea a los mercados financieros). En un contexto estable
En este contexto, las costumbres y creencias de los antepasados son particularmente útiles para decidir qué acciones son las mejores en el contexto actual. Dado que habían evolucionado y sobrevivido hasta la generación anterior, probablemente contienen información valiosa que es relevante en la generación actual. Es decir, hay beneficios potenciales de creer en la importancia de seguir y mantener las tradiciones de la generación anterior. Cuanto más similar es el entorno en una y otra generaciones, más probable es que las tradiciones de la generación anterior sean útiles para la generacion actual. Así, para las sociedades que viven en entornos estables, hay ventajas significativas en valorar las tradiciones y en atribuir importancia a la continuidad de las prácticas culturales a través de las generaciones.
Y ocurre lo contrario si el entorno es muy cambiante. Si las circunstancias no son semejantes, el valor informativo de lo que nos dejaron nuestros abuelos para resolver los problemas actuales se reduce. Un análisis de las creencias de la gente se correspondería con este análisis: “una mayor variabilidad histórica está asociada con una más débil creencia en la importancia de la tradición”. Lo que se confirma si se examina la variación histórica de la temperatura del territorio ocupado por una Sociedad en relación con dos tradiciones relevantes y respecto de la que hay datos: la igualdad de sexos – medida por la participación de la mujer en el mercado laboral y la aceptación de la poligamia. Pues bien, parece que la no participación de la mujer en el mercado de trabajo y la aceptación de la poligamia son más persistentes en Sociedades que han vivido un clima más estable y menos persistentes en zonas con un clima menos estable (con mayor variación de la temperatura). La tercera “estrategia” para comprobar la hipótesis consiste en examinar si los inmigrantes abandonan más o menos rápidamente las tradiciones de su lugar de origen cuando se enfrentan a un entorno significativamente diferente. Para hacer dos grupos entre los inmigrantes, los autores examinan “si los individuos procedentes de sociedades que vivían históricamente en entornos más inestables tienden, en menor medida, a conservar sus prácticas tradicionales”. En concreto, si tienden a casarse con alguien de su mismo grupo étnico y si hablan o no inglés en casa (en lugar del idioma del país de origen) en función de la estabilidad del entorno en su país de origen.
El resultado es que los hijos de inmigrantes de países con un entorno histórico más inestable son menos propensos a casarse con alguien de su propio grupo ancestral y tienen más probabilidades de hablar inglés en casa. En otras palabras, una historia de inestabilidad ambiental está asociada con una menor persistencia de las prácticas culturales tradicionales.
¿Y qué pasa con las poblaciones originarias de una zona geográfica ocupada y dominada por inmigrantes europeos? (América, Oceanía sobre todo). El resultado – para EE.UU y Canadá – es el mismo: los que vivían en entornos climáticos más inestables tienden a abandonar su lengua más rápidamente y a adoptar el inglés.
Entre los trabajos relacionados, los autores citan este de Giavazzi, Petkov and Schiantarelli (2014) y según el cual hay determinados rasgos culturales que muestran una mayor persistencia – resistencia a desaparecer – y otros que se abandonan fácilmente. Lo bueno es que los que parecen resistir más son los valores religiosos y la orientación política, pero que las “actitudes hacia la cooperación, la independencia y hacia el trabajo de las mujeres” no parecen difíciles de cambiar. Lo que habla, naturalmente, a favor de permitir la libre emigración: los habitantes de países pobres no sólo devienen inmediatamente mucho más ricos por trasladarse a un país desarrollado sino que, su traslado mejora la capacidad de cooperación de la Humanidad si aceptamos que los países desarrollados lo están, entre otras razones, porque sus poblaciones son más capaces de cooperar exitosamente entre ellos para producir en común e intercambiar pacíficamente.
Un posible problema de esta estrategia es definir “estable” e “inestable”. Si no hay cambios revolucionarios frecuentes y sólo variaciones pequeñas en una dirección u otra pero esta variación es “estable” en el sentido de que se aprecia periódicamente su variación ¿estamos ante una Sociedad que vive en un entorno estable o inestable? Parecería que una Sociedad es inestable, a los efectos de analizar el valor de las tradiciones si sufriera cambios muy relevantes en el entorno de manera periódica (o, al menos, en el período de vida de una generación). Por tanto, quizá en vez de hablar sólo de estabilidad debería hablarse de estabilidad y predictibilidad o impredictibilidad del entorno y su evolución. Las tradiciones culturales estarán adaptadas y pueden adaptarse fácilmente en un entorno predecible pero no sirven de mucho en un entorno cambiante e impredeciblemente cambiante.
Paola Giuliano/Nathan Nunn, Understanding Cultural Persistence and Change 26 March 2017
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