En la mayor parte del centro de Inglaterra (en lo que a menudo se llama la Inglaterra inglesa por oposición a la Inglaterra danesa), los campesinos se establecían en asentamientos o pueblos bien compactos o con pluralidad de nucleos con un sistema agrícola basado en el concepto de campo abierto, un sistema de explotación a la vez intensamente individualista y profundamente cooperativo. En su virtud, la tierra de labranza de un campesino se divide y distribuye en parcelas que carecen de lindes físicos y cuyos límites no están marcados por setos, sino por terreno sin arar. Un aparcero podía poseer una o más de estas parcelas, que oscilan entre la mitad un acre a un acre de extensión; sin embargo, no podía tener dos adyacentes: las tiras de tierra tenían que intercalarse (‘acre under acre’) con los que pertenecían a otros campesinos.... los cultivos rotaban entre tres parcelas de manera que alguna de ellas se dejaba en barbecho para pastos comunales. Cada campesino tenía derecho a los aprovechamientos de los bienes comunales tales como bosques, prados y estanques pero era de propiedad privada el "toft and croft", una pequeña área en torno a su casa que podía cultivar como huerta. Sin embargo, la propiedad más valiosa eran las parcelas y su cultivo su mayor preocupacón. El sistema de open field determinaba los lazos comunitarios de los habitantes del pueblo.
El origen histórico es muy discutido. Hay dos escuelas tradicionales, la que resaltaba en particular lo equitativo del sistema porque "garantizaba un reparto proporcional de las tierras de alta y de baja calidad" y otra que explica el sistema como consecuencia de que las parcelas se asignaban inmediatamente al que las labraba, para generar los incentivos adecuados en una población que accede a un terreno virgen (o boscoso) y que ha de alimentarse de lo que produzcan las tierras.
Ninguna de las dos explicaciones es completamente adecuada, puesto que la primera exagera el elemento colectivo y deja poco espacio para los deseos individuales, la última no explica por qué cada individuo no se apoderaba del máximo de tierra posible para sí... Nuestra propuesta es interpretar que cada una de estas escuelas apunta a un aspecto de una imagen más compleja: la preocupación por la igualdad puede originarse tanto a partir de un cierto sentido de la equidad como de consideraciones puramente prácticas. Si había que despejar y desbrozar tierras vírgenes, las ventajas de la cooperación y el reparto ordenado deben haber sido determinantes, especialmente para colonos inmigrantes que seguramente eran parientes entre sí y cuya historia previa (militar) los habría condicionado a trabajar en equipo...
Una vez introducido, el sistema no se desarticulaba fácilmente, de la misma manera que su mantenimiento no podía dejar de tener efectos cooperativos cada vez más profundos sobre el grupo. Al estar dispersas las parcelas individuales, se requería un trabajo común en la limpieza y el arado de las tierras cultivables, tal vez incluso en la siembra y la cosecha, prácticas comunitarias que llegarían a estar tan asentadas como la propia tierra.Además, y a diferencia de otras formas de asentamientos agrícola todos los campesinos de una zona vivían en un pueblo compacto, no en granjas dispersas
con sus casas alineadas a lo largo de una calle del pueblo, no adosadas (como en Roma), sino cada una de ellas exenta, rodeada de su huerto. Este plano responde a las necesidades de acceso físico a las parcelas dispersas, necesidades que tal vez se resuelvan mejor mediante el asentamiento en un centro con los campos abiertos alrededor que mediante el asentamiento en una aldea más dispersa, lo que tendería a complicar las vías de acceso y a aumentar los riesgos de litigios sobre lindes.
Las ventajas del poblamiento concentrado en lugar de disperso se extendían también a la reducción de los costes de vigilancia recíproca y de adopción de acuerdos. Así, el coste de la vigilancia recíproca se mantendría bajo. Cada aldeano podía comprobar fácilmente si alguno de sus vecinos estaba sobreexplotando los bosques comunales o se llevaba la cosecha de una parcela ajena. Así, "según una regulación medieval, el producto de la recolección debía ser transportado durante el día, con luz solar y a la vista de todos atravesando la calle principal del pueblo y no en secreto por caminos secundarios". Además, el poblamiento concentrado facilita el autogobierno (la autonomía local). Los aldeanos - o luego los vecinos de un burgo - no habían de esperar a ningún tercero para dictarse sus propias reglas de convivencia. No es extraña la proliferación de fueros locales. También se explica el control que, en la Edad Media, tuvieron muchas ciudades de la actividad agrícola que se llevaba a cabo entorno a la ciudad.
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