¿Como se superan los intereses potencialmente egoístas de los individuos para formar grupos cooperativos mutuamente dependientes?… podríamos identificar unos pocos factores clave que han sido importantes una y otra vez a la hora de impulsar el aumento de la complejidad de los organismos.
La creación de un individuo no implica necesariamente que se haya formado uniendo a varios individuos. Los componentes del nuevo organismo pueden ser heterogéneos y no ser considerados como individuos antes de la formación del organismo.
Esta idea es útil cuando tratamos de explicar la ‘naturaleza’ de las instituciones sociales y jurídicas complejas, es decir, formadas por elementos distinguibles y ligados por vínculos (y por tanto, establemente) biológicos o jurídicos. Es un prejuicio ‘colectivista’ el de creer que una institución social compleja está formada, necesariamente, por individuos – seres humanos individuales – y, por tanto, que toda institución es un ente colectivo formado por la unión de varios individuos. Esta concepción de las instituciones sociales no explica la formación de una nueva “especie” en la naturaleza a través de la simbiosis
La cooperación entre distintas especies suele implicar que un simbionte preste un servicio, como un recurso que permita a su huésped crecer mejor... las leguminosas proporcionan más recursos a los rizobios más cooperativos, y los calamares eliminan las bacterias simbióticas no luminiscentes
Esto implica que un elemento fundamental para la formación de un organismo a partir de elementos heterogéneos es que esta heterogeneidad permite la división del trabajo lo que no implica, naturalmente, que individuos de la misma especie puedan, en la medida en que estén dotados de una gran flexibilidad de conducta individual gracias al aprendizaje y a las interacciones sociales (Tomasello) como los grandes simios y sobre todo los humanos, puedan alcanzar niveles extraordinarios de división del trabajo entre los miembros individuales y los grupos dentro de un grupo más grande. Pero, en cualquier caso, las instituciones sociales y jurídicas están formadas, a menudo, de elementos heterogéneos (no sólo de individuos humanos, sino también de ‘cosas’).
Los organismos deben realizar una serie de tareas para sobrevivir y reproducirse. ¿Cuándo favorecerá la selección natural la división del trabajo, con distintos individuos realizando tareas diferentes? Para ilustrar este problema con un ejemplo concreto, consideremos dos tareas, A y B. Supongamos que la inversión en estas dos actividades debe compensarse entre sí porque el tiempo y la energía dedicados a A no pueden dedicarse a B. La división del trabajo tenderá a favorecerse cuando la forma de la relación entre la proporción de recursos asignados a cada tarea y el rendimiento de la aptitud reproductiva y de supervivencia se acelere
El rendimiento puede acelerarse si una tarea se vuelve más eficiente a medida que se le dedica más esfuerzo, o si las tareas A y B no se combinan bien.
Por el contrario, si el rendimiento de las tareas se reduce, puede ser más eficiente que todos los individuos realicen tareas A y tareas B. En algunas algas volvocíneas, existe una división entre células grandes que se reproducen y células pequeñas que baten sus flagelos para mantener la colonia a flote. En algunas cianobacterias, existe una división entre células que realizan la fotosíntesis y células que fijan el nitrógeno en amoníaco (heteroquistes); esta división parece estar favorecida porque la nitrogenasa, la enzima que convierte el nitrógeno en amoníaco, se destruye rápidamente en presencia de oxígeno.
Por definición, las simbiosis implican división del trabajo, en la que los socios se prestan diferentes servicios mutuamente. En algunos casos, uno de los socios presta un servicio que el otro no puede realizar, como los simbiontes bacterianos quimioautótrofos intracelulares que nutren a los platelmintos marinos que carecen de tubo digestivo. En ocasiones, los hospedadores pueden albergar múltiples simbiontes, cada uno de los cuales realiza una tarea diferente. Las mitocondrias y los plástidos proporcionan ejemplos claros de especialización extrema en las transiciones entre especies.
La mayor transición a la pluricelularidad obligatoria sólo ha tenido lugar en especies en las que las células hijas permanecen unidas tras la división y, por tanto, la formación de grupos es clonal, como los animales, los hongos, las algas rojas, las plantas verdes, las algas volvocíneas, las algas pardas, algunos ciliados y algunas cianobacterias
Del mismo modo, las transiciones a la eusocialidad facultativa y obligatoria han tenido lugar solo en especies donde la descendencia se queda para ayudar a sus padres y existe una estricta monogamia de por vida o reproducción asexual
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