lunes, 13 de noviembre de 2023

La conjura contra España (xix): la amnistía y la nación de naciones son, ambas, perfectamente constitucionales



Ruiz-Soroa ha explicado, en la línea de Ignatieff, que la idea de una nación española es compatible con la existencia simultánea de una nación vasca y una catalana (¿y una gallega? ¿y una andaluza o valenciana?). Que la crítica debe dirigirse contra el concepto nacionalista de nación.

A mi me parece que lo de Ruiz Soroa es wishful thinking. Es, más o menos, lo de la falacia del abrelatas que explican los economistas: supongamos que tenemos un abrelatas. 

Ruiz Soroa quiere modificar los términos de la discusión y suponer que los nacionalismos periféricos españoles podrían aceptar un diálogo racional sobre la conjunción y superposición de identidades de los ciudadanos que votan en las elecciones españolas, que tienen un pasaporte español y el español como lengua común, que tienen profundas y extensas tradiciones comunes pero que, de forma especialmente marcada pero no singular en Europa, tienen también lenguas, tradiciones y sentimientos de pertenencia a comunidades locales o regionales que incluyen pretensiones de autogobierno político. 

Ruiz Soroa pretende que el problema no está en el plano conceptual o teórico. La existencia de una nación española y de una nación vasca o catalana simultáneamente no es una contradicción. Uno puede tener identidades múltiples y compatibles entre sí. Como tenían los súbditos de la monarquía hispánica de Nápoles y Bilbao, Sevilla y Quito. O como tienen los bávaros en la República Federal o los sicilianos en Italia. Como tenían los checos o los húngaros respecto de los Austrias germánicos. 

Esa no es la cuestión. Como no es la cuestión - o es una cuestión menor - la de si la Constitución de 1978 prohíbe la amnistía. La Constitución permite la amnistía, pero sólo bajo condiciones muy exigentes. Y preocuparnos por si la amnistía es admisible constitucionalmente en abstracto es desviar la cuestión. Lo que hay que preguntarse es si la amnistía que ha pactado el PSOE con los neofascistas-nacionalistas de Junts es constitucional. La pregunta, así planteada, es sencilla de responder: no.

Del mismo modo, la cuestión es si el nacionalismo 'realmente existente' en España es compatible con la afirmación de la existencia de una nación española. Y, planteada así la cuestión, la respuesta es impepinable: las naciones vasca y catalana realmente-existentes son incompatibles con la nación española, de modo que sólo queda una opción: no hay más nación, en términos jurídico-políticos, que la nación española. La nación vasca y la nación catalana han de ser destruidas políticamente sin que eso suponga, en modo alguno, infringir o desconocer los derechos individuales de expresión política de cualquier identidad de un vecino de Vic o de Arrigorriaga. 

No era eso lo que querían los que redactaron la Constitución española de 1978. Es lo que procede, sin embargo, tras 45 años de aplicación de esa Constitución. 

El intento de hacer compatibles la nación vasca o catalana con la nación española ha fracasado rotundamenteTras cuarenta y cinco años de democracia y cesiones y subvenciones a los nacionalistas vascos y catalanes para que construyan su nación con el dinero de todos los españoles, lo que los españoles han recibido a cambio es la destrucción de la nación española en los territorios gobernados por los nacionalistas vascos y catalanes; el asesinato, en el País Vasco y Navarra, de los no nacionalistas a manos de los nacionalistas y su expulsión física por cientos de miles (incluidos, en el caso de Cataluña, decenas de miles de funcionarios públicos sustituidos por nacionalistas en las escuelas de las cuatro provincias del nordeste); la discriminación de los no nacionalistas en las Administraciones públicas controladas por los nacionalistas a través de la lengua; la monopolización del empleo público por los nacionalistas; la insolidaridad económica con los españoles más pobres etc. Y, en el caso catalán, especialmente, un golpe de estado posmoderno. Por eso el Proceso supone un antes y un después. La responsabilidad del Tribunal Constitucional en esta desdichada historia no es menor.

Si en estos cuarenta y cinco años, los nacionalistas vascos y catalanes han demostrado, una y otra vez, su deslealtad hacia la nación española y los nacionalistas vascos y catalanes - incluyendo especialmente en el caso catalán al Partido Socialista - han puesto la construcción de la nación vasca o catalana no sólo por delante sino como objetivo exclusivo de su acción de gobierno, expulsando o arrinconando los sentimientos de pertenencia a la nación española y si resulta que el 80 % de los habitantes de esas regiones ya están 'asimilados', entonces no queda otro remedio que reconocer que a la nación española sólo le queda una alternativa: reaccionar y destruir la nación vasca y la nación catalana para volver al status quo de 1978. 

Los nacionalistas vascos y catalanes - repito, incluyendo al PSC y al PSE - han renegado de la posibilidad conceptual de una España "nación de naciones" en la que la "doble" - o triple - pertenencia sentimental, cultural y política sea posible. Esa página ya la hemos pasado. Esa fue la oferta que los españoles de la Transición hicieron a los nacionalistas vascos y catalanes (¿se acuerdan de lo de las 'nacionalidades'? ¿se acuerdan de la cooficialidad del euskera en todo el País Vasco aunque no se hablaba en absoluto en buena parte del territorio de la región?). Y ambos, especialmente los nacionalistas catalanes pero también los vascos porque protestatio facto contraria non valet, aceptaron en 1978 la compatibilidad entre ambas identidades políticas. 

Pero ambos nacionalismos han sido desleales. Como el escorpión en la historia de la rana, es su carácter ser desleal. No sé cómo los padres de la Constitución de 1978 pudieron creer a los nacionalistas. Nunca, jamás, en la historia del PNV o del nacionalismo catalán, desde finales del siglo XIX, los nacionalistas han sido leales con España. Nunca. Ni en la Restauración, ni en la República. Ni siquiera lo fueron con su bando en la Guerra Civil. Sólo Franco y, parcialmente, les obligó a cumplir las leyes (recuerden las "provincias no traidoras"). ¿Por qué iban a comportarse de manera diferente cuando volvieron a tener la sartén por el mango a partir de los años 80 del siglo XX? ¿Acaso el PNV rompió cualquier relación con Batasuna cuyos comandos terroristas estaban asesinando un español al día? No.

Los nacionalistas vascos y catalanes no pararán hasta que los destruyamos. No hay que destruir sólo la idea nacionalista de nación. Hay que destruir el nacionalismo vasco y catalán. Y se puede. Sólo hace falta dinero y la férrea voluntad de poner por delante de todo la democracia liberal, el estado de Derecho y los derechos individuales de los hombres y mujeres que viven en España. Porque esos son los únicos que tienen derechos. Juan y Manuela. No las naciones. Pero Feijoo tiene que dejar de ser, como dice Espada, ese alcalde gallego que se ha venido para Madrid. Debe dejar de creer que se podrá vivir como español, libremente y en condiciones de igualdad social y política, en Vic y en Rentería. Que solo hace falta llegar a acuerdos con las élites nacionalistas. Ya lo dijo el propio Ruiz Soroa hace unos años: es este un trato paradójico. Los españoles ponemos a los españoles del País Vasco y de Cataluña como ciudadanos de segunda mandados por los nacionalistas a cambio de que los nacionalistas vascos y catalanes nos dejen vivir en paz.

Hay una esperanza. Que, una vez que los españoles hayamos contraído el compromiso creíble de destruir el nacionalismo vasco y catalán, los nacionalistas se avendrán a razones y no sea necesario consumar la destrucción. Pero hasta que no se crean que vamos en serio, no pararán. 

1 comentario:

Anónimo dijo...

Total y absolutamente de acuerdo! Por fin alguien habla claro y va al meollo del problema! ENHORABUENA

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