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martes, 8 de septiembre de 2020

El nacionalismo político ha de ser destruido


Foto: Manuel María de Miguel


A propósito de


Manuel Arias, Sobre la legitimidad de la secesión territorial en el marco liberal-democrático


En el artículo que comento a continuación, Arias defiende ideas muy razonables pero que no comparto en su integridad. Debo aclarar, por anticipado, que la ponderación en el análisis de la que hace gala siempre Arias no la encontrarán en esta entrada. Al contrario, quiero exagerar mi punto de vista para mejor convencer al lector de la urgencia de la tesis que se expone en el título: todos los nacionalismos periféricos del tipo catalán y vasco son incompatibles con la democracia liberal y deben ser combatidos políticamente, no acomodados en las estructuras del Estado.

Con el nacionalismo político pasa como con el islam. La religión está muy bien siempre que sea un asunto individual, privado. Pero el islam político debe ser combatido como una ideología dañina para el bienestar colectivo. ¿Cuándo alguien que profesa la religión mahometana se convierte en un islamista? Esa misma pregunta debemos hacérnosla respecto de nuestros paisanos vascos y catalanes. ¿Cuando pasaron de ser vascos o catalanes a ser nacionalistas vascos o catalanes?

Que haya gente que se sienta vasca o catalana ha de asumirse – por los demás – como un hecho y han de reconocerse en el ordenamiento jurídico los derechos necesarios para que uno pueda expresar esa identidad, como un derecho a sentirse lo que uno quiera, a rezar como uno quiera y hablar en la lengua que uno quiera. Es lo que hacen los napolitanos. Los napolitanos rezan, cantan y se enamoran en napolitano. Pero votan y dirigen las instituciones como ciudadanos italianos. Su nacionalismo – cultural – no es político y ha de respetarse como expresión colectiva del ejercicio de derechos individuales. En último término, como concreción del derecho al libre desarrollo de la personalidad (art. 10 CE).

Ahora bien, que haya gente que pretenda que los que se sienten vascos o catalanes tienen derecho a gobernar las regiones donde hay muchos que se sienten así – utilizando el voto propio de las democracias representativas para elegir gobernantes - y a que la legislación refleje esa identidad, ha de combatirse. Los islamistas han de ser expulsados de las instituciones como han de serlo los nacionalistas.

Arias, naturalmente, no va tan lejos pero destaca la proximidad entre el nacionalismo y el racismo

“No quiere decirse que el racismo o la homofobia sean equiparables al nacionalismo, aunque este acumula episodios indeseables e incurre con facilidad en una lógica excluyente q distingue a nacionales de extranjeros"

La pregunta para Arias es, en este punto, la siguiente: ¿la equiparación entre racismo y nacionalismo sería justa si puede probarse que cualquier nacionalismo político se basa, precisamente, en distinguir políticamente - o sea, a efectos públicos - a nacionales de extranjeros sobre la base de la identidad o de la lengua materna o de la religión o cualquier otro rasgo de los que conforman la identidad social de un individuo? Porque es difícil encontrar un nacionalismo político que no se base, precisamente, en que hay un grupo dentro de la sociedad que es distinto del resto. Y que pertenecer a los “elegidos” proporciona estatus que, como todos sabemos, es un bien posicional que solo puede aumentar – el estatus propio – a costa de infravalorar la posición social de otro grupo. Los blancos racistas del Sur norteamericano elevaban su estatus a costa de los negros. La radical igual dignidad de todos es la única cura.

De ahí – y en eso está de acuerdo Arias – que el único nacionalismo legítimo desde este punto de vista es el que sirve de estímulo a los pueblos para alzarse frente a un imperio o una potencia colonial: justo para el que reconoce derecho de autodeterminación el Derecho Internacional.

Continúa Arias diciendo que

"la idea de que a toda nación cultural le corresponde un Estado (deja de ser aceptable)... cuando ya no hay Antiguo Régimen que derribar y conocemos el daño que las reivindicaciones etnonacionales pueden infligir a las sociedades plurales"

Mi discrepancia en este punto con Arias es más severa:


el daño que inflige el nacionalismo político no lo es “a las sociedades plurales”. Es un daño real a individuos reales: todos los que no pertenecen a la etnia nacionalista


Eso se ha traducido en España en que muchos vascos y catalanes han sido asesinados – en el caso del país vasco varios centenares –; otros han sufrido pérdida de libertad física y la extorsión económica - en el caso del País Vasco – y muchos más han tenido que huir de su ciudad para garantizar su seguridad física y miles, en fin, abandonan Cataluña cada año porque la vida se les hace cada vez más incómoda.

Y, de nuevo, el daño lo inflige el nacionalismo político. Nadie nunca se fue de Nápoles porque le molestara que los habitantes de la bahía hablaran napolitano. Pero claro, nunca a ningún napolitano se le ocurrió exigir que hablaran napolitano los que preferían expresarse en italiano. Nunca nadie se fue de Nápoles porque sus hijos no pudieran estudiar en napolitano, su lengua materna. Pero en Nápoles todos los niños estudian en italiano. Nunca a ningún napolitano se le ocurrió exigir el conocimiento del napolitano para poder trabajar en la Administración italiana. Porque el nacionalismo napolitano es cultural, no político. Y esto significa que es “liberal”, no totalitario.

El nacionalismo político es necesariamente totalitario porque los individuos que comparten la identidad cultural se consideran con el derecho a exigir a los demás que se sometan a sus creencias y conductas. A las que constituyen la seña de identidad de la tribu. Y, para lograr esos objetivos no basta la persuasión social. Han de utilizar la política, es decir, los mecanismos que, por definición, han de ser neutrales respecto de las identidades individuales o colectivas. Por eso también, el nacionalismo político deviene totalitario cuando consigue ser hegemónico políticamente. Ni el nacionalismo vasco ni el catalán eran hegemónicos políticamente en 1978. Gracias a su control de las instituciones políticas – que responde a causas más complejas que no puedo abordar ahora-, sin embargo, lo son en 2020.

Añade Arias que


el reconocimiento del autogobierno a Cataluña y el País Vasco socava la legitimidad de cualquier pretendido derecho de autodeterminación


De nuevo creo que se queda corto. Aunque no se reconociera el autogobierno a Cataluña y al País Vasco, estas regiones no tendrían derecho de autodeterminación. Cuánto autogobierno se reconoce a las regiones de un país es una decisión discrecional del soberano. Precisamente, es la esencia del poder soberano: “Soberana es la entidad que decide sobre la división de poderes entre el centro y los miembros de la federación” dijo Jellinek.

Y la decisión de no conceder autogobierno a las regiones – Francia – o de concederlo limitada – Italia – o ampliamente – España - es una decisión libérrima y dictada por la conveniencia del soberano. Porque el autogobierno de las regiones no es una exigencia del respeto a los derechos individuales. De nuevo, sólo desde una concepción – romántica e irracional – de los derechos de los pueblos, de la existencia de derechos políticos colectivos basados en las identidades culturales o étnicas puede justificarse la obligación de reconocer un derecho al autogobierno de las regiones. Alemania es una república federal porque EE.UU. consideró que una Alemania más parecida a los EE.UU. aseguraba que no habría un IV Reich. Alemania es federal porque fue derrotada en una guerra. No lo sería si hubiera salido victoriosa de la misma. Y no lo es porque el pueblo alemán deba reconocer el derecho al autogobierno de sus ciudadanos de raza bávara o prusiana.

La tesis es, pues, que el autogobierno es, en España, una concesión del soberano – el pueblo español – al nacionalismo político que carece absolutamente de ningún valor en términos morales o iusfundamentales.


El nacionalismo político conduce, necesariamente, a la exclusión de la minoría no nacionalista


Arias, de nuevo, lo dice mucho más matizadamente:

"para algunos independentistas, solo ellos componen la nación «genuina» u orgánica que tendría derecho a separarse; el resto de ciudadanos residentes en Catalunya no serían «verdaderos» catalanes"

El nacionalismo político, necesariamente, conduce a no considerar verdaderos nacionales a los no nacionalistas. No es solo “algunos”. La razón es que son los nacionalistas políticos los que determinan los rasgos, conductas, creencias etc que conforman la “identidad”. Mientras ese nacionalismo es meramente cultural, la adhesión a dicha identidad es individual y voluntaria. Cuando el nacionalismo entra en las instituciones representativas, el propio principio democrático (las decisiones mayoritarias vinculan a todos) provoca la discriminación de los que no comulguen con la identidad definida por los nacionalistas.

Y acaba Arias con la pregunta que muchos se han hecho ya:

"Imaginemos un territorio en cuyo interior exista

Una mayoría abrumadora en favor de la secesión.


¿Podría ignorarse? No parece razonable, ni políticamente viable"

Yo contesté como Arias hace cinco años. Pero hoy he cambiado de opinión. La pregunta de Arias debe contestarse afirmativamente. Sí. Puede ignorarse la existencia de una mayoría abrumadora a favor de la secesión. Es más, sostengo que debe ignorarse.

Arias reconoce que su respuesta – que no puede ignorarse -

"tiene un problema evidente: deja sin escrutinio el proceso que conduce a la formación de esa «voluntad nacional». Nada garantiza, por tanto, la limpieza de las políticas de nacionalización que dan lugar a esa mayoría”

Y añade

Y si bien este impulso nacionalizador puede entenderse como el producto de la voluntad de proteger una identidad cultural erosionada por el franquismo, esa necesidad no es ya hoy tan perentoria: no hay riesgo alguno de que la cultura catalana sea asimilada por la española"

Mi posición, de nuevo, es mucho más radical.

En relación con la posible asimilación de la cultura catalana por la española, no veo por qué eso habría de valorarse negativamente. De nuevo, es cuestión de respetar los derechos de los individuos incluidos los que se ejercen en compañía o a través de las relaciones con otros. El catalán desaparecerá – como desapareció el euskera de Álava para resucitar a base de nacionalismo político – cuando los catalanes quieran o a los catalanes les convenga dejar de hablarlo. Y su desaparición, como la de cualquier lengua, no es un mal en ningún sentido significativo.


Secesión o autonomía


Como expliqué en 2017, el pueblo soberano tenía a su disposición tres opciones básicas en 1978: (i) mantener la estructura centralizada del Estado sin reconocer ningún autogobierno a las regiones ni, naturalmente, derecho de secesión; (ii) mantener la estructura centralizada y establecer un título en la Constitución titulado “De la Secesión” en donde se establecieran los requisitos para promover un referéndum de secesión y (iii) organizar territorialmente el Estado en Comunidades Autónomas con una amplia autonomía.

El pueblo soberano se decidió por la tercera posibilidad. Pero el nacionalismo político, en estos cuarenta años, ha incumplido. Porque el pueblo soberano reconoció la autonomía de las regiones en las esperanza de que traería una convivencia en paz y libertad para todos con independencia de su “identidad”. Sin embargo, en el País Vasco, el nacionalismo político, o sea los nacionalistas, asesinaron a 800 ciudadanos, extorsionaron a miles y amenazaron a centenares de miles. Los nacionalistas que no apoyaban a los terroristas tampoco los combatieron y se pusieron del lado de los terroristas y no de las víctimas en cada ocasión en que era costoso proteger a las víctimas. En Cataluña, los nacionalistas han dado un golpe de estado – posmoderno - en 2017.

En 2020 los nacionalistas siguen recibiendo con honores a los terroristas en el País Vasco y a los golpistas en Cataluña. Y siguen utilizando las instituciones de autogobierno para homogeneizar a la población.

De lo cual se deduce que los nacionalismos políticos vasco y catalán han desafiado al soberano – al pueblo español – de manera que éste, en ejercicio de su soberanía está legitimado para suprimir – previa reforma constitucional, naturalmente, – la autonomía de las regiones o sustituir esta por una mera descentralización administrativa. Esto es una obviedad desde el punto de vista jurídico-constitucional. Pero no lo es desde el punto de vista moral y político.

Frente a esta solución radical, Manuel Arias sigue teniendo fe en la capacidad de un “federalismo racionalizado” para resolver el “conflicto”:

"Cuando hablo de un federalismo racionalizado, me refiero a la construcción de un orden político descentralizado en el que el reparto competencial esté cerrado y responda a criterios de eficacia"

Yo creo que ese tren ya pasó. Los nacionalistas lo perdieron el día que decidieron utilizar a su tribu para convertir el País Vasco y Cataluña en naciones políticamente homogéneas exigiendo a todos los que allí viven asumir la identidad vasca o catalana. No han llegado a discriminar a los ciudadanos en la prestación de servicios públicos en función de su identidad. Pero no están tan lejos. La inmersión de los no nacionalistas en una lengua que no es su lengua materna es intrínsecamente discriminatorio. Y el acceso a la función pública está, cada día más, reservado a los nacionalistas.

La única solución definitiva es acabar con el nacionalismo político. Entretanto, es obligatorio para el legislador español y para el Gobierno de España tomar las medidas que garanticen que la hegemonía del nacionalismo político en Cataluña y el País Vasco no dañe a los ciudadanos que viven en ambas regiones. Una ley “antiprivilegios” nacionalistas parece urgente.

Dice Arias que

"mientras el proceso de descentralización iniciado en 1978 sea presentado como un fracaso sin paliativos y no como el éxito que en tantos aspectos ha sido"

Quizá ha llegado el momento de revisar esa valoración optimista de la descentralización. El problema de los optimistas, en este punto, es que no nos presentan el contrafáctico que nos permita controlar la corrección de su afirmación porque la descentralización ha ido acompañada de la instauración de la democracia, la recuperación de las libertades y el progreso económico de España como consecuencia de nuestra entrada en la Unión Europea. Correlación no implica causalidad. Pero el contrafáctico podría haber sido un Estado unitario que podría haber aprovechado mucho más las economías de escala y las ventajas del mercado único nacional; sin costes de coordinación, con menos diferencias económicas y de bienestar entre las regiones españolas y con una mayor capacidad estatal para enfrentar crisis como la del coronavirus.

Es más, la principal razón por la que se configuró España como un Estado autonómico fue política. No fue económica ni social. Se suponía que el reconocimiento de la autonomía vasca y catalana (“Llibertat, Amnistia i Estatut d’autonomia”) iba a permitirnos dejar resuelta la cuestión regional por décadas. Pero no. Los nacionalistas vascos se abstuvieron en el referéndum constitucional. El terrorismo nacionalista no sólo no acabó con la constitución de la autonomía vasca sino que se enfureció y los nacionalistas vascos y catalanes dedicaron todas sus energías y las del dinero público a “nacionalizar” a los habitantes de las provincias vascas y catalanas.

Conviene, pues, no volver a hacer lo mismo esperando resultados diferentes. Conviene “resetear” y ensayar una estrategia diferente. Empecemos por acabar con el nacionalismo político. Convirtamos a la democracia española en una democracia militante. Los alemanes tuvieron Weimar y tuvieron a los nazis y eso determinó el carácter de su constitución de 1957. Los españoles tenemos a los nacionalistas políticos. Nazis y nacionalistas no son riesgos comparables y la respuesta constitucional debe ser proporcionada al riesgo que se enfrenta. Pero conjurar los riesgos para la libertad y la igualdad de los españoles que supone el nacionalismo político vasco y catalán debería ser el objetivo de la reforma de la Constitución. No hay ningún otro más importante para el bienestar colectivo de los españoles.

Por eso, no me dirijo a los nacionalistas catalanes o vascos. No quiero convencerlos y mucho menos “enamorarlos”. Es imposible convencerlos por la dinámica tribal que rige las relaciones interindividuales en las sociedades humanas: nunca convencerás a los más radicales del grupo y esos radicales, indefectiblemente, se convertirán en hegemónicos dentro del suyo.

Me dirijo al pueblo soberano. Porque el problema es que no estoy nada seguro de que haya una mayoría de españoles que comparta mi convicción de que los nacionalismos vasco y catalán son la peor desgracia sobrevenida a los españoles desde que nos libramos de la influencia política de la Iglesia y de los militares. En la primera transición nos libramos de esta influencia política que asoló la España de los siglos XIX y XX. La segunda transición debe ser la que nos libre de la influencia política de los nacionalismos en el siglo XXI

sábado, 3 de diciembre de 2016

Naciones, nacionalismo, educación y derechos individuales

9788420647968

toda chica debe tener un marido, y preferiblemente el suyo, y,
actualmente, toda cultura desarrollada quiere un estado, y preferiblemente
el suyo… el imperativo nacionalista (es) la congruencia entre cultura y gobierno…El nacionalismo engendra las naciones, no a la inversa.. 

el sometimiento de una cultura a una dirección política ejercida por miembros de otra cultura es siempre y por fuerza inicuo.

los hombres asumen sin más que las unidades culturalmente homogéneas compuestas por gobernantes y gobernados culturalmente similares constituyen una norma cuya violación es de por sí escandalosa. Echar abajo este presupuesto generalizado es algo realmente digno de agradecimiento. Constituye una auténtica iluminación.

En la base del orden social moderno no está ya el verdugo, sino el profesor… Actualmente es más importante el monopolio de la legítima educación que el de la legítima violencia

 

El débil nacionalismo español

El nacionalismo español era tan débil política y económicamente (véase la 1ª República) que no fue capaz de crear un sistema educativo que generalizara la cultura nacional española entre la población antes de que las lenguas periféricas pudieran resurgir y pasar a ser lenguas de cultura, condición que habían – casi – perdido entre el siglo XVI y el XIX. Por eso este artículo de Balcells es tan interesante. España era un país mayoritariamente analfabeto en el siglo XVIII y en el siglo XIX. Hasta el siglo XX no existe un sistema escolar generalizado que merezca tal nombre y porcentajes significativos de la población no saben leer y escribir hasta los años sesenta. En Francia, para cuando los individuos empezaron a preguntarse si el Estado podía obligarles a hablar y a estudiar en francés o a considerar su patria a una cultura distinta – y menor – que la de la República Francesa, esas culturas habían, casi, desaparecido. Ya la monarquía absoluta había sentado las bases al prohibir la utilización de lenguas que no fueran el francés en el espacio público.

 

domingo, 4 de julio de 2021

De cómo los catalanes no nacionalistas se convirtieron, voluntaria y alegremente, en ciudadanos de segunda, extranjeros en su propio país


Desde fuera de Cataluña, los españoles que no somos de izquierdas tenemos dificultades para comprender a los votantes catalanes. El análisis desde otras zonas de España puede formularse así.

En el País Vasco, los terroristas nacionalistas mataban o extorsionaban a los que se salían de la línea oficial marcada por el nacionalismo, de modo que la “espiral del silencio” (de la que habla también Iván Teruel al final de su libro) se entendía perfectamente: o te marchabas del País Vasco o te callabas. El resultado ha sido la desaparición del terrorismo pero no la desaparición del nacionalismo terrorista. Bildu es un partido nacionalista terrorista en el sentido de que considera legítimo el uso del terrorismo como herramienta de acción política y la prueba irrefutable de que tal es la ideología de ese partido es que no condena el terrorismo practicado por los nacionalistas durante los últimos cincuenta años. Y no lo hace – no cabe deducir otra cosa – no porque no haya tenido ocasión y razones para hacerlo, sino porque cree que asesinar y extorsionar a la población no afín es una herramienta legítima de la confrontación política. El resultado es la hegemonía completa del nacionalismo en el País Vasco. En las Vascongadas ya no quedan prácticamente representantes no nacionalistas en el Parlamento Vasco. Las dos principales fuerzas son el nacionalismo no violento y el nacionalismo terrorista (en el sentido apuntado más arriba). El tercero es un partido socialista que se ha unido definitivamente a la fiesta nacionalista.

En Cataluña no ha habido – significativamente – terrorismo pero el plan de “nation building” se ha ejecutado con semejante eficacia allí y en el País Vasco. Y los nacionalistas catalanes han conseguido, sin terrorismo mediante, meter a la población “en cintura” y en la “espiral de silencio”. Y, del mismo modo, el Partido Socialista se ha unido a los nacionalistas (de extrema derecha y extrema izquierda) para arrinconar a los no nacionalistas (pacto del Tinell extendido al PP primero y luego a Ciudadanos).

¿Por qué los no nacionalistas en Cataluña han aceptado esa sumisión? 

¿Por qué han llegado a decir – como el autor del libro – que la escuela catalana es un remanso de paz y que no hay ningún problema con la inmersión? Creo que, de todo el libro, los párrafos que reproduzco más abajo explican perfectamente por qué han ocurrido las cosas así. 

Pero antes quiero señalar que la hegemonía nacionalista en Cataluña y el País Vasco, una vez que el PSOE se ha vuelto nacionalista, es irreversible. En el País Vasco porque no queda esa minoría discrepante que pudiera revertir el consenso nacionalista, sobre todo, porque son conscientes que sólo desde el nacionalismo podrán chantajear con suficiente fuerza al resto de los españoles para que sigamos financiando su bienestar (4000 millones de euros sólo para cubrir su déficit de pensiones). El resto de esa minoría ha abandonado el País Vasco en los últimos 40 años. En Cataluña por lo que explica Iván Teruel en estos párrafos. 

Tras contar anécdotas – ninguna demasiado significativa – que reflejan el control de los nacionalistas sobre la administración pública catalana y su "apostolado" para conducir a los castellanohablantes a cambiar de lengua en sus relaciones sociales explica cómo decidió someterse voluntariamente a la hegemonía nacionalista. Cómo decidió convertirse en un “esclavo feliz”. Cómo renunció a ser tratado como un ciudadano de primera con los mismos derechos que los demás y cómo ese “contrato de esclavitud” voluntariamente firmado se expresó en el uso de la lengua catalana renunciando a usar su lengua materna, el español. Entiendo tan bien a Iván Teruel que yo mismo escribí hace algunos años – desde Madrid – que el supremacismo nacionalista en relación con la lengua podía estar justificado (lean, no obstante, el oportunísimo comentario a esa entrada). La próxima parada es Navarra, la siguiente Baleares y la última, esperemos, Valencia.

… Todas esas reprobaciones o comentarios despectivos a los que me enfrenté por hablar en castellano, tomados en el conjunto de los años de mi experiencia vital hasta entonces, no son suficientes ni para establecer una condena a la totalidad de la situación sociolingüística ni para ejercer algún tipo de presión sobre mi conducta… Pero la verdad es que, a partir de un determinado momento… decidí que siempre hablaría en catalán cuando mi interlocutor utilizara esa lengua. Me convencí – y así recuerdo habérselo justificado a algunas personas de mi entorno – de que era una muestra de respeto hacia la cultura catalana expresarse en la denominada lengua propia del territorio: al fin y al cabo, los catalanohablantes tenían todo el derecho del mundo a querer que sus interlocutores hablaran en aquella lengua que era indisociable de la dimensión más emotiva de la identidad. De repente… incorporé todo el arsenal de argumentos y mantras del discurso nacionalista. Incluso, cuando era capaz de someter mi decisión a un filtro más racional y me preguntaba de qué modo se justificaba que yo tuviera que cambiar mi lengua para respetar a mi interlocutor y, en cambio, tuviera que asumir que no era ninguna falta de respeto que se dirigieran a mí en catalán siendo yo castellanohablante, me respondía a mí mismo que, claro, el catalán era la lengua del territorio y, por tanto, quienes debían hacer el esfuerzo eran quienes habían llegado de fuera, por más que yo ya hubiera nacido en Cataluña.

Así que, de pronto, asumí mi condición de extranjero, convertí mi lengua en una lengua foránea, una lengua que solo debía utilizar con familiares y amigos cercanos. Y, en ocasiones, incluso, llegué a quererme distinguir de ellos delante de los demás: recuerdo, por ejemplo, que una vez fui a cenar con mis padres y mi hermano a un restaurante para celebrar mi cumpleaños y que, mientras ellos pidieron sus platos en castellano, yo me dirigí al camarero en catalán. Ahora soy capaz de ver que al querer demostrar que yo podía hablar perfectamente en catalán estaba dejando en evidencia a mi familia a ojos de cualquier nacionalista. Y ahora soy capaz de percibir, también, que en realidad quien quedó en evidencia fui yo.

E insisto: durante mucho tiempo quise convencerme de que aquella elección había sido libre, una muestra de mi buena disposición hacia la diversidad lingüística y la integración cultural, un modo, también, de mejorar mi nivel oral en lengua catalana… Me convencí de eso, aunque siempre sentí, oscuramente, que había algo forzado en mis argumentos…

… todas aquellas veces en que me afearon hablar en castellano, o me despreciaron por hacerlo, o me conminaron a hablar en catalán, o se interesaron por mi capacidad para expresarme en la llamada lengua propia del país fueron provocando una mella interna… aposentando mi sentimiento de paria… desbrozando el terreno para mi… rendición… Empecé a hablar en catalán con mayor frecuencia porque intuitivamente supe que aquella era la única forma de acabar con (esos)… episodios que siempre me dejaban un malestar muy intenso en la conciencia, que siempre alcanzaban con una precisión lacerante, el centro exacto de la diana de mi orgullo… Lo que conviene preguntarse… es si la defensa y promoción del catalán justificaba… ese sutil hostigamiento del que fuimos y somos objeto quienes teníamos y tenemos el castellano como lengua materna. O lo que es lo mismo: hasta qué punto la defensa de esa especie de derecho colectivo, articulado en torno a un intangible – la salud del catalán –, puede pasar por encima de los derechos y la dignidad individuales”.

Iván Teruel, ¿Somos el fracaso de Cataluña? La voz de los desarraigados, 2021, pp 192-195

lunes, 7 de octubre de 2024

La conjura contra España (XCI): Moreso, el nacionalista catalán equidistante

foto: JJBOSE

Moreso dice que no; que no es equidistante. Y pretende defender el nacionalismo cultural pero no el político. O sea, que se respeten y protejan las culturas minoritarias - las mayoritarias no lo necesitan - para permitir la máxima realización personal de los individuos. Hasta ahí, ¿quién podría estar en desacuerdo?  

Moreso parece olvidarse de la distinción entre imposición por los poderes públicos de conductas obligatorias para los ciudadanos y las relaciones entre particulares. Esa distinción es fundamental. Porque la "nación cultural" depende de las conductas voluntarias de los miembros de la tribu correspondiente. La 'nación política' se construye haciendo obligatorias conductas que son las que desarrollan voluntariamente los miembros de la tribu pero no los que no pertenecen a ella. El nacionalismo político no es sólo el que quiere un Estado para su nación cultural. Es también el que utiliza los poderes y recursos públicos para homogeneizar culturalmente a la población en la cultura nacional. Y eso es incompatible con la libertad y los derechos individuales de los que no pertenecen a la "nación cultural" que gana las elecciones.

Moreso dice que, en relación con las lenguas,

Hay dos posiciones que se sitúan en los extremos de este debate. Por un lado, está la posición liberal clásica que sostiene que las lenguas son un atributo de sus hablantes, no de las comunidades ni de las naciones. Sostiene también que una comunidad política precisa una lengua común para permitir la comunicación entre sus ciudadanos, sin una lengua común no puede haber lo que Roberto Gargarella ha llamado una concepción de la democracia como una conversación entre iguales,  que como es obvio debe ser también la lengua, una de las lenguas, de la educación de todos los ciudadanos. De ello, derivan como conclusión que las lenguas minoritarias, que los ciudadanos pueden decidir usar entre ellos y educar a sus hijos en ellas, no pueden ser impuestas a los ciudadanos que no las tienen como lengua habitual, ni en la escuela ni como requisito para ocupar lugares públicos. Si se hace así se produce una discriminación injustificada.

Calificar la posición liberal como "extrema" me parece propio de un equidistante. Vean cuál es la que sitúa Moreso en el otro extremo: 

La otra posición, la posición del nacionalismo identitario, sostiene que las lenguas son rasgos definitorios de las culturas societarias, por lo tanto tienen un valor que va más allá del de los hablantes que las usan. Esas lenguas, aunque sean usadas minoritariamente en un territorio por razones de la historia, son las lenguas que deben ser usadas como las lenguas de la comunicación política y educativa.

Me parece que la posición de Gargarella es perfectamente respetuosa con los derechos de los individuos - los únicos que tienen derechos - y la segunda es totalitaria e inaceptable en un estado de derecho que prohíbe a los poderes públicos infringir los derechos individuales. Pero observen cómo las analiza Moreso:
Ambas posiciones tienen, según creo, consecuencias implausibles. La posición del liberalismo clásico, así comprendida, conlleva que, por ejemplo, las regulaciones que exigen el conocimiento del catalán para obtener una plaza de médico en un hospital catalán son injustas, por discriminatorias. O que los padres castellano-hablantes deberían, en las escuelas públicas de Cataluña, poder escolarizar a sus hijos solo en castellano.

¡Claro que es discriminatorio exigir el conocimiento del catalán para obtener una plaza de médico en un hospital catalán! Porque la Constitución no impone el conocimiento de la lengua cooficial a los ciudadanos. Y, para garantizar el derecho de todos los catalanes a la asistencia sanitaria, dado que los pacientes son españoles y la Constitución les exige conocer el castellano, no se priva de ningún derecho a nadie si los médicos en un hospital catalán no saben catalán. Si se quiere, se puede promover que los médicos aprendan catalán - los que no sepan lo suficiente como para entender a su paciente, a ese paciente inexistente que no es capaz de decir dónde le duele en castellano - y se puede dar preferencia para determinados puestos (por ejemplo, en el hospital de Vic, pero no en uno de Barcelona, a un médico que sea de lengua materna catalana) pero imponer el conocimiento del catalán para acceder a la función pública es totalitario y discriminatorio. 

Moreso cree que está justificado favorecer, en el acceso a la función pública catalana a los que han nacido en Reus sobre los que han nacido en Palencia aunque el que ha nacido en Palencia sea mejor médico que el que ha nacido en Reus. Eso es discriminatorio y profundamente injusto porque detrás de la imposición del catalán como requisito lo único que hay es la voluntad del nacionalismo identitario de excluir el castellano de la vida social y administrativa de Cataluña. 

En cuanto al derecho de los padres castellanohablantes (la lengua materna de la mayoría de la población de Cataluña y no digamos del País Vasco o Navarra es el español) a educar a sus hijos en su lengua materna me parece una obviedad. Lo único que puede exigir el nacionalismo catalán o vasco es que, en la escuela "solo en castellano" haya una asignatura de catalán, para que todos los que viven en Cataluña puedan entenderse, en su caso, en catalán. Y simétricamente, con los niños de lengua materna catalana. Deben poder ir a aprender sólo en catalán con una asignatura de castellano. 

Pero la situación actual es que se discrimina a los niños de lengua materna castellana ¡la mayoría y la mayor parte de los más pobres! y se da ventaja a los niños de lengua materna catalana. Esto está probado científicamente: aprender en una lengua distinta de la materna incrementa la "pobreza de aprendizaje". Pero el nacionalismo-realmente-existente, incluido el del PSC, no ve discriminación alguna en la inmersión. Si Moreso no entiende esto y no lo entiende así, ¿cómo podemos creer en su buena fe? ¿Cómo puede pretender que le creamos cuando dice que

 La posición del nacionalismo identitario produce también consecuencias sorprendentes. Aunque, la verdad, no soy capaz de encontrar consecuencias de este tipo en la legislación catalana; las hay, y muy graves, en algunos de los llamados proyectos lingüísticos de los centros docentes catalanes, que forman parte del preceptivo proyecto educativo de cada centro.  Destacaré solo tres: la prohibición de usar una lengua distinta del catalán en el patio y en el comedor de la escuela,  la obligación de los maestros del uso del catalán en sus comunicaciones personales en la escuela y,  más sorprendente si cabe, la prohibición de que la persona que imparte la asignatura de lengua castellana sea tutor de su clase. 

Moreso es jurista. No puede creer, de buena fe, que la legislación catalana que se remite a los proyectos educativos para determinar el uso de las lenguas en la escuela y que no menciona el castellano para nada no es una legislación que discrimina a los niños de lengua materna castellana y proporciona una ventaja notabilísima a los niños de lengua materna catalana. Me es imposible considerar que Moreso razona de buena fe en este punto. Baste recordar que solo hubo una directora de un colegio en toda Cataluña que se negó a permitir que se usaran las instalaciones públicas para el referendum inconstitucional del 1 de octubre de 2017 y que más del 60 % de los maestros catalanes votan a ERC.

Copia a continuación el art. 21 de la ley de política lingüística de 1998 y el artículo 2, la Ley 8/2022, de 9 de junio, sobre el uso y el aprendizaje de las lenguas oficiales en la enseñanza no universitaria. Moreso no ve ningún problema en que ambos preceptos digan que "El catalán debe utilizarse normalmente como lengua vehicular y de aprendizaje en la enseñanza no universitaria" y que el segundo diga "El catalán, como lengua propia de Cataluña, es la lengua normalmente utilizada como lengua vehicular y de aprendizaje del sistema educativo, y la de uso normal en la acogida del alumnado recién llegado. El castellano se emplea en los términos que fijen los proyectos lingüísticos de cada centro, de acuerdo con los criterios establecidos por los apartados 2, 3 y 4"

¿Por qué no sustituímos el catalán por el español en ambos preceptos a ver qué pasa? 

El español debe utilizarse como lengua vehicular y de aprendizaje y el español es la lengua normalmente utilizada como vehicular y de aprendizaje. El catalán se emplea en los términos que fijen los proyectos lingüísticos de cada centro de acuerdo con los criterios anteriores respecto del castellano

¿Qué problema tendría el moderado Moreso con una norma así? ¿No le parecería igualmente justa y aproblemática? Es más, ¿no le parecería más justa dado que la mayoría de los catalanes tienen el castellano como lengua materna y es mejor enseñar a los niños en su lengua materna? 

Naturalmente que no. Moreso cree que reformar la legislación en este sentido sería tanto como "desproteger" el catalán, lo que demuestra que a él no le preocupan los individuos. Le preocupa la lengua. Y eso, lo siento, pero es nacionalismo identitario. 

Moreso también tiene miedo a perder su identidad y, como todos los que tienen ese miedo, prefieren la injusticia al desorden y la imposición del catalán a que se convierta en una lengua de uso oral en entornos familiares y literarios, que es la suerte de todas las lenguas minoritarias en el mundo (v., el napolitano, por ejemplo).

Pero Moreso rompe cualquier posibilidad de entendimiento (a pesar de sus melifluos párrafos iniciales) con los que no somos nacionalistas catalanes cuando concluye que el modelo de la inmersión en catalán - él no menciona la palabra "inmersión" - 

Este modelo ha tenido un éxito considerable, ha hecho que virtualmente todos los ciudadanos educados en él son capaces de comprender ambas lenguas y de expresarse, oralmente y por escrito, correctamente en ellas. Nunca tantas personas habían accedido al conocimiento del catalán. También ha ayudado a fortalecer los vínculos entre los miembros de la comunidad catalana, alejando el fantasma de la generación de una comunidad escindida por razón de la lengua.

 El "modelo de éxito" que ha llevado a Cataluña (i) a liderar por la cola los exámenes PISA; (ii) a que los niños odien la escuela en Cataluña más que en ningúna otra parte de España y (iii) a que los jóvenes consideren, cada vez más, que el catalán es una lengua antipática. No creo que Moreso necesite que le ponga los vínculos correspondientes a esas tres afirmaciones. En cuanto al éxito consistente en que todo el mundo en Cataluña entienda catalán, parece un éxito muy modesto. Es como si ahora presumiéramos de que somos capaces de vacunar a toda la población en caso de pandemia. Eso lo hace ¡hasta México! con mucho menos dinero.

¿De quién aumenta el bienestar porque haya más personas que hablen catalán? ¿Quién se beneficia? ¡Los que hablan catalán! Para los hispanohablantes eso no es un beneficio en absoluto. Al revés, 'encarece' la comunicación. Y si los recursos públicos se destinan a eso, no se destinan a otra cosa. 

Pero lo más grave es lo de "fortalecer los vínculos entre los miembros de la comunidad catalana". Al margen de que suena mucho a nacionalismo identitario, por decirlo suavemente, Moreso no puede decirlo en serio cuando hemos asistido al período de mayor división social en la historia de Cataluña desde la guerra civil. Sin contar con que la inmersión ha destrozado los vínculos entre los catalanes y el resto de los españoles reduciendo notablemente la movilidad dentro de España. 

En fin, las dos anécdotas - la de su hija ¡la hija de un catedrático de universidad y ex-rector de la UPF! y la de que consiguió que no se impidiera el acceso a la carrera docente en Cataluña a cualquiera que no fuera catalán - producen cierta vergüenza ajena. Los perjudicados por la inmersión en catalán no son los hijos de familias cultas y de posibles. Su hija Júlia, estoy seguro, adquirió un conocimiento culto del español desde muy pequeña. El 'capital social' de niños como su hija es de tal envergadura que les protege incluso de los efectos de la inmersión. El problema son los niños - varones especialmente - zoquetes o, simplemente, pobres. Todos esos tienen como lengua materna el castellano o una lengua de algún país africano o asiático. Pero qué importa sacrificarlos si logramos que la lengua catalana se convierta en la nueva "lengua común".

Si estos son los nacionalistas moderados, piensen qué paciencia que hay que tener para convivir con los identitarios.

lunes, 25 de marzo de 2024

La conjura contra España (LXIV): Islamistas, Feministas, Naci-onalistas y Nazi-onalistas: love & marriage you can't have one without the other

Si la mayoría de las personas que se llaman a sí mismas feministas y hacen carrera como feministas profesan ideas perniciosas, tendremos que acabar por criticar al feminismo por esas ideas perniciosas... Imaginen que estamos a finales de los años 30 del siglo XX y argumentamos sobre lo problemático del nacionalismo alemán dado el incremento de su antisemitismo, la subversión de las reglas constitucionales y su obsesión ideológica por el orgullo nacional. Usted da esos argumentos y su oponente en el debate le responde: "Estoy de acuerdo en que el nacionalismo alemán puede ser problemático y tiene elementos problemáticos, y no soy fanático de los líderes nazis. Pero hay mucha gente decente que ama a su país y quiere verlo crecer y prosperar, y apoya los medios pacíficos para llegar allí. ¿Por qué no empoderar a los buenos actores para que definan lo que significa ser un nacionalista alemán?...  

Del mismo modo, discutir sobre lo que constituye el "verdadero Islam" es inútil, ya que el objetivo de este ejercicio no es juzgar el Islam de una manera abstracta. Se trata de identificar la variable común que impulsa el grupo de malos resultados/comportamientos que nos preocupan con la esperanza de que nos señalen las soluciones correctas..

Exactamente lo mismo ocurre con el nacionalismo vasco y el nacionalismo catalán. Siempre hay algún progresista español dispuesto a defender que "hay mucha gente decente (entre los nacionalistas vascos y catalanes) que ama a su país y quiere verlo crecer y prosperar y apoya los medios pacíficos para llegar allí" y que deberíamos seleccionar, entre los nacis vascos (PNV) y catalanes (los 'catalanistas') a los sectores 'moderados', "los buenos actores" para que definan "lo que significa ser un nacionalista vasco y catalán" de forma compatible con la libertad y la igualdad de todos los ciudadanos ante la ley. 

Pero es que el objetivo "no es juzgar el nacionalismo vasco o catalán de manera abstracta"... "se trata de identificar la variable común a los nacionalistas vascos y catalanes que impulsa el grupo de malos resultados-comportamientos que nos preocupan" (el terrorismo nacionalista vasco, los 'golpes de estado' posmodernos de los nacionalistas catalanes, su falta de respeto a la legalidad, su discriminación de los hispanohablantes, la exclusión de la vida política y de la administración pública o de la escuela de los no nacionalistas, la hispanofobia...)

Vaishnav Sunil, Islam, the numbers don't lie

viernes, 1 de abril de 2016

Los lingüistas-juristas-politólogos

A raíz del execrable manifiesto de doscientos y pico graduados universitarios pidiendo la extinción del español en Cataluña, he descubierto que hay un catedrático de la Autónoma de Madrid que fue el “más aplaudido” en la lectura de ese manifiesto.

Se llama Juan Carlos Moreno Cabrera y publicó, en 2010, un papel titulado Lengua/Nacionalismo en el contexto español. No se trata, obviamente, de un texto académico sino de un ejercicio de su libertad para expresar sus opiniones sobre materias en las que nadie le consideraría un experto (son materias jurídicas, históricas y politológicas). Para no incurrir en los mismos errores que el profesor Moreno, me limitaré a realizar algunos comentarios sobre las observaciones que el profesor de la UAM realiza sobre cuestiones jurídico-políticas: la nación, la soberanía y el art. 2 de la Constitución.

Sin cita de ninguna autoridad, examina el precepto constitucional y concluye que

Como la soberanía reside en el pueblo español exclusivamente, a los pueblos o naciones catalán, gallego y vasco se les niega la soberanía. Para ello es fundamental, que a estas comunidades no se las reconozca como naciones o pueblos, sino como parte constituyente inalienable de una única nación o pueblo: el español. En consecuencia, el nacionalismo español constitucional oficial se fundamenta en la negación de que los catalanes, gallegos y vascos puedan constituir un pueblo o nación soberana. Es evidente que esta fundamentación negacionista es claramente lesiva de un derecho  internacionalmente reconocido. La idea que parece razonable es que la definición de una nación no debería basarse en la suposición de que determinadas comunidades no son naciones o pueblos. Esta fundamentación, basada en la negación de un derecho, nunca podrá ser la base una convivencia armónica y productiva; siempre será origen de problemas, conflictos y dificultades de todo tipo… Cuando la definición de una nación se fundamenta en la negación de que determinada comunidad es una nación, no pueden surgir más que graves problemas de convivencia.

Lo único evidente es que Moreno no tiene mucha idea del sentido y contenido jurídicos del derecho de autodeterminación de los pueblos. Como me he detenido en explicarlo en otras entradas, no insistiré aquí en que ni Cataluña ni el País Vasco ni Galicia tienen derecho de autodeterminación ni hay ningún tratado internacional que se lo reconozca. Ahora sólo añadiré que Moreno debe de pensar que la Constitución española la aprobó algún extraterrestre o el Centro Nacional de Inteligencia que sustituyó a más del 90 % de la población – soberana – de España en el referéndum de 1978.

Tras constatar que el español se habla en muchos países – es la primera lengua materna del mundo tras el mandarín – deduce que, de la constatación de ese hecho, se sigue que los nacionalistas españoles vivirían bajo una falsa creencia – ideología – c

según la cual el español es una lengua superior a los demás idiomas con los que convive o ha convivido. En esa superioridad radica la razón de su imparable expansión tanto dentro de la Península ibérica como allende los mares. Según esta ideología, el castellano fue visto desde el principio, por razón de esa superioridad, como una lengua especialmente ventajosa para la comunicación y el entendimiento mutuo así como para todo tipo de actividades jurídicas, políticas y económicas. Todo ello supuso su adopción libre y muchas veces entusiasta como lengua común en España por parte de las comunidades que reconocen como propia una lengua diferente del español. En este momento, según esta ideología, ese carácter superior la convierte en una de las lenguas que más crece internacionalmente en la actualidad y quizás la única que pueda hacer sombra a la otra lengua internacional de gran pujanza: el inglés.

No sé mucho de ideologías, pero es un hecho, no una ideología, que el español es la lengua materna de centenares de millones de americanos y de más del 90 % de los habitantes de España. ¿cómo se puede calificar tal hecho d ideológico? ¿Qué tiene de ideológico que una lengua hablada por más gente sea un vehículo de comunicación más útil que una lengua hablada por un grupo reducido de personas concentradas en un territorio determinado? ¿Crece el número de hispanohablantes o no? ¡Será un hecho, no una ideología! El propio Moreno se lía y, citando a otro lingüista dice más adelante que éste “critica muy acertadamente el concepto de lengua común

que pasa de una constatación puramente cuantitativa (es la lengua que todos los ciudadanos españoles entienden) a un valor cualitativo excluyente (la única lengua realmente universal y de obligado conocimiento)

No. Precisamente porque es la lengua que todos los ciudadanos españoles entienden, es sensato que se considere la lengua oficial del Estado. Basta sustituir español por finés (una lengua que nadie entiende en España) para darnos cuenta de lo absurdo que sería fijar como lengua oficial del Estado otra que no sea el castellano.

A continuación, intenta – legítimamente – desmontar algunos mitos del nacionalismo español basados en la lengua. Por ejemplo, yo no sabía que las Glosas Emilianenses, que se consideran el primer texto escrito en castellano, estaban escritas en “navarro-aragonés”. Según García Turza y Muro

Desde el punto de vista lingüístico se entiende, de manera casi uniforme, que las glosas son el primer testimonio escrito de una lengua romance peninsular, la primera muestra de un sistema lingüístico, perfecto en sí mismo en razón de su utilidad comunicativa, alejado ya de los esquemas latinos (vid. supra Dámaso Alonso, 1972), con independencia lingüística consciente, y que descubre las peculiaridades idiomáticas de una región concreta. O más brevemente, a nuestro juicio, las glosas son la primera manifestación escrita del dialecto riojano; en rigor, del habla altorriojana. Por tanto, estas palabras transcritas por el amanuense de San Millán sólo podrán ser consideradas lengua castellana o española en cuanto que revelan la existencia de unos rasgos lingüísticos que son comunes al dialecto que, con el transcurso de varios siglos, se convertirá en lengua nacional (M. AIvar, 1987). En cualquier caso, conviene precisar con Alarcos, que en ellas son más las singularidades distantes del castellano ulterior y comunes con las de los otros dialectos o romances vecinos (aragonés, leonés, navarro) que los rasgos análogos a los que se estabilizaron en el castellano literario medieval con la normalización elaborada por Alfonso X el Sabio, como por ejemplo, la diptongación ié único heredero de la ĕ breve tónica etimológica.

Sea como fuere, no creo que los nacionalistas españoles necesiten agarrarse a esas pobres glosas – escritas también en latín y en vascuence – para fundamentar la antigüedad de la lengua española si ésta se encuentra normalizada con Alfonso X el Sabio.

Lo que sigue tiene más interés, porque denuncia lo que parece, efectivamente, una tendencia de algunos estudiosos de la lengua española a subrayar que su éxito frente a las demás lenguas peninsulares pudo deberse a las propias características de la lengua y no, como es normal, a su adopción por los grupos sociales que dominan el territorio. Nada que objetar por parte de este jurista. Pero, de nuevo, saca una conclusión que no se sigue de tal argumentación

El concepto de lengua española general, común omnicomprensiva y modélico, que se usa en estos casos es político e ideológico, es un invento del nacionalismo lingüístico español.

Hasta aquí, de nuevo, nada que objetar.

Luego se mete a darle de tortas a otro espantapájaros sobre la base de distinguir castellano y español. No tiene interés. Su conclusión puede aceptarse (ni siquiera sabía que alguien podría decir otra cosa) “el español estándar es una variedad culta o elaborada del castellano”. Lo que no entiendo es por qué se empeña Moreno en no explicarnos el proceso histórico por el que el español estándar pasó a hablarse en toda España con mayor o menor intensidad y extensión en Cataluña o en Valencia. Se empeña en decir que eso fue producto de una “imposición” por parte de no se sabe quién que tenía ya en su cabeza que todo el territorio español era parte “integrante inalienablemente de la nación española”. Si dice que el español se impuso por alguien, sería exigible que nos explicara cómo cuándo y en virtud de qué planes se produjo esa imposición. Por ejemplo, la extensión del vascuence y del catalán en las últimas décadas es un claro producto de las políticas lingüísticas de los gobiernos autónomos. Esa es una explicación que, querríamos, nos proporcionara Moreno respecto de la extensión del español desde el norte de España a Cádiz, Murcia o Valencia y Barcelona.

Añade:

Por supuesto, también lo son los conceptos de lengua catalana, gallega o vasca. Lo cual, indica que los pueblos que hablan estas lenguas tienen una conciencia lingüística de ser nación, igual que los españoles.

Esto sí es objetable. Porque da por supuesto que la conciencia lingüística (lengua propia) implica conciencia nacional. Y es evidente que hay naciones sin lengua propia y lenguas propias cuyos hablantes no se conciben como una nación. Mezclar ambas cuestiones es incompatible con cualquier concepto subjetivo de nación.

La diferencia es que los nacionalistas españoles piensan que su propia lengua el español es la única y exclusiva lengua común de posible entendimiento... Ello indica que el grado de nacionalismo lingüístico español es mucho mayor que el de otros nacionalismos lingüísticos.

Esto es un sinsentido. Porque para afirmar el “mayor grado de nacionalismo lingüístico español”, Moreno debería mantener todo-lo-demás-igual. Es decir, debería demostrar que el castellano no tiene ventajas en términos de extensión territorial y personal comparables al gallego, el catalán o el vascuence para servir de “lengua común de posible entendimiento”. Me parece obvio que si todos los ciudadanos de España hablan y entienden castellano y no entienden ni hablan catalán, gallego o vascuence y que ni siquiera la totalidad de los habitantes de las regiones correspondientes lo hacen ¿cómo podría ser más ventajoso utilizar el catalán, el gallego o el vascuence como lengua común de posible entendimiento entre todos los habitantes de España? A Moreno parece fastidiarle que en los últimos “doscientos o trescientos años” el castellano se haya hecho hegemónico en todo el territorio español y parece querer revertir la situación.

Esta situación en la que un gallegohablante no sabe hablar castellano pero lo entiende es hoy por hoy prácticamente inexistente, pero no hay que olvidar que hace doscientos o trescientos años era una situación mucho más generalizada. Lo mismo puede decirse de los catalanohablantes o asturianohablantes

Dan ganas de hacer un chiste. Pero lo propio ocurría en los Estados Unidos en esa época y se resolvió masacrando a todos los que no hablaran inglés. O en Australia, o en buena parte de América del Sur o en la Hispania prerromana con los que no aprendieran latín etc etc. ¿Qué sentido tiene mezclar eso con el nacionalismo?

Y aquí es donde Moreno desbarra: los que sólo hablamos español podríamos entendernos sin dificultad con un gallegohablante o con un catalanohablante (espero que no pretenda que podemos entendernos con un vascoparlante) porque también son lenguas romances. Pero esto es una obviedad que se refuta por sí sola: si son consideradas lenguas distintas es porque dos hablantes, uno en español y otro en catalán no pueden entenderse de modo sustancialmente completo hablando cada uno en su lengua. Creo que ese es el criterio más utilizado para determinar si dos hablantes utilizan la misma lengua. Aunque, al final, todo es cuestión de costes y es obvio que es menos costoso entendernos hablando la misma lengua. Lo que resulta ridículo es que Moreno pretenda equiparar un diálogo entre un catalán y un castellanoparlante a un diálogo entre un español y un uruguayo o chileno.

Los  canarios, andaluces, vallisoletanos, cántabros, cubanos, uruguayos, argentinos, mexicanos o colombianos no se entiende entre sí porque hablen igual  es evidente que no hablan igual sino porque las variedades que hablan son muy parecidas o próximas por más que presenten importantes diferencias en los ámbitos fonético, léxico, morfológico, sintáctico y semántico. Siempre que intentemos entendernos con alguien que habla una variedad diferente de la nuestra, tenemos que hacer un esfuerzo de 38 acomodación y de acercamiento lingüístico

Porque no se trata de una cuestión discreta. Es obvio que entiendo mejor el español de un segoviano que el de uno de Cádiz o de Tenerife y a éstos, mejor que a un mejicano (aunque, quizá, no mejor que a un colombiano y dentro de los colombianos a uno de Bogotá que a uno de Medellín o de la costa). Pero eso no es incompatible con la evidencia de que, evitando localismos, ambos tenemos conciencia de estar hablando la misma lengua. También se facilita la comunicación con un inglés si usamos el “inglés internacional” empleando, sobre todo, palabras inglesas de raíz latina pero nadie diría que el inglés puede ser una lengua “común de posible entendimiento” entre españoles.

La siguiente falacia es la no separar hablantes cultos y hablantes vulgares. Es obvio que yo, que sé latín, francés, inglés e italiano en diversa medida puedo entender a un catalán cuando escribe (peor cuando habla) o cuando habla siempre que se trate de un hablante culto. Sería incapaz de entender a un tipo de Vic o del Ampurdán que no hable “hoch” catalán. Como un napolitano no se entiende con alguien del Veneto si cada uno de ellos habla en su dialecto regional. Puedo asegurar a Moreno que me entiendo mucho mejor con un profesor de la Católica de Valparaiso que con uno de la Pompeu Fabra si cualquiera de ellos se expresa en su lengua materna.

El siguiente espantapájaros que ataca furiosamente Moreno es

El hecho de que una lengua se use internacionalmente, no le da ninguna característica gramatical cualitativamente superior

No se me ocurre cómo pueden relacionarse tales afirmaciones entre sí. Lo que cabe barruntar es que si una lengua se usa mucho y se usa por muchas personas en muchas situaciones y en muchas actividades, se enriquecerá en vocabulario y flexibilidad. Por ejemplo, es imposible que el vascuence haya desarrollado un vocabulario científico de cierta envergadura si no se ha escrito ciencia en vascuence o que existan términos científicos, filosóficos, politológicos o jurídicos en aymara. La Ciencia se escribía en latín hasta recientemente. Después se escribió en alemán. Y, desde hace cincuenta años, en inglés. ¿Será el vocabulario científico inglés más rico, ceteris paribus, que el español o el suajili?

No sé suficiente lingüística para estar seguro pero tengo la impresión de que Moreno se empeña en refutar algo que nadie sostiene, a saber, que no exista diferencia entre lengua y habla. No creo que haya nadie que escriba poesía, novela o ensayo en murciano, extremeño o canario.

Esto da para otro chiste

el asturiano, el gallego y el catalán son lenguas mucho más cohesionadas y homogéneas que el español o el inglés, por razones obvias.

Y la lengua hablada por una única persona, ya, ¡ni te cuento lo cohesionada y homogénea que es!.

Cuando dice esto no sé a quién está mirando:

los nacionalistas españoles aceptan de buen grado catalán-valenciano-balear para referirse al catalán pero nunca aceptarían castellano-andaluz-canario-murciano-extremeño para referirse al español peninsular

Diríase que son los valencianos y los mallorquines – algunos de ellos – los que no aceptan que sus hablas sean calificadas como dialectos del catalán. Los murcianos y los extremeños o los andaluces no tienen ningún problema al respecto. O sea que eso no es una cuestión de los nacionalistas españoles sino de los nacionalistas catalanes y sus relaciones con los nacionalistas valencianos o mallorquines.

El resto del texto está trufado de afirmaciones igualmente gratuitas

Para el nacionalismo lingüístico español, las lenguas distintas del castellano valen menos que éste y, por tanto, su promoción y defensa constituyen un ataque directo a la lengua española.

A continuación se mete en una discusión sobre el significado del término “nacionalidad” en la Constitución española. Como puede suponerse, no dice nada interesante ya que sus fuentes son artículos de periódico y se enfrasca en discusiones que a mi me parecen absurdas como plantearse la razonabilidad de la “vasquidad” del castellano porque la Constitución diga que el catalán es una lengua española. Es obvio que la Constitución está utilizando “españolas” en el art. 3 no refiriéndose a la lengua española sino a “relativo o perteneciente a” España. No hay petróleo que sacar ahí. Pero Moreno sigue cavando y se empeña en imputar a entes de ficción “el nacionalismo lingüístico español” la comisión de injusticias como la de haberse impuesto históricamente a otras lenguas que se hablaban en la península, como si tal imposición, superposición o hegemonía fuera producto de la voluntad de unos hablantes en contra de la voluntad de otros y no resultado de avatares históricos. Al fin y al cabo, hablamos castellano porque los malditos invasores romanos nos impusieron el latín. Y no hablamos árabe – o lo que fuera que se hablara en Al – Andalus – porque los pueblos cristianos se impusieron a los musulmanes tras varios siglos de conflictos fronterizos.

La cosa empeora porque Moreno acepta que los territorios y las lenguas – y no los hablantes – tienen derechos y acusa al nacionalismo español de afirmar eso para el castellano y negarlo para el catalán. Y, lo que es peor. Con independencia de la situación real – por ejemplo, en el Pais Vasco la población tiene mayoritariamente como lengua materna el castellano – pretende Moreno que la lengua vernácula tenga un derecho a ser dominante en ese territorio por el hecho de ser vernácula y con independencia de la que hablen sus habitantes. Los peregrinos que llegaron a América debieron abandonar el inglés y los castellanos que llegaron unos siglos antes, el castellano. No sé de qué seres humanos habla Moreno. Y la parte final es ya un panfleto en el que acusa a la lengua española de pretender acabar con el catalán.

Si se han quedado con ganas, aquí tienen una entrevista en RTVE

jueves, 7 de marzo de 2024

Citas: WEIRD, Alvarito y su currículum, alcohol, concentración, autodomesticación, nacionalismo español y religión



La sustituibilidad entre religión y nacionalismo según @thefromthetree

'Alvarito' pasó de puesto enchufado a puesto enchufado porque obedecía bien. Hasta que lo pillaron: sigamos poniendo a superobedientes sin currículum ni donde caerse muertos a manejar los asuntos y fondos públicos. Porque peor sería que gobernase la derecha. No quedaba un gramo de talento en el PSOE - o en la izquierda en general -. Y ahora no queda un gramo de talento en la dirección pública

¿Qué ha pasado entre 2015 y 2022? La evolución de las respuestas españolas a la afirmación: "Se puede confiar en la mayoría de la gente"


 https://ourworldindata.org/trust

No existe un nacionalismo español que sea equivalente a los nacionalismos de las regiones periféricas



Solo el 20 % de los españoles coincide con la afirmación: "Nuestra cultura, aunque no sea perfecta ni esté libre de defectos, es superior a la de las demás". Este es el porcentaje más bajo de 'nacionalismo cultural' en toda Europa. Sin embargo, los progresistas españoles continúan favoreciendo a los nacionalistas periféricos, que llevan décadas difundiendo la idea de que sus nacionalismos se enfrentan al nacionalismo español.

Autodomesticación 

Aunque no me opongo al concepto de "autodomesticación" como una manera simpática de describir el hecho de que la cooperación intensa entre nuestros antepasados favoreció la prosocialidad y desfavoreció ciertas formas de agresión, me parece muy engañoso como una teoría científica seria sobre la evolución humana. En primer lugar, la idea de un "síndrome de domesticación" claro, definido por un conjunto coherente de rasgos entre los animales domésticos, no está bien respaldada por la investigación. Los rasgos relacionados con el síndrome varían mucho y a menudo están ausentes en las especies domesticadas. Además, el experimento clásico que supuestamente lo apoya, en el que Dimitry Belyaev seleccionó por su docilidad a una población de zorros, tiene muchos problemas metodológicos. Por mencionar solo uno, la mayoría de los rasgos que se atribuyen comúnmente a la domesticación ya existían antes del experimento. Pero hay un problema mucho más profundo. Al comprender que la cooperación solo se puede explicar en términos de organismos darwinianos que compiten por maximizar su aptitud, se hace evidente que la cooperación humana implica mucha más complejidad y estrategia que la amistad indiscriminada hacia un grupo interno.

Dan Williams

Beber menos en la adolescencia (18/20) predice mejor salud a los 45 (Vía Marg. Rev)

Los resultados muestran evidencia clara de que una regulación más restrictiva del consumo de alcohol en adolescentes condujo a mejoras a largo plazo en la salud adulta. Encontramos que las personas expuestas a las leyes de Tolerancia Cero con los conductores bebidos menores de 21 durante la adolescencia tenían un 3 por ciento menos de probabilidades de reportar una limitación física o cognitiva entre los 40 y los 49 años. Por el contrario, no encontramos efectos significativos entre el grupo de edad de 35 a 39 años, lo que sugiere que los impactos en la salud solo se materializaron después de un retraso prolongado, a medida que los individuos se acercaban a la mediana edad.

Tatiana Abboud, Andriana Bellou, Joshua Lewis, The long-run impacts of adolescent drinking: Evidence from Zero Tolerance Laws, Journal of Public Economics, 2024

La mentalidad del mercado de intercambiar tiempo y esfuerzo por beneficios materiales es más prominente en las culturas WEIRD (vía Aporía)

Estudiamos cómo la intensidad del trabajo de las personas en seis países se veía afectada por los incentivos monetarios o los motivadores psicológicos, como la competencia o la colaboración. El dinero tuvo más efecto que las intervenciones psicológicas en Estados Unidos y el Reino Unido que en China, India, México y Sudáfrica (N = 8.133). En nuestro último estudio, manipulamos los marcos culturales mediante el idioma en usuarios bilingües de Facebook en la India (N = 2.065). El dinero incrementó el esfuerzo más que un tratamiento psicológico en un 27% en hindi y un 52% en inglés. Estos resultados se oponen a la lógica económica convencional de que las personas de los países más pobres deberían estar más motivadas por el dinero. Por el contrario, sugieren que la mentalidad del mercado de intercambiar tiempo y esfuerzo por beneficios materiales es más prominente en las culturas WEIRD.

 Medvedev, D., Davenport, D., Talhelm, T. et al. The motivating effect of monetary over psychological incentives is stronger in WEIRD cultures. Nat Hum Behav (2024)

El precipicio de cristal: las mujeres ocupan el 42 % de los puestos de consejero en UK

En su estudio de 2005, Michelle Ryan y Alexander Haslam encontraron que las empresas que ya habían tenido un desempeño deficiente tendían a nombrar a mujeres como líderes, dejándolas enfrentar lo que los investigadores llamaron un precipicio de cristal. Otros académicos observaron el mismo fenómeno en la política y el derecho. Algunos también descubrieron que afectaba a los directores ejecutivos de minorías raciales y étnicas. "En 2024, completamos un análisis de todos los estudios realizados sobre el precipicio de cristal y no hay evidencia de que el fenómeno se esté desacelerando", dijo. "De hecho, podemos ver varios ejemplos de alto perfil de nombramientos de precipicios de cristal en este momento".

Pilita Clark, FT

Un código penal desencajado

Sobre el éxito de su libro Troubled

Para ser honesto, escribir Troubled no fue una experiencia agradable para mí. No me arrepiento de haberlo hecho. Estoy orgulloso de ello. Pero el proceso en sí fue horrible. Sin embargo, ha pasado suficiente tiempo como para que casi haya borrado de mi memoria los desafíos diarios que implicaba, y empiezo a sentirme atraído por la idea de otro libro.

Rob Henderson

A pesar del aumento de las posibilidades de mayor distracción, un gran estudio encuentra que en una prueba estandarizada, la capacidad de concentración aumenta (modestamente) para los adultos. Vía Marg.Rev

viernes, 5 de marzo de 2021

¿Una nación? unos que se juntan y se creen que son una nación. La necesidad de fomentar los debates en las facultades de Derecho

@thefromthetree 

Lo que sigue es una entrada que publiqué en un blog llamado Abogares hace más de una década y que parece que han descolgado.

“Una nación son unos cuantos que se juntan y se creen que son una nación”. Esa es la definición que daba no sé quien y se corresponde con el concepto subjetivo de nación. Es la pertenencia a un grupo como “sentimiento”. 

Me han remitido un vínculo a un video colgado en You Tube de un debate en una televisión de lengua catalana - con subtítulos - entre Pilar Rahola y un joven aranés (del Valle de Arán, ese lugar único en el mundo porque es un valle atlántico en medio de unos Pirineos que miran al Mediterráneo). El debate es muy interesante y gracioso porque -no sé si en serio o solo por polemizar - el joven aranés opone  a la Sra. Rahola su propio nacionalismo aranés frente al nacionalismo catalán: si Cataluña es una nación, el Valle de Arán también lo es (tiene lengua propia) de modo que, sobre el oso del Pirineo en el Valle de Arán deben decidir los araneses y no los catalanes. O algo así..

El debate refleja aquello de que a todo centro le surge una periferia. A Madrid, Cataluña y el País Vasco, pero a Barcelona  el Valle de Arán, a Murcia, Cartagena y así sucesivamente. Por no hablar de ejemplos más sangrientos como los separatismos dentro de las regiones separatistas en el Este de Europa y Centro de Asia (un catedrático ya fallecido de Derecho Internacional Público se lamentaba de la gran desgracia que había supuesto la desaparición ¡del Imperio Austro-Húngaro!)..

En este punto, y aunque a algunos les pueda parecer osada, se podría trazar una cierta analogía entre la definición geográfica del mercado relevante en Derecho de la Competencia y Economía Industrial y la definición de una nación. Se dice en Derecho de la Competencia que un mercado geográfico se define por el territorio en el que las “condiciones de competencia” son homogéneas. Cuánto de homogéneas es relativo: se asemejan más dentro del territorio que en comparación con zonas geográficas situadas fuera del territorio. Una nación, objetivamente considerada y siguiendo con el símil, sería un territorio con condiciones culturales, lingüísticas, históricas… homogéneas y relativamente diferentes de los territorios limítrofes. Pues bien, no hay definiciones “perfectas” del mercado geográfico porque hay lo que en Economía Industrial se llaman “cadenas de sustitución”. Zonas dentro de un mercado cuyas condiciones de competencia se asemejan mucho a las de otras zonas situadas fuera del mercado y “pertenecientes” a otro mercado. Por ejemplo, si dijéramos que el mercado de la cerveza – quod non – es regional, la zona de León no pertenecería al mercado geográfico gallego pero sus condiciones de competencia son mucho más parecidas a las gallegas que las de cualquier otra zona de la meseta, mercado al que pertenecería León en este ejemplo. Y, tal vez estirando demasiado el símil, a lo mejor, no hay problema alguno para decir que León pertenece, según a qué efectos, al mercado mesetario y al mercado gallego. O sea, que una misma zona geográfica pertenece a dos mercados geográficos relevantes. Que es, en cierto sentido, lo que el joven del video le viene a decir a Pilar Rahola..

Pero lo más interesante del debate no es su aportación al concepto de nación ni pretendo yo extraer lección alguna al respecto, al margen de lo ridículo o serio de las posiciones respectivas (no pretendo comparar la legitimidad del nacionalismo catalán con el nacionalismo aranés). Lo interesante en este marco es que el debate enfrentaba a una mujer aguerrida y avezada en toda clase de tertulias televisivas y radiofónicas con un joven que se expresaba en catalán (no sé si en perfecto catalán) con gran agilidad, corrección gestual y fuerza de convicción. No se alteró y puso contra las cuerdas a la Sra. Rahola. 

La realización de debates debería ser una práctica habitual en las Facultades españolas. Especialmente en las de Derecho (por no hablar de las de Periodismo) y por razones obvias. Si nuestros alumnos universitarios escriben poco – y se les corrigen los trabajos, aún menos – también hablan poco. No porque, como pretendiera algún economista y directivo futbolístico, los profesores españoles sólo aceptemos la sumisión acrítica a nuestros sermones, sino porque son muchos años de sentido del ridículo metidos en la formación escolar de los españoles. Y, estaremos todos de acuerdo que saber defender verbalmente una posición forma parte esencial de las cualidades de un buen abogado, se dedique o no al pleito para ganarse la vida.

sábado, 26 de mayo de 2018

Ser nacionalista (del Estado-nación) es de izquierdas. O, al revés: los Estados-nación han sido el vehículo de la solidaridad

HIM19714

Un recado para los izquierdistas de todos los partidos que se muestran muy preocupados por el renacimiento del nacionalismo español. Esto dice Noam Gidron en Vox
Aunque muchos dan por sentado que hay una contradicción inherente entre el nacionalismo y la izquierda política, tal no existe ni histórica ni filosóficamente. A lo largo del siglo XX, los progresistas tuvieron más éxito en la movilización por la justicia social cuando hablaban en nombre de la solidaridad nacional en lugar de centrarse exclusivamente en los intereses de clase o en nociones abstractas de justicia. Los izquierdistas a menudo citan el adagio de que el patriotismo es el último recurso del sinvergüenza, y con razón. Pero también es importante recordar que las instituciones igualitarias que apreciamos se sostienen gracias a un profundo sentido de compromiso nacional 
…al renunciar a hacer llamamientos a la solidaridad nacional, la izquierda ha olvidado el argumento político básico que tan útil le fue en el pasado: que de los lazos que unen a nuestras comunidades nacionales emerge un profundo compromiso con el bienestar, el bienestar, y la estima social de nuestros conciudadanos lo que responde a una intuición moral básica : tenemos obligaciones profundas y amplias para con aquellos que consideramos nuestros, basados ​​en un sentido compartido de participación en una comunidad del destino, o más simplemente, con base en nuestra identidad nacional compartida.
Tras explicar que la izquierda tiene poco que ganar de la apelación al sentimiento humanitario universal (Adam Smith sigue mandando en nuestras intuiciones morales) o en apelar a la lucha de clases entre los ciudadanos de una misma nación, tiene mucho más que ganar apelando a la solidaridad entre todos los miembros de la nación-Estado. Las grandes transformaciones sociales puestas en marcha por los socialdemócratas suecos, los laboristas británicos o los progresivos norteamericanos en el siglo XX se hicieron apelando al “pueblo” sueco, británico o norteamericano, esto es, a la nación. Y las políticas socialdemócratas reforzaron la solidaridad nacional. La solidaridad nacional es la más transversal de las apelaciones ya que alcanza a toda la ciudadanía. Hay, pues, un nacionalismo progresista
el sociólogo de Harvard Bart Bonikowski descubrió que una interpretación progresiva del nacionalismo es más frecuente de lo que muchos imaginan. En contraste con el enfoque común de considerar a las personas como más o menos nacionalistas , Bonikowski distingue entre diferentes tipos de identidades nacionales. Al analizar los datos recopilados en 34 países (incluido EE. UU.), Demuestra que alrededor de la mitad de la población en muchos países occidentales se ajusta a lo que él llama el tipo "nacional liberal". 
Este grupo se caracteriza por un fuerte orgullo nacional y una visión inclusiva de la comunidad nacional. Este grupo expresa un alto grado de orgullo en el Estado-nación (expresado en devoción a instituciones nacionales que van desde equipos deportivos hasta cuerpos democráticos), y percibe que ser miembro de la comunidad nacional se basa en un sentimiento subjetivo de pertenencia. Tal perspectiva abre la puerta para la integración exitosa de las minorías… Un llamamiento progresista a la solidaridad nacional debe verse como una exhortación a renovar nuestras obligaciones morales hacia los demás dentro de nuestra comunidad nacional, no como un llamamiento a la  xenofobia.

Noam Gidron, The left shouldn’t fear nationalism. It should embrace it. Vox 2018


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