Dice la periodista de El Confidencial:
Urge reivindicar que las empresas y los cargos públicos estén en manos de las personas más capaces. ¿No es sospechoso que siendo solo la mitad de la población haya sectores en los que el 90% del poder siga en manos exclusivamente masculinas? ¿De verdad han sido los más capaces los que han prosperado? Venga ya, que llevamos un cuarto de siglo XXI. ¿No tendrá algo que ver que sean hombres con que hayan logrado el cargo?.. Cuando en un sector el 90% de los altos cargos, cuando no el 100%, está invariablemente en manos de los hombres, lo que deberíamos cuestionarnos es hasta qué punto no estará influyendo su género en el puesto que ocupa. Una cuota de poder tan alejada del equilibrio real no puede explicarse solo en nombre del talento. Será, en el mejor de los casos, de la inercia. Y en el peor, del machismo.
Sería sospechoso si no estuviéramos acostumbrados a ver por todas partes la especialización y la división del trabajo. Sería sospechoso si no estuviéramos acostumbrados a que en todas las farmacias nos atienda una mujer. A que sea una mujer la que nos recibe cuando vamos al médico o cuando vamos al colegio de nuestro hijo a preguntar por su rendimiento escolar ¿no es sospechoso que siendo la mitad de la población haya sectores en los que el 90 % del poder siga en manos exclusivamente femeninas? podríamos preguntarnos igualmente. ¿Por qué el 70 % de las plazas de las facultades de medicina están en manos de mujeres? ¿Por qué no hay más chicas en STEM?
Lo que no quiere entender la periodista es que, cuando se seleccionan personas para ocupar altos cargos, en función del mérito y la capacidad, - en eso estamos de acuerdo, al parecer - el pool del que pueden extraerse buenos candidatos no es el de la población general (donde, efectivamente, las mujeres son el 55 %) sino el de los que reúnen unas condiciones muy específicas (en el caso de la presidencia del CGPJ, la condición de magistrado del Tribunal Supremo. Hay unos 90 magistrados del Tribunal Supremo. Pues bien, si resulta que de los 90 candidatos posibles, 80 son hombres, es difícil que alguna de esas 10 mujeres tenga más mérito y capacidad que los 80 hombres. Y, efectivamente, de todos los candidatos presentados para presidente del CGPJ, el de mayor mérito y capacidad era, sin duda, Pablo Lucas. Pero se ha sacrificado el mérito y la capacidad en aras de que sea una mujer. Isabel Perelló presidenta del CGPJ, que lo es, no porque fuera el candidato de mayor mérito y capacidad entre los posibles candidatos, sino porque es mujer.
En el caso del gobernador del Banco de España, sin embargo, basta con ser un economista (o jurista, Lagarde es abogada) reputado, con lo que el pool de candidatos aceptables es mucho más grande. Sería lógico que, para cambiar las cosas, Sánchez el feminista hubiera ampliado la búsqueda de candidatos aceptables en el caso del Banco de España y hubiera incluido mujeres entre las posibles gobernadoras. Si me preguntaran, sería capaz de dar una lista de 10 mujeres que tienen la misma capacidad o más que Escrivá para ser gobernadoras del Banco de España. Pero las feministas 2.0 no han puesto el grito en el cielo porque Sánchez el feminista haya nombrado a un varón muy agresivo, de masculinidad tóxica para el puesto de gobernador del Banco de España. Y, sin embargo, lo han hecho ante la mera posibilidad de que no fuera una mujer la que presidiera el CGPJ y el Tribunal Supremo.
Esta estrategia de las feministas 2.0 es errónea. Sacrifica el mérito y la capacidad y permite el ascenso de las mujeres mediocres sin hacer nada por las mujeres que, por tener más mérito y capacidad que sus rivales varones, merecerían ocupar los puestos correspondientes.
Una estrategia más sensata (menos divisiva socialmente) y productiva (para reducir la cultura patriarcal) pasa por alterar las reglas de selección de los altos cargos. Eliminar el requisito de ser magistrado del Tribunal Supremo para el cargo de presidente del CGPJ no es posible porque el presidente del CGPJ es, a la vez presidente del Tribunal Supremo. Ergo, en tanto no haya muchas más mujeres en el Tribunal Supremo, el criterio de mérito y capacidad favorecerá la designación de un hombre para presidente del Tribunal Supremo. Pero en el resto de los altos cargos, esta limitación del pool de candidatos no existe. ¿Por qué hay pocas mujeres en esos altos cargos? Hay algunas explicaciones obvias que aburre volver a contar (incorporación masiva de la mujer al trabajo sólo hace 50 años, concepciones culturales sobre el papel de la mujer y del hombre en la empresa - patriarcado -, invisibilidad de los candidatos mujeres, diferencias psicológicas entre hombres y mujeres - competitividad -, preferencias de hombres y mujeres...). Lo que observamos, sin embargo, es que en los países más prósperos e igualitarios, la segregación por sexos en las diferentes actividades económicas y profesionales no solo no se reduce sino que se refuerza.
La cuestión que preocupa a las feministas 2.0 no es que las mujeres sufran barreras en el acceso a cualquier actividad, posición, etc que quieran desempeñar. Lo que preocupa a las feministas 2.0 es que los altos cargos no estén repartidos al 50 % (como les preocupa que los futbolistas ganen mucho más que las futbolistas o que los tenistas ganen más que las tenistas: el feminismo 2.0 quiere la igualdad de resultados, no la igualdad de oportunidades, eso es cosa del feminismo 1.0). Y, una vez más: eso no es deseable y sólo puede lograrse a costa del mérito y la capacidad. Lo que es deseable es reducir la diferencia entre altos cargos ocupados por hombres y por mujeres asegurando que las mujeres que tienen mérito y capacidad para ocuparlos participan en el proceso de selección (amén de diseñar el proceso de selección para que los que toman las decisiones no incurran en sesgos a favor de uno u otro sexo).
Ocurre con esto como con las oposiciones a juez. Los progresistas dicen que la judicatura es una carrera para privilegiados. Es mentira, pero el problema de por qué no hay más jueces de orígenes humildes (ahora que la mayoría son mujeres, el problema no es que haya pocos hombres, es que no hay pobres) no está en la oposición. Está en que los niños y niñas de orígenes humildes no llegan a la universidad. Del mismo modo, el problema de por qué no hay más mujeres en los altos cargos lo causa que las mujeres no llegan a los procesos de selección. Por tanto, lo que hay que cambiar es el sistema de selección. Si Sánchez fuera el feminista que pretende ser, habría encargado a un head hunter la búsqueda de un candidato a gobernador del Banco de España indicándole expresamente que buscara también mujeres (e incluso, ¡que buscara a extranjeros!). Porque las mujeres, en promedio, son menos competitivas que los hombres, de manera que no se ofrecen tan solícitamente como los hombres para ocupar un puesto. O sea, en promedio, los hombres se ofrecen mientras que a las mujeres hay que pedirles que se presenten a los puestos en los que hay mucha exposición pública.
Pero da todo igual. Nadie cambia nunca de opinión.