Cuenta Arcadi Espada que Jane Birkin confesó en su diario que no le gustaba follar, sólo sentirse deseada. A las mujeres no les gusta follar, ni de lejos, tanto como a los hombres. Tras la Revolución sexual, los hombres son más felices - follan más - y las mujeres más infelices por la misma razón - tienen que follar más (de lo que querrían) para sentirse deseadas. Cada vez habrá menos niños, más adultas solteras y adultos solteros. Más ocio rellenado por los inventos de solteros incapaces de seducir a las mujeres, mujeres que trabajarán lo necesario para mantener a los hombres, adultos e infantes, pero no más porque a las mujeres les gusta trabajar lo justo para disfrutar de su vida íntima. Las peores (las más inestables emocionalmente) de las mujeres triunfarán en la política y las instituciones. Los peores de los hombres las acompañarán en el desempeño de esas tareas, eso sí, debidamente subordinados. Los homosexuales masculinos seguirán follando tanto como los heterosexuales, pero no más, como ocurría en el pasado. Las lesbianas follarán tanto como los hombres. Las mejores de las mujeres seguirán teniendo niños y los mejores de los hombres conseguirán a las mejores de las mujeres.
El crecimiento económico se extinguirá. Los niños heterosexuales se dedicarán al fútbol y las niñas heterosexuales a leer novelas (en Tik-Tok). Las innovaciones, la Ciencia y la tecnología se ralentizarán. Dejaremos de jugar juegos de suma positiva y las relaciones sociales serán juegos de suma cero o, peor, negativa. Los españoles viviremos como los italianos. Tendremos lo suficiente para vivir pero la vida no mejorará para los occidentales. Sólo para los africanos, pero sólo porque no pueden estar peor.
Ese es el mundo feliz del feminismo hegemónico 'realmente existente'. Porque los valores del machismo dominante hasta la Revolución Sexual incluían algunos muy propicios para el desarrollo económico y la innovación: la asunción de riesgos, la pasión por la tecnología, la ingeniería y la búsqueda de la verdad y la presencia de más varones en los extremos del rango de distribución de la 'genialidad'.
La lógica de ese mundo (in)feliz es la del triunfo de la inercia sobre la competencia. Pero las cosas serán peores, como en Argentina, porque un mundo dominado por la inercia no es el final del proceso. Al final del proceso, triunfa la fuerza de la gravedad sobre la inercia.
Estos tres conceptos (competencia, inercia, gravedad) son importantes para entender la evolución de España en los años que van desde la crisis de 2007 hasta hoy. Argentina se encuentra en la situación en la que la fuerza de la gravedad está a punto de explicar la evolución económica del país venciendo, finalmente, a la inercia. España pasó de contar con un sistema donde la fuerza dominante era la de la competencia a uno en el que predomina la inercia y nos dirigimos peligrosamente al mundo en el que la fuerza dominante será la de la gravedad.
Esa evolución se ha producido, básicamente porque en España, la asignación de los recursos nunca ha sido eficiente en la medida en que no se ha permitido al mercado - a la competencia - cumplir esta, su principal función. En los últimos veinte años, sin embargo, es probable que las cosas hayan ido a mucho peor. El Estado - especialmente en los países del Sur de Europa - dirige la asignación de los recursos cada vez en mayor medida ¡a pesar de que la política monetaria la llevan en Frankfurt! El uso de la deuda y la provisión de subvenciones y garantías por parte del Estado para decidir en qué se invierte el capital y en qué se gasta el dinero de las familias más toda la locura de la 'transición climática' y el envejecimiento de la población (que multiplica el coste de las pensiones) están llevando a un arrinconamiento progresivo del mercado en la toma de decisiones de inversión y, por tanto, de asignación del capital a unas u otras inversiones. ¿De verdad alguien cree que Teresa Ribera o Yolanda Díaz pueden asignar los recursos mejor que el mercado? En España es especialmente grave porque, incluso cuando crecíamos al 4 % anual, los estudios indicaban que los recursos, dirigidos directa o indirectamente por el Estado, se asignaban muy ineficientemente (a empresas menos productivas). Pero la ineficiente asignación de los recursos no se ha producido sólo en la Economía. En España ha empeorado notablemente en la política y, singularmente, en lo que se llama la 'alta dirección pública'. Por poner un solo ejemplo: apenas 2 de los 11 magistrados del Tribunal Constitucional tienen los conocimientos, la formación y la experiencia necesarios para ocupar el cargo que ocupan.
Y como dicen Banerjee y Duflo: la competencia es el principal contrincante de la inercia. Sin competencia, la Economía se para. En Argentina han pasado a la fase en la que la inercia está a punto de ser vencida por la fuerza que rige la descomposición de una Economía: la fuerza de la gravedad.
La izquierda española - y los nacionalistas - no tienen capacidad para dinamizar la Economía española, para vencer a la inercia fomentando la competencia. No serían feministas de estricta observancia ni defensores de la transición climática 'justa' si pudieran y quisieran dinamizar la Economía. De manera que dirigen la conversación pública hacia los 'no-problemas' que dicen que tiene la sociedad española.
En 2017, España era uno de los cinco mejores países del mundo para vivir siendo mujer pero la política de los últimos cinco años se ha concentrado en medidas para resolver la 'tragedia' que supone que España fuera el país del mundo que tiene menos violencia íntima en las parejas y un número de femicidios casi insignificante en términos relativos.
España es uno de los países más descentralizados del mundo pero nos hemos pasado los cinco últimos años hablando del 'encaje' de Cataluña, de si los nacionalistas vascos son fascistas-terroristas o solo fascistas y, por tanto, tienen derecho a gobernar España, o de cómo evitar que los fascistas-nacionalistas catalanes intenten otro golpe de Estado sin tener que meterlos en la cárcel por ello porque meterlos en la cárcel deterioraría la convivencia y haría imposible el encaje. Entretanto, ni la Educación, ni el Desempleo han merecido semejante atención a pesar de que somos el peor país de Europa Occidental en desempeño en ambos ámbitos de la vida social.
Si la atención del público es un recurso escaso y valioso (porque la conversación pública influye en las políticas públicas y singularmente en la política económica y jurídica), ¿pueden imaginar una peor asignación de ese recurso de la atención del público que la realizada por nuestra Política en el último quinquenio?
Hay un momento en que nos hemos alejado tanto del cambio de rasante que la fuerza de la gravedad se hace invencible y, como no somos Sísifo y no estamos condenados, la gente se rinde y deja que la segunda ley de la termodinámica prevalezca fatalmente.