viernes, 18 de julio de 2014

El comercio particular de los empleados en las Compañías de las Indias Orientales


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¿En qué momento los costes de agencia alcanzan tal magnitud y grado de tolerancia por parte de los principales como para afirmar que los agentes se han convertido en principales?

Imaginemos una sociedad anónima cuyos accionistas son centenares o centenares de miles y cuya gestión se encarga a un administrador único que obtiene beneficios particulares de su posición utilizando los activos sociales para desarrollar la actividad de la compañía por su propia cuenta. Por ejemplo, una compañía que se dedica al comercio internacional y que dispone de su propia flota de barcos en la que su administrador utiliza dicha flota para transportar sus propias mercancías junto a las de la compañía. Si los accionistas no tienen forma de controlar este aprovechamiento particular de los activos sociales por parte del administrador y lo toleran durante largo tiempo hasta el punto de que abandona – la compañía – la realización de las actividades que constituyen el objeto de las que realiza el administrador, podríamos concluir que el administrador ha dejado de ser un agente y se ha convertido, junto con los accionistas, en un titular residual de lo generado por los activos sociales ya que retiene, de dicha explotación, no ya su salario, sino una parte de los beneficios que dicha explotación genera.

En términos constitucionales, diríamos que se ha producido una “mutación” en la relación agentes-principales y que la “nueva” organización es una sociedad anónima en la que el derecho a las ganancias que generen los activos adquiridos con la aportación de capital no pertenece exclusivamente a los que aportaron el capital, sino a los que aportan otros recursos (el trabajo) que no articulan su relación con la compañía exclusivamente a través de un contrato de trabajo sino a través de un contrato “involuntario” al principio por el que se convierten en consocios de los accionistas. Una vez que los accionistas se dan por vencidos y consienten la apropiación particular por parte de los agentes de una parte de los beneficios sociales, se produce una mutación del contrato y los accionistas comparten la posición de titulares residuales con los administradores.


Un ejemplo histórico de tal mutación es el de las Compañías de las Indias Orientales inglesa (EIC) y holandesa (VOC). En ambas, los accionistas europeos sufrieron elevadísimos costes de agencia de sus empleados desplazados a Asia y que dirigían las factorías en Indonesia, India y a lo largo de la ruta a través del Cabo de Buena Esperanza. En ambos casos, los empleados de la compañía se dedicaron a comerciar por su cuenta en Asia utilizando los barcos y los medios de la Compañía. En ambos casos, las metrópolis intentaron controlar estos costes de agencia y en ambos casos fracasaron. La vida de estos empleados era muy dura (la mortalidad era muy elevada) y algunos de ellos acabaron siendo riquísimos exportando enormes cantidades de dinero a Europa, producto de su comercio particular en Asia. En ambos casos, también, los consejos de administración de la VOC y de la EIC se rindieron abandonando incluso el comercio intraasiático. Esta evolución era, en algún sentido, natural porque históricamente, los capitanes de los barcos dedicados al comercio participaban de las ganancias de la aventura marítima. Y tal cosa había ocurrido desde la Edad Media a través de la commenda y el condominio naval.


La organización interna de la EIC


El mayor problema para los accionistas de la East India Company, era que los empleados de la compañía destinados en Asia, utilizaban los barcos y medios de aquélla para hacer comercio por su cuenta (private trade), lo que podían justificar con relativa facilidad afirmando que no habían podido pillar un buen viento para dirigirse a Inglaterra. Tan era un problema que, según cuenta Philip Mirowski, "tanto los contemporáneos como los historiadores actuales conciben las acciones de la EIC, primariamente, como inversión especulativa, debido a la dependencia de su cotización de imponderables como el estado de la política india y la fuerza relativa de los intrusos en el comercio".

Con el paso del tiempo, la EIC decidió abandonar el comercio intra-asiático y concentrarse en el comercio entre Asia y Europa, probablemente, porque era incapaz de controlar lo que hacían sus agentes en Asia desde Londres. La posibilidad de comerciar por su cuenta se convirtió así en parte de la remuneración de los agentes, un acicate poderosísimo para aprovechar la superioridad militar de la EIC para explotar a las poblaciones asiáticas. En trabajos recientes se ha producido una revisión del private trade según la cual, el private trade era una forma de organizar una empresa “descentralizando” la toma de decisiones en beneficio de los empleados desplazados desde la metrópoli a la zona en la que tenía lugar el comercio que realizaban por cuenta de la organización: “la EIC, durante el período de private trading es un ejemplo temprano de una empresa descentralizada”

Concebir a la East India Company como un simple monopolio y al private trade como una expresión de libre comercio es erróneo. La EIC proporcionaba la infraestructura básica y la capacidad de coordinación de la que habrían carecido los comerciantes si hubieran actuado independientemente. Los empleados de la Compañía que comerciaban por su cuenta utilizando la infraestructura de la Compañía aprovecharon oportunidades de negocio que no se hubieran explotado por la propia Compañía y estimularon la creación de redes informales que permitieron el intercambio informal de información dentro de una organización jerárquica…
Es este un problema que no habrían tenido si el comercio con Asia se hubiera organizado por Inglaterra y Holanda como se organizó por España en relación con las colonias americanas. Continúa la autora que la posibilidad del private trade incentivó a los empleados de la EIC a permanecer más tiempo en Asia y a crear una red intra-asiática de comercio y, en esta medida, el private trade debe verse, no como un coste de agencia de los accionistas de la EIC sobre sus empleados, sino como una forma de organización de una empresa en la que (diríamos nosotros) los accionistas no son los únicos titulares residuales sino que comparten el “residuo” con los empleados de la misma que devienen así, en cierta medida, propietarios de la compañía.

Y que ese reparto de los beneficios de la empresa entre accionistas y empleados permitiendo a éstos utilizar la infraestructura de la compañía para comerciar por su cuenta favoreció el éxito de la compañía en el largo plazo. Y concluye que “esta capacidad de innovar se apoyaba en la disposición de los comerciantes asiáticos a comerciar no sólo con la compañía sino también con sus empleados (y, en esa medida), el éxito comercial de la compañía en el largo plazo dependía de la existencia de sociedades abiertas en el Este”, o sea, de que no se enfrentaran dos compañías entre sí ambas con pretensiones de convertirse en monopolista sino que buena parte del comercio de la EIC se hacía en régimen de competencia.

¿Cómo influyó el private trade en la conversión de la EIC de una compañía mercantil en un Soberano?. Los autores que lo han estudiado indican que “en 1680, la EIC abandonó el comercio entre puertos asiáticos (concentrándose en el comercio India-Gran Bretaña); en 1764, EIC era la potencia comercial más importante del comercio en Asia pasando rápidamente a convertirse en un poder colonial (en un Soberano), de modo que el período crítico para entender el desarrollo comercial de un mercado globalizado es el que va de 1680 a 1764… el número de atraques en puertos (active ports jumps) se incrementa de forma aguda en 1680 y permanece en niveles altos a lo largo del siglo XVIII para declinar también de forma pronunciada en épocas posteriores. Después de 1760, más barcos viajaban a menos puertos una vez que la EIC consiguió controlar las actividades de sus capitanes”.

El private trade se conoció, inicialmente, como “country trade” y era una forma de incrementar los – magros – beneficios, en términos de riesgo, del comercio intercontinental y, sobre todo, limitar el volumen de plata que se exportaba desde Inglaterra. Los bienes producidos por Inglaterra u Holanda en la época – lana – no eran interesantes para los mercados asiáticos. De manera que, para aumentar los beneficios, la EIC y la VOC, como veremos, compraban y vendían productos asiáticos entre las distintas partes de Asia. Así, por ejemplo, “textiles de algodón comprados en Surat se vendían en Batavia y, con esos fondos extra se compraba pimienta que fue el objeto central de comercio transoceánico en el siglo XVII”. Pero, al mismo tiempo, este comercio intraasiático incrementaba la inestabilidad del comercio con Inglaterra (demasiada pimienta, por ejemplo), de manera que la EIC se fue retirando de dicho comercio en la segunda mitad del siglo XVII, retirada que fue aprovechada por los capitanes de la EIC para hacerlo por su cuenta con los medios de la compañía. Había una oportunidad de negocio para los occidentales porque la red preexistente entre los puertos asiáticos se había debilitado (en buena medida porque los chinos se retiraron del comercio exterior), oportunidad aprovechada por los private traders y que condujo a conectar Indonesia, India y China con los puertos del Medio Oriente. La conversión de la EIC en un Soberano colonial, a partir de la victoria de Plassey que hemos expuesto, marcó el declive del private trade. Los capitanes de la EIC se encontraban cada vez más con competidores y los puertos eran ya propiedad de la EIC. Por tanto, se concluye por estos autores que los private traders redujeron los efectos negativos del monopolio y contribuyeron a crear una red en Asia incrementando los intercambios comerciales entre las tres grandes zonas citadas.

¿Cómo sabemos cuando un capitán comerciaba por su cuenta? 


Los autores utilizan las rutas seguidas por los barcos de la compañía: “cuando los barcos iban de un puerto asiático a otro, o bien lo hacían porque los capitanes estaban comerciando por su cuenta, o bien – legítimamente – para cargar productos que dirigir a Inglaterra”. Pero, dado que había que aprovechar “la temporada” para cruzar el cabo de buena esperanza, si un barco “volvía para atrás”, esto tornaba a un puerto asiático en el que ya había estado, tenemos una indicación potente de que lo hacía porque el capitán estaba comerciando por su cuenta. Si se compara la densidad de las rutas con y sin private trade la imagen es chocante, lo que indica que, efectivamente, el comercio privado de los capitanes redujo significativamente los costes del monopolio de la EIC pero, de forma coherente con la eficiente instauración del monopolio en primer lugar (sin derechos monopolísticos no se hubieran realizado las infraestructuras correspondientes), el private trade no hubiera sido posible sin la infraestructura de la EIC.

Explicar el éxito de la EIC frente a la VOC o a los franceses no resulta difícil. Los holandeses vencieron militarmente a los portugueses y se concentraron en el comercio de especias. El comercio de especias declinó en valor económico en Europa en el siglo XVIII mientras que la importancia económica de los productos textiles y del té aumentaron extraordinariamente, sectores en los que se concentró la EIC.

El caso de la VOC

En relación con el private trade en el caso de la VOC, Julia Adams da una explicación muy sugerente: la centralización del comercio de la VOC en Asia en Batavia – actual Indonesia – permitió a los “Diecisiete Señores” – los administradores de la VOC en Amsterdam – controlar el private trade de sus empleados en mayor medida que la EIC durante el siglo XVII. Los empleados de la VOC tenían que trasladar a Europa las ganancias de su comercio paralelo a través de las flotas de la VOC que partían de Batavia y, para poder meter en los barcos sus productos, debían contar con la colusión de empleados de la compañía tanto en Asia como en el trayecto como en Holanda al llegar allí la mercancía. La EIC no tenía una sede central en Asia sino que tenía diversas factorías que dependían directamente de la metrópoli, de manera que los empleados de la EIC tenían más posibilidades de llevar a cabo el private trade porque los costes de control por parte de Londres de cada una de las factorías era mayor. Una vez que la EIC se reforzó, a finales del siglo XVII y, sobre todo, durante el siglo XVIII, los empleados de la VOC podían encauzar su private trade a través de la propia EIC reduciendo la eficacia del control de los administradores de la VOC sobre su actividad.  “Llevar los beneficios del private trade a Europa devino más fácil para los empleados de la VOC porque podían convertir sus ganancias en dinero y trasladarlas a los bancos en la metrópoli utilizando los barcos, no solo de la VOC, sino también de la EIC”.

El private trade holandés debió de ser notable:
“Desde Indonesia, los comerciantes de la VOC transportaban especias y bienes a la India, Japón, Persia y, a veces, a China. Como en Asia había una escasa demanda por las mercancías europeas en el siglo XVII, los holandeses debían entregar a los asiáticos plata en forma de lingotes o de monedas. Asi, por ejemplo, en China, los holandeses compraban seda que se enviaba a Japón a cambio de oro y cobre que luego se cambiaba por tejidos de la India”.
Los holandeses consiguieron, no solo el monopolio de las especias (empleando la brutalidad descrita por Adam Smith) sino que controlaron el comercio intra-asiático en el siglo XVII. Y los empleados de la VOC se aprovecharon tanto como sus colegas ingleses de los medios de la compañía. Se narra, por ejemplo que reducían la ley de la plata que recibían de Europa para comerciar o que se quedaban con parte de las mercancías que se almacenaban en Batavia para trasladarlas a Europa y cobraban comisiones a los proveedores locales. No solo Clive se hizo multimillonario. “Gerard Demmer, por ejemplo, cuyo salario era de 350 florines al mes, envió 165.000 florines a Holanda en 1652 y 57.000 en 1654”.

El límite a lo que podían robar los empleados de la VOC venía determinado por las posibilidades de trasladar su “botín” a Europa. Se desarrolló un sistema de pagos internacional ilícito. “Los empleados que desearan transferir grandes cantidades de fondos a Holanda lo podían hacer legalmente depositando el dinero en la caja de la VOC en Batavia, Ceilán y Ciudad del Cabo emitiendo, a continuación, letras de cambio sobre esos depósitos que se enviaban a Europa. Esas letras se cobraban por parientes o agentes de los empleados en Amsterdam”. Este procedimiento permitía a la administración central de la VOC cierto control ya que podían determinar cuánto beneficio particular estaban extrayendo sus empleados a partir de la comprobación de las cantidades por las que se emitían las letras, limitando la cantidad de dinero que Batavia podía aceptar en depósito y sobre la que se emitieran letras. Aunque las limitaciones no sirvieron de mucho, limitaron la apropiación: “es decir, lo que podría considerarse como corrupción o free riding sobre los activos de la Compañía también podría entenderse como acordado”. Un acuerdo tácito según el cual, la VOC permitía a los empleados apoderarse de una parte de los bienes de la Compañía siempre que no se sobrepasasen ciertos límites.

Lo más interesante del planteamiento de Adams es que la distinta estructura organizativa de la EIC – sin una “sede central” en Asia – y la VOC – con una “sede central” en Batavia – determinó la medida en que los empleados podían realizar comercio particular con los activos de la compañía. Por otro lado, los empleados de la VOC acabaron estando interesados en favorecer los intereses de la EIC a costa de su propio patrón porque, a través de ella, podían eludir los controles de sus principales en la apropiación de los activos de la compañía.


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La primera parte de esta entrada está basada en Emily Erikson/Peter Bearman Routes into Networks: The Structure of English Trade in the East Indies, 1601-1833 y la segunda y los dos gráficos son de Julia Adams, Principals and Agents, Colonialists and Company Men: The Decay of Colonial Control in the Dutch East Indies , American Sociological Review, Vol. 61, No. 1 (Feb., 1996), pp. 12-28

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