Este artículo del New Yorker resume los estudios al respecto. Parece evidente que, en el ordenador, leemos más rápido, con menos atención, con más interrupciones y entendemos menos lo que leemos. Perdemos la capacidad de “leer profundamente”. Otros estudios indican que el problema está en el autocontrol. Se necesitan cualidades diferentes para leer con provecho en papel y hacerlo en internet.
Tal vez la decadencia de la lectura profunda no se debe a la atrofia de las habilidades lectoras, sino a la necesidad de desarrollar un tipo muy diferente de habilidad: la de aprender a centrar la atención. (Curiosamente, Cairo encontró que los que juegan son, a menudo, mejores lectores en internet… se encuentran más cómodos en el medio y son más capaces de concentrarse en la tarea).
En un estudio que comparó la comprensión digital y la de un texto impreso de un texto corto no literario, Rakefet Ackerman y Morris Goldsmith encontraron que estudiantes sacaron semejantes resultados en un examen tipo test realizado tras la lectura del texto cuando se les dio un tiempo determinador para leer pero los resultados fueron mucho peores para los lectores digitales cuando podían organizarse autónomamente en cuanto al tiempo dedicado a la lectura. Estos autores sugieren que el déficit digital no es el resultado del medio en sí, sino más bien de una falta de autocontrol: no nos damos cuenta que comprender un texto digital requiere el mismo tiempo que la lectura de un libro ... no era la pantalla la que impide que extraigamos todo el sentido que logramos con una lectura profunda; es el atractivo de hacer otra cosa inmediatamente (multitasking) y la falta de capacidad para resistirnos a caer en la tentación de pasar a otra cosa de modo continuo”.
De acuerdo, pero ¿y qué?
Cuando empecé a escribir mi tesis doctoral, no existía el pdf. Todos los trabajos que tenía que leer estaban en voluminosas revistas (mayormente alemanas) que había que fotocopiar porque ni siquiera podía uno sacarlas de la biblioteca. Uno coleccionaba casi toneladas de papel de fotocopiadora. El mero hecho de fotocopiar creaba la ilusión de haberlo leído. Los trabajos eran casi todos sobre el mismo tema – el de la tesis – y, lógicamente, tenían un contenido original muy reducido. Apenas un par de páginas en el mejor de los casos contenían algo que mereciera la pena subrayar, anotar y reutilizar. Pero había que leerlos enteros por si se te escapaba algo importante. La solución consistía en leer mucho más rápido y “en diagonal”, volviendo para atrás en el caso necesario. No importaba, incluso, no haber pillado bien alguna idea de las del texto. Porque la probabilidad de volver a encontrar la misma idea o la misma información en el siguiente trabajo del mamotreto de fotocopias era elevada. Al final, encontrabas el trabajo que explicaba mejor la información o la idea correspondiente y subrayabas y resumías específicamente ese trabajo.
Internet empeora las cosas porque pone a tu disposición, de forma inmediata todos esos trabajos que dicen casi lo mismo, lo que incrementa las posibilidades de distracción. Pero si tenemos que comparar resultados, hay que determinar primero qué resultados son los que nos preocupan. Y, en mi caso, el resultado era la tesis doctoral. No determinar si había entendido correctamente el trabajo de Locher titulado Das Recht der Allgemeinen Geschäftsbedingugen, sino si mi trabajo era bueno.
Cuando leemos noticias en Internet o leemos entradas de blogs o artículos periodísticos o, incluso, artículos técnicos de nuestra materia, no necesitamos hacer una lectura profunda mas que en casos excepcionales en los que esa entrada o ese artículo será la fuente de información principal para lograr nuestro objetivo (escribir un paper para el colegio o la universidad, hacer una presentación a nuestros colegas o epatar a nuestros compañeros de tertulia con nuestra erudición). Y lo será, precisamente, porque el texto merece que le prestemos una atención profunda. El hecho de que las ideas estén fijadas en un texto no mejora, per se, la calidad de las ideas. Y es de tontos perder tiempo con textos mal escritos o que digan generalidades, lugares comunes o expliquen mal buenas ideas. No leemos profundamente el periódico. Un lector eficiente debe saltar rápidamente de esos textos y seguir buscando hasta encontrar el texto cuya lectura produce el placer – genético – que deriva de “escuchar” una buena historia o que consigue comunicarnos con precisión un buen argumento. La habilidad para descubrir los buenos textos va acompañada, normalmente, del deseo de captar el mensaje en su totalidad. No nos limitaremos a leerlo, sino que tomaremos notas y expresaremos la idea con nuestras propias palabras. Pero esa experiencia es excepcional. En general, leer en internet es una forma de pasar el rato. Y, como tal, mucho más productiva que ver la televisión o ir y volver del trabajo. ¿Por qué ha de preocuparnos la productividad de esas horas delante de la pantalla?
La productividad ha de preocuparnos cuando estamos haciendo un informe o una demanda y tenemos que asimilar un buen volumen de información para poder redactar. Pero en tales ocasiones, los individuos no se limitan a ir viendo pantalla tras pantalla en internet. Imprimen cosas, otras las guardan en formato pdf, y recortan párrafos que acumulan en un documento de word sobre el que escribirán su texto. En estas tareas, los textos impresos no son un rival de internet. Internet nos permite acceder a toda la información disponible, especialmente, las discusiones acerca de cualquiera de los puntos que sean objeto de tratamiento y hacerlo en el momento en el que estamos interesados.
En definitiva, el que está redactando un texto no está interesado en haber “leído profundamente” sus fuentes de información. Está interesado en leer en detalle sólo aquellos textos realmente buenos. Si no es capaz de entender un argumento, de ver sus puntos débiles y sus fortalezas, el problema es de falta de capacidad analítica, de síntesis y capacidad crítica en general. Pero esas habilidades no dependen, supongo, del formato de lectura.
Si hablamos de leer novelas, entonces estamos en otro terreno. Leer novelas es algo que se hace por placer (salvo que seas filólogo o historiador de la literatura). Y, parece, leer novelas nos hace mejores personas, más simpáticas. Pero si te lo pasas bien leyendo una novela, maximizarás ese placer eligiendo el formato de lectura que más te plazca. Y harás trade-offs entre la comodidad de disponer del texto en cualquier sitio y la mayor extracción de placer que se deriva – al parecer – de leer un texto impreso. Y habrá novelas que es preferible leer en un e-book reader (los best-sellers, probablemente) y otras que generan una experiencia preferible cuando se leen en papel como es mejor leerlas en tu propia lengua o con un formato de página más espaciado o fuentes más grandes.
En fin, que no creo que haya que preocuparse. Leer en internet no nos vuelve idiotas aunque, probablemente, no es la mejor manera de leer Guerra y Paz. El problema es otro: Internet es el paraíso de los que buscan entretenimiento y nos distrae del cumplimiento de nuestras obligaciones.
2 comentarios:
Profesor:
Se publicó un libro hace un par de años que hace referencia al mismo tema, lo interesante es que el autor escribió el libro para gente que ya está acostumbrada a leer en internet y que (como el mismo autor dice) le costaría leer La guerra y la paz.
Aquí una entrevista al autor en relación a la publicación del libro http://www.abc.es/20110301/medios-redes/abci-nicholas-carr-201102281759.html (la cual por supuesto googlié)
Saludos,
Matías Aránguiz V.
Publicar un comentario