La última columna de John Kay repasa por qué los mercados libres generan bienestar deshaciendo un error frecuente que es el de creer que el gran valor del mercado es su carácter de mecanismo de coordinación de los individuos que participan en él. Dice que eso lo puede hacer un gran ordenador. En la línea de Hayek, resalta que lo valioso del mercado es su capacidad para revelar y acumular información en los precios de los productos que, estos sí, dirigen la conducta de los individuos.
Una segunda afirmación se refiere a que las economías de escala y las ventajas de la centralización de la toma de decisiones está, en consecuencia, sobrevalorada. Si los precios permiten la coordinación, seguramente pueden obtenerse las economías de escala sin necesidad de retirar el poder de decisión de los individuos para traspasarlo a un ente central.
Y concluye señalando que la codicia – como elemento del ser humano – está presente en todos los sistemas económicos. La economía de mercado transforma la codicia en un agente del bienestar colectivo al premiar las conductas que crean riqueza y reprimir las conductas de apropiación de la riqueza generada por otros. En la línea de la literatura institucionalista (Olson, North, Weingast…) pone los grupos de intereses particulares en el centro de la discusión sobre el mal funcionamiento de las sociedades capitalistas: de lo que hay que preocuparse es de la concentración de poder porque la concentración de poder genera rent seeking, esto es, que la energía de la gente se dedique a desarrollar conductas apropiatorias en lugar de conductas de generación de riqueza.
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