lunes, 28 de enero de 2019

Dios nos libre de los posmodernos: sociología normativa


 Lady Macbeth. Eleanor Fortescue-Brickdale.

Hace algunos años, Chris Blattman, un profesor de Columbia que estudia los problemas del desarrollo económico publicó una columna en el Washington Post en la que criticaba otra publicada en la muy prestigiosa revista The Lancet. Esta última venía a decir que el FMI tenía la culpa del ébola porque sus políticas de austeridad habían destrozado los sistemas sanitarios de países como Liberia o Sierra Leona y habían impedido a estos países hacer frente a la epidemia. Blattman les venía a decir que no tenían ni idea de la situación en esos países donde, aunque tengas dinero, no puedes conseguir que lleguen a los hospitales los medicamentos o el instrumental más sencillo. No hay puertos, no hay carreteras, no hay electricidad y, sobre todo, no hay personas al cargo de todo eso en quien se pueda confiar para que lo que tiene que llegar, llegue. Y la corrupción o la ausencia de Estado es de tal envergadura, que la influencia real del FMI sobre las políticas concretas es prácticamente nula. Cuando tienes cientos de asesinatos diarios y delincuencia rampante, tus prioridades son formar una policía y un sistema judicial que salve la vida a tus ciudadanos, de manera que ni siquiera políticos bienintencionados tienen incentivos para priorizar la construcción de un sistema sanitario de un nivel tal que garantice una respuesta eficaz frente a una epidemia como la del ébola. Citaba Blattman a un funcionario local: “La influencia del FMI en el desarrollo de nuestro sistema sanitario es la misma que la de The Lancet en la política monetaria de los bancos centrales”.

La columna de The Lancet estaba firmada por varios sociólogos y es un buen ejemplo de lo que hacen muchos académicos de Ciencias Sociales y Humanidades. Bajo una avalancha de datos o sin un solo dato, exponen una problema A, señalan otro hecho B y establecen una relación de causalidad entre A y B sin más miramientos. Les basta con que ambos grupos de hechos estén próximos en el espacio o en el tiempo para decir que unos han sido causados por los otros. Por ejemplo, los recortes presupuestarios y el aumento de la pobreza o la desigualdad. Los dos fenómenos se han dado simultáneamente pero es probable que el aumento de la pobreza se deba a que no hemos gastado más en asistencia social en los años en que ha aumentado el paro. O sea que, aunque no se hubieran hecho recortes en gasto sanitario y educativo, el nivel de desigualdad sería el mismo si se produjo un aumento del paro y los más pobres perdieron sus ingresos sin que el Estado les compensara mediante transferencias. El gran problema del Estado social español es precisamente ese: que el gasto público no reduce la desigualdad como debiera y ni siquiera es capaz de acabar con la pobreza. 

Los seres humanos tendemos genéticamente a establecer relaciones de causalidad entre fenómenos contiguos, pero la formación científica más básica debería eliminar ese sesgo. Como estos académicos se ocupan de cuestiones sociales o políticas que son muy complejas, la probabilidad de acertar en las relaciones de causalidad tiende a cero. Pero se lo ponen más difícil cuando acumulan las posibles causas al sesgo de la contigüidad le añaden el de personificar las causas y acumular las relaciones Y estos posmodernos lo tienen mucho más fácil cuando ni siquiera pretenden establecer una relación de causalidad. A menudo sólo quieren “filosofar” explicando fenómenos sociales que atribuyen a razones completamente implausibles y para las que, naturalmente, no aportan ningún dato empírico porque se trata de simples conjeturas. Lo malo es que ni siquiera como conjeturas resultan convincentes. Pero lo que une a todos estos artículos es la visión conspirativa del todo. Cada cosa que ocurre, ocurre porque alguna oligarquía hizo algo para que así ocurriera. Es el paraíso de la simplicidad.  El ingrediente omnipresente en este tipo de artículos es un lenguaje oscuro, lleno de palabras que se usan en un sentido distinto del común y metáforas a tutiplén.

El desastre acaece cuando estos posmodernos agarran el bolígrafo de escribir en el Boletín Oficial del Estado y dirigen la política jurídica en cualquier ámbito. Buena parte de las críticas a la "ideología de género" se fundan precisamente en que se han articulado cambios en el Código Penal sobre una base puramente ideológica (que la violencia contra las mujeres por parte de sus parejas o ex-parejas es producto de una ideología de dominación de la que estarían imbuidos los hombres y que les lleva a considerar inferiores a las mujeres por el hecho de serlo).

Desgraciadamente, la Ciencia no está en condiciones de establecer relaciones de causalidad en lo que a las sociedades humanas se refiere. No hay nada más complejo que una sociedad humana. Afortunadamente, la Ciencia está en condiciones de descartar la existencia de relaciones de causalidad. Pongámonos en manos de la Ciencia y no de los posmodernos cuando se trata de organizar la vida en común. 

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