Campobasso
Ogilvie ha publicado el que, parece, será el libro definitivo sobre los gremios (las asociaciones medievales y de la Edad Moderna de los productores o artesanos que monopolizaban su respectivo sector). De la posición de Ogilvie me he ocupado en esta entrada.
Koyama ha escrito una recensión de gran interés. Por ejemplo, lo tiene
- lo que dice sobre cómo los grupos de interés extraen rentas de la sociedad apoyándose en los prejuicios religiosos o culturales para generar barreras de entrada a posibles competidores, por ejemplo, cobrando una tarifa más elevada para entrar en el gremio al judío o al cristiano nuevo en comparación con la que se cargaba a los hijos de los miembros o lo que dice acerca de que la falta de capacidad para prestar servicios a la población de los Estados medievales y modernos
- lo que dice sobre la fortaleza de las instituciones corporativas como los gremios era inversamente proporcional a la capacidad estatal. Eran las corporaciones - religiosas, territoriales y gremiales - las que proveían a la población de servicios y regulaban la actividad económica, funciones que, en la Edad Contemporánea corresponderán al Estado. El rey, a menudo, era sólo un árbitro de las disputas entre corporaciones y se dedicaba sólo a la guerra y la paz y
- lo que dice que, en tal caso, habría que comparar la eficiencia de los gremios con la alternativa: la provisión de bienes públicos y de regulación por parte de un Estado tan débil como los medievales o modernos y no con los resultados económicos que se habrían obtenido si hubiera existido - en lugar de un régimen corporativo de actividad económica - "una economía de mercado abierta y competitiva". Esta reflexión conduce a sospechar que, en sus orígenes, los gremios pudieron mejorar el bienestar social ya que permitieron obtener los beneficios de una mejor transmisión del conocimiento y facilitaron la reducción de los costes de transacción pero, naturalmente, su fortalecimiento debió generar necesariamente unos enormes costes sociales en comparación con un régimen de libertad de entrada a los mercados monopolizados por los gremios. También cabe sospechar que los gremios fueron mucho más dañinos para el crecimiento económico que los consulados mercantiles.
En un momento dado, Koyama repasa la relación entre los gremios y la innovación:
Ogilvie identifica 243 casos en los que los gremios se opusieron a la innovación. Tal oposición aumenta a partir de 1500 y fue particularmente frecuente en la industria textil.
Pero los gremios no siempre se oponían. Según Ogilvie los gremios favorecían la innovación cuando ésta beneficiaba a los miembros del gremio y se oponían a ella cuando les perjudicaba. No parece muy sorprendente, pero la habilidad de Ogilvie está en demostrar si la oposición de los gremios a las innovaciones era beneficiosa (porque se oponían sólo a las innovaciones poco prácticas o "dañinas") o irrelevante (porque sólo se oponían a las innovaciones que ahorraban mano de obra). Así, "los gremios se oponían a las innovaciones que amenazaban los beneficios que los maestros de los gremios obtenían mediante la manipulación del mercado: desde el siglo XIII hasta el siglo XVIII, el gremio se opuso a la introducción de nuevos hornos con más aperturas porque habrían expandido la producción, amenazando los beneficios del cártel" (Ogilvie, 2019, p.465).
Pero la innovación puede producirse, no obstante, cuando los gremios no presentan una oposición unificada, cuando hay grupos organizados dentro de los gremios que pueden beneficiarse de la innovación o cuando los intereses de los diferentes gremios entran en conflicto, como en Venecia cuando se adopta un nuevo tinte negro porque el gremio de los tejedores de moaré lo apoya en contra de los deseos del gremio de los tintoreros (Ogilvie, 2019, p.467). En general, el relato de Ogilvie sugiere que hubo costes dinámicos considerables de las regulaciones impuestas por los gremios....
No hay comentarios:
Publicar un comentario