“Para Hobbes, esa certeza última es que, sean cualesquiera que sean nuestros intereses, hay uno que predomina sobre todos ellos y que todos compartimos: el deseo o impulso de autopreservación. Este es algo más que un interés o una <<preferencia>>, es la condición de posibilidad para tener preferencias. Y para acceder a este dato no basta el recurso a una explicación racional. Esta vendrá luego, una vez que hayamos despejado todas las dudas sobre el carácter imperativo de la primera ley de la naturaleza, la que nos conmina a buscar la paz. Y esto sólo puede conseguirse mediante una persuasión que apele directamente a las pasiones, en particular a la más primaria de ellas: el miedo. O sea, que todo el énfasis se pone en la representación del estado de naturaleza, que en sí mismo es una metáfora más y sirve casi como capítulo-bisagra entre la primera y la segunda parte del libro. Aquí es donde se contiene, a nuestro juicio, junto con la mayestática figura del Leviatán y todas las metáforas que lo acompañan, el principal rasgo <<retórico>> de Hobbes. Más que una instancia de decisión racional, como han afirmado algunos, su descripción parece destinada a hacer posible el que podamos guiarnos por la razón. en ningún otro lugar aparece la prosa de Hobbes con tanta fuerza persuasiva, que se combina, sin embargo, con una implacable cadena de razonamiento lógico. La retórica al servicio de la razón, desde luego. El hilo argumental funciona aquí, además, como verdadera computatio de razones que, in crescendo, hacen casi inexorable el unánime consentimiento final.
La condición de igualdad, la pareja exposición al riesgo de perder la vida, y la advertencia sobre los riesgos derivados del orgullo y la vanagloria, el vicio de los <<grandes>>, contribuye a afianzar el consenso resultante del cálculo. Todos nos sometemos por igual porque la amenaza nos afecta a todos: la habitual preeminencia social se diluye. En este sentido se podría decir que el miedo en el estado de naturaleza es ‘democrático’. O, como dice Leo Strauss cuando habla de la relación entre razón y pasiones, <<el miedo, o más exactamente, el miedo a la muerte, es la fuerza que hace a los hombres clarividentes (clear-sighted) y la vanidad es la fuerza que los ciega>> Aparte del cambio de estilo con sus anteriores descripciones del estado de naturaleza, la principal novedad que va a introducir Hobbes en el Leviatán es el suplir la <<renuncia de derechos>> y su transferencia al soberano… a favor del concepto de <<autorización>>. En realidad, no cambia la posterior relación de los súbditos con respecto al gobernante, no les dota de nuevos derechos. Pero en los simbólico es importante, les otorga mayor <<unidad>>, el Leviatán se convierte en nuestro <<agente>> – el agente de todos – y sus decisiones pueden entenderse como propias por parte de los representados; el <<principal>> somos todos nosotros. De nuevo nos encontraríamos así con su reiterado énfasis sobre lo que nos unifica y sobre las razones que hacen imperativa la preservación de dicha unidad.
Fernando Vallespín, Política y Verdad en el Leviatán de Thomas Hobbes, Madrid 2019, pp 93-95
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