Jessica BackhausEl registro de las
transacciones, frecuentemente por un tercero o con la intervención de un
tercero facilita la prueba de los extremos pactados y evita
pleitos cuando los intercambios adquieren carácter obligatorio (cumplimiento
aplazado). Pero llevar la contabilidad que permita reflejar la 'imagen fiel de un patrimonio' posibilita la aparición de personas jurídicas.
Ambos - registro de transacciones y contabilidad - sólo tienen sentido
cuando el tamaño del grupo aumenta y aparecen las transacciones que un jurista
llamaría ‘obligatorias’ (no de ejecución simultánea a su celebración).
En relación con el aumento del tamaño del grupo, el registro de
las transacciones permite superar los límites de la memoria de los humanos y
aumentar el volumen de transacciones con extraños.
En relación con el carácter
obligatorio, el registro de las transacciones permite el desarrollo de la
agricultura y ganadería porque una de las partes – el templo – adelantará las
semillas o cualquiera de los insumos que el campesino necesite y éste prometerá
pagar cuando coseche (no solo al templo, sino a cualquiera que le proporcione
cualquier bien o servicio en ausencia de
dinero que aparece muy posteriormente en las civilizaciones antiguas). El
contrato obligatorio solo puede generalizarse con un sistema de registro de las
transacciones.
Por supuesto, estas innovaciones sociales presuponen un excedente
agrícola que pueda ser redistribuido. Waymire,
Gregory B. and Basu, Sudipta, Accounting is an
Evolved Economic Institution
(July 4, 2008). Foundations and Trends in
Accounting, Vol. 2, No. 1-2, pp. 1-174, 2008, p 17, quienes sugieren que en estas sociedades, se requerían
aportaciones individuales para el almacenamiento
colectivo de cereales o para la celebración de banquetes que permitieran
mantener la paz con los grupos vecinos”.
En este contexto, lo que se registraba eran las aportaciones "debidas al tesoro común” y “el
templo, el palacio y la familia eran las organizaciones primarias”.
La financiación de la
producción agrícola también tuvo que tener algo que ver. Si el templo
proporcionaba las semillas o cualquier otro insumo a los campesinos y éstos lo
devolvían al tiempo de la cosecha, créditos y deudas tuvieron que aparecer en
la contabilidad del templo. Y el ‘patrimonio’ del templo quedaba definido por
lo que recibía de los campesinos y lo que adelantaba a éstos (o repartía en
tiempos de escasez) (Denise Schmandt-Besserat, Prehistoric
Administrative Technologies and the Ancient Near Eastern Redistribution Economy; v., Jesús
Alfaro, La organización del a cooperación:
zoon politikon, Almacén de Derecho, 2020)
Dice Schmandt-Besserat que la redistribución de
recursos que se considera como paradigmática de las bandas de
cazadores-recolectores (eran sociedades muy igualitarias) no desapareció con la
revolución neolítica, sino que se reforzó. Pero redistribuir en una economía
agrícola era mucho más complejo que en una sociedad de cazadores-recolectores
porque el tamaño de la población era muy superior y todos ellos “aportaban y
consumían” y la aportación y la consumación de las transacciones a través de
las que se articulaba la redistribución se diferían semanas o meses. De
forma que la ‘nueva economía’ requería de ‘administración’ de los bienes
producidos en cada familia, pero ‘puestos en común’ para ser redistribuidos y
de ‘innovaciones’ cognitivas que resolvieran problemas como
“fijar las
cuantías de bienes que tenían que ser entregados por cada individuo a la
comunidad; controlar las entregas; proteger los almacenes de los fenómenos
atmosféricos, de los roedores, de los pueblos enemigos y supervisar la
redistribución”.
Esta autora explica el caso de Susa (elamitas), una de
las primeras civilizaciones de Oriente Medio, a las que los arqueólogos
describen como “economías del templo” y en las que
los mesopotámicos se
representan entregando barcos cargados de bienes en la puerta del templo” y “se vanaglorian de sus enormes graneros comunes”.
Estos
almacenes presuponen capacidad para contabilizar e inventar los signos que
representaban cantidades de bienes (una esfera para una gavilla de trigo, por
ejemplo) e indican que el almacén era una empresa colectiva porque no se
inventa algo tan exigente cognitivamente como la escritura para “calcular
las cantidades de trigo que hay en un granero familiar”. Contabilizar tiene
sentido cuando vas a redistribuir, es decir, cuando el almacén se forma con las
aportaciones de muchos y cuando lo almacenado va a ser distribuido entre muchos:
“Susiana… era una economía redistributiva… un sistema de organización
económica en el que el excedente de alimentos no perecederos se almacenaba
colectivamente y se gestionaba por una élite para redistribuirlo entre los
miembros de la comunidad”.
Naturalmente, que hubiera redistribución no
significaba que las sociedades agrícolas fueran tan igualitarias como las de
cazadores-recolectores. Al contrario, cabe suponer que las sociedades fueran
más y más jerárquicas y menos igualitarias. La redistribución se limitaría a lo
necesario para que el campesino pudiera subsistir (o no tuviera incentivos para
irse de la comunidad – el mundo estaba vacío -).
Una forma de
organización centralizada como la del templo es poco
“natural”, es decir, requiere de la evolución cultural para surgir como patrón
generalizado. Probablemente es mucho más frugal y compatible con el azar
y la selección natural la coordinación que surge de las interacciones ‘bilaterales’ entre individuos
u organismos que forman parte del grupo, no de la ejecución de
instrucciones emanadas de la cabeza del grupo por parte de sus miembros. La
diferencia de resultados no parece estar tanto en el grado de coordinación que
se puede alcanzar como en la complejidad de las
tareas cuya realización en común se puede lograr. En este
sentido, las diferencias entre la complejidad de
las tareas que desarrolla un grupo humano coordinadamente y las que
desarrolla, por ejemplo, un hormiguero, son notables. No en vano los grupos
humanos devienen jerárquicos cuando aumentan su tamaño – con la Revolución
neolítica – y se amplían las ventajas de las economías de escala y de la división
del trabajo. Maxime Derex, Charles Perreault, Robert Boyd, Divide and conquer: intermediate levels of
population fragmentation maximize cultural accumulation, Philosophical
Transactions of the Royal Society B: Biological Sciences, 2018. Lisi Krall, New Ecological Economics:
Superorganism and Ultrasociality, Evonomics, 2018 y Joram Mayshar/Omer Moav/Zvika Neeman/Luigi
Pascali, The Origin of the State: Land Productivity or
Appropriability? 2019,
resumido aquí y todos ellos comentados en Jesús Alfaro, Las personas jurídicas y la agricultura
cerealística, Almacén de Derecho,
2022.
Pues bien, mientras que para los intercambios bilaterales - incluso de carácter obligatorio - entre dos particulares basta con establecer un registro de las transacciones, para la gestión de las contribuciones al templo y la redistribución por parte de éste, es necesario 'inventar' a la contabilidad. Y esta transición es semejante a la que ocurre entre transacciones bilaterales y la constitución de un sujeto de derecho o persona jurídica: si tenemos transacciones y tenemos un patrimonio al que se imputan éstas; si todas las transacciones referidas a un patrimonio se reflejan unificadamente, tenemos una persona jurídica porque sólo se pueden imputar los efectos de esas transacciones a un patrimonio si hay individuos concretos que pueden llevarlas a cabo con efectos sobre dicho patrimonio.
En este marco, el uso de sellos tiene un significado que no puede dejar de destacarse. Porque permite al sacerdote o al rey utilizar a auxiliares para ‘actuar’ por cuenta y con efectos sobre el patrimonio que es el templo. El sello permitía identificar “qué autoridad” en el sentido de legitimidad, tenía el que estaba registrando una transacción para dar fe de la transacción. Por ejemplo, que se había producido la entrega de la mercancía al templo o por el templo. Y esto ocurre a partir del quinto milenio antes de Cristo, porque el volumen de recursos que se gestionan colectivamente creció entonces de forma notable. Lo sabemos por el tamaño y riqueza de los templos. O sea, que las personas jurídicas son antiquísimas y aparecen en un contexto en el que tienen lugar grandes innovaciones cognitivas como el registro de las transacciones (el dinero tardará milenios en aparecer), la contabilidad y, lo que es más importante, la escritura en sentido moderno.
Con el paso del tiempo, los signos – fichas – empleados para registrar y contabilizar las transacciones se hicieron más precisos y diferenciados. Había fichas en el Quinto Milenio antes de Cristo para representar
materias primas y bienes manufacturados... como lana, madera y metal… e incluso tejidos… cerveza, aceite, pan, bizcochos y patos cocinados… envases, herramientas y muebles o objetos de lujos como perfumes y joyas”.
Del Cuarto Milenio son los ‘sobres’ de arcilla en los que se guardaban las fichas que representaban registros de contratos o de deudas que se depositaban en archivos. El ‘objeto’ del contrato quedaba representado por las fichas que se introducían en el ‘sobre’ de arcilla que quedaba cerrado y sellado, de manera que verificar su contenido exigía romper el sobre o manipular el sello.
La evolución del registro de las transacciones bilaterales a la contabilidad del patrimonio que es el templo, es muy notable en comparación
con el reparto de lo cazado entre los miembros de una banda de
cazadores-recolectores. Tan notable que sólo fue posible a gran escala gracias
a innovaciones cognitivas como la escritura, el registro de las transacciones o
intercambios y la invención de la contabilidad y de los medios de prueba
independientes de la memoria y de los testigos. Schmandt- Besserat explica que
gracias a estas innovaciones,
el líder del grupo podía prever cómo serían
las cosechas del año siguiente y con qué excedente podría contar, podía establecer
impuestos y controlar la entrega de sus aportaciones por parte de los campesinos”
y, a continuación, asignar lo almacenado a los distintos fines colectivos
(semillas que recibe cada campesino, bienes destinados a rituales y a banquetes
colectivos y reservas para años de mala cosecha).
En estos sobres es donde se empieza a desarrollar la
escritura en el sentido moderno (representación abstracta) porque se inscriben
signos en la parte exterior del sobre de arcilla que representan las fichas que
el sobre contiene en su interior, lo que evitaba tener que romperlo. Esta “ingeniosa
solución” a un problema menor – el de archivar todos estos sobres – “cambió
para siempre la contabilidad, la gestión, la administración y la comunicación” de
la actividad económica. La revolución que supuso consistió en que se
sustituyeron fichas tridimensionales por “marcas bidimensionales impresas”. Eso
es una revolución cognitiva que hizo posible que los humanos desarrollaran el
pensamiento científico ‘almacenando’ sus reflexiones fuera de su cerebro.