martes, 15 de julio de 2025

Adelstein y la teoría de la empresa


 Adelstein describe el derecho de sociedades norteamericano en el siglo XIX diciendo que las formas organizativas empleadas por las empresas eran, como en el resto del mundo occidental, las empresas individuales y las sociedades de personas. Muy expresivamente, dice que estos "legal artifacts" eran "transparent, insubstantial masks behind which easily identifiable human beings who could be held personally responsible for the conduct of their firms did business". Eso cambió con la extensión de las sociedades anónimas - de las business corporation - lo que cambió la percepción social: ya no se "veía" a los socios detrás de la corporación lo que ayudó a su consideración social y jurídica como personas jurídicas independientes de sus miembros.

En este sentido, Adelstein considera que las empresas son "reales... pero incorporales.. ya que existen como ideas en la mente de los seres humanos" y afectan a sus asuntos precisamente porque son seres humanos los que toman las decisiones en el seno de las corporaciones. En el mismo sentido, pues, que Savater explicaba que Dios es real

"Al igual que un estado, una empresa es una idea, una construcción mental, no un objeto tangible o un ser vivo. Pero las ideas son 'reales' y, al igual que los Estados, las empresas son claramente actores sociales que afectan los asuntos humanos a través de las actitudes, las intenciones y el comportamiento de los hombres y mujeres vivos que las tienen en cuenta".

Adelstein concreta más: las personas jurídicas corporativas son "contratos relacionales". Es esta una categoría inventada por McNeil es de una limitada utilidad para los juristas, que disponemos de categorías más específicas para referirse a los contratos complejos, de larga duración y amplio contenido obligacional que tienden a sustituir la regulación de las relaciones entre las partes por "organización", esto es, por reglas sobre cómo tomarán decisiones en el futuro las partes del contrato.

En ese marco, añade Adelstein, los individuos van desarrollando "rutinas, procedimientos" etc que se ejecutan por máquinas e individuos y que se desprenden de los individuos concretos que, en cada momento son parte del contrato relacional o contribuyen a la producción de la empresa. 

En la fase de formación, Adelstein parece concebir la empresa como un patrimonio. Dice expresamente que todo empieza con las aportaciones de los socios que se dotan de una organización - reglas para tomar decisiones:

"Un empresario, capaz de visualizar —al menos en gran medida— cómo podría funcionar en la práctica futura un contrato de producción relacional, lo propone a socios potenciales. Si estos se dejan persuadir para retirar sus recursos de sus usos actuales y comprometerlos con el plan del empresario, nace una empresa. En este momento fundacional, la forma específica en que los contratantes originales acuerdan organizar y gobernar la empresa constituye el contenido sustancial del propio contrato y la primera —y más importante— de las capacidades idiosincrásicas de la nueva firma.

En el seno de este contrato y con la explotación del patrimonio formado con las aportaciones, se generan las rutinas y procesos a los que me he referido anteriormente como independientes de los individuos concretos que en cada momento son accionistas o "interesados" (empleados, clientes, proveedores...)  

Estas rutinas son la mente y las manos de la empresa, y las tareas y problemas específicos que le permiten realizar y resolver constituyen sus capacidades distintivas. A través de ellas, la empresa detecta condiciones internas y del entorno externo, evalúa la respuesta adecuada a los problemas que estas plantean y toma las medidas necesarias para abordarlos. En el mercado, se somete constantemente a prueba la capacidad de estos contratos cambiantes para crear un modus operandi interno que los participantes del momento consideren beneficioso para sus intereses personales en la producción y que permita a la empresa adaptarse con éxito a las condiciones cambiantes. Bajo presión competitiva, nuevas y existentes empresas realizan experimentos continuos de innovación organizativa que el mercado evalúa. Se observa el éxito relativo de aquellas que permiten a sus participantes promover sus intereses mediante la firma; estas son imitadas o adaptadas por otras, sobreviviendo como materia prima para futuras variantes organizativas. Las que fracasan son disueltas por sus participantes en defensa de sus intereses, un proceso que genera la gran variedad de formas organizativas y culturas que son el resultado visible de la selección en el mercado.

Y, lo que es más interesante 

Un aspecto esencial de las rutinas constitutivas de la empresa es que son fenómenos emergentes: surgen no de las acciones o cualidades de los contratantes como individuos aislados, sino de las interacciones estructuradas por el contrato relacional."

Si he entendido bien a Adelstein, su modelo sociológico de la empresa, su theory of the firm es, por un lado, bastante ‘biológico’ lo que explica su proximidad a las versiones gierkeanas de las corporaciones pero sin incurrir en el delirio de pretender que su “realidad” separada de sus miembros se funde en vínculos químicos. En este sentido, es perfectamente compatible con una concepción jurídica de la persona jurídica que ve en esta un patrimonio organizado por los negocios jurídicos o contratos que son la corporación y la sociedad. Esas “capabilities” de la empresa que surgen de las interacciones entre los individuos que contribuyen a la producción con sus aportaciones pasan a “hacerse comunes” porque las aportaciones de los socios – por efecto del contrato de sociedad – se hacen comunes. O pasan a ‘pertenecer’ al patrimonio que es la empresa porque así resulta del contrato que ha celebrado con la persona jurídica el que hace la ‘aportación’ a la creación de esa ‘capability’ o ‘rutina’ o ‘procedimiento’ o, tal vez mejor ‘capital intelectual’. Este contrato puede ser un  contrato de trabajo en el caso de los empleados o un contrato de obra o suministro o de compraventa etc.

Ahora bien, la intensidad con la que estos contratos permiten que el capital intelectual o los activos intelectuales se incorporen al patrimonio empresarial depende – sigue Adelstein – de cuán potentes sean dos "fuerzas centrípetas": la administración centralizada (el crecimiento de los ‘headquarters’ de la compañía) y la necesidad de “fuentes estables de insumos y salidas fiables para altos volúmenes de producción continua". Las economías de escala no pueden lograrse sin altísimos niveles de coordinación y estos requieren la centralización en la cumbre de la jerarquía de los poderes de decisión.

Pero a menudo, ese capital intelectual que se genera en la empresa sigue ligado a trabajadores o proveedores o clientes concretos (activos críticos, Rajan) que pueden reteriralos terminando su relación con la corporación. O pierden valor cuando cambia el entorno y aparecen “profit opportunities” que requieren otras rutinas o conocimientos. El crecimiento o la quiebra de las compañías podría explicarse como la respuesta “expansiva o contractiva necesaria para alinear capacidades con oportunidades en entornos cambiantes”. En entornos estables, todas las compañías, por imitación, acaban alcanzando las capacidades imprescindibles para sobrevivir en el mercado con lo que todo ese capital intelectual pierde valor. 

Richard Adelstein, Firms as Social Actors, 2008, Journal of Institutional Economics, 2010

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