La entrevista a Andreessen no tiene desperdicio, como era de esperar. A continuación resumo alguna de las ideas que creo que tienen interés para los que nos dedicamos al Derecho y añado algunos comentarios.
Dice Andreessen que la sensación que tienen los que trabajan con Elon Musk es que todo el mundo en la empresa es muy competente y está muy comprometido con el objetivo que se pretende lograr. El genio de Musk como empresario es que se ocupa exclusiva e intensamente de lo que, siendo decisivo para la productividad, no funciona como debiera. O sea, de los 'cuellos de botella' que impiden que se logre la productividad deseada. Cuando ha identificado el cuello de botella, trata de entender el problema hablando con los que lo sufren, es decir, los técnicos en la fábrica, no los directivos en el consejo de administración. Andreessen añade que eso es coherente con que, a la vez, Musk delegue prácticamente todas las tareas en las empresas que controla. Su genio está en concentrarse en el problema más relevante en cada momento para asegurar la productividad de la compañía y olvidarse de todo lo demás.
¿Habría autorizado la Unión Europea la fabricación de automóviles si éstos se hubieran inventado en el siglo XXI o se lo habría impedido el principio de precaución? Andreessen critica severamente la ponderación entre beneficios de una nueva tecnología y sus riesgos que realiza la Unión Europea. Ya que los europeos no podemos ser los reyes de la innovación - dice - estamos muy contentos con ser los reyes de la regulación. Andreessen explica que la respuesta a la pregunta del automóvil sería probablemente negativa.
En relación con las nuevas tecnologías, parece evidente que Europa lo está haciendo casi todo mal. En este ámbito, un problema del siglo XXI que existía en mucha menor medida en el siglo XX o en el XIX es la velocidad con la que un nuevo producto o servicio, se extiende en el mercado. Sin duda, la globalización ha contribuido a aumentar esa velocidad. Un buen ejemplo es el de la introducción del sapo que se comía al escarabajo de la caña de azúcar en Australia, y que acabó con buena parte de la fauna local de Australia, que no se podía proteger frente al nuevo depredador.
Tenemos que repensar cómo hacemos estas ponderaciones. Por ejemplo, es fácil concluir que los beneficios sociales que pueden esperarse de la introducción de nuevos productos financieros son muy bajos. A menudo, sin embargo, se sobrevaloran sus beneficios y se infravaloran o desprecian los daños aunque Warren Buffet los calificara de 'armas de destrucción masiva'. Sin embargo, la UE no prohibió los CDS, ni siquiera los reguló como seguros, lo que, probablemente, nos habría evitado la crisis financiera de 2007. El fracaso europeo en este asunto debería volvernos más humildes y copiar el approach norteamericano a las nuevas tecnologías: los beneficios sociales que cabe esperar de las nuevas tecnologías son elevadísimos, especialmente para los problemas más graves e 'intratables' a los que se enfrenta el mundo (la pobreza, el cambio climático, el envejecimiento de la población, el encarecimiento de la asistencia sanitaria...). En la ponderación, esos beneficios deben incluirse cuando se colocan, en la balanza, los costes sociales de tecnologías como la inteligencia artificial o incluso las redes sociales. Los woke tienden a considerar a los humanos como meros sujetos pasivos de la agencia ajena (víctimas) y, por ello, sobreponderan los daños porque esos daños son, a menudo, inconmensurables (bienestar emocional, ansiedad, frustración...). Un regulador no puede guiarse por semejantes parámetros. Al contrario: primum non nocere. Regular ex ante es muy costoso y poco eficaz porque los reguladores no disponen de información suficiente en ese estado y sin identificación de externalidades claras y gravemente dañosas, el principio de libertad - base de todas las Constituciones occidentales - debe prevalecer.
Dice Andreessen que hay tres tipos de autoritarismo en el mundo en relación con la libertad de expresión, esto es, con el control de lo que la gente puede decir o sobre lo que puede hablar.
Está el autoritarismo chino que es un autoritarismo de Estado (se ejerce por los de arriba sobre los de abajo). En China, al respecto, hay cierta seguridad jurídica, en el sentido de que está codificado de que no se puede hablar. Y qué consecuencias tiene infringir esas prohibiciones.
Luego está el autoritarismo social (se ejerce por los de abajo sobre los otros ciudadanos que quieren relacionarse con ellos). Este es - dice Andreessen - el que sufren los norteamericanos. Son los grupos sociales, las tribus, los que imponen y hacen cumplir las normas sobre lo que se puede decir y de qué se puede hablar y si no ajustas tu discurso a lo que esas tribus consideran adecuado, sufres castigos sociales que van desde la 'cancelación' puntual hasta la pérdida del empleo y de las relaciones sociales. Afortunadamente para los norteamericanos, estas tribus autoritarias no controlan el Estado ni tienen el monopolio en ningún sector económico, de manera que su capacidad para privar a los demás ciudadanos de su libertad de expresión es muy limitada.
En fin, está el modelo europeo, que combina los dos anteriores, esto es, el autoritarismo del Estado con el autoritarismo social. Piensen en el Código Penal español, que contiene múltiples delitos de expresión y cualquiera de las leyes aprobadas en los últimos cuatro años por la mayoría woke que controla el Congreso de los Diputados español. Todas ellas contienen reglas autoritarias que se imponen gracias al monopolio del Estado.
En un momento de la entrevista, Andreessen cuenta que un amigo suyo que trabaja en un private equity y que había pasado una temporada larga en Londres le había dicho que tenía la impresión de que "en Europa hay cinco cosas que son más importantes que ganar dinero, pero nadie te dice cuáles son". La boutade es muy profunda: ganar dinero - ganar el máximo de dinero posible - es un objetivo sencillo y verificable. Siempre se puede comprobar si se ha alcanzado o no. Todos los demás objetivos son mucho más difíciles de medir. Pero los que están más abajo en la escala de conocimientos científicos válidos (científicos sociales, periodistas, filósofos, pedagogos) son los que con más entusiasmo pretenden imponernos a todos esas "cinco cosas" que son más importantes que ganar dinero.
En fin, Andreessen tiene algo interesante que decir sobre la evolución del sector público. Hay una tesis que tiene bastante apoyo empírico, que afirma que las empresas más rentables son las gestionadas por su fundador. Y eso basta para explicar el declive de las empresas familiares. De nuevo Warren Buffet: ¿por qué vamos a escoger a los atletas que irán a la Olimpiada de 2028 mirando entre los hijos de los atletas de las Olimpiadas de 1992? Este razonamiento podría aplicarse al Estado y al sector público. Roosevelt en Estados Unidos amplió notabilísimamente las tareas y los recursos gestionados por el Estado (New Deal) y gestionó esos recursos durante una década. Pero, después, dice Andreessen, hemos tenido a los sucesores de Roosevelt gestionando esos ingentes recursos y aumentando sistemáticamente la parte del pastel de la producción del país que se gestiona por el Estado. Sería realmente raro que la evolución haya sido positiva. En el mercado de las empresas familiares, a la tercera generación, la empresa familiar quiebra y sus recursos son gestionados por otros que han introducido alguna innovación en el sector correspondiente. Alguien tiene que dar marcha atrás a esta evolución de los últimos ochenta años.