En este trabajo, (y en esta charla) Wrangham expone detalladamente su tesis, originalmente formulada por Boehm, acerca de la importancia de la ejecución (en el sentido de asesinato) de los machos alfa y de los machos jóvenes antisociales por parte de una coalición de machos 'beta' en la reducción de la agresividad reactiva - o en el aumento de la 'docilidad' - de los humanos, reducción que permitió intensificar la cooperación entre los humanos y que provocó entre estos, el llamado "síndrome de la domesticación" (cambios anatómicos y fisiológicos en relación con el correspondiente animal 'salvaje') y la acentuación de las cualidades prosociales en los seres humanos tal como se refleja en el cuadro anterior.
Se trata de una explicación poderosa y adicional a las preexistentes del carácter de los humanos como "supercooperadores". El parentesco no es suficiente para explicar por qué los humanos somos tan "grupales", esto es, tenemos tendencia al grupalismo. Estas tendencias se caracterizan como
"una tendencia a cooperar y ser prosociales en formas que trascienden el interés genético propio... incluyen ayudar espontáneamente a otros miembros del grupo con los que no se está relacionado genéticamente, tener conciencia social, aceptar, cumplir y hacer cumplir las normas que rigen en el grupo, compartir recursos y preocuparse por la igualdad de trato y por la propia reputación".
Lo que cabe esperar es que los humanos fueran egoístas excepto si se trata de beneficiar a parientes. ¿Qué presiones selectivas nos hicieron grupalistas? Wrangham dice que los predecesores del homo sapiens evolucionaron lo suficiente - como especie social - como para compartir comida y cazar en cuadrilla, esto es, desarrollaron rasgos que "podrían haber facilitado el intercambio de alimentos entre no parientes, la división sexual del trabajo y el desarrollo de una forma inicial de lenguaje". Estos desarrollos permitieron a los humanos - a diferencia de los chimpancés, por ejemplo - desarrollar entre los machos un potente instinto coalicional. Estas coaliciones entre machos les permitieron, a su vez, ejecutar - asesinar - al macho alfa y, por extensión, a cualquier macho que desplegara conductas antisociales especialmente agresivas lo que hizo desaparecer en la especie humana, la organización jerárquica de la sociedad que observamos en los demás primates. Genéticamente, el resultado, tras muchas generaciones, sería unos seres humanos especialmente dóciles (no reactivamente agresivos) aunque conservarían - porque eso se valoraría a efectos de la reproducción - la agresividad proactiva, esto es, la que observamos en las guerras entre grupos diferentes. Dice Wrangham que la ejecución por medio de una "conspiración para asesinar" de la que formarían parte los demás varones del grupo de forma sistemática impulsó grandemente la evolución humana.
Esta evolución constituye un 'equilibrio' en el sentido de que, una vez eliminado el macho alfa, el temor a ser ejecutado por una coalición de los demás miembros varones del grupo constituye una amenaza suficientemente seria, todos tienen incentivos para comportarse prosocialmente, cumplir con las reglas del grupo y no tratar de apoderarse de los bienes de los demás - incluidas las mujeres - . En otra conferencia que no sé si ha publicado, Wrangham explica que la sustitución del macho alfa por una coalición de machos beta en el 'gobierno' del grupo tuvo como efecto, no sólo la obsesión por la igualdad que Boehm pusiera de manifiesto y la sensibilidad frente a un trato desigual, sino también el carácter patriarcal de las sociedades humanas.
La "hipótesis de ejecución" de Boehm tiene varias ventajas. Se ajusta al registro histórico de todo tipo de sociedad, desde la sociedad a pequeña escala de cazadores recolectores hasta el estado, porque las ejecuciones han sido un mecanismo convencional de control del comportamiento antisocial y amoral en todo el mundo. Proporciona una explicación lógica de cómo el comportamiento despótico del macho alfa, que es típico de los primates que viven en grupo, fue controlado y seleccionado en H. sapiens. Explica por qué los varones en sociedades de pequeña escala que tienen relaciones sociales igualitarias en forma de una jerarquía de dominancia inversa. Se ajusta a la inferencia de que los Homo del Pleistoceno eran hábiles asesinos de animales grandes, lo que sugiere que las matanzas proactivas bien planificadas de los miembros del grupo habrían sido de bajo riesgo.
Esta tesis no excluye, naturalmente, la importancia trascendental de la evolución cultural para explicar las sociedades humanas pero resulta muy atractiva porque, como decía Pinker, da una explicación "mecánica" de por qué las sociedades humanas más primitivas se diferencian tanto de las de otros primates en lo que al carácter igualitario y patriarcal y por qué el patriarcado se refleja en lo 'político' pero no en las relaciones familiares. O por qué tendemos a justificar más fácilmente la ejecución de un hombre que la de una mujer.
Wrangham añade que estas diferencias incluyen el sentido de la justicia. Aunque hay experimentos que parecían indicar que algunos primates y monos tenían ese tipo de "sentimiento moral", estudios posteriores lo han rechazado: " solo los humanos tienen una tendencia a sacrificar el beneficio personal en aras de la igualdad" y solo los humanos presentan "rasgos asociados con la equidad, como los sentidos de responsabilidad, obligación, deber, culpa y vergüenza"... Pero también se encuentran en otros animales "las emociones morales relacionadas con la simpatía, como la compasión, la preocupación y la benevolencia".
De especial interés es la explicación de Wrangham acerca de que el instinto de autopreservación impide a cualquier animal social en grupos jerárquicos atacar al macho-alfa. Pero que si los demás machos pueden formar una coalición, pueden coordinarse entre sí - el lenguaje - y pueden fiarse recíprocamente de que todos participarán en el asesinato, éste (acción colectiva) es hacedero y 'racional' desde el punto de vista del interés individual de cada uno de los machos puesto que arriesgan muy poco ya que la superioridad de 8 ó 10 machos contra el macho-alfa es abrumadora. No era un buen negocio, en tal caso, intentar repetir con lo de hacerse el "gallito" del corral. Al mismo tiempo, formar coaliciones enfrentadas tampoco era una buena idea, puesto que difícilmente se lograría una superioridad abrumadora de una respecto de otra, de forma que el equilibrio resultante - la apuesta más segura para cada individuo - era el de sometimiento del macho beta individual al grupo. Los beneficios eran evidentes (igualdad que aseguraba los mejores resultados para todos y jerarquías 'productivas' esto es, permitir al que más contribuía al común apoderarse de más recursos de los producidos por todos).
Wrangham no considera decisivo que los humanos pudieran "matar a distancia" pero no por razones lógicas sino porque no se ha encontrado un avance significativo en la fabricación de armas por el homo sapiens en el momento - hace 300.000 años - en que la autodomesticación y la ejecución sistemática de los machos alfa por parte de coaliciones de los demás machos ya se había producido. Y efectúa una comparación entre la forma en que los chimpancés atacan al macho alfa y la de los humanos que le permite concluir que, en ausencia de autodomesticación entre los chimpancés, es impracticable para los machos beta chimpancés organizar coaliciones fiables para asesinar a los machos alfa lo que impidió que, entre los chimpancés, la selección natural actuara en contra de la agresividad reactiva.
En ambas especies, los machos subordinados parecen beneficiarse de escapar de la dominación de un macho alfa. Los subordinados humanos pueden lograr ese objetivo, porque pueden crear planes coordinados para matar de manera segura incluso al miembro individualmente más intimidante de su grupo. En contraste, los chimpancés no pueden llevar a cabo tales planes. Al ser incapaces de eliminar predeciblemente a un rival despótico, su comportamiento no crea una presión de selección contra el comportamiento de intimidación característico de los machos alfa.
En fin, las explicaciones alternativas al grupalismo y a la autodomesticación para la cooperación humana (la interdependencia de Tomasello o el éxito comparativamente mayor de los grupos más cooperativos o la mayor capacidad que el lenguaje proporcionaba a los humanos para inhibir sus tendencias más agresivas o enviar al ostracismo a los individuos más antisociales) no explican por qué, en esos contextos, los machos alfa habrían resultado menos adaptados. Es decir, por qué los machos alfa habrían renunciado a dominar al grupo y a acaparar los recursos en perjuicio de los demás.
Por definición, un macho alfa en un grupo pequeño puede imponerse a los demás en el acceso a los recursos. Por lo tanto, las hipótesis deben explicar no solo por qué estos bienes podrían acabar en manos de los menos agresivos, sino también por qué los individuos despóticos no podrían hacerse con ellos por la fuerza bruta... algunos... argumentan que los individuos dominantes podrían ser excluidos de los recursos al ser socialmente condenados al ostracismo en lugar de asesinados. Sin embargo, si el ostracismo social o castigos menores similares pueden ser una fuerza efectiva para reducir la aptitud física del macho alfa sin estar respaldados por una amenaza final de ejecución, no se ha demostrado... matar a un abusón puede ser menos costoso que infligirle un castigo no letal, ya que matar reduce el riesgo de que la víctima se defienda, ya sea inmediatamente o en el futuro.
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