La triste verdad es que, durante muchos años, de las víctimas y de los luchadores no quería acordarse casi nadie, y no por culpa de ese cobarde “pacto de silencio” del que se ha hablado y escrito tanto. No hubo ningún pacto de silencio por la triste razón de que no hacía falta. Con unas cuantas excepciones, todo el mundo, y no solo en la política, sino también en el ámbito confuso en el que se cruzan la actualidad y la cultura, prefería no acordarse de los que más habían sufrido, ni mostrar gratitud hacia los que más habían luchado, ni reconocimiento a los que habían escrito en la clandestinidad o el destierro. Y fue una cuestión de moda. Había que desprenderse cuanto antes de un pasado inmediato que de la noche a la mañana se había quedado arcaico. Había que ser moderno sin interrupción, como el dandi de Baudelaire, y todo lo que sonara a antiguo, a rancio, a provinciano, a sombrío, era un estorbo en la afiebrada modernidad de los años ochenta. Había que dejar cuanto antes atrás no solo el franquismo, sino también el antifranquismo, y del mismo modo que se descartaron las chaquetas de pana, las barbas espesas y el tabaco negro —todo lo cual era de agradecer— se despreció el legado formidable de la cultura liberal, republicana y emancipadora que se extinguió con la guerra, con sus severas exigencias éticas y su insistencia en el laicismo y la instrucción pública.
... Se desdeñaron los principios, con la disculpa de la urgencia de las tareas prácticas, pero también se desdeñó y se olvidó a quienes los habían hecho suyos, los exiliados que volvieron para ser recibidos por la indiferencia, los veteranos cuyas historias nadie quería ya escuchar, los dañados por la prisión y la tortura que no recibieron compensación moral alguna, y todavía menos recompensa material que no fuera tardía o miserable, o inexistente.
La verdad no tiene nada que ver con lo que escribe AMM para defender ¡cómo no! la oportunista ocurrencia de Sánchez de dedicar 100 actos en 2025 para recordar la muerte de Franco.
La primera verdad es que la II República y la Guerra Civil fueron tan horrendas para todos los españoles que ni los republicanos ni los nacionales querían recordar nada de ambas en 1977. Hasta los fascistas italianos que combatieron con Franco se quedaron horrorizados por la represión que siguió a la conquista de Málaga por las tropas franquistas, pero millones de españoles huyeron - desertaron para escapar de la muerte, no en el campo de batalla, sino en la retaguardia.
Stanley Payne, en el prólogo al libro de Platón lo explica
La Guerra Civil española de 1936-39 fue una guerra de baja intensidad, puntualizada por algunas batallas de una comparativa alta intensidad, pero generalmente libradas con una potencia de fuego limitada que reducía el número de bajas. Así, los muertos militares de nacionalidad española de ambos bandos combinados probablemente no llegaron a 150.000, aunque a esta cifra sería necesario añadir unos 25.000 voluntarios extranjeros muertos y también aproximadamente 15.000 civiles matados por acción militar, principalmente bombardeos sufridos en la zona republicana.
Pero lo sorprendente y máximamente horroroso fue que durante la guerra misma murieron casi tantas personas en las ejecuciones llevadas a cabo por ambos bandos, que llegaron a una cifra combinada de más de 100.000 personas. Por eso, a partir de la Transición democrática los estudios sistemáticos de las represalias de la Guerra Civil han llegado a formar una cifra considerable y han realizado un cierto progreso innegable. Para algunas provincias y regiones tenemos estudios esencialmente definitivos, pero éstos no cubren más que aproximadamente la mitad del país...
Los años de la II República no fueron años de paz. Cuenta Platón que la violencia causó más de 3000 muertes en los cinco años de República. Un asesinado político al día. Ni en los peores tiempos de terrorismo nacionalista en los años ochenta. Hubo más de 12.000 heridos, casi 14.000 huelgas, 735 edificios religiosos incendiados, 780 asaltos y profanaciones y 3866 atentados con explosivos: "casi toda esa violencia fue efectuada por sindicatos y partidos de izquierda" que mataban no solo a los que consideraban fascistas sino a otros militantes de izquierda. En marzo de 1936, Azaña explicaba a su cuñado en una carta - que reproduce Platón -
Hoy nos han quemado Yecla: siete iglesias, seis casas, todos los centros políticos de derechas y el Registro de la Propiedad. A media tarde, incendios en Albacete, en Almansa. Ayer, motín y asesinato en Jumilla. El sábado, Logroño, el viernes Madrid: tres iglesias. El jueves y el miércoles, Vallecas [...]. Han apaleado en la calle Caballero de Gracia a un comandante (para más inri era de la UMRA) vestido de uniforme que no hacía nada; en Ferrol a dos oficiales de Artillería; en Logroño, acorralaron y encerraron a un general y cuatro oficiales... Creo que van más de 200 muertos y heridos desde que se formó el Gobierno, y he perdido la cuenta de las poblaciones en que han quemado iglesias y conven-tos: ¡hasta en Alcalá! [...] Ahora vamos cuesta abajo por la anarquía persistente de algunas provincias, por la taimada deslealtad de la política socialista... por las brutalidades de unos y otros, por la incapacidad de las autoridades, por los disparates que el Frente Popular está haciendo en casi todos los pueblos, por los despropósitos que empiezan a decir algunos diputados republicanos de la mayoría. No sé, en esta fecha, cómo vamos a dominar esto
Eso durante la República. Al estallar la guerra, el número de asesinatos, lesiones y atropellos se multiplicó hasta alcanzar las cifras que da Payne. En esta entrada se dan los datos. Incluso los voluntarios de las Brigadas Internacionales
"su jefe, el sanguinario comunista francés André Marty afirmó en un informe personal enviado al Comité central del Partido Comunista galo en noviembre de 1937 que había mantenido la disciplina mediante no más de 500 condenas a muerte... Andreu Nin (lider del POUM)... detenido en junio de 1937 y, según todos los indicios, torturado y asesinado por agentes comunistas, españoles y soviéticos, que actuaron con impunidad por la deliberada inhibición del Gobierno que presidía el socialista Juan Negrín"
Los que se cargaron la posibilidad de una 2ª República democrática fueron, sobre todo, los socialistas, los comunistas y los anarquistas junto con los nacionalistas - carlistas catalanes. Y los republicanos de Azaña pactaron con los que habían intentado un golpe de estado un año y pico antes (en 1934). Dice Platón
"Los socialistas de la UGT y el PSOE, los anarquistas de la CNT-FAI y los comunistas del PCE fueron responsables de la práctica totalidad de los asesinatos en la zona teóricamente en manos del Gobierno del Frente Popular. Lo mismo cabe decir de la zona nacional, donde la mayor responsabilidad de los crímenes correspondió a la Falange"
La pregunta para AMM es la siguiente: ¿a quién convenía extender un tupido velo en 1980 sobre lo acaecido durante la 2ª República y la Guerra Civil más que a nacionalistas, socialistas y comunistas? ¿Acaso no deberíamos exigir a los comunistas, a los nacionalistas catalanes y a los socialistas del PSOE que pidan perdón por todos los asesinatos, fusilamientos, incendios de iglesias y condenas a muerte a inocentes que perpetraron entre los años 1931 y 1939?
¿Cuántas veces le ha exigido la derecha al PSOE que pida perdón por el asesinato de Calvo Sotelo a manos de miembros del PSOE? ¿Cuántas veces ha pedido perdón la UGT o el PSOE o los comunistas por los miles de madrileños inocentes a los que dieron el paseíllo? ¿por las miles de monjas y curas que fueron asesinados - y centenares de ellos canonizados - muchos de ellos con penas de muerte firmadas por Companys?
Los socialistas no pidieron perdón por lo que había hecho la generación anterior de socialistas.
Los comunistas no pidieron perdón por lo que había hecho la anterior generación (y la de Carrillo, que no pidió perdón por nada de lo que hizo durante esa época siniestra de su vida) ni los nacionalistas pidieron perdón.
Los anarquistas ya no existían.
¿Por qué habían de pedir perdón los de derechas? ¿Porque los de derechas de las generaciones anteriores habían ganado la guerra?
¿Habrían aceptado los democratacristianos y liberales de 1978 que se corriera un tupido velo por lo ocurrido entre 1931 y 1939 pero que se revisara todo lo ocurrido desde el 1 de abril de 1939 hasta la muerte de Franco? ¿Se habrían atrevido a pedirlo los del PSOE o los del PCE?
No, claro que no.
Porque todos los españoles decidimos que era mejor enterrar el pasado. Y ahora AMM quiere desenterrarlo selectivamente porque eso conviene a su señorito Sánchez.
Esta era la communis opinio en 1980. No es que los españoles de entonces - incluido AMM (estoy seguro de que si indagamos, encontraremos textos suyos alabando la sabiduría de los políticos de la Transición) - prefirieran "no acordarse de los que más habían sufrido, ni mostrar gratitud hacia los que más habían luchado, ni reconocimiento a los que habían escrito en la clandestinidad o el destierro". No. La verdad es que fue una decisión colectiva conscientemente adoptada: los que habían vivido la República y la Guerra Civil no querían revivir en su memoria el pasado. Había demasiadas víctimas inocentes en ambos bandos y demasiados victimarios en ambos bandos (la lectura del libro de Miguel Platón pone los pelos de punta sobre la crueldad de la que es capaz el ser humano).
Pero lo más inaceptable del análisis de AMM es que se refiere, no a los que padecieron más intensamente el franquismo si aceptamos - como explica Platón - que la represión más cruenta terminó en 1945, porque todos esos estaban muertos en 1990 ya que tenían entre 20 y 30 años en 1940 y sufrieron, como Miguel Hernández, enfermedades que los mataron en la cárcel o fueron, directamente, ejecutados o se fueron al exilio.
Los antifranquistas de los años sesenta y setenta (nacidos en los 40 o 50 del siglo XX), esos a los que se refiere AMM como "olvidados" por la derecha española contemporánea, son tipos como Fernando Savater o José Ramón Recalde, Carrillo, Camacho, Sartorius, Ruiz Giménez, Guerra, Benet, Tierno Galván, Tortella, Arzalluz, Comín, Álvarez de Miranda, Ariza, Simón Sánchez Montero, Gabriel Cisneros... Y esos se incorporaron con todos los honores a la vida política y social de la España democrática. Por tanto, AMM miente. Es mentira que se olvidara a los exiliados que volvieron (¿hay que recordar a Tarradellas o a Manuel García Pelayo?) o a ¿los veteranos? "cuyas historias nadie quería ya escuchar" (¿really? con la turra con la guerra civil que nos ha dado la progresía cinematográfica española?). Y es mentira que los que sufrieron la cárcel o fueron torturados no recibieran compensación. ¡Hasta Jordi Pujol fue compensado económicamente con 800.000 pesetas!
Así que si AMM quiere ser justo, que no acuse de "indiferencia inhumana hacia el sufrimiento y el heroísmo" a la derecha y mire hacia los suyos. Los suyos que tampoco dejaron de torturar y matar hasta que perdieron definitivamente la guerra e incluso más allá de la derrota. Porque, en los años treinta, muchos de los que sufrieron "las cárceles, los juicios sumarísimos, las condenas sin misericordia, la persecución, el despojo de los bienes y de los puestos de trabajo, las torturas, las cabezas rapadas, la pérdida de todos los derechos, incluyendo el derecho a la vida" fueron españoles de derechas a manos de españoles de izquierdas o nacionalistas.
Aquí van algunos extractos del libro que me parecen de especial interés en esta discusión:
En la vista de los procesados del cuartel de Infantería, el Tribunal se quedó prácticamente sin jurados: «La Columna de Hierro [anarquista] había invadido las dependencias del Palacio de Justicia, saqueándolo todo y llevándose todos los archivos y asuntos pendientes. (..) Una noche asesinaron a los que había en el barco que servía de cárcel.
En ambos bandos no quedó ni rastro de la teórica democracia republicana. El Estado de Derecho fue vulnerado con carácter general y en cuestiones de importancia capital la vulneración tue mayor en la zona que siguió bajo la autoridad del Gobierno del Frente Popular. Los rebeldes mantuvieron el derecho de propiedad, el funcionamiento ordinario de la economía y el culto religioso, lo que no ocurrió en el bando gubernamental.
La quiebra de la legalidad afectó a todas las instituciones, incluidos los colegios profesionales. El 5 de agosto de 1936 un grupo de abogados de izquierda, respaldados por milicianos socialistas armados, se incautaron del Colegio de Abogados de Valencia con el pretexto de que era «una institución antirrepublicana» y para hacer del Colegio «un instrumento revolucionario». El telegrama que enviaron al Ministerio de Justicia decía así: «Abogados adscritos a las organizaciones del Frente Popular se han incautado del Colegio de Abogados, designando Junta Delegada, y han acordado fervorosa adhesión al Gobierno de la República y Frente AntiFascistas». Con el respaldo del Comité local del Frente Popular, los abogados que se habían apropiado del Colegio efectuaron una amplia depuración de los compañeros que consideraban derechistas, parte de los cuales fueron expulsados con carácter definitivo y otros de forma temporal, lo que les impedía ejercer su profesión. Todos los colegiados ruvieron, en el plazo de cinco días, que prestar adhesión al Gobierno de Madrid y condenar la rebelión contra el mismo. La nueva dirección remitió al fiscal la lista de los 74 colegiados que habian protestado por el asesinato de José Calvo Sotelo, los cuales fueron encarcelados, procesados, sometidos a juicio y, en algunos casos, asesinados. Además, la nueva Junta de Gobierno se comprometió a no aceptar la defensa de ninguno de ellos...
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Después de examinar más de la mitad de los expedientes, mi conclusión es que a partir del 1 de abril de 1939 los Consejos de Guerra dictaron casi 30.000 condenas a muerte, de las cuales se ejecutaron en torno a 15.000, mientras que el resto fueron conmutadas.. Al menos el 90% de esas condenas estuvieron motivadas por acciones llevadas a cabo durante la Guerra Civil en la que fue zona republicana y que, con carácter general, suponían delitos de sangre.
Los tribunales militares de la posguerra juzgaron sólo hechos posteriores al 17 de julio de 1936.
Aunque bastantes sentencias incluyeron antecedentes desfavorables de los procesados, sobre todo con motivo de la frustrada rebelión izquierdista de octubre de 1934, aquéllos no fueron considerados por los auditores. Al menos en un caso, el del dirigente ugetista Heliodoro Ruiz Rueda, la acusación y los hechos probados se limitaron a su actuación en dicha fecha, que incluyó el asalto a la casa cuartel de Guardo (Palencia), por lo que estuvo luego varios meses en prisión. En su informe, los auditores del Ministerio del Ejército señalaron: «Los hechos objeto de la sentencia tuvieron lugar con anterioridad al 18 de julio de 1936, pudiendo asegurarse que fueron objeto de amnistía, y por tanto no debieran ser objeto de una nueva causa». Con su recomendación favorable, la pena capital impuesta a Heliodoro Ruiz fue conmutada el 15 de octubre de 1940.
La cifra real de ejecutados es un 35% inferior a la estimada por Ramón Salas Larrazábal, que, como ya se ha dicho y basado en la estadística de ejecuciones judiciales, calculó 22.641 para el periodo 1939- 1950 y 22.716 si el periodo se alargaba hasta 1959?° También se basó en la cifra de ejecuciones judiciales Carlos Fernández Santander?" Ambos autores coinciden en que, junto a esas cifras documenta-das, hay cierto número de casos dudosos bajo el epígrafe de «muertes violentas de causa desconocida». Según Carlos Fernández, su número asciende a 1.362 en 1939 y 1.474 en 1940.
Las cifras que aquí se detallan —conviene insistir— se refieren únicamente a ejecuciones llevadas a cabo en aplicación de sentencias de muerte dictadas por Consejos de Guerra, o bien condenados que perdieron la vida en intentos de fuga o por enfermedad antes de ser ejecutados. En conjunto fueron el efecto más grave de la represión aplicada a los vencidos de la Guerra Civil, pero no lo único que supuso la pérdida de vidas. Aunque no fueran condenados a la pena capital, un número indeterminado que debió ascender a varios miles fallecieron durante su cautiverio en campos de concentración, batallones de trabajadores o en las prisiones debido al hacinamiento, malnutrición y falta de cuidados médicos suficientes. Entre ellos figuran dos presos muy destacados: el dirigente socialista Julián Besteiro, que en 1931 había presidido las Cortes Constituyentes de la Segunda República, y el poeta comunista Miguel Hernández, que había sido indultado de una condena a muerte. El primero murió en prisión en 1940 y el segundo en 1942, ambos por enfermedad derivada o agravada a causa de su internamiento.