En otras entradas hemos explicado por qué las sociedades cotizadas recurren, frecuentemente, a emitir acciones con voto reducido o sin voto. Es un mecanismo de financiación que permite a la familia o al fundador de la empresa mantener el control sin recurrir al endeudamiento. La sociedad tiene más capital y puede financiar sus inversiones y los insiders no ven diluida su participación en términos de votos porque las nuevas acciones tienen voto reducido o, directamente, son acciones sin voto.
El coste de estas acciones de voto reducido, lo hemos explicado también, es que los inversores tienden a aplicar un descuento en su valoración. El control de los insiders se hace más difícil, la posibilidad de un cambio de control (OPA hostil) se reduce y, por tanto, las facilidades para que los insiders se apropien de una proporción mayor de los beneficios de la compañía de los que les corresponden (beneficios privados del control) aumentan.
En este trabajo se analizan los mecanismos a través de los cuales los insiders pueden apropiarse de beneficios privados del control. Dado que muchas de estas compañías están controladas por familias, una vía obvia es la de incrementar la remuneración que reciben los miembros de la familia que participan en la gestión (son ejecutivos, directivos o, simplemente, miembros del Consejo de Administración). Parece que las compañías con dos tipos de acciones pagan más a los miembros de la familia que las compañías que solo tienen acciones ordinarias. En segundo lugar, se deduce del estudio que estas compañías con acciones con voto y acciones sin voto tienen demasiada caja (fondos de los que los insiders pueden disponer libremente). La pregunta subsiguiente que se hacen los autores es si esas características y la apropiación de beneficios privados del control explican el descuento con el que suelen cotizar estas compañías. Y la respuesta es afirmativa: los inversores creen que los beneficios privados del control son mayores en este tipo de compañías.
Recuérdese, no obstante, que, en la medida en que la falta de voto o el voto reducido esté preciado por el mercado, los inversores no son estafados, ya que adquirieron las acciones conociendo su menor posibilidad de influencia. Es más, dependiendo de la “calidad” de los insiders, garantizarles que su control sobre la compañía no será discutido les permite concentrarse en el largo plazo y reducir los costes que tiene el cortoplacismo en la gestión en términos de menor innovación y, en general, menos inversión arriesgada.
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