Maestro de Flemalle, Anunciación
En esta columna Ellakuría
recoge todos los errores que Rivera ha cometido en Cataluña. Creo que es bastante
exhaustiva porque Ellakuría escribe desde Barcelona, donde el nivel exigido por
los votantes de Ciudadanos a los cuadros de este partido para volver a votarles
y no retornar al PSC, al PP o a la abstención es máximo. Ni un graduado en medicina por la Autónoma
de Madrid superaría el examen que el tribunal de los votantes de Ciudadanos
pone a estos candidatos.
Contrasta extraordinariamente con las tragaderas y aprobado general que
conceden sus votantes al PSOE, a Vox o a Podemos. Lo ha explicado
inmejorablemente Isidoro Tapia en esta columna.
Si yo fuera Rivera, habría variado la estrategia de abril
(que me pareció entonces y después de las elecciones completamente acertada) en
julio. Tras el fracaso del intento de coalición entre el PSOE y
Podemos, y para dejar claro que Sánchez no había tenido nunca la más mínima
intención de gobernar en coalición con nadie pero, especialmente, con
Ciudadanos, si yo hubiera sido Rivera – repito – habría hecho una oferta de
gobierno de coalición al PSOE en términos de “lo toma o lo deja”. Y, como
Iglesias, si yo hubiera sido Rivera me habría quitado de en medio y habría
propuesto de vicepresidenta para ese gobierno a Inés Arrimadas. Algo de esto dije en
esta entrada de julio.
Si no me hubiera hecho caso a mí mismo en julio, en
septiembre, cuando se veía ya que Sánchez no iba a llegar a ningún acuerdo
con Iglesias, habría realizado la oferta que Rivera hizo al límite de la
convocatoria: compromiso de votar a favor de la investidura de un gobierno
PSOE-Podemos con tres o cuatro condiciones: no pactar con separatistas, no
subir nivel general de impuestos, no modificar estatutos ni financiación
autonómica sin consenso. Que Sánchez cumpliría con estas condiciones vendría
asegurado por la obligación de Sánchez de romper sus alianzas con separatistas en Baleares,
Navarra y el País Vasco, donde el PSOE gobierna con partidos que quieren acabar
con España tal como la conocemos. Es
lo más probable que Sánchez no hubiera aceptado pero Rivera tendría hoy un
discurso mucho más convincente que dirigir a sus exigentes votantes.
Dado que nada de eso ha ocurrido, Rivera no ha acertado lo
suficiente al proponer ese “gran pacto” a PSOE y PP. Porque eso es muy complicado
de explicar. Pero lo peor que ha hecho Rivera, a mi juicio, tiene que ver con debilitar
la imagen de Ciudadanos como partido tecnócrata, meritocrático y – si quieren – elitista. Esa
imagen vale mucho en tiempos de tribulación porque te aparta de las polémicas más
absurdas y reduce las posibilidades de meter la pata. Atacar al gobierno y al PP sobre la base de la
inconveniencia para el bienestar general de cada una de sus propuestas quizá no
te haga ganar muchos votos pero no te hará perder otros.
Hay argumentos
técnico-jurídicos para iniciar la promoción de la aplicación del art. 155 CE en
Cataluña. No hay argumentos para aplicarlo de forma inmediata.
Hay argumentos
de eficiencia y de justicia social y lucha contra la desigualdad y la pobreza para no subir las
pensiones ni los salarios públicos;
Hay argumentos de eficiencia y de justicia social para defender el libre comercio;
Hay argumentos de eficiencia y de justicia para renegociar el cálculo del cupo;
Hay argumentos de eficiencia y justicia social para suprimir los contratos temporales,
incluso para nacionalizar – mutualizar – las empresas eléctricas,
Por no hablar
de introducir reformas progresivas en educación (concentrando las inversiones
públicas en los colegios donde se educa a los niños más pobres).
Los hay
también para legalizar la gestación subrogada o regular la prolongación o no de
la vida.
A
los muy exigentes votantes de Ciudadanos les gusta pensar que ellos son "la
crema de la españolidad” (y en Cataluña, no digamos), de una
españolidad moderna que se ha quitado los complejos y que está hasta la bolita
del ojo del chantaje permanente de los nacionalistas; de los activistas y las
guerras culturales e identitarias de la izquierda incluyendo sus feminismos,
gayismos y demás ismos militantes, y de la carcundia, nepotismo y corrupción de la
derecha. Para eso tiene que rodearse de gente que sepa algo de algo.
Rivera solía decir que había que tratar a los votantes como
adultos. Rivera
debe de pensar que en España sólo hay tres millones y medio de adultos.
Porque cuando ha pasado de esa cifra, ha vuelto a hablarnos como si fuéramos
menores de edad. En estos días, tratar al público como si fuera idiota es lo que se
conoce como “moderación”. Rivera
es más inteligente que Sánchez y que Casado. Y Pablo Iglesias ha hecho tanto
mal a la Sociedad española, ha corrompido de tal forma la discusión de los
asuntos públicos, que lo extraño es que Rivera no haya sacado dos cuerpos de
ventaja a los otros tres en la carrera permanente a la que asistimos desde
2016. Algo
ha hecho muy mal para no aventajar a tres rivales tan débiles.
Ojalá Rivera vuelva a hablarnos a los españoles como si
fuéramos todos adultos inteligentes. Ojalá fuera el primero en reconocer cuándo
se equivoca y ójala fuera el primero en reconocer los aciertos de los demás
(Alejandro Fernández y Cayetana Álvarez de Toledo le han dado muchas
oportunidades de hacerlo en los últimos tiempos y algunos del PSOE en Castilla, Aragón o La Mancha, también). Ojalá Rivera centrara siempre
las discusiones en los asuntos de interés público e introdujera siempre argumentos de eficiencia y de justicia social.
Un ejemplo. Cuando estos días Sánchez ha sacado la subida de las
pensiones ligándola al IPC y ha prometido que las subirá en diciembre, Casado
se lo puso a huevo a Rivera con su “moderación”. En ese momento, Rivera podría
haber dicho que es
injustísimo subir las pensiones. Que eso redistribuye a favor de los
que están mejor. Que eso aumenta el déficit – injustísimo y enorme - que
soportamos todos los españoles con nuestros paisanos que viven en el País
Vasco. Que el gasto público en España redistribuye en contra de los más pobres.
Declaraciones así habrían cambiado los términos de la discusión. A lo mejor,
los periodistas empezarían a preguntar por cuestiones sustanciales en lugar de
convertir los medios de comunicación en grandes “Sálvame” políticos. Queda un
mes para hacerlo.
Hay que dejar de pensar en términos estratégicos. Ni siquiera tácticos. Pero como de eso es de lo único que saben los que dominan la discusión pública, nos tienen entretenidos con la última pifia del político en lugar de hablar de las cosas de comer.
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