foto: JJBOSE
En otra
entrada he resumido una de Milanovic sobre el capitalismo. En la que resumo
a continuación, Why
it is not the crisis of capitalism, Milanovic nos explica “por qué no
estamos asistiendo a una crisis del capitalismo”. Dice que el capitalismo está
pimpante; que es hegemónico y que no hay sistema de producción que pueda hacerle
la competencia a la vista.
De lo que habla es, más bien, de las transformaciones que ha sufrido el
capitalismo en los últimos
tiempos. Por un lado, nuestro mundo social y económico sufre de una creciente
mercantilización (de eso iba, también, la otra entrada). Milanovic define la
"mercantilización" como la transformación de "bienes" en
"mercancías". Los bienes tienen "valor de uso"
mientras que las mercancías se definen por su "valor de cambio".
"Esto no significa que vayamos a alquilar inmediatamente nuestras casas o ponernos a hacer de taxistas con nuestro coche particular, sólo significa que nos volvemos conscientes de la pérdida financiera que implica no hacerlo, de manera que, una vez que el precio es suficientemente bueno, porque cambien las circunstancias o porque el precio relativo se incremente, entraremos en el mercado correspondiente y contribuiremos así a reforzarlo".
Esta definición de mercantilización no es muy útil. Porque,
en realidad, que un bien se transforme en mercancía no hace que deje de ser un
bien. Es decir, que algo que tiene valor de uso tenga valor de cambio – se le
ponga un precio – significa, simplemente, que deviene intercambiable en un
mercado. Pero no pierde su valor de uso. De forma que la inmensa mayoría de los
bienes de consumo carecen de valor de cambio porque se consumen por su uso, es
de
Además, en esos mercados, oferentes y demandantes somos
nosotros mismos. Es la “economía del compartir” (sharing economy). Esta está muy bien cuando se trata de compartir
bienes porque reduce el despilfarro y hace más eficiente el uso. Si no hay
dinero por medio, sólo permuta (como en los intercambios de casas), estaríamos
en el mundo precapitalista que funda las relaciones económicas entre los
miembros de un grupo en el lema “da cuando te sobre y pide cuando necesites”.
Pero esta “gig economy” (economía de bolos, o de paga por actuación) no es así.
No se trata de permitir el uso a otros de los bienes duraderos de nuestra
propiedad cuando nosotros no los usamos sino de convertir bienes que sólo
tenían valor de uso en bienes con precio de mercado, esto es, con valor de
intercambio. Y extender el mercado de trabajo a las relaciones que un jurista
llamaría de favor. Dejamos de trabajar por cuenta ajena para convertirnos en
trabajadores y empleadores de trabajo ajeno en pequeñas dosis. Este desarrollo
ha ocurrido cuando las plataformas han pasado de servir al intercambio de
bienes entre particulares para pretender intercambiar servicios. A mi juicio,
Milanovic no interpreta bien el significado de la extensión de plataformas tipo
AirBnb. Ni siquiera las tipo Uber o Cabify. Las primeras – como antes eBay –
tenderán a convertirse en mercados B2C, esto es, en el lado de la oferta sólo
habrá profesionales que gestionarán viviendas de particulares, y en el lado de
la demanda serán particulares que recurren a AirBnb como antes recurrían a las
páginas web de los hoteles o de agregadores de plazas hoteleras tipo Booking.
En cuanto a las plataformas para la prestación recíproca de
servicios entre consumidores, no pueden funcionar porque los consumidores no se
encuentran frecuentemente ni tienen necesidades simétricas como oferentes o
como demandantes de esos servicios. De manera que el futuro es, simplemente, su
regulación por el Derecho Laboral. Ninguna revolución esperada de ese lado.
De manera que Milanovic concluye que no estamos ante una
crisis del capitalismo sino ante un “malestar occidental” que tiene su origen
en la “distribución desigual de las
ganancias de la globalización, algo semejante a lo que ocurrió en el siglo XIX,
cuando tuvo lugar la primera globalización y los europeos se llevaron la parte
del león de las ganancias que se generaron”. La nueva globalización – la que
empezó en los 90 del pasado siglo – no ha beneficiado a los occidentales sino que lo ha
hecho, principalmente, a los asiáticos.
Hay otra diferencia enorme entre la globalización del siglo
XIX y la del siglo XXI. Es que los chinos, los vietnamitas, los indios etc no nos han
esquilmado – a los occidentales – como
hicieron las potencias coloniales con Asia en el siglo XIX (y
habían hecho en los
siglos anteriores). Esta nueva globalización es mucho más justa que la
anterior, no solo porque ha tenido lugar sin cañoneras británicas o francesas
bombardeando los puertos chinos, sino porque los intercambios voluntarios
aseguran que todos nos hayamos beneficiados aunque unos más que otros y aunque
algunas zonas geográficas concretas de algunos países occidentales hayan
sufrido consecuencias económicas negativas.
Además, el capitalismo se ha extendido a la política y eso,
dice Milanovic, la ha hecho más corrupta.
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