viernes, 30 de agosto de 2024

El sueño de una teoría final: extractos (y iv)

 


el propósito de la física en su nivel más fundamental no es solamente describir el mundo, sino explicar por qué es como es... 

Quizá existe una teoría final, un conjunto simple de principios de los que surgen todas las flechas explicativas, pero nunca sabremos cuál es. Por ejemplo, puede ocurrir sencillamente que los seres humanos no seamos suficientemente inteligentes para descubrir o entender la teoría final. Es posible adiestrar perros para hacer todo tipo de cosas inteligentes, pero dudo que cualquiera pueda adiestrar a un perro para utilizar la mecánica cuántica en el cálculo de los niveles de energía atómica. La mejor razón para esperar que nuestra especie sea intelectualmente capaz de seguir los futuros progresos es nuestra maravillosa capacidad para unir nuestros cerebros a través del lenguaje, pero quizá esto no sea bastante. 

No es que la energía misma sea inalcanzable: la energía de Planck es aproximadamente la misma que la energía química almacenada en un depósito de gasolina de automóvil. El problema consiste en concentrar toda esta energía en un solo protón o electrón. 

En una teoría lógicamente independiente cualquier constante de la naturaleza podría calcularse a partir de primeros principios; un pequeño cambio en el valor de cualquier constante destruiría la consistencia de la teoría. La teoría final sería como una pieza de porcelana fina que no puede deformarse sin hacerse añicos. En este caso, aunque podamos seguir sin saber por qué la teoría final es verdadera, sabríamos, sobre la base de la matemática y la lógica puras, por qué la verdad no es ligeramente diferente...

Nozick, el principio de fecundidad establece «que todas las posibilidades se realizan, al mismo tiempo que el propio principio es una de estas posibilidades»... 

«El químico orgánico, en respuesta a la pregunta de por qué existen noventa y dos elementos, y cuándo fueron producidos, puede decir: “El hombre del despacho de al lado lo sabe”. Pero cuando se le pregunta al físico del despacho de al lado por qué el universo está construido con arreglo a ciertas leyes físicas y no otras puede muy bien responder: “Dios lo sabe”». Einstein comentó una vez a su asistente Ernst Straus que «lo que realmente me interesa es si Dios tuvo alguna alternativa o posibilidad de elección al crear el mundo». En otra ocasión describió el propósito de la empresa física como: no sólo conocer cómo es la naturaleza y cómo se llevan a cabo sus transacciones, sino también alcanzar, en la medida de lo posible, utópico y aparentemente arrogante propósito de conocer por qué la naturaleza es así y no de otra forma… De este modo uno tiene la sensación, por así decirlo, de que ni el mismo Dios habría podido disponer estas conexiones de una forma diferente de la que existe… Éste es el elemento prometeico de la experiencia científica… Aquí ha radicado siempre para mí la magia particular del esfuerzo científico 

Algunas personas tienen una idea de Dios tan amplia y flexible que es inevitable que encuentren a Dios dondequiera que lo buscan. Se oye decir que «Dios es lo último» o «Dios es la naturaleza» o «Dios es el universo». Por supuesto, como sucede con cualquier otra palabra, podemos dar a la palabra «Dios» cualquier significado que queramos. Si usted quiere decir que «Dios es energía» entonces usted puede encontrar a Dios en un trozo de carbón. Pero, si las palabras han de tener valor para nosotros, deberíamos respetar la forma en que han sido utilizadas históricamente, y especialmente deberíamos mantener las distinciones que impiden que los significados de unas palabras se confundan con los significados de otras...   la religión no surgió en las mentes de los hombres y mujeres que especulaban sobre las causas primeras infinitamente prescientes, sino en los corazones de aquellos que suspiraban por la continua intervención de un Dios interesado.  El recuerdo del Holocausto me hace poco comprensivo respecto a los intentos de justificar el comportamiento de Dios para con el hombre. Si existe un Dios que tiene planes especiales para los seres humanos, se ha tomado mucho esfuerzo para ocultar Su interés por nosotros...

... parece que muchas personas son capaces de ejercer cierto control sobre lo que creen y eligen creer lo que piensan que les va a hacer buenos o felices. La descripción más interesante que conozco de cómo puede funcionar este control aparece en la novela 1984 de George Orwell. El héroe, Winston Smith, ha escrito en su diario que «libertad es la libertad de decir que dos más dos son cuatro». El inquisidor O’Brien toma esto como un desafío y se propone obligar a Smith a cambiar su idea. Sometido a tortura, Smith está perfectamente dispuesto a decir que dos más dos son cinco, pero no es eso lo que O’Brien espera. Finalmente, el dolor se hace tan insoportable que, para escapar de él, Smith trata de convencerse por un instante de que dos más dos son cinco. O’Brien está satisfecho por el momento y la tortura se suspende. De manera muy parecida, el dolor de enfrentarnos a la perspectiva de nuestra propia muerte y la muerte de los que amamos nos impulsa a adoptar creencias que aminoren este dolor. Si somos capaces de tratar de ajustar nuestras creencias de esta forma, entonces ¿por qué no hacerlo? No puedo ver ninguna razón científica o lógica para no buscar el consuelo mediante un ajuste de nuestras creencias; sólo veo una razón moral, un sentido del honor. ¿Qué pensaríamos de alguien que trata de convencerse de que le tocará la lotería porque necesita el dinero desesperadamente? Alguien podría envidiarle sus grandes esperanzas, pero muchos otros pensarían que está fracasando en su papel de adulto y ser racional, de mirar las cosas como son. De la misma forma que cada uno de nosotros ha tenido que aprender, a medida que crecía, a resistir la tentación de las ilusiones acerca de las cosas ordinarias como las loterías, también nuestra especie ha tenido que aprender, a medida que crece, que no estamos jugando un papel estelar en ningún tipo de drama cósmico... 

La más bella afirmación de este desafío existencial que conozco se encuentra en La historia eclesiástica de los ingleses, escrita por Beda el Venerable alrededor del año 700. Beda cuenta cómo el rey Edwin de Northumbria convocó un consejo el año 627 para decidir la religión a adoptar en su reino, y cita el siguiente discurso de uno de los hombres principales del rey: Majestad, cuando comparamos la vida presente del hombre sobre la Tierra con los tiempos que no conocemos, parece como el vuelo breve de un gorrión que cruza la sala de banquetes en la que vos estáis sentado a cenar en un día de invierno con vuestros nobles y consejeros. En el centro hay un fuego acogedor para calentar la sala; fuera ruge la tormenta de lluvia o nieve del invierno. El gorrión entra volando velozmente por una puerta de la sala y sale por otra. Mientras está dentro, está a salvo de la tormenta; pero tras unos pocos instantes de abrigo se pierde en el mundo invernal del que vino. También así, el hombre aparece en la Tierra para un breve periodo; pero de lo que fue antes de esta vida, o de lo que sigue, no sabemos nada. La tentación de creer con Beda y Edwin que debe haber algo para nosotros fuera de la sala del banquete es casi irresistible. El honor de resistir esta tentación es sólo un magro sustituto para el consuelo de la religión, pero no está totalmente desprovisto de satisfacción.

Steven Weinberg El sueño de una teoría final, 1992

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