La columna publicada en EL PAÍS (Fábulas machistas perversas) es la de un "escritor". Frabetti ha publicado más de cien libros, el más famoso de los cuales es uno de literatura infantil cuyo protagonista es un enano llamado Ulrico que es como un filósofo. En las primeras páginas explica a los 7 enanos, que quieren quemar a la madrastra-bruja que dio la manzana envenenada a Blancanieves, que correlación no implica causalidad y que el hecho de que Blancanieves se durmiera tras morder la manzana no significa que estuviera envenenada. Que se sepa, el libro no ha sido retirado de los colegios por utilizar el término "enano" repetidas veces).
En la columna habla de publicidad y de marcas. Aunque reconoce que hay millones de marcas registradas en todo el mundo, parece asombrarle que los publicistas recurran a expresiones gráficas o lingüísticas lo más sencillas posible para aprovechar la atención mínima que le dedicará el que la perciba y que incluyan, naturalmente, animales y plantas en ellas. ¿Qué tiene de interesante esa cuestión? Nada.
Pero, como tiene que hacerse un hueco en el TELVA del siglo XXI en que se ha transformado EL PAÍS (esta columna de Azahara Palomeque es una cumbre en este sentido: pone a parir las redes tras reconocer que todo el material para su columna lo ha sacado de Instagram, a lo que parece adicta) ataca la "animalización" de la mujer que se estaría produciendo en el mundo de la publicidad en los últimos tiempos.
Las fábulas tradicionales, en palabras de Hegel, son como enigmas que van acompañados de su solución, y los animales humanizados que suelen protagonizarlas escenifican conflictos que nos invitan a contemplar la realidad desde una perspectiva ética (que a menudo se explicita en la consabida moraleja). En las antípodas de esta intención veritativa y moralizante, los deshumanizados animales
(¡me encanta! tras haber deshumanizado a los humanos, ahora la hemos emprendido con los animales)
del perverso fabulario de la publicidad nos cuentan una mentira deslumbrante para inducirnos a la inmoralidad del consumo desaforado; nos ofrecen, invirtiendo el esquema hegeliano, falsas soluciones que, retroactivamente, convierten los enigmas de la existencia en falacias adormideras.
Los juristas llevamos cien años estudiando la publicidad engañosa y buscando criterios para determinar cuándo un mensaje publicitario es engañoso y Frabetti ya sabe que toda publicidad cuenta una "mentira deslumbrante" y que lo que pretenden los "perversos" publicitarios es inducirnos al "consumo desaforado" que, naturalmente, es inmoral. Si nos indujeran al consumo "no desaforado" (como hace la publicidad de EL PAÍS que encuentro en mi correo todos los días), entonces ya no estaríamos en el mundo de la publicidad.
Frabetti ha descubierto que los publicitarios recurren a "la zoología" (sic) para crear "emblemas y logotipos" porque los animales tienen significado y connotaciones para los humanos, claro, que los hacen atractivos. Pero, siendo los publicitarios "perversos", de lo que tratan es de convertir a los animales en "cebos icónicos para la captura de consumidores de todo tipo y condición". El ejemplo de Frabetti es el cocodrilo de Lacoste
”un bichito de 100 euros en una camiseta de 10″, le escuché decir a una anciana, el caballo de Ferrari, el cisne de Swarovski, el toro de Osborne…
La verdad es que uno no alcanza a entender por qué el hecho de que Lacoste use un dibujo de un cocodrilo y Nike utilice un dibujo de un "swoosh" cambia la valoración moral de la publicidad y de los publicistas. A Frabetti, el uso que Lacoste hace del cocodrilo le parece perverso pero
... hay un uso aún más perverso de la simbología animal, que no se conforma con convertir al ser humano en consumidor sino que convierte al propio consumidor —y especialmente a la consumidora— en objeto de consumo.
Esto ya es para nota. Frabetti cree que la publicidad convierte "al ser humano en consumidor". Yo creí que lo que convierte a alguien en consumidor es la necesidad de energía para poder seguir vivo. Jurídicamente, consumidor es el destinatario final de bienes y servicios. Se ve que estoy equivocado. Es la publicidad lo que convierte al ser humano en consumidor. Perdonémosle a Frabetti su literaria imprecisión. Lo que no entiendo es que pase de acusar a la publicidad de utilizar a los animales para engañar a los consumidores a contarnos que la literatura infantil y las fábulas de toda época ha recurrido a determinados tipos de animales para simbolizar prototipos femeninos.
Zorra, loba, perra, gallina, pécora… La animalización de la mujer, casi siempre con una intención despectiva (al contrario que en el caso del hombre: zorro, lobo, sabueso…), suele tener, además, connotaciones sexuales o, más concretamente, sexistas: las mujeres, como los animales no humanos, son objetos —eróticos, en este caso— al servicio del rey de la creación. Y en este sentido —en más de un sentido— son especialmente ilustrativas las conejitas de Playboy.
La falacia de Frabetti salta a la vista. Ha seleccionado ejemplos en los que se trata de insultar a mujeres comparándolas con animales que encarnan los defectos o los vicios de los que se acusa a la mujer. No sé cómo se llama a esta falacia, pero es una falacia. Por ejemplo, en Bambi, la mamá cierva supone una "animalización" benigna de las mujeres. Como llamar a una mujer "leona" porque defiende a sus "cachorros". Y lo mismo con los patos (en el patito feo) o las 'tigresas' o las elefantas en Dumbo. O sea que Frabetti no demuestra que la utilización de los animales en las fábulas, en las películas, en los cuentos infantiles o en la publicidad sea "machista". Los animales más "asquerosos" se utilizan para insultar tanto a hombres como a mujeres (véase Paquita la del barrio).
Pero de lo que quiere hablar el cuentista es de las conejitas de Playboy. A Frabetti le parece que Playboy es un negocio machista y que lo de las "conejitas" atenta contra la dignidad de las mujeres (¿o deshumaniza a los conejos al compararlos con mujeres que se ganan la vida posando desnudas?). Dice que el que ideó la marca de Playboy era "un zoófilo en ciernes" y que conejizar a la mujer (él dice "cunificación" pero la palabra no parece existir) es un pecado muy grave "un fenómeno... muy alarmante" que compara con otros fenómenos, igualmente alarmantes supongo, como los usagimimi y los kemonomimi, o sea, poner rasgos de animales a dibujos de seres humanos.
Esperaríamos que el autor avanzara hacia la conclusión. Tras haber denigrado a los publicitarios y habernos advertido de que nos engañan como a viejos incautos y desinhibidos, Frabetti termina sin embargo diciéndonos que el conejito de Playboy, que tiene ya 70 años y los kemonomimi son dos fenómenos que reflejan
la progresiva convergencia de dos corrientes del imaginario erótico patriarcal, cuyos denigrantes contenidos van siendo homologados por la globalización de la cultura de masas.
"van siendo", sí.
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