Nadie tendría por qué temer la furia de un tirano si éste no tuviese sobre nadie otra autoridad que la del miedo; puesto que, como individuo, su fuerza corporal no puede ser mucha, y cualquier otro poder que posea ha de basarse en nuestra opinión o en la de otros.
En las páginas que resumo a continuación, Basu expone una aplicación de la idea central de su libro sobre un nuevo Análisis Económico del Derecho basado en la idea del “punto focal”. En dos palabras,
El Derecho es efectivo, en la medida en que lo es, porque crea puntos focales en el juego de la vida social y de la economía. Y es creando puntos focales la única forma en la que el Derecho afecta al comportamiento individual y a los resultados colectivos
Para comprender el significado de un punto focal, Basu nos pone el siguiente ejemplo
Supongamos que dos personas con coches rápidos llegan a una isla deshabitada con nichos de carreteras y se instalan en ella... Ahora, cada uno de estos nuevos residentes tiene que decidir por qué lado de la carretera va a conducir (por la derecha o por la izquierda). Permítanme llamar a esto el Juego de la Isla. Y doy por hecho que a nadie le gusta tener un accidente. La única estrategia que debe elegir cada persona es "conducir por la izquierda" o "conducir por la derecha".
Está claro que si todo el mundo decide conducir por la izquierda, a usted le interesa conducir por la izquierda. Y exactamente la misma lógica se aplica a la conducción por la derecha. En otras palabras, el Juego de la Isla tiene dos equilibrios: todo el mundo conduce por la izquierda y todo el mundo conduce por la derecha. Para comprobarlo, obsérvese que si todo el mundo conduce por la izquierda y tú, unilateralmente, decides cambiar de estrategia, tendrás un accidente y saldrás peor parado. Y lo mismo ocurre en el caso en el que todo el mundo ha elegido conducir por la derecha,
… Aquí es donde la idea de punto focal puede desempeñar un papel (Schelling). El punto focal es un concepto que surge de una capacidad psicológica, prevalente entre los seres humanos, especialmente los que comparten un bagaje cultural común, que permite a cada uno adivinar lo que probablemente harán los demás cuando se enfrentan al problema de elegir uno entre muchos equilibrios. ... y, de hecho, algunos han argumentado que el concepto puede tener sus raíces en la evolución
Aclarado el concepto, Basu nos explica la relación entre la discriminación y el punto focal cuando hay complementariedades estratégicas. Este último concepto se utiliza en teoría de juegos y en economía industrial para referirse a interacciones, por ejemplo, entre oligopolistas tales que inducen a uno de los oligopolistas a aumentar su producción cuando el otro lo hace porque así están mejor los dos. Afortunadamente, Basu nos pone un ejemplo más sencillo
La idea básica, que muestra la relación entre la discriminación y el punto focal, puede ilustrarse con un ejemplo sencillo.
Supongamos que hay dos empresarios, 1 y 2, que necesitan realizar determinadas tareas, y que hay n (>2) operadores de servicios o trabajadores que pueden realizarlas. Supongamos, por ejemplo, que el empresario 1 necesita una persona que le cuide el césped -comprar y aplicar abono, sembrar semillas, cortar el césped, etc.- y que el empresario 2 quiere prestarle dinero a alguien.
La persona que puede pedir el dinero prestado puede comprar fácilmente los abonos y las semillas y así realizar mejor el trabajo de jardinero. Si el empresario 2 consigue prestar a una persona que obtiene el contrato de trabajo de jardinero, será más probable que devuelva el préstamo con los intereses acordados.
Lo que los empresarios pueden desconocer es qué causas subyacentes hacen que un trabajador sea más productivo que otro, es decir, que si ambos contratan con el mismo trabajador están mejor, esto es, los dos empresarios reciben más valor por su dinero. Esto no es improbable en un entorno real en el que miles de empresarios llegan a cientos de miles de trabajadores. Los empresarios son conscientes de que algunos son más productivos que otros y pueden buscar señales de la mayor productividad sin conocer del todo el modelo fundamental que impulsa tal productividad.
El párrafo anterior puede resumirse de la siguiente manera. Cada empresario elige a un trabajador para la tarea que necesita realizar. Si elige a un trabajador distinto al elegido por el otro empresario, obtiene un beneficio de X y si elige al mismo que ha elegido el otro empresario obtiene Y. Dado que hay complementariedad estratégica (porque el trabajador que obtiene el préstamo puede prestar un mejor servicio de jardinero y el prestatario que obtiene el trabajo de jardinero puede devolver más fácilmente el préstamo), entonces
y > x
Los empresarios no son conscientes de esta complementariedad estratégica. Todo lo que saben es que pueden obtener x o y, sin ser conscientes de lo que provoca la diferencia... Pues bien, cuando existe complementariedad estratégica, se produce un tipo de discriminación que no requiere ningún sesgo racial innato ni diferencias de capacidad o habilidad entre los grupos y que surge totalmente a través de los procesos naturales del mercado
Para demostrarlo basta tener en cuenta que ambos empresarios están mejor, ceteris paribus, si pudieran coordinarse para elegir al mismo trabajador y, por tanto, para buscar indicios (“marcadores”) en el trabajador que indiquen mayores probabilidades de ser el escogido por el otro empresario. Ahora supongamos que el trabajador es blanco o que es negro. En principio, si no hay diferencias en productividad entre blancos y negros, los dos empresarios, el mercado generará discriminación en función de lo que cada uno de los dos empresarios crea que hará el otro empresario. Es decir,
“si los demás discriminan en favor de los blancos, los blancos serán en promedio más productivos y, por tanto, va en tu propio interés elegir al blanco para la tarea de jardinero”
Se aprecia, pues, que cuando la mayor productividad de un trabajador deriva de ser escogido también como contraparte contractual por otros, a cada uno de los empresarios le interesa escoger al que han escogido los demás y si los demás discriminan a favor de los blancos, el empresario contratará al blanco. Es decir
en los mercados con complementariedad estratégica, la raza o el género o la casta pueden ser el punto focal. Es decir, la raza o el sexo o la casta es importante sólo porque otros lo consideran importante. Usted prefiere a Emily antes que a Lakisha no porque tenga preferencia por una blanca antes que por una negra, sino porque todos los empresarios necesitan centrarse en algunos grupos.
La doctrina económica dominante sobre la discriminación afirma, sin embargo, que dejado el mercado a su libre funcionamiento, la discriminación tenderá a desaparecer. Esto es verdad respecto a la discriminación basada en un sesgo racista, esto es, la que se realiza porque el empresario siente repugnancia por relacionarse con gente de otra raza, sexo o casta. Y es verdad porque, si el mercado es competitivo, el empresario discriminador “pagará” en forma de trabajadores menos productivos su racismo, sexismo o, en general “gusto” discriminador. Pero la que no desaparecerá es la discriminación provocada por la existencia de complementariedad estratégica. Esta será incluso fomentada por el mercado que funcione sin regulación, simplemente porque se pueden obtener ganancias de productividad si los empresarios se coordinan y eligen a la misma contraparte. Por tanto, puede estar justificada, dice Basu, la discriminación positiva o acción afirmativa:
Si se quiere acabar con la discriminación, es posible que se necesite una regulación y una acción afirmativa consciente. Y cuando se apuesta por la acción afirmativa, no hay que caer en la chanza políticamente correcta, tan escuchada, de que haciendo acción afirmativa no se perjudican los rendimientos. La verdad es que los rendimientos pueden verse reducidos por dicha acción. El llamamiento debe ser que, incluso si el rendimiento disminuye, hay ciertas acciones en la vida que deben permitirse por su bondad moral innata. La discriminación positiva es una de ellas.
O, añade, permite al mercado funcionar libremente y pon un impuesto al trabajador más productivo – el que obtiene el empleo – destinado a los que no son “elegidos” porque no son “elegidos” por la otra contraparte.
Coase apuntaría a que el modelo de Basu no tiene por qué provocar un “fallo de mercado” permanente. Es decir, los humanos, siempre atentos a mecanismos para reducir los costes de intercambiar y producir en común, podrían eliminar la discriminación odiosa (la que resulta de que cada empresario espera que los demás empresarios elijan al blanco frente al negro o al varón frente a la mujer) garantizando que ese “marcador” no informa de lo que harán los demás. Es decir, y en el ejemplo, que el jardinero blanco no tiene más oportunidades de recibir el préstamo que el jardinero negro o, viceversa, que el prestatario blanco no tiene más oportunidades que el prestatario negro de recibir el encargo de cuidar del jardín. Ya habrán adivinado que me estoy refiriendo a la utilización de personas jurídicas, que contraten tanto la mano de obra de jardinería como la financiación.
Basu dice, en este sentido, que “si quieres promover la idea de que un grupo en particular del que tú eres miembros es especialmente productivo, te conviene elegir (entre todos los grupos de los que eres miembro) uno cuanto más pequeño (“exclusivo”) mejor” porque así podrás apropiarte de una mayor proporción de las rentas que genere esa mayor productividad. No es una buena idea tratar de convencer a los demás de la mayor productividad de las mujeres respecto de los hombres o viceversa. Pero, lo que la complementariedad estratégica provoca es que el más productivo deviene más productivo simplemente por la dinámica del mercado: “si se promueve la idea de que los británicos son más productivos o la idea de que los chinos son más productivos y la gente lo acepta y lo cree, los británicos devendrán todavía más productivos”. Es decir, la reputación facilita la coordinación. La señal “ser británico” actúa como un punto focal que permite a los distintos empresarios que necesitan contratar al más productivo coordinarse y contratar al mismo, obteniendo con ello los beneficios de la complementariedad estratégica derivada de que ha sido contratado también por el otro empresario.