martes, 18 de febrero de 2020

El exceso de hombres engendra violencia y en una sociedad poligínica uno de cada diez varones sobra


el tipo de institución matrimonial practicada por un grupo étnico, la monogamia o la poligamia, afecta a la probabilidad de que los miembros de ese grupo ataquen a los grupos vecinos


Que la poligamia es una institución perniciosa para el bienestar social es algo indudable. Atenta contra la dignidad de las mujeres y discrimina a los varones pobres lo que fomenta la comisión de actos violentos en sociedades donde una buena parte de sus jóvenes varones no tienen oportunidad de encontrar pareja. Aún más, buena parte de esos jóvenes varones se convencerán de que el acceso a las mujeres no depende de su capacidad de seducción y atractivo y, por tanto, tenderán a usar la violencia en mayor medida con sus parejas. No es extraño que la poligamia sea considerada contraria al orden público en los países civilizados y es una vergüenza que los países musulmanes sigan conservando la institución. Casarse y poder formar una familia es la “estrategia” más fundamental para desarrollar la propia personalidad (art. 10 CE), de modo que cualquier política pública que dificulte o discrimine en relación con la posibilidad de contraer matrimonio y formar una familia debe considerarse inconstitucional.

En este trabajo se explica que la poligamia produce un “exceso de hombres”. Hay varones que “sobran” (“en una sociedad poligínica, 1 de cada 10 varones, sobra”) porque las mujeres que les corresponderían si no existiese poligamia están acaparadas por los varones de mayor edad y riqueza. Por tanto, la poligamia crea una “escasez artificial” de mujeres. Si sólo el rico puede encontrar pareja, el resultado es que los jóvenes se empeñarán en actividades que les permitan obtener riqueza material de la forma más rápida posible, o sea, frecuentemente, dedicándose al pillaje de grupos rivales (no a robar en el seno del grupo porque el control social de esas conductas es muy potente). Que los “guerreros” más exitosos tienen más mujeres había sido comprobado ya hace cuarenta años entre los yanomamos y también que el número de ataques vikingos aumentaba en etapas en las que había un exceso de varones jóvenes en Escandinavia. Lo interesante del trabajo es que logran probar la dirección de la relación de causalidad de la poligamia al incremento de la violencia (descartando la inversa, que sea la violencia la que conduzca a la poligamia si observamos, simplemente, que hay correlación entre poligamia y grado de violencia de una sociedad). Para lograrlo, los autores explican que la institución – la poligamia – tiene una vigencia temporal independiente de la ratio hombres-mujeres en una sociedad (a diferencia de lo que ocurre con los ataques vikingos, cuya frecuencia está asociada al desbalance hombres/mujeres), de modo que es posible descartar que sea la violencia la que genere la poligamia como institución. La poligamia deviene estable – se institucionaliza: “pautas de conducta social con roles estereotipados” – porque hay beneficiarios – los varones viejos y ricos – que están interesados y disponen del poder para mantenerla en vigor. Es más, según Alexandre Afonso, si los conflictos bélicos matan a jóvenes solteros, la violencia favorece la estabilidad de la poligamia porque el conflicto reduce el volumen de jóvenes sobrantes. 

Los autores encuentran un fuerte sustento a esta hipótesis utilizando
datos georreferenciados sobre la poliginia y el conflicto entre grupos en el África rural… Basándonos en los datos de la encuesta del Afro-barómetro, exploramos los mecanismos subyacentes y encontramos que los jóvenes que pertenecen a grupos poligínico sienten que son tratados de manera más desigual y están más dispuestos a usar violencia en comparación con los que pertenecen a grupos monógamos.
La cosa es fascinante. ¿Por qué se dedicaron los segundones a la piratería, al ejército o a la conquista de América en la España de la Edad Moderna? La explicación puede ser semejante: si el primogénito se lo lleva todo, el segundón no puede esperar casarse y ha de buscar la riqueza de forma más expeditiva. De modo que las leyes sucesorias que favorecen al primogénito contribuyen, probablemente, de forma semejante a las leyes que permiten la poligamia, a aumentar el nivel de violencia en una sociedad. En menor grado, naturalmente, porque la primogenitura no reduce el número de mujeres disponibles para casarse y, en la medida en que tengan los mismos derechos sucesorios que los varones (lo que, de nuevo, no ocurre en los países musulmanes) tampoco reduce la posibilidad de aportar dote al matrimonio. Pero si los varones han de sostener a la familia, un sistema de derechos hereditarios que privilegie al primogénito aumentará el nivel de violencia en esa sociedad. ¿Se explica así el elevado número de religiosos en la Edad Media y Moderna en España?

Aún más interesante. Dicen los autores que, en África, los grupos son tribales, es decir, son familias extensas y que el parentesco lleva a los jóvenes a no atacar a miembros de su propio grupo y, en su lugar, atacar a grupos vecinos. Este razonamiento llevaría a considerar que no sólo la familia nuclear sino la prohibición de la poligamia ha influido en la “weirdness” de los europeo-occidentales. La prohibición de la poligamia era imprescindible en un entorno de familias nucleares porque, si es verdad que genera un aumento de la violencia entre los jóvenes varones que no pueden encontrar pareja, explicaría que Europa haya sido más violenta que ninguna otra parte del mundo a lo largo de la Historia y explicaría también que el simple efecto de normas sobre las herencias de carácter desigual fuera lanzar a los jóvenes europeos a la conquista del mundo. La gloria militar como el camino hacia el matrimonio.

Carlo Koos and Clara Neupert-Wentz Polygynous Neighbors, Excess Men, and Intergroup Conflict in Rural Africa, Journal of Conflict Resolution, 2020

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