martes, 11 de febrero de 2020

¿Son asegurables las pandemias?


Matt Levine cuenta, remitiéndose a una columna publicada en el Financial Times, que el Banco Mundial emitió en 2017 unos “bonos pandémicos”. La idea es sencilla: el Banco Mundial paga unos intereses elevados (o muy elevados) a cambio de que los que compran esos bonos – y entregan, por tanto, el dinero correspondiente al Banco Mundial – renuncien a que el Banco Mundial les devuelva su dinero si se produce una pandemia en el mundo entre el momento de la emisión y el del vencimiento del principal. Según cuentan Levine y Dizzard, la idea se le ocurrió al BM como una forma de allegar recursos cuando más se necesitan a cambio de recursos cuando menos se necesitan.
Esta es, esencialmente, la explicación más sencilla y convincente de la eficiencia del seguro (aquí están todas las entradas que he escrito sobre el tema). Piénsese en un seguro de incendio de mi casa. Entrego dinero (el pago de la prima) cuando el dinero vale menos para mí (porque mi casa está en pie) y recibo dinero cuando vale más (porque lo necesito para reconstruir mi casa que se ha incendiado).

Para que el seguro sea posible es imprescindible que los riesgos asegurados sean independientes entre sí, es decir, que no estén “correlacionados” o que la producción del siniestro respecto de un asegurado no nos diga nada respecto a la probabilidad de que el siniestro afecte o se produzca para otro asegurado. Por ejemplo, los agricultores minifundistas de una comarca de Galicia no pueden asegurarse recíprocamente respecto del riesgo de inundación por desbordamiento del río Sil si, de producirse el siniestro – el desbordamiento del Sil -, todos se verían afectados por la inundación. Entonces se dice que el riesgo es catastrófico. ¿Cómo se aseguran los riesgos catastróficos? Ampliando el círculo de los asegurados que contribuirán a indemnizar a los que sufran el siniestro para que haya una gran parte del grupo que no se vea afectado. En el ejemplo, asegurar a todos los agricultores gallegos o a todos los agricultores españoles (reaseguro o creación de un “consorcio de compensación de seguros”)

Pues bien, parece que el problema con las pandemias es que – eso dice Gordon Woo – los mercados de capitales no pueden actuar como “aseguradores” porque hay correlación entre pandemias y pérdidas en los mercados de capitales. Dice Levine que los aseguradores afirman que “nada es inasegurable: sólo necesitas más datos” y, en el caso de una pandemia, lo que necesitas para fijar la prima que vas a exigir al tomador del seguro es el número de víctimas de la pandemia que obliga al asegurador a pagar la indemnización (en el caso de los bonos, que hace que los bonistas pierdan el derecho a recuperar el dinero prestado al BM). El problema es que “el riesgo de pandemia… tiende a estar correlacionado con los mercados financieros. "No se obtiene la diversificación que ofrecen los huracanes y los terremotos"…. Si hay una pandemia global, entonces todas las acciones y bonos bajarán; si tienes bonos pandémicos, perderás dinero en los bonos pandémicos exactamente al mismo tiempo que pierdes dinero en tus otras acciones y bonos.

Lo que no ocurre, obviamente con un huracán o terremotos porque éstos no afectan a todo el mundo, sino solo a regiones determinadas, de manera que la frecuencia de los huracanes no dice nada sobre que la economía esté en recesión o en expansión ni viceversa. Y si no están correlacionados, siempre se puede mejorar la diversificación invirtiendo en esos activos parte de los ahorros. Pero lo del coronavirus chino, como las pestes del mundo antiguo (la bizantina y la europea-medieval) afectan a todo el mundo. Levine termina con una observación muy inteligente: los bonos pandémicos tuvieron un gran éxito porque el BM estaba pensando en el ébola y la extensión del ébola del Congo a otros países africanos “no está correlacionado con los mercados financieros mundiales, pero el riesgo de que un coronavirus mortal se extienda de China al resto del mundo” sí que lo está, como están experimentando las autoridades catalanas en su propia carne con el WMC.

De manera que “los suscriptores de los bonos puede haberlos comprado con la mente puesta en la enfermedad y el modelo de correlación equivocados”.

Robert Muir-Wood ha escrito dos entradas sobre el coronavirus chino. En una de ellas explica cómo podemos frenar y eventualmente impedir la expansión del virus, o sea, qué herramienta de gestión del riesgo es más adecuada. Y esta es la de “spotting” los nuevos brotes a distancia del brote originario y acabar con ellos, extinguirlos, antes de que crezcan. Se habrá captado que el origen de esta técnica está en la gestión de los incendios y en la propagación de éstos gracias al viento que traslada, a menudo a grandes distancias, las cenizas incandescentes producidas en un incendio determinado. ¿Cómo se aplica la técnica a una pandemia? Cortar el transporte aéreo (“es como parar el viento en el caso de un incendio”) parece obvio. Aislar y poner en cuarentena a los que han estado en contacto con el virus también. Más difícil es cortar la expansión – dice Woo – en países vecinos a China donde el virus se haya expandido ya y que pueden carecer de los medios sanitarios adecuados (Tailandia) y, si es así ¿hay que suprimir los vuelos también desde esos países? También puede ser muy difícil determinar quién ha estado expuesto al riesgo de contagio. También cuenta este autor en la otra entrada que, de algunos estudios realizados respecto de la llamada gripe española de 1919, se deduce que “el autoaislamiento y la aplicación rigurosa de la cuarentena pueden ser remedios eficaces”. En cuanto a la duración de la cuarentena, los catorce días parecen suficientes en el caso del coronavirus, de manera que la decisión norteamericana de negar la entrada a cualquiera que haya estado en los últimos catorce días en China es una forma de “autoaplicación” de la cuarentena bastante eficaz. En fin, aquí puede leerse cómo averiguan los epidemiólogos el número probable de afectados y la tasa de expansión del virus (número de personas que cada infectado contagia a su vez).

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