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sábado, 6 de noviembre de 2021

De la sociedad a la compraventa a crédito pasando por el trueque diferido y volviendo a la sociedad


Sergei Prokudin-Gorsky

“Hoy, ya no es como antes. Antiguamente, a todos les tocaba pedir. Todos éramos pobres. Hoy en día, muchas personas pueden simplemente ir a las tiendas. Allí compran lo que necesitan así que andar pidiendo todo el tiempo hace que te sientas mal. Por eso ya casi nadie pide”.


La forma más primitiva de compartir comida la describe Schnegg como sigue:

un hombre llega a casa después de una caza exitosa y se une al grupo de personas con las que vive. Se espera que comparta la mayor parte de su presa con sus vecinos. A continuación, una mujer regresa de su actividad de recolección y ofrece raíces, frutos y hojas. Todos se sientan alrededor del fuego, hablan y comen. En un grupo social relativamente pequeño como este, todos los miembros de la comunidad dan y reciben de vez en cuando y sus relaciones sociales se mantienen gracias a la deuda voluntaria que todos tienen con los demás.

En efecto, cuando se trata de la caza de una pieza mayor, el reparto de lo cazado entre todos es preferible porque el cazador no sabría qué hacer con el excedente.

El objetivo ‘directo’ es reducir el riesgo de inanición individual. Un resultado no pretendido es el de que se crean, refuerzan y renuevan los vínculos sociales (esto es, los vínculos de cada uno de los miembros del grupo con los demás). Lo interesante – en la línea de Gintis – es que la co-evolución genética y cultural conduce a que la ‘regla’ que puede extraerse de este comportamiento (el comportamiento se convierte de ‘social’ – esto es lo que hacemos aquí – en ‘normativo’ – esto es lo que se debe hacer) se internaliza por todos los miembros del grupo, de forma que se convierte en obvia y su cumplimiento no requiere de un mecanismo coactivo externo al propio sujeto que no tiene que racionalizar su comportamiento.

Schnegg explica a continuación que ese escenario de aportación de todos los miembros del grupo de la comida que han obtenido y su reparto entre todos ellos está en decadencia. Hoy, cuando el autor dijo tener hambre, su ‘colega’ mandó a su hijo a una tienda a comprar la comida que el niño ‘dejó a deber’ y se apuntó en la cuenta correspondiente que el amigo mantenía con el tendero.

Entre medias de estas dos formas de circulación de la comida en una sociedad de cazadores-recolectores se encuentra el trueque diferido: la que necesita pide al que tiene excedentes en la seguridad de que reciprocará cuando sea él el que tenga excedentes y ella la que tenga necesidad. Schnegg se remite al famoso libro de Mauss sobre el “don” y cómo la donación crea una obligación de reciprocidad lo que colocaría al donatario en “una posición subordinada”. Si la relación no se equilibra, estas donaciones pueden configurar una sociedad dividida en clases.

Schnegg distingue el ‘mercado matrimonial’, donde las deudas son de gran envergaduras y, probablemente, nunca completamente pagadas del ‘mercado de comida’ donde las transacciones singulares son de poco valor, se repiten con frecuencia y la posición de ambas partes no es estable, es decir, uno es, a veces, el donante y otras el donatario. En una economía de subsistencia, no sería imaginable pensar que alguien obtiene sistemáticamente más comida de la que puede consumir y alguien – semejante a él – no alcanza nunca a capturar lo suficiente para sobrevivir. Por tanto, no es probable que las ‘deudas’ generadas en los intercambios de comida provoquen la estratificación de la sociedad en la que tienen lugar.

Schnegg, en línea con trabajos anteriores suyos propone utilizar dos conceptos para explicar cómo se distribuye y comparte la comida: el de la simetría (si uno está, a veces, en la posición de donante y otras en la posición de donatario) y el de la forma de la red de intercambios. Una red puede tener nodos centrales que conectan con muchos de los individuos que están en la periferia de la red o ser como internet en donde cada individuo se relaciona con otros individuos, esto es, hay múltiples relaciones bilaterales en el seno de las cuales, si son duraderas, se puede reciprocar y, por tanto, mantenerse en el tiempo como simétricas. Si las relaciones son simétricas y la red es del tipo internet, el crecimiento de la desigualdad tiene que producirse mucho más lentamente y a través de la introducción de mercados, esto es, de la especialización de algunos en suministrar los alimentos a otros que ya no obtendrán de su captura en la naturaleza o de la agricultura o ganadería.

La evolución reciente en estas sociedades en lo que a la comida se refiere así lo sugiere: “la gente se endeuda para comer” pero también para compartir la comida con otros actualizando así la escena con que se abre esta entrada. Solo que hoy no la protagoniza un cazador exitoso sino alguien que ha conseguido dinero.

El resto del trabajo recoge los resultados de un trabajo de campo del autor consistente en entrevistar a familias de la zona de Fransfontein (250 familias viven en esa zona) que ahora sobreviven gracias, en buena medida, a un programa del gobierno de Namibia que garantiza una pensión a todos los mayores de 60 años, en torno a los cuales se organizan los hogares, de modo que 2/3 de esas familias reciben, al menos, una pensión. Con ella, las familias compran la ‘cesta’ básica de alimentos el primer día de cada mes y saldan la cuenta en la tienda. Pero no es suficiente para asegurar el sustento de toda la familia todo el mes. ¿Cómo han afectado estos cambios a la cultura del ‘trueque diferido’ de comida (‘donaciones’ recíprocas) que era la forma más habitual de intercambio en este área?

Parece que ha sobrevivido. Los vecinos a los que se ha terminado alguno de los alimentos básicos pide a los otros vecinos que puedan tener excedente. A esa transacción se le denomina ‘augu’ (de la palabra neerlandesa próxima a give en inglés): el que necesita inicia el intercambio pidiendo al que tiene excedente. En relación con los “alimentos básicos”, pues, el trueque diferido sigue ‘en vigor’ e implica, dice Schnegg que todos tienen acceso a esos bienes que, por tanto, aunque se hayan adquirido en una tienda, no dejan de ser de ‘titularidad colectiva’

Lo que explica a continuación Schnegg es que, antes de que los colonizadores alemanes forzaran a la población local a trabajar para los granjeros europeos para subsistir (porque fueron privados de sus tierras de caza y pastoreo que se entregaron a éstos) y recibir dinero con el que comprar los ‘nuevos’ productos básicos de consumo (maiz, azúcar, té que sustituyeron a carne y frutas), la gente no pedía. No tenía que pedir porque el que tenía excedentes, simplemente, lo repartía (reparto a demanda). Por eso dice el autor que a él le costó mucho más aprender a pedir que aprender a dar o repartir. Es posible que en la psicología humana lo segundo esté mucho más internalizado que lo primero.

Cuando éramos jóvenes, esto era diferente. No había nada de esta au te re, au te re, (dame esto, dame aquello). La gente simplemente daba. Si mi abuelo volvía a casa al final del día y traía algo para la familia lo compartíamos. Las cosas cambiaron cuando entró el dinero. Ahora la gente tenía todas estas cosas y sus amigos lo veían y también lo querían tener. Fue entonces cuando las cosas cambiaron.

No ha cambiado, sin embargo, que las transacciones siguen siendo simétricas en el sentido explicado más arriba (“el 44 % de las ‘donaciones’ fueron seguidas de una donación recíproca en un período de 10 días”) y el nivel de centralización es también muy bajo (“Esto indica que todos los miembros de la comunidad se debe unos a otros, no solo a unos pocos que son más ricos”).

Pero está empezando a cambiar conforme el grupo – algunos de los miembros – salen de la economía de subsistencia porque son empleados públicos etc y forman parte de la ‘clase media’ del país. El augu ha sido sustituido por el surude (que viene del alemán Schuld, deuda). Cuando un vecino necesita o quiere una coca-cola, se la compra al vecino que ha puesto una pequeña tienda y contrae una deuda con él – tienen muy poco efectivo – que saldará al final de cada mes cuando la pensión llegue. Usar una palabra alemana – dice Schnegg – indica lo reciente que es la institución.

Sigue explicando Schnegg que algunos vecinos se están especializando convirtiéndose en tenderos (14 tiendas en una población de 250 familias) y son los que están en mejor situación económica (como para poder comprar a crédito o al contado para revender a crédito – 11 de 14 - y transportar las mercancías hasta el poblado desde la ciudad). Tenderos se hacen, naturalmente, los que trabajan para el Estado (correos, escuela, servicio de agua, el consultorio médico…) cuyos salarios – aunque también las pensiones - han crecido en las últimas décadas mucho más que los precios.

Lo más interesante es que la disposición a dar crédito no es igual en todos los tenderos (probablemente no porque no quieran sino porque no pueden permitírselo) de forma que el tendero más dispuesto a dar crédito ‘roba’ la clientela a sus ‘competidores’ reforzando la desigualdad.

El resultado es (i) se sustituyen relaciones sociales basadas en la reciprocidad por relaciones jurídicas obligatorias – contratos – (ii) las relaciones se contabilizan en cuentas corrientes entre el tendero y cada uno de sus ‘clientes’; (iii) como el crédito es a corto plazo, es probable que no haya intereses; (iv) esta transformación de las relaciones sociales en jurídicas incrementa el acceso a bienes para toda la población (al vecino se le pide azúcar, pero no una coca-cola) (v) a costa de un aumento de la desigualdad.

La pregunta es si esta evolución es una ‘mejora de Pareto’ o el enriquecimiento de los tenderos y la estratificación social consiguiente se hace a costa del empobrecimiento de los ‘clientes’ que tienen que endeudarse (en media, en la cuantía del salario que deberían percibir por 3 días de trabajo) para acceder a esos bienes, la mayoría de esos de primera necesidad.

Schnegg explica que los tenderos de Fransfontein tienen ‘competencia potencial’ en el supermercado de una ciudad cercana (a 25 km del poblado). Pero no hay medios públicos de transporte y uno privado cuesta lo suficiente como para sostener las tiendas locales.

Creo que puede darse una respuesta ‘eficientista’. Los tenderos ahorran costes a sus vecinos y si los bienes adquiridos no son adictivos, hay que suponer que el bienestar de todos los miembros del poblado mejora con la presencia de las tiendas, de modo que el aumento de la desigualdad no se produce a costa de los más pobres, sino como resultado de la multiplicación de transacciones mutualistas.

¿Qué pasa con los vecinos morosos? ¿Cómo afectan estas deudas impagadas a las relaciones sociales?

Si es la primera vez, no pasa nada. La gente sabe que no tienes empleo y son conscientes de lo difícil que es devolver el dinero. Lo sabían cuando te dieron crédito. Pero si alguien no puede pagar durante períodos de tiempo más largos, entonces las cosas empiezan a ponerse feas. Te ocultas y tratas de no encontrarte con nadie en las calles para no pasar vergüenza.

¿El deudor moroso acaba convertido en un paria excluido de la comunidad? Aquí es donde interviene el hecho de que el acreedor se convierte en alguien que tiene un elevado status en la comunidad. Y, para mantenerlo – y no ser sometido a la crítica de todo el grupo – puede estar dispuesto a condonar las deudas contraídas con él por sus vecinos pobres. Si la situación de pobreza no se cronifica – son malas rachas –, este arreglo institucional debe ser suficiente para evitar la exclusión del grupo de los que han tenido mala suerte.

En todo caso, el deudor moroso no se muere de hambre porque la forma tradicional de reparto de comida entre todos los del grupo que se narraba al principio de esta entrada (goragu) sigue existiendo solo que la comida que se comparte en ellas no procede de la caza o la recolección exitosa de algún vecino, sino de las tiendas del poblado y ha sido, naturalmente, también comprada a crédito, de modo que – termina Schnegg – si no existiera el surude tampoco existiría el goragu ya que la posibilidad de obtener la comida mediante la caza y la recolección ha desaparecido prácticamente.

Este ‘caso’ está lleno de sugerencias sobre la evolución de las instituciones. Solo destacaré dos.

La primera es que es posible que las instituciones tradicionales que aseguraban a los miembros de un grupo del riesgo de inanición sean desplazadas sin graves disrupciones cuando cambia el contexto económico como ocurre cuando se introduce el dinero y los miembros del grupo obtienen sus ingresos y los bienes y servicios del mercado en lugar de hacerlo de la caza, la recolección y la ganadería y que las antiguas instituciones devengan ‘ineficientes’ en el nuevo contexto. Pero es mucho más probable que no sean desplazadas completamente sino modificadas y, por tanto, sobrevivan mucho tiempo.

La segunda es que esa evolución no es probable cuando el grupo crece y las relaciones sociales se vuelven impersonales. En ese contexto cabe esperar un incremento espantoso de la desigualdad y la aparición de una casta de pobres que han de ser sostenidos sólo gracias a la internalización de las normas morales – religiosas que hayan podido extender a todos los miembros del ahora gran grupo la condición de ‘hermano’ o ‘pariente’ o ‘vecino’ que tenían cuando se trataba de grupos de unos pocos centenares de personas. O sea, que hay que rezar porque esas reglas morales ‘escalen’ bien.

Michael Schnegg, Becoming a Debtor to Eat: The Transformation of Food Sharing in Namibia Ethnos · February 2021

martes, 28 de septiembre de 2021

Las instituciones son mejores que el caos pero pueden ser terriblemente inequitativas


foto: JGªHerrera


Es admitido generalizadamente que las sociedades humanas pre-neolítico eran muy igualitarias y que la psicología humana – la naturaleza humana – es profundamente igualitarista. Tenemos aversión a la desigualdad, lo que tiene toda la lógica evolutiva en un entorno donde la inanición es un riesgo siempre presente. Los estudiosos de la cosa se preguntan cómo es posible que, en el Neolítico, las sociedades humanas en todo el planeta (bueno, no en todo, en África, al parecer, surgieron sociedades agrícolas que se mantuvieron igualitarias) se tornaron desiguales y tan desiguales que los niveles alcanzados, por ejemplo, en los imperios de la antigüedad no sido superados en toda la historia posterior de la Humanidad.

Las “precondiciones” para la sustitución de la igualdad de ingresos las proporciona la transformación de las tribus – bandas de cazadores-recolectores en “pueblos” de agricultores-ganaderos. También en eso están los estudiosos de acuerdo: la mayor densidad de población; la conversión de la familia en unidad de producción y consumo y la especialización y división del trabajo entre el hombre y la mujer; la necesidad de proteger los cultivos frente a los cazadores-recolectores y sobre todo la producción de excedentes que podían almacenarse por parte de algunos grupos permitieron a algunos miembros de esos grupos mejorar su posición social y convertirse en ‘jefes’ o ‘grandes hombres’ utilizando las “instituciones” propias de los cazadores-recolectores (da cuando te sobre, pide cuando te haga falta) basadas en la reciprocidad transformándolas en relaciones ‘jurídicas’ de deuda-crédito. Los que, simplemente, habían tenido mala suerte y no habían podido producir suficiente alimento en una economía agrícola no estaban en condiciones de ‘reciprocar’ con el que le había dado algo de su sobrante. Porque la producción de alimentos ahora – en un régimen de producción de alimentos cultivando la tierra y criando animales - requiere mucho tiempo lo que hace que el ‘crédito’ concedido por un agricultor a otro sea de más largo plazo que el concedido por un cazador-recolector a otro. Además, hasta el más mísero agricultor-ganadero requiere de capital (semillas, algún animal) para poder producir, lo que le exige pedir no solo alimento (‘préstamo al consumo’) sino también ‘préstamos de capital’. Y los cazadores-recolectores no conocían – no disponían de instituciones sociales – para gestionar los ‘préstamos de capital’.

Es fácil, en tales circunstancias, que se legitime una evolución cultural que conduzca a la aparición de señores y siervos. Estos últimos no pueden corresponder. Eso no es grave en el sentido de que no tiene por qué provocar cambios sociales porque la regla social que rige los intercambios de alimentos sigue siendo ‘coge cuando necesites y da cuando te sobre’ pero los ‘préstamos de capital’ no tienen mecanismos institucionales para gestionarlos en el mundo de cazadores-recolectores, de forma que es razonable que se produjeran ‘innovaciones’ contractuales-institucionales que establecieran que la regla que servía para el trueque diferido de comida no se aplicaba a estos préstamos de capital. Por la sencilla razón de que esta función de ayudar al que había sufrido una desgracia (había estado enfermo y no había podido plantar o un incendio provocado por un rayo había destruido su cosecha o una enfermedad había matado a su ganado y parte de su familia) no estaba asignada a ningún otro miembro del grupo en particular, sino al grupo como colectivo y, naturalmente, las instituciones sociales creadas al fin de mutualizar los riesgos (piénsese en el templo como almacén de grano) podían no estar suficientemente desarrolladas como para permitir al necesitado obtener los medios para volver a ponerse en pie. Si hay otros agricultores-ganaderos que han tenido mucha más suerte y tienen excedentes pueden ‘innovar’ y hacer préstamos que, sin embargo, habrán de ser devueltos rigurosamente. Graeber hablaba de la ‘juridificación de las deudas’ y el invento de la contabilización. Como estos desgraciados no pueden ‘pagar sus deudas’ en la misma moneda, esto es, cediendo parte de los cosechado o alguna cría de su ganado, han de corresponder con su trabajo. Y, si trabajan para otro, no pueden trabajar para sí mismos de manera que es fácil que su status social – y el de su familia - acabe siendo el de siervo.

Los antropólogos dicen que la religión tuvo mucho que ver. Así lo cuenta Lucassen (The Story of Work, 2021, p 75)

Alfenderfer ha recurrido a material etnográfico que describe procesos comparables durante los últimos siglos en las Américas y en Nueva Guinea, tomando el ejemplo de los pueblos Enga en las tierras altas de Nueva Guinea y los cambios religiosos que los que pretenden convertirse en ‘hombres grandes del poblado’ en el este de esa región efectuaron con la difusión de la batata y de la cría de cerdos. El culto Kepele existente, originalmente una simple ceremonia de iniciación de niños, se amplió con una representación mítica, pero directa, de riqueza. En palabras de Aldenderfer: "Es importante destacar que gran parte de esta riqueza se reinvertía, en cierto modo, mediante el patrocinio de banquetes, bailes y otros espectáculos. Si bien el culto puede no haber ampliado la jerarquía en el sentido de que los grandes hombres asumieran nuevos roles sociales, sirvió como justificación para su continua violación del ethos igualitario. En última instancia, esto les permitió ampliar sus esfuerzos para participar en las redes comerciales regionales y financiar otros eventos ceremoniales importantes relacionados con la guerra y las reparaciones de guerra, entre otras cosas".

El culto de Ain que surgió en la misma zona desafió abiertamente las nuevas prácticas de culto patrocinadas por los grandes hombres. Por ejemplo, "uno de los profetas del culto exhorta a sus seguidores a "seguir matando cerdos para el sol y comiendo carne hasta que todos se consuman; la gente del cielo los sustituirá". En lugar de alianzas, trabajo duro y explotación, la riqueza se crearía simplemente con la creencia'.

Ya pueden imaginar qué culto acabaría preponderando una vez que se acabaran los cerdos y 'seres celestiales' no aparecieran para reponerlos. Es lo que tienen todos los cultos que anuncian el fin del mundo.

Recuérdese además, que aunque la naturaleza humana, como he dicho más arriba, brama por la igualdad, las sociedades humanas no tienen por qué ser igualitarias. Si las de los cazadores-recolectores lo eran es porque todos los miembros del grupo hacían un enforcement muy riguroso del principio de igualdad llegando a matar al que pretendiera hacerse el ‘gallito’. Este enforcement no era posible con la misma intensidad en grupos de centenares de personas

Quízá recuerden la discusión que reproduje en otra entrada entre los defensores de una ‘teoría eficientista’ de los gremios y consulados medievales frente a Ogilvie que sostenía (y acaba de publicar un libro dedicado al asunto The European Guilds. An Economic Analysis) que la persistencia de una institución no es garantía de su eficienciaaquí sobre si contribuyeron a la innovación -. En este punto, tiene interés reproducir unos párrafos de Francesco Guala, Pensare le istituzioni, 2018 sobre los equilibrios sociales perjudiciales para el bienestar social, o para el bienestar de un subgrupo o para el bienestar de terceros no pertenecientes al grupo que utiliza esas instituciones. (sobre el concepto de institución v., esta entrada).

Guala pone el ejemplo de la institución de la esclavitud. Una cosa es dar razones de por qué pudo ‘estabilizarse’ la esclavitud como institución y otra preguntarse por su bondad para incrementar el bienestar social. Esta explicación, como se verá, tiene la enorme ventaja que nos permite hacernos las preguntas correctas. A saber: si vemos que en una sociedad hay esclavitud es porque, para los esclavos, la alternativa era el exterminio. Lo alucinante de la evolución cultural es que, una vez familiarizados con la esclavitud, los que se benefician de la correspondiente institución, igual que en el ejemplo anterior con la religión, tratarán de legitimar el ‘equilibrio’ que es la institución hasta que pierdan poder social como para que el instinto igualitario con el que venimos ensamblados los humanos por la Evolución, permita su reforma o abolición.

Dice Guala:

la idea de que las instituciones son ventajosas es dudosa y quizá incluso carente de sentido si no se especifica un término de comparación: ¿las instituciones son ventajosas con respecto a qué? En segundo lugar, que las instituciones sean ventajosas en general no significa que todos los individuos disfruten de sus beneficios de la misma manera. Es fácil encontrar ejemplos de instituciones injustas o poco equitativas: en los matrimonios tradicionales, por ejemplo, las mujeres suelen tener más obligaciones y disfrutar de menos derechos que los hombres. Del mismo modo, en la institución de la esclavitud, los siervos están mucho peor que los amos.

Este último ejemplo es especialmente controvertido: ¿cómo puede considerarse "beneficiosa" la esclavitud cuando la propia institución es la principal causa de las desgracias de los esclavos? La respuesta es que no debemos comparar el bienestar de los esclavos en esta terrible condición con el bienestar del que gozarían en un arreglo institucional más humano. La comparación correcta es con el bienestar del que podrían disfrutar en un entorno no institucional. Históricamente, la esclavitud ha tendido a desarrollarse cuando la asimetría de poder entre dos grupos sociales era tan grande que uno podía exterminar fácilmente al otro. La esclavización de los indígenas americanos en el siglo XVI, por ejemplo, fue consecuencia de la superioridad militar, organizativa y de resistencia a las enfermedades de los conquistadores europeos. Por lo tanto, la esclavitud fue "beneficiosa" sólo en el sentido muy desagradable de que la alternativa para los indígenas americanos habría sido el genocidio.

Que es exactamente lo que le ocurrió a los indígenas del norte de América, a los de Australia y otras zonas donde los europeos que llegaron no eran ‘conquistadores’ sino colonos agrícolas cuya religión les impedía tener esclavos

Así pues, la moraleja es simplemente que las instituciones mejoran la vida de las personas respecto de una situación en la que no hay institución alguna, en la que cada uno se comporta de forma totalmente independiente, sin guiarse por normas. En resumen, las instituciones son mejores que el caos.

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lunes, 5 de julio de 2021

Precio aplazado concedido por el socio a la sociedad como crédito análogo a un préstamo



Por Mercedes Agreda

Es la Sentencia del Tribunal Supremo de 22 de junio de 2021 ECLI:ES:TS:2021:2366

En el concurso de una sociedad, se discute si el crédito que se deriva de un precio aplazado pactado en un contrato de compraventa de un bien inmueble entre la sociedad y un accionista con una participación de un 30,6% del capital de la concursada (persona especialmente relacionada) es o no un “acto de análoga finalidad al préstamo” a los efectos del art. 92.5 LC (regla de subordinación).

En el caso concreto, el pago aplazado suponía una cantidad muy significativa con respecto al importe total de la compraventa ((510.618,48 € de un total de 602.214,13 €) y con un plazo de devolución largo (7 anualidades). Transcurridos ocho años tras la firma del contrato de compraventa, las partes otorgaron una nueva escritura pública por la que la sociedad (luego concursada) reconocía a favor de accionista vendedor una deuda por el importe de la parte del precio aplazado todavía no pagado y constituía hipoteca en garantía de la deuda reconocida (según la administración concursal, en el momento de otorgarse esa escritura, la deuda pendiente ascendía a 413.168,91 euros).

Tanto el juzgado de primera instancia como la Audiencia Provincial entienden que cuando media un pacto aplazado en un contrato de compraventa, el vendedor se comporta como un financiador del comprador y desempeña respecto a él una función afín a la que lleva a cabo el prestamista. Y a estos efectos, añade la Audiencia Provincial

no resulta especialmente relevante que lo transmitido mediante el préstamo sea fungible (dinero, con la obligación de restituir otro tanto de la misma especie) y mediante el pacto de aplazamiento de aplazamiento del precio un bien no fungible (la parte alícuota de la propiedad del inmueble correspondiente a la parte del precio que ha sido aplazada con la obligación diferencia de restituir esa parte e valor a lo largo del tiempo). Lo relevante a la hora de apreciar la analogía, añade, es que”en ambos casos se produce una transferencia de valor patrimonial de un sujeto a otro que no es inmediatamente compensada por parte de este último”.  

El vendedor-acreedor-accionista interpone recurso de casación ante el Supremo. Argumenta que la subordinación es una excepción a la regla general de igualdad de trato de los acreedores en el concurso, por lo que tiene que ser interpretada restrictivamente. Niega que el contrato de compraventa con precio aplazado pueda asimilarse al préstamo, considerando erróneo el criterio de la Audiencia al tener los dos negocios jurídicos una diferente función económica.

El TS desestima el recurso y confirma las sentencias de instancia. Comienza analizando la jurisprudencia sobre la materia y recuerda que, conforme a la misma, están excluidos de la regla de excepción a la subordinación los créditos en que pueda apreciarse una analogía o semejanza con el contrato de préstamo tanto por razón de la “naturaleza jurídica” del negocio, como por razón de su “finalidad económica”, por tratarse de un negocio destinado a la “financiación del concursado”. Dice también que, en el caso de compraventa de bienes inmuebles con precio aplazado (a diferencia del caso de compraventa de ventas a plazo de bienes muebles o contratos de crédito al consumo), no existe ninguna norma que contenga un reconocimiento legal de esa asimilación funcional, por lo que habrá que atender a las circunstancias de cada caso.

Y, tras analizar el caso concreto, concluye lo siguiente:

  • En principio, no se advierte nada en la naturaleza jurídica del contrato de compraventa con plazo aplazado que determine una incompatibilidad intrínseca con la posibilidad de que, bajo determinadas circunstancias, el aplazamiento del precio responda a una finalidad económica de financiación del comprador.
  • En este caso, concurren una serie de circunstancias que concuerdan con una finalidad económica de financiación a la sociedad compradora (luego concursada) del pacto de aplazamiento del pago del precio que se concretan en los siguientes elementos: (i) el elevado porcentaje del precio que fue objeto de aplazamiento; (ii) el amplio periodo de amortización de ese precio aplazado; y (iii) la refinanciación que supuso el reconocimiento de deuda formalizado en el año 2012, después de vencido el plazo de pago previsto en el contrato de compraventa, por un importe del que todavía quedaba pendiente de pago en la fecha de declaración del concurso y que esa deuda fuera garantizada mediante una hipoteca sobre los propios bienes inmuebles vendidos (por tanto, con una función de aseguramiento de un pago futuro y sin efecto solutorio alguno de presente).

martes, 25 de mayo de 2021

Por qué los Estados contemporáneos son tan grandes: porque la evolución no nos enseñó a tomar buenas decisiones individuales sobre los riesgos vitales



Tengo algunas referencias para apoyar la afirmación que da título a esta entrada. Los trabajos de Van Bavel y los de Chetty pero, en general, la concentración de los que practican la psicología económica (behavioural economics) en estudiar los fallos de la racionalidad humana en relación con cuestiones como el ahorro para la vejez o la contratación de seguros sanitarios ponen de manifiesto que la psicología humana no evolucionó para tomar individualmente las decisiones que se refieren a problemas de cobertura de los riesgos a los que se enfrenta un individuo que viva durante muchas décadas: educación, enfermedad, incapacidad temporal para trabajar, ausencia de trabajo y vejez. Los mercados son una bendición relativamente reciente en la escala de la historia humana y son los mercados los que garantizan, gracias a los precios, que los individuos pueden adoptar esas decisiones “correctamente”.

En esta lección, Emmanuel Saez parece haberse pasado definitivamente al bando de la Psicología Evolutiva. He de decir que la exposición inicial de la socialidad humana y de la organización “política” de los grupos humanos primitivos que realiza me parece suficiente pero no especialmente brillante aunque tiene algunos destellos de mucho interés porque pone “números” a las afirmaciones que hacen los antropólogos y los psicólogos evolutivos.

Dice Saez que los cazadores-recolectores colectivizaban – probablemente – más de la mitad de los recursos económicos de los que disponían. Y llega a esa cifra porque

La riqueza en forma de tierra y sus recursos naturales es comunal y, por lo tanto, también lo es la renta de capital implícita, que se estima en un 25 por ciento de la producción por analogía con las economías preindustriales. La renta del trabajo, el 75 por ciento de la producción restante, se pone en común generalmente para la caza, pero no para la recolección, la recogida de leña y la cocina. Suponiendo que un tercio del trabajo sea la caza, en la que se pone en común el producto, se añade un 25 por ciento de la producción al fondo común

Quizá la renta de la tierra está exagerada ya que suponemos que no hay agricultura. A continuación se pregunta: ¿Cómo se motiva a los cazadores a cazar si el producto de la caza se comparte entre todo el grupo? Es cuando contesta a esta pregunta cuando más floja me parece la argumentación de Saez (y las citas no son – todas – las más apropiadas)

Desde una perspectiva evolutiva, si la cooperación dio a los homínidos y luego a los humanos una ventaja, tiene sentido que la motivación no pueda ser únicamente el interés propio y que los individuos valoren el trabajo para el grupo. La pereza se considera de hecho un comportamiento antisocial. Como Polanyi (1944, p. 270) resumió el trabajo antropológico de Malinowski, Thurnwald y Firth sobre las sociedades primitivas, "Los incentivos habituales para el trabajo no son la ganancia [individual] sino la reciprocidad, la competencia, la alegría del trabajo y la aprobación social". De nuevo, estas motivaciones para el trabajo son familiares para el investigador académico moderno. La ganancia monetaria no es nuestra motivación inmediata, mientras que la reciprocidad cuando se trabaja en equipo con coautores suele serlo. La competencia con otros equipos para producir la investigación más influyente es claramente un motivador. La alegría del trabajo es necesaria para poder mantener largas horas de trabajo durante muchos años. La aprobación social en forma de reputación entre los compañeros también nos importa claramente

No voy a repetir aquí los resúmenes que he hecho en otras entradas de la explicación más extendida del reparto de la comida en los grupos humanos primitivos. Sólo recordaré que no se reparte toda la comida, solo lo cazado colectivamente (por una partida de caza). Lo cazado individualmente (piezas menores como conejos) y lo recolectado se consume individualmente (o en la familia nuclear). Ese hecho debilita la fuerza de convicción de Saez.

Su análisis de la etapa pre-industrial (empezando en la Edad Antigua) es más convincente: describe economías de subsistencia en las que la producción de alimentos es suficiente como para que haya un excedente del que se apoderan las élites cuyo consumo hace aparecer una industria de bienes de lujo. Bastará con remitirme a esta entrada.

… el apoyo social a los jóvenes, los ancianos y los enfermos se reducía a la familia y no a la comunidad, aunque algunas instituciones, sobre todo la iglesia, ofrecían cierta educación, atención sanitaria y apoyo a los indigentes que no tenían apoyo familiar. Para la gran mayoría de la población, la educación era mínima. Para los pocos ricos, la educación era generalmente pagada por los padres. El trabajo infantil se hizo muy común. La gente solía seguir trabajando en la vejez, incluso cuando su productividad -y, por tanto, sus ingresos- disminuían. Cuando ya no podían mantenerse a sí mismos, generalmente eran mantenidos por sus hijos, ya que el ahorro y la acumulación de riqueza estaban limitados a una pequeña élite. En los pocos países de los que tenemos datos, el 90% de la población más pobre poseía muy poco (Piketty 2020). La atención sanitaria era rudimentaria, y los enfermos generalmente dependían de sus familias para mantenerse mientras no podían trabajar.

Como digo, esta parte introductoria no tiene mucho interés. Sí que lo tiene el análisis siguiente ¿por qué los Estados modernos son tan grandes y administran una parte tan grande de lo producido en un país? Dice Saez que eso es un acertijo para el modelo económico estándar en el que los mercados pueden producir todos los bienes y servicios que los consumidores deseen y donde la función del Estado se limita a asegurar la paz y el respeto de los derechos patrimoniales de los ciudadanos. En particular, los individuos, en una economía de mercado razonablemente eficiente,

con mercados de crédito que funcionen deberían ser capaces de arreglárselas por sí mismos en gran medida. Los jóvenes (o sus padres) pueden pedir un préstamo para pagar su educación si ésta es una inversión digna. La asistencia sanitaria es en gran medida un bien privado para el que la gente puede comprar un seguro. Los trabajadores pueden ahorrar para su jubilación, previendo que su capacidad laboral disminuirá con la edad. Por último, los ciudadanos también pueden recurrir a sus ahorros cuando se enfrentan a una pérdida temporal de ingresos, como el desempleo.

Pero lo que observamos es que la educación, la asistencia sanitaria y las pensiones de invalidez y vejez más la protección frente al desempleo son asuntos que, en los países ricos, se asignan al Estado que puede recabar vía impuestos o cotizaciones obligatorias los recursos necesarios para cubrir tales necesidades individuales.

Y dice Saez que los economistas ortodoxos explican esta tremenda intervención pública en “fallos de mercado” pero ese argumento no da cuenta de la realidad que observamos. Si fueran fallos de mercado, la intervención de los Estados sería “quirúrgica” esto es, veríamos cómo el Estado adopta soluciones como préstamos estudiantiles garantizados para que cualquiera pueda pedir uno y estudiar para resolver los problemas de información asimétrica; seguros obligatorios de salud para resolver los problemas de selección adversa; imposición del ahorro obligatorio para asegurarse de que los jubilados nunca se queden sin ahorros… etc.

Dice Saez que no es eso lo que vemos. Esas son intervenciones públicas mucho más leves que las que vemos realmente. Lo que vemos realmente es la provisión pública de educación o asistencia sanitaria con carácter universal o cuasiuniversal y sistemas de reparto para proporcionar pensiones públicas a todos los ancianos.

Su conclusión coincide bastante con la que expuse en esta entrada: que la psicología humana no ha evolucionado para que el individuo adoptara decisiones sobre esas cuestiones sencillamente porque en todos los grupos humanos primitivos esas decisiones se adoptaban colectivamente. Era el grupo el que “aseguraba” al individuo frente a los riesgos que ahora se cubren por la seguridad social y los servicios públicos

… el campo de la psicología economía ha demostrado que los individuos no se comportan como homo oeconomicus, especialmente en circunstancias que implican las dimensiones temporales que son cruciales para la inversión en educación, el seguro de salud, o el ahorro para la vejez o las acciones de amortiguación de riesgos… es fácil ver el tema común entre el apoyo comunitario de las sociedades de cazadores-recolectores, el apoyo familiar en las sociedades estatales coercitivas y el estado social de las democracias sociales modernas. Merece la pena repasar brevemente la estructura actual de los cuatro pilares del Estado social para entender su lógica y por qué la solución del modelo económico estándar no funciona bien en la práctica.

Y se adentra, a continuación, en la explicación de por qué los Estados del bienestar son eficientes. Recuérdese lo que se dijo en esta entrada sobre la volatilidad y en esta otra sobre la importancia del aseguramiento para garantizar la supervivencia de un grupo y, por tanto, de los individuos que lo forman. Empieza por un ejemplo:

Si un profesor cobra el triple de los ingresos medios de la clase trabajadora y puede dar clase a 20 alumnos, el coste por niño en edad escolar es de 300/20 = 15% de los ingresos de un hogar promedio de clase trabajadora, lo que resulta prohibitivo para muchas familias, especialmente las numerosas. Por lo tanto, la educación pública es altamente redistributiva de forma directa: todos los niños reciben una educación, mientras que su financiación a través de los impuestos es aproximadamente proporcional a los ingresos. La educación también tiene enormes efectos redistributivos indirectos al dar oportunidades de éxito económico a los niños de entornos desfavorecidos.

El mercado laboral fa schifo:

El modelo económico estándar postula que los salarios se fijan de forma competitiva y, por tanto, son iguales a la productividad marginal… lo que no deja margen para un conflicto distributivo de los ingresos de mercado antes de impuestos entre los trabajadores y sus empleadores. Sin embargo, el conflicto distributivo entre trabajadores y propietarios ha sido muy prominente históricamente y lo sigue siendo en la actualidad.

La producción se lleva a cabo dentro de la empresa a través de la cooperación de los trabajadores y los propietarios, donde las contribuciones individuales son a menudo difíciles de medir y la sustitución de los trabajadores o los propietarios es costosa. La teoría de los contratos ha relajado el supuesto de la cooperación perfecta introduciendo un control imperfecto. La teoría de la búsqueda y el emparejamiento ha introducido los costes de emparejamiento Los economistas también han estudiado modelos de mercado laboral no competitivos, como el monopsonio, pero normalmente se han centrado en cuestiones de eficiencia más que en los costes en términos de equidad que crean la situación de monopolio bilateral una vez que se ha hecho un emparejamiento y hay excedentes que se reparten entre el empleador y el empleado.

Por lo tanto, es posible una gama de salarios aceptables, lo que deja margen para los conflictos distributivos. La economía del comportamiento ha introducido la equidad y las preferencias prosociales en el mercado laboral  y la teoría de los contratos.

El uso de normas de fijación de salarios puede ayudar a aliviar los conflictos distributivos. De hecho, muchos empleadores, y especialmente los grandes, utilizan criterios para determinar los salarios rígidos, como escalas salariales y aumentos salariales generales, por ejemplo, ajustes por el coste de la vida o aumentos negociados por los sindicatos.

Hay pruebas de que los trabajadores son sensibles a su salario relativo y no les gusta que les paguen menos que a sus compañeros. Como resultado, a menudo los salarios son secretos y hay más compresión salarial dentro de las empresas de la que cabría esperar.

Otra consecuencia del conflicto distributivo es que los salarios son rígidos a la baja porque los recortes salariales dañan la moral y la disposición a cooperar de los trabajadores Trabajos empíricos recientes han demostrado que los salarios son rígidos a los impuestos sobre la nómina. Con salarios flexibles, los impuestos sobre la nómina del empleado y del empleador son económicamente equivalentes en teoría, pero no en la práctica porque los salarios son rígidos. Si los salarios son rígidos, los cambios en los impuestos sobre la nómina del lado del empleado recaen en el empleado, mientras que los cambios del lado del empleador recaen en el empleador.

También hay cada vez más pruebas empíricas de que las mejores empresas pagan mejor a trabajadores idénticamente cualificados  y que las ganancias inesperadas para los empleadores se comparten con los trabajadores (

Estas rígidas normas de compensación se extienden más allá de los empleadores. Por ejemplo, los gestores de fondos de cobertura son compensados con la regla 2/20 (el 2 por ciento del patrimonio gestionado más el 20 por ciento de las ganancias que obtienen en nombre de los inversores clientes)… los autores académicos suelen repartirse a partes iguales el mérito de las publicaciones enumerando a los autores por orden alfabético.

Para entender por qué el reparto de la producción es algo delicado, imagínese revisando sus publicaciones y teniendo que acordar con los coautores el verdadero reparto. Esto, por supuesto, daría pie a la generación de conflictos. La norma de reparto igualitario nos ahorra muchos problemas. En todos estos casos, la contribución real sí importa: los trabajadores de alto rendimiento tienen más probabilidades de ser retenidos y promocionados, a los coautores que no contribuyen se les puede no volver a pedir que se unan a un proyecto de investigación, etc. Sin embargo, este margen cuantitativo no es lo suficientemente rápido como para equiparar sistemáticamente contribución y remuneración, sobre todo porque las condiciones económicas evolucionan constantemente.

Pero su conclusión es menos interesante aunque se puede estar de acuerdo con ella: las decisiones relativas al aseguramiento de los riesgos individuales de la vida de los individuos que pertenecen a un grupo (educación, salud, vejez y desempleo) deben adoptarse colectivamente y ceder a las preferencias individuales no augura buenos resultados en términos de bienestar social:

Como los individuos no siempre son buenos para resolver problemas económicos, las preferencias individuales reveladas pueden no ser informativas de las preferencias sociales. Por ejemplo, si los trabajadores individualmente no ahorran adecuadamente para la jubilación por su cuenta, esto no implica que la sociedad deba dejar a los ancianos en la pobreza. Si la gente es impaciente y descuenta mucho el futuro, esto no implica necesariamente que la sociedad deba hacerlo también y, por ejemplo, ignorar los costes a largo plazo del cambio climático. Por lo tanto, sustituir las instituciones sociales por los mercados podría no funcionar siempre bien. La elección individual y los mercados sólo funcionan cuando las preferencias de los individuos (reveladas a través de su comportamiento) se alinean con las preferencias de la sociedad.

Por último, un sistema social funciona mejor cuando los individuos interiorizan el objetivo común del grupo. Por ejemplo, las ayudas a las personas necesitadas sujetas a comprobación de medios funcionan mejor si los beneficiarios no intentan engañar al sistema; un sistema fiscal funciona mejor si los contribuyentes no intentan sistemáticamente eludir o evadirlo. Las respuestas conductuales no sólo son costosas en términos de fondos públicos, sino que también pueden socavar la confianza en el programa social, lo cual es quizás un daño aún mayor. Por lo tanto, es mejor diseñar el sistema social para intentar eliminar las elasticidades de comportamiento en lugar de dar por supuestas las elasticidades de comportamiento existentes, como suelen hacer los economistas públicos. Esto abre más posibilidades para el diseño de políticas públicas de las que los economistas suelen reconocer.

Quizá no es que haya una contradicción entre las preferencias individuales y las preferencias sociales. Es que la Evolución asignó a las preferencias individuales la “decisión” sobre la producción de determinados “bienes” y a las preferencias del grupo la “decisión” sobre la producción de otros bienes.

Saez, Emmanuel. 2021. "Public Economics and Inequality: Uncovering Our Social Nature." AEA Papers and Proceedings, 111: 1-26.

martes, 2 de marzo de 2021

Cómo entender de una vez por todas la diferencia entre indemnizar los daños causados (art. 1902 CC) y el enriquecimiento injusto por intromisión a partir del caso del estado de necesidad


Gordley utiliza los ejemplos clásicos de situaciones de necesidad, esto es, aquellas en las que alguien, para salvar la vida o su propiedad, utiliza u ocupa la propiedad ajena. Es el caso del patrón de una embarcación al que sorprende una tormenta y tiene que amarrar el barco a un muelle de propiedad privada en el que hay un letrero que prohíbe a cualquier tercero amarrar. La tormenta hace que el barco dañe las instalaciones del muelle. O el que toma de Joel Feinberg:

Imagine que está de viaje como mochilero en la alta montaña cuando una ventisca imprevista azota la zona con tal ferocidad que su vida corre peligro. Afortunadamente, encuentra un refugio deshabitado, cerrado y clausurado para el invierno, que claramente es propiedad privada de otra persona. Rompe una ventana, entra y se acurruca durante tres días hasta que amaina la tormenta. Durante este periodo, se alimenta de la comida del desconocido benefactor y quema sus muebles en la chimenea para mantenerse caliente... Seguramente está justificado que haga todas estas cosas, y sin embargo ha infringido los evidentes derechos de otra persona … tal vez, puede decirse que el indiscutible derecho del propietario de la vivienda, cuando se especifica de modo completo, excluye las circunstancias de emergencia como las que se produjeron, y por lo tanto que el dueño no puede demandarle por los daños causados.... casi todo el mundo estaría de acuerdo en que se debe una compensación al propietario de la vivienda por el consumo de sus alimentos, la rotura de la ventana y la destrucción de sus muebles…por la misma razón por la que se debe pagar una deuda o devolver lo que se ha pedido prestado... Se trata, pues, de un caso de intromisión pero no de violación de un derecho de propiedad.

A continuación, Gordley nos explica cómo pensaron los autores de la Escuela de Salamanca (Segunda Escolástica, Escolástica tardía) sobre este tipo de casos, en términos de justicia conmutativa, naturalmente, que significa que no se pueden producir transferencias de recursos entre dos patrimonios que no estén justificadas, esto es, que empobrezcan a uno y enriquezcan a otro. Alguien podría faltar a la justicia conmutativa no sólo robando o apoderándose de lo que es de otro, sino también “entrometiéndose” en la propiedad ajena (acceptio rei). Aunque, tras la intromisión, el dueño recupere la cosa, el que se ha entrometido ha faltado a la justicia conmutativa porque se ha beneficiado del uso de la cosa de otro. Al razonar así, nos dice Gordley, los neoescolásticos “establecieron el enriquecimiento injusto como una fuente de las obligaciones distintas de la culpa o negligencia o el dolo y los autores iusnaturalistas del norte de Europa lo aceptaron”. Y pudieron “darse cuenta” de que era una fuente distinta de deberes gracias a los casos de estado de necesidad que se formulaban como “cualificaciones” al derecho de propiedad:

“dados los objetivos perseguidos con la institución de la propiedad privada sobre las cosas de la naturaleza, los derechos del propietario deben ceder cuando otro ser humano se encuentra en estado de necesidad. Pero la persona que en estado de necesidad ha utilizado bienes que son de otro y por tanto, debe pagar una compensación aunque no se pueda decir que ha actuado antijurídicamente. La compensación se debe, no por uso antijurídico, sino simplemente porque se ha usado una cosa que pertenece a otro”

Gordley aduce que esta comprensión del enriquecimiento injusto por intromisión es acorde con la función de la propiedad privada: evitar los conflictos sobre los bienes (en su cruzada contra el análisis económico del derecho, Gordley dice que atribuir los bienes al que puede hacer mejor uso de los mismos provocaría un estado de conflicto constante por los bienes) tanto de los conflictos sobre quién puede hacer mejor uso de las cosas como proporcionar incentivos para producir bienes y mantenerlos. Si esta es la función de la propiedad, no se sigue que “el propietario tenga derecho a usar sus recursos como le parezca” (lo que se prueba cuando se examinan los casos de inmisiones, a los que Gordley dedica un capítulo espléndido) ni se sigue que tenga derecho a una indemnización cuando su propiedad sufre un daño. Pero sí que se sigue –concluye – que

“el derecho del propietario al uso exclusivo de los objetos de su propiedad no es absoluto, porque para los propósitos para los cuales se instituyeron los derechos de propiedad, a veces, debemos retornar a un estado en el que los derechos no encuentran aplicación y el derecho a usar un bien depende exclusivamente de quién sea el que tiene mayor necesidad de hacerlo”

Obsérvese que si el excursionista del ejemplo de Feinberg fuera insolvente, el dueño del refugio de montaña no recibiría compensación alguna. Su derecho real se habría transformado en un derecho de crédito cuya ejecución depende de la solvencia del deudor. Esta reflexión tiene consecuencias interesantes respecto de la eficiencia del Derecho Privado.

James Gordley, Foundations of Private Law, 2006, pp 138-139

jueves, 3 de septiembre de 2020

El TJUE interpreta el art. 1.2 y el artículo 3.1 de la Directiva de cláusulas abusivas


Foto: Manuel María de Miguel

Se trataba de un préstamo al consumo con las siguientes cifras:

  • cantidad prestada 9 000 eslotis polacos (PLN) (2 090 euros),
  • El interés era del 9,83 %,
  • gastos de apertura 129 PLN (30 euros),
  • comisión de 7 771 PLN (1 804 euros) y
  • 1100 PLN (255 euros) un producto financiero

El TJUE analiza, en primer lugar, si el art. 36 a de la ley polaca de crédito al consumo queda excluida del ámbito de aplicación de la Directiva de cláusulas abusivas. Y dice que no porque

una disposición nacional como el artículo 36a de la Ley (polaca) sobre el Crédito al Consumo no parece determinar, en sí misma, los derechos y las obligaciones de las partes del contrato, (que es lo que dice el art. 1.2 de la Directiva que permite afirmar que las normas nacionales quedan excluidas de la aplicación de la Directiva de cláusulas abusivas) sino que se limita a restringir su libertad para fijar el coste del crédito no correspondiente a intereses por encima de un determinado nivel, sin impedir en modo alguno que el juez nacional controle el posible carácter abusivo del coste fijado, aun cuando resulte inferior al límite máximo legal.

La norma polaca es semejante a la norma española del art. 693.2 LEC ya derogado.

Y luego analiza el TJUE algo más novedoso: ¿qué debe entenderse por objeto principal del contrato y precio a los efectos del art. 4.2 de la Directiva en un contrato de préstamo?

el alcance exacto de los conceptos de «objeto principal» y de «precio», en el sentido del artículo 4, apartado 2, de la Directiva 93/13, no puede establecerse mediante el concepto de «coste total del crédito para el consumidor» (

en el sentido de la Directiva de Crédito al Consumo

(sentencia de 26 de febrero de 2015, Matei, C‑143/13, EU:C:2015:127, apartado 47). De ese modo, el hecho de que distintos tipos de gastos o una «comisión» estén comprendidos en el coste total de un crédito al consumo no resulta determinante a efectos de establecer que esos gastos están incluidos en las prestaciones esenciales del contrato de crédito.

las cláusulas contractuales que… no fueron objeto de una negociación individual se refieren a pagos adeudados por el consumidor distintos del reembolso del principal y de los intereses del préstamo. En efecto, se trata en particular de cláusulas que se refieren a un servicio adicional denominado «Tu Paquete — Paquete Extra», a una comisión y a gastos de apertura.

El TJUE concluye

que el artículo 4, apartado 2, de la Directiva 93/13 debe interpretarse en el sentido de que las cláusulas de un contrato de crédito al consumo que ponen a cargo del consumidor gastos distintos del reembolso del principal y de los intereses del préstamo no están comprendidas en la excepción prevista en dicha disposición cuando esas cláusulas no especifican ni la naturaleza de esos gastos ni los servicios que pretenden retribuir y están formuladas de tal modo que crean confusión en el consumidor en cuanto a sus obligaciones y a las consecuencias económicas de esas cláusulas, extremo este que incumbe verificar al órgano jurisdiccional remitente.

Dice esto, básicamente, porque no se sabe a ciencia cierta por qué el prestatario pagaba una comisión tan brutal que equivalía, prácticamente al importe del préstamo. El TJUE indica que, probablemente, es lo que cobró el intermediario del crédito, esto es, el sujeto que aproxima al prestatario al banco o entidad de crédito al consumo. Si tal fuera el caso, entonces esa comisión sería un “precio” – contraprestación de un servicio (el de intermediación). Es por eso, para no decir que es un precio por lo que el TJUE dice que es todo muy confuso y eso es suficiente para excluir el control de la cláusula ex art. 4.2 de la Directiva. Yo creo que el TJUE hace bien. Porque, en realidad, este tipo de cláusulas ha de ser controlado a través de las normas de represión de la usura como ocurre en nuestro país. Los jueces nacionales, pues, deben reaccionar frente a este tipo de asuntos, no planteando una cuestión prejudicial, sino aplicando la ley de represión de la usura, una herramienta no solo más adaptada a este tipo de casos sino más contundente y eficaz.

En fin, el TJUE dice que no se puede excluir del control del contenido – del control de abusividad – una cláusula ex art. 3.1 de la Directiva 13/93 por el hecho de que esté dentro de los límites establecidos por una norma legal nacional si esta norma no tiene lo que se conoce en alemán como Leitbildfunktion, esto es, función de modelo de regulación equilibrada de los intereses de predisponente y adherente.

el coste del crédito no correspondiente a intereses para el consumidor, que, en virtud de la normativa nacional, tiene un límite máximo, podría no obstante dar lugar a un desequilibrio importante en el sentido de la jurisprudencia del Tribunal de Justicia, aunque se fije por debajo de ese límite máximo, si los servicios que constituyen la contrapartida no estuvieran comprendidos razonablemente entre las prestaciones efectuadas en el marco de la celebración o de la gestión del contrato de crédito, o si los importes puestos a cargo del consumidor en concepto de gastos de concesión y de gestión de préstamo resultaran claramente desproporcionados en relación con el importe del préstamo. Corresponde al órgano jurisdiccional remitente tener en cuenta, a este respecto, el efecto de las demás cláusulas contractuales para determinar si dichas cláusulas causan un desequilibrio importante en detrimento del prestatario.

En estas circunstancias, habida cuenta de la exigencia de transparencia que se desprende del artículo 5 de la Directiva 93/13, no puede considerarse que el profesional podía estimar razonablemente que, tratando de manera transparente con el consumidor, este aceptaría una cláusula de ese tipo en el marco de una negociación.

una cláusula contractual relativa a costes del crédito no correspondientes a intereses, que establece esos costes por debajo de un límite máximo legal y que repercute, en el consumidor, costes de la actividad económica del prestamista, puede crear un desequilibrio importante entre los derechos y obligaciones de las partes que se derivan del contrato en detrimento del consumidor cuando pone a cargo de este gastos desproporcionados respecto de las prestaciones y del importe de préstamo recibidos, extremo este que incumbe comprobar al órgano jurisdiccional remitente.

Es la Sentencia del TJUE de 3 de septiembre de 2020,  ECLI:EU:C:2020:631

lunes, 17 de agosto de 2020

Las primeras sociedades anónimas rusas también fueron bombas de capital


Es tradicional comenzar las explicaciones de la sociedad anónima diciendo que es una “bomba de capital”. Se subraya así que su función fundamental y original fue la de facilitar la financiación de empresas que requerían mucho capital. De ahí nace la suposición de que el coste de capital para una sociedad anónima es, ceteris paribus, menor que para una sociedad colectiva. Por tanto, en países “que se industrializaron tarde” la posibilidad de constituir una sociedad anónima es especialmente valiosa cuando se trata de financiar inversiones que aumentan la productividad cuando el coste de capital y la posibilidad de obtener financiación a largo plazo dependen en alguna medida del tipo societario.

En la Rusia previa a la Revolución, se constituyeron 4000 sociedades anónimas entre 1700 y 1914. Y Rusia siguió, hasta esta última fecha, con un sistema de constitución de sociedades anónimas concesional, esto es, no había una ley como el Código de Comercio español o las leyes inglesas de hacia 1850 que permitieran la constitución de una sociedad anónima por simple inscripción de los estatutos en un Registro.

Lo que el trabajo que resumo demuestra es que eran las empresas que más capital necesitaban – aquellas para las que la utilización de más capital por unidad de trabajo era más productivo – las que tomaban la forma de sociedades anónimas. La autora demuestra que

“las empresas que se constituyeron como sociedades anónimas en el período t + 1 eran, en el período t ya más productivas que sus comparables con forma de sociedad de personas. De modo que la forma de sociedad anónima proporcionaba a las empresas rusas ventajas en la captación de capital, incluyendo el acceso a los mercados de bonos y acciones nacionales y extranjeros, responsabilidad limitada y protección frente a la disolución”.

Más interesante todavía, las que se constituyeron como sociedades anónimas tenían ya, antes de transformarse, más ingresos por trabajador que sus comparables pero no consumían más energía por trabajador significativamente que sus comparables hasta que se transformaron en sociedades anónimas, a partir de la cual transformación el consumo de energía por cabeza aumenta, aunque es posible – dice la autora – que esa evolución en consumo creciente de energía fuera anterior a la transformación.

Este mejor acceso al capital era especialmente valioso porque en la Rusia zarista el capital era escaso de modo que las sociedades anónimas podían comprar maquinaria que mejoraba su productividad y que no podían haber comprado antes de constituirse como sociedades anónimas. Este incremento de productividad, dice la autora, viene, no de un incremento de la productividad total de los factores de la producción, sino de que

las empresas aumentaron el ingreso por trabajador gracias a la maquinaria adicional en el proceso de producción… los resultados del análisis econométrico indican que si la selección de la forma de sociedad anónima viniera determinada exclusivamente por la productividad, los efectos de la transformación en sociedad anónima sobre la incorporación de máquinas al proceso productivo habría sido todavía mayor”.

En fin, es interesante también comprobar que las ventajas en términos de acceso al capital no exigían la cotización de las acciones de las sociedades anónimas en mercados bursátiles.

Entre 1890 y 1914 la economía rusa creció ráidamente y parte de este rápido crecimiento se explica porque “el número de sociedades anónimas aumentó mucho en esos años y las fábricas propiedad de sociedades anónimas producían más por unidad de trabajo que las que eran propiedad de sociedades de personas o de individuos” y la explicación es que las fábricas que necesitaban más capital, esto es, aquellas para las que la financiación externa era más productiva, adoptaban la forma corporativa en mayor medida que las otras. Al hacerlo, accedían más fácilmente al capital necesario para la adquisición de maquinaria, especialmente, lo que aumentaba la productividad del factor trabajo. Es decir, la producción por trabajador de las sociedades anónimas era mayor que la de las empresas con otras formas societarias de organización

Las formas societarias que conocía el sistema zarista eran semejantes a las del resto de Europa: sociedades de personas (colectivas y comanditarias) y sociedad anónima. Lo interesante de Rusia es que tardó mucho más que el resto de Europa en admitir la libre constitución de sociedades anónimas por cualquiera que procediera a la inscripción de sus estatutos en un Registro público, el Registro mercantil. Es decir, Rusia conservó por más tiempo – hasta el siglo XX – el sistema concesional que se abandonó en Europa Occidental a mediados del siglo XIX.

El sistema de concesión ruso suponía que el que quería constituir una sociedad anónima lo solicitaba al Ministerio de Finanzas y recibía la autorización sólo si los fundadores se avenían a acomodar los estatutos a los deseos gubernamentales.

Las ventajas de constituir una sociedad anónima eran las mismas en Rusia que en cualquier otra parte: los inversores no respondían más allá de su aportación al capital social y, la forma anónima en particular, permitía la negociación de las acciones en un mercado anónimo aunque la mayoría de las sociedades anónimas rusas no cotizaban. Además, no cabía duda de la personalidad jurídica de la sociedad anónima, tampoco en Rusia lo que aseguraba a los inversores que la maquinaria comprada con su dinero pertenecería a la sociedad con independencia de quién la hubiera comprado. En fin, como las sociedades anónimas – las corporaciones – tienen potencialmente vida eterna, las empresas que se constituían como tales podían acumular capital a lo largo del tiempo realizando nuevas emisiones cuando fuera conveniente financiar nuevas inversiones. Los costes de agencia y los costes de constitución son las partidas en el debe de la figura.

¿Cómo era el proceso de constitución de una sociedad anónima en la Rusia Zarista?

Consideremos el ejemplo de la Ramiba Bentwood Furniture Company de Penza, que se constituyó en 1905. Su solicitud avanzó sin problemas a través de la burocracia imperial y refleja la complejidad del proceso. La compañía envió su primera solicitud al Departamento de Comercio del Ministerio de Finanzas el 31 de marzo de 1905 pidiendo fundar una sociedad anónima con 600.000 rublos de capital dividido en 250 acciones. El 4 de mayo, el Departamento de Crédito certificó la situación financiera de la compañía al Departamento de Comercio. Luego, el 13 de junio, la Policía de Penza hizo un inventario de los bienes inmuebles de la empresa para el Ministerio de Finanzas. A finales de septiembre, el Departamento de Comercio informó a Ramiba que el Departamento planeaba enviar el certificado de constitución al Consejo de Ministros para su aprobación. Finalmente, el 15 de octubre, el Ministerio de Finanzas aprobó formalmente el certificado y el 13 de noviembre de 1905, la compañía de Ramiba se convirtió en una sociedad anónima cuando el certificado se publicó como una norma jurídica.

Que en esta época, el capital era escaso en Rusia. Se refleja en el volumen de activos de los bancos y en el tipo de interés fijado por el Banco estatal de Rusia, más elevado que el de otros países europeos en la época.

Las empresas preexistentes decidían incorporarse como sociedades anónimas cuando preveían necesidad de aumentar el capital de riesgo incorporando a nuevos inversores. A los nuevos inversores había que ofrecerles la garantía de la responsabilidad limitada.

Los sectores en los que se hizo un mayor uso de la forma sociedad anónima eran los más intensivos en capital. Y las sociedades anónimas tenían más ingresos por trabajador y consumían más energía por trabajador.

Muchas de las nuevas sociedades anónimas eran empresas de nueva creación, pero otras eran transformaciones – diríamos hoy – de sociedades colectivas, acompañadas de un cambio en la denominación social. En realidad, lo que permite predecir si se trata de una nueva empresa o de una transformación es que la resultante sea una sociedad anónima o una limitada. Dice la autora que las transformaciones de empresas preexistentes bajo la forma de sociedad colectiva lo eran a lo que en español llamaríamos sociedades limitadas. Por tanto, las sociedades limitadas eran más antiguas, en general, que las anónimas. El mayor ingresos por trabajador y mayor productividad total de los factores de las sociedades anónimas se explicaría, según la autora, por que eran nuevas empresas, lo que indicaría que se trataba de proyectos empresariales más concienzudos.

La conclusión es que la forma de sociedad anónima permitió a los empresarios rusos acceder a un conjunto de ventajas en su papel de inversores de capital (responsabilidad limitada, protección frente a la disolución) que hizo esta forma especialmente atractiva para captar el capital necesario para mecanizar la producción en los sectores donde la mecanización podía incrementar más la productividad

Gregg, Amanda G. 2020. "Factory Productivity and the Concession System of Incorporation in Late Imperial Russia, 1894–1908." American Economic Review, 110 (2): 401-27.

De la trampa de la pobreza se sale con ayuda de los demás

 

foto: @thefromthetree

Los pobres son pobres porque nacen pobres y quedan atrapados por la pobreza. Porque son pobres no acceden a trabajos bien remunerados y no obtienen ingresos suficientes para salir de la pobreza. Frente a esta tesis se alza aquella según la cual los pobres tienen alguna característica que los hace pobres. Los autores tratan de determinar empíricamente cuál de las dos tesis es más acertada. Intuitivamente, la tesis de la “trampa de la pobreza” es más atractiva. Por una simple razón: hay países donde no hay pobres en número significativo. Eso quiere decir que las explicaciones basadas en rasgos psicológicos o físicos de los individuos no son muy convincentes. Su trabajo consiste en explicar las razones profundas del “chiste” de Susanita de Mafalda: los pobres siguen siendo pobres porque invierten en productos de mala calidad.

El experimento se realizó en Bangla Desh. En un típico pueblo de este país, la gente se divide entre los que tienen activos – diríamos – de capital (son propietarios de tierra de cultivo y tienen cabezas de ganado) y los que no (viven de trabajar esporádicamente). La división social es muy marcada: hay hogares que tienen muchos activos productivos y hogares que no tienen prácticamente ninguno. Esta división social es casi inevitable producto de la evolución de las sociedades con economías de subsistencia y los antropólogos han explicado razonablemente bien por qué se produce.

Los autores se preguntan

“si esta bimodalidad es sintomática de la existencia de una trampa de pobreza, en concreto, si la gente pobre trabaja  esporádicamente y carece  de  activos productivos porque no tienen el talento para hacer otra cosa o si el hecho de  ser pobres les impide adquirir los activos que necesitan para ascender en la escala social”.

El problema difícil de resolver es que “el umbral” que determina quién está entrampado y quién no, es inestable, de manera que no se identifica fácilmente a quién está por debajo y quién por encima del umbral. La solución pasa por crear artificialmente un “grupo de control” mediante un programa de entrega de activos de capital – cabezas de ganado – a las mujeres más pobres de esos pueblos habiendo calculado previamente que el valor de la transferencia hace que los recipiendarios – 3000 familias – atraviesen ese umbral. Lo importante para demostrar la relación causal entre ser pobre y seguir siendo pobre – la existencia de una trampa de pobreza – es comprobar que aquellos que atraviesan el umbral gracias a que reciben esa dotación de capital dejan de ser pobres pero aquellos que están en una situación semejante a los anteriores pero por debajo del umbral, continúan siendo pobres.

Los resultados indican que, efectivamente, los pobres son pobres porque son pobres, no porque haya algo en ellos que les mantiene en la pobreza. Al no tener activos suficientes – la fuerza de trabajo no es  bastante – permanecen en  la pobreza. La prueba es que cuando se suministran aleatoriamente activos de capital de  valor suficientemente alto, los que los reciben “saltan” el umbral y continúan mejorando económicamente mientras que los que no reciben activos de capital de valor productivo suficiente permanecen estancados en la pobreza. En términos técnicos:

la ecuación de transición tiene forma de S con un nivel de umbral de capital en 2.333 puntos log. En este umbral, los activos tienen un valor de 9.309 BDT (504 USD PPP) siendo el valor medio de una vaca en nuestra muestra de alrededor de 9.000 BDT (488 USD PPP). Las personas cuyos activos de referencia eran tan bajos que la transferencia no era suficiente para superar el umbral vuelven a caer en la pobreza. Estos son alrededor de un tercio de la muestra y en promedio pierden el 16% del valor de sus activos (incluida la transferencia) en el año 4. Por el contrario, los que superan el umbral siguen acumulando activos año tras año y tienen un 14% más en el año cuatro.

Pero no es este el único resultado interesante del estudio. Al entregar activos productivos de gran valor en el experimento, éste les permite averiguar qué causa la “trampa de pobreza” y descartar otras causas. Por ejemplo, no es que los pobres sean menos productivos porque están peor alimentados o que no ahorren y no tengan acceso al crédito ¡al consumo! El problema es el del acceso a los bienes de capital que tienen un precio individual – indivisibilidad, (no se puede comprar media vaca) – que está fuera del alcance de los ahorros de un pobre unido a las “imperfecciones” en el mercado de crédito que expulsa a los pobres de los préstamos de capital. Como contaba un tuitero citando a Terry Pratchett y la historia de las dos botas. Si solo hay dos tipos de botas disponibles en el mercado y unas duran apenas dos temporadas invernales pero cuestan 10 dólares y otras duran 10 temporadas pero cuestan 40 (de modo que comprar las segundas es mucho más eficiente que las primeras tanto por duración como por “calidad” de la “prestación” que producen las botas) y los pobres pueden comprarse las primeras pero no las segundas, quedarán atrapados en la trampa de la pobreza y no podrán caminar con los pies abrigados. Obsérvese, sin embargo, que los autores no hablan de crédito al consumo – en el caso de las botas sería crédito al consumo de bienes duraderos – sino de crédito de capital. La cuestión interesante sería comprobar si los mismos resultados se producen cuando, en lugar de entregar a fondo perdido el activo de capital, se da crédito en condiciones tales que las familias pueden devolverlo con el excedente logrado en su explotación. Sospecho que no porque, si se les da un préstamo, se está colocando un riesgo excesivo sobre los hogares prestatarios. Si, por ejemplo, la vaca enferma y se muere o el carro necesita de una reparación muy costosa, la obligación de devolver  el préstamo colocaría a la familia en la insolvencia.

Los autores añaden que atravesar el umbral que permite escapar de la trampa de pobreza depende no sólo del valor absoluto de los activos de capital, sino de la existencia de complementariedad, es decir, no basta con tener una vaca. Hay que tener un carro, por ejemplo, para cargar el heno necesario para alimentarla y para trasladar el producto al mercado y venderlo.

Otro resultado sorprendente es que la atribución de bienes de capital reduce extraordinariamente la mala asignación de los recursos, en el caso, del trabajo de los pobres. Cuando los pobres salen de la trampa de la pobreza porque tienen bienes de capital a los que pueden aplicar su trabajo, en lugar de ofrecer éste en un – muy ineficiente – mercado laboral que les condena a trabajar de sirvientas o de jornaleros en las tierras de otros, mejora extraordinariamente la asignación del factor trabajo, es decir, el trabajo aplicado a la explotación de los activos de los que . Esto tiene que ver, seguro, con la reducción de la pobreza en Asia en las últimas  décadas en países como Taiwan o Corea del Sur. Según los análisis más fiables, la reforma agraria – que los campesinos pudieran aplicar su fuerza de trabajo a cultivar sus propias tierras – mejoró la asignación de los recursos, de manera que lo que hay que encontrar es un bien de capital cuyo valor y productividad aumenten cuando se incrementa la cantidad de trabajo que se aplica a ese activo fijo.

Si es así, el tipo de bien de capital que se entregue a los pobres importa. Es decir, los programas pueden fracasar si el tipo de bien de capital, aunque tenga un valor superior al del experimento, no es, en las circunstancias de esa zona, capaz de producir rendimientos que permitan a su dueño salir de la pobreza por mucho trabajo que aplique a dicho activo (y, eventualmente, se generen mercados eficientes donde se intercambie esa producción) De ahí que, según las zonas, una reforma agraria sea la mejor política antipobreza imaginable, sencillamente porque si es una zona suficientemente poblada, es poco probable que un incremento significativo del trabajo aplicado al mismo activo fijo – la tierra – conduzca a una reducción rápida de la productividad. Sin embargo, si el activo fijo que se les entrega a los pobres es una vaca, un crecimiento rápido y muy significativo del número de cabezas de ganado en una zona muy poblada podría llevar a una reducción muy rápida de la productividad del trabajo aplicado al cuidado de las vacas sin contar con las externalidades que tal aumento podría provocar.

La última aportación de los autores es que nos dan una pista de por qué fracasan los programas de microcréditos: son demasiado pequeños para permitir a los pobres saltar el umbral de la trampa de pobreza salvo para aquellos hogares que están muy próximos a dicho umbral – ya tienen algunos bienes de capital – y un microcrédito les permite alcanzar dicho umbral.

Balboni, Clare and Bandiera, Oriana and Burgess, Robin and Ghatak, Maitreesh and Heil, Anton, Why Do People Stay Poor? (March 2020) 

sábado, 20 de junio de 2020

La oferta de cultura simbólica en las sociedades humanas: explicación evolutiva

 

... El dominio de la "cultura simbólica", que incluye el arte, las narraciones, las representaciones religiosas, juegos, deportes, ideologías étnicas, rumores y supersticiones, normas y códigos morales, y muchas convenciones sociales. Este es obviamente un dominio dispar, usualmente delimitado por los antropólogos culturales por su falta de uso práctico así como por tratarse de creencias que son (sólo aparentemente) irracionales…

¿Por qué los humanos componen y escuchan narraciones? ¿Por qué crear y cumplir con convenciones arbitrarias y culturalmente específicas? ¿Por qué propagar y transmitir rumores?

Los autores tratan de dar una explicación desde – digamos – el lado de la oferta, esto es de la producción en lugar de hacerlo desde el lado de la demanda, esto es, del “consumo”. En esta otra entrada explicamos el valor evolutivo de las narraciones y las ventajas adaptativas de los mejores “contadores de cuentos”. En este otro trabajo se explica un posible origen de la música y el canto. Pero la preocupación de los autores es entender por qué hay y ha habido tantas personas que han invertido tanto tiempo y esfuerzo en ser buenos cantantes, compositores o pintores o intérpretes o deportistas o escritores.

para explicar la existencia y la naturaleza de la cultura simbólica, hay que explicar por qué los creadores gastan tiempo y energía en producirlas en primer lugar.

Los autores parten de la base de que la conducta creativa (“la producción de información cultural) es conducta social por lo que, lo adecuado es utilizar los modelos elaborados para explicar las conductas sociales. Pero no utilizan el modelo del homo oeconomicus donde la demanda determina la oferta, esto es, si hay demanda y disposición a pagar por los productos culturales, habrá oferta de esos productos culturales. A veces el “pago” no se hace en dinero sino en reconocimiento social, esto es, en honor y gloria – que es a lo que aspiramos todos realmente en la concepción de Adam Smith – y, por tanto, puede que en términos de éxito reproductivo. Los autores utilizan el modelo de conductas sociales de Hamilton. Como es sabido, las relaciones de intercambio y de producción en común propias de las sociedades capitalistas son relaciones mutualistas en ese esquema ya que son voluntarias. La producción de cultura simbólica – dicen los autores – sólo puede ser altruista, de acuerdo con la Evolución, en los mismos casos que cualquier otra conducta social: que haya relación genética entre el productor y el que se beneficia de esos productos culturales. Los padres enseñan a sus hijos y, en general, a los familiares.

El canto dirigido por los niños es universal. El bebé se beneficia del sueño y la tranquilidad, y también va en el interés genético de los padres promover la buena salud de su descendencia

¿Qué ejemplo podría existir de la producción de información cultural que beneficia al emisor y perjudica al receptor? Las conductas de los cizañeros y manipuladores. Desde las sectas que por eso se llaman “destructivas” y, en general, en las sociedades primitivas, la producción de información sobre los espíritus y los antepasados puede utilizarse egoístamente para obtener prestigio social y acceso a los recursos económicos o sexuales a la vez que se perjudica a los manipulados por tales creencias.

Es mutualista la producción de información cultural cuando actúa como una señal de “calidad” del compañero sexual, por ejemplo. Si la capacidad para producir ese tipo de productos es señal de “calidad” como padre, las mujeres elegirán a los más creativos de este tipo de productos. La calidad se deduciría del esfuerzo en la producción y de la inteligencia o ingenio que se requiera. El deporte es un buen ejemplo:

Una buena ilustración es la invención del deporte, es decir, de las exhibiciones públicas de cualidades físicas sujetas a normas, que se encuentran en los entornos culturales más diversos, con un claro desequilibrio de género en la mayoría de las culturas no modernas. Las actividades deportivas generalmente publicitan las cualidades físicas de los hombres individualmente o en coalición, incluidas cualidades claramente hereditarias como la coordinación, la fuerza explosiva y la dominación. El hecho de que reglas precisas y restrictivas gobiernen estos comportamientos convierte posiblemente las diferencias multifactoriales entre los individuos en clasificaciones claras que afectan la aptitud reproductiva. En ese sentido, los deportes proveen un equivalente funcional a las exhibiciones de cortejo. Con objetivos similares, las ceremonias rituales pueden incluir despliegues semejantes a los deportivos, como por ejemplo las famosas inmersiones en tierra melanesias, el (altamente peligroso) antecedente del salto con cuerda, usado en Pentecostés y otras islas como una demostración de las cualidades de un guerrero masculino.

También es mutualista pero condicional la producción de información cultural para ser intercambiada por algo valioso, es decir, el dominio típico de los intercambios. Los autores ponen de ejemplo la medicina natural y, en general, la medicina precientífica. El beneficio para los “pacientes” estaría en la mejora de su bienestar efecto del placebo y, en algunos casos, la mejora debida a la acumulación de experiencia. Más en general, los autores hacen referencia a todas las convenciones sociales, que ahorran, digamos, en costes de coordinación, tales como dejar salir antes de entrar en un ascensor, saludar dando la mano, o conducir por la derecha. Una producción cultural que perjudique tanto al productor como al consumidor es muy rara. Acuérdense del concepto de idiota de Cipolla.

Si la producción de canciones es mutualista y beneficia a los hombres en forma de un mayor éxito sexual, se explica que la música haya sido históricamente una actividad con un claro desequilibrio a favor de los hombres y que eso se explique más en términos de incentivos que en términos de capacidad. Pero si las mujeres cantaban más a los niños que los hombres, cualquier mayor habilidad genética de los hombres en ese dominio se vería compensada si una mayor habilidad para cantar a los niños mejoraba las posibilidades de supervivencia de los infantes.

En las sociedades primitivas, las liturgias religiosas se centran abrumadoramente en prevenir o paliar el infortunio, que la gente ve como causado por espíritus, dioses, antepasados o brujas. Desde el punto de vista del consumo, estas nociones se transmiten culturalmente en la medida en que se ajustan a las expectativas evolucionadas de amenaza potencial en las mentes humanas.

… si nos fijamos en el aspecto de la producción, es notable que en la mayoría de las sociedades haya especialistas en la producción de tales liturgias o ritos cuyos intereses pueden explicar que se preste atención a las amenazas y a la prevención. La psicología de la precaución es un sistema cognitivo especializado, de modo que basta con que la información sobre la precaución sea plausible, porque, por lo general, no se pone a prueba. Esto es suficiente para que alguien pueda pretender que es un experto sin proporcionar información válida alguna lo que puede explicar, a su vez, por qué los individuos están motivados para participar en esas actividades. Sólo algunas personas consiguen convencer a otras de que están capacitadas para interactuar con posibles amenazas en lo que respecta a dioses y espíritus; el uso frecuente del trance es una señal de esas capacidades . Los ganadores de este juego reciben beneficios en reputación y apoyo social

El carácter mutualista puede predicarse, en general, de la producción artística. Los artistas más exitosos son aquellos cuya producción artística revela una gran dificultad, una exigencia de genio y de mucho trabajo. Y estos artistas reciben enormes ganancias reputacionales y materiales, pero lo reciben porque “confieran ventajas reales a los consumidores tanto como a los productores”. En este punto los autores no son muy convincentes. La explicación económica de los “superstars” en las profesiones y en las artes es mucho más convincente para entender por qué hay algunas – pocas – figuras que se llevan la mayor parte del pastel.

El artículo acaba con unas “cajas” en las que los autores analizan otros modelos de comprensión de la producción de información simbólica – los memes singularmente como explicación de su difusión – y la consideración de los productos culturales como un “pastel de queso”, algo que nos da un subidón de azúcar, o como virus que se propagan introduciéndose en los sujetos anfitriones. La caja C tiene algún interés. Dicen los autores que las normas sociales que restringen lo que los miembros de un grupo pueden hacer – por ejemplo, las actividades de explotación que están permitidas y las que están prohibidas o limitadas a una determinada época del año en unos montes comunales – son beneficiosas para los propios individuos cuya conducta restringen porque hacen sostenible, por ejemplo, la explotación del activo común. Y los autores parecen descubrir que este tipo de cooperación – producción en común – “regulada” por estas normas semejante a los intercambios

Las personas contribuyen a hacer cumplir las normas… a cambio de un mayor nivel de cooperación de los demás miembros del grupo. En este caso, las normas generan cooperación de segundo orden, es decir, una interacción cooperativa que hace más eficiente otra interacción cooperativa (de primer orden). Por ejemplo, los miembros de las asociaciones de crédito rotatorio de Indonesia elaboran y hacen cumplir normas relativas a su reunión (por ejemplo, las reuniones semanales son obligatorias, siempre tienen lugar a la misma hora, en el mismo lugar) porque las reuniones periódicas facilitan la supervisión de los miembros de la asociación, esto es, el cumplimiento de los contratos de crédito de cada uno de los individuos del grupo.

Esto ya se sabía, por lo menos, desde los trabajos de Elinor Ostrom. No tiene mucho interés reconocer que la restricción de la actividad y del interés individual puede beneficiar al grupo en su conjunto e, indirectamente, a todos los miembros del grupo. Igual que restringir la cantidad de peces que puede un individuo extraer de un lago permite hacer sostenible el caladero beneficiando así a todo el grupo y, por tanto, también al pescador individual en el largo plazo, limitar la promiscuidad sexual con reglas morales e incluso jurídicas severas, puede facilitar la formación de parejas estables y la inversión masculina en la crianza de los infantes en beneficio de ambos sexos. Y terminan:

Esta explicación puede aplicarse también al caso más extremo de las normas patriarcales que regulan el lugar de las mujeres en la sociedad, exigiéndoles un comportamiento muy modesto, prohibiéndoles ciertos comportamientos, impidiéndoles el acceso a la formación y obligándolas a desempeñar una serie de roles sociales, en nombre de principios vagamente definidos como "honor", "modestia" o "pureza". Aunque estas normas parecen organizar la manipulación del comportamiento femenino por parte de hombres poderosos, los antropólogos reportan un apoyo significativo a tales normas, incluso por parte de algunas mujeres. En consonancia con la explicación mutualista descrita, podría ser que las normas patriarcales, como las normas puritanas, confieran ventajas (distintas) a hombres y mujeres al elevar el costo de la promiscuidad.

Parecería que la demanda sigue determinando la oferta y, por tanto, que las explicaciones de la producción de información cultural o simbólica más convincentes siguen siendo aquellas que buscan en los beneficios que reciben los que las consumen que, naturalmente agradecidos y para incentivar a los productores a producir más, proporcionarán un mayor acceso a los recursos a los que mejor sepan satisfacer esa demanda. Los casos en los que la producción cultural viene determinada por el lado de la oferta parecen marginales.  

Jean-Baptiste André/ Nicolas Baumard/ Pascal Boyer, The Mystery of Symbolic Culture:What fitness costs? What fitness benefits? 2020

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