martes, 25 de mayo de 2021

Cuando el libre comercio no enriquece a todo el mundo: la importancia de la volatilidad y el aseguramiento


Los párrafos que siguen están sacados del libro de Williamson que se cita abajo. Lo interesante, a mis efectos, es la importancia de la volatilidad de precios. Explica Williamson que la globalización y extraordinario desarrollo del comercio que se produjo en el siglo XIX (por la revolución en el transporte y la pax britannica que siguió a las guerras napoleónicas) llevaron a los países pobres de la periferia a especializarse en materias primas. Sus manufacturas no podían competir con las de Inglaterra y los precios – la relación de intercambio – llevaban naturalmente a los países de la periferia a dirigir sus recursos a la producción de materias primas (alimentos y minerales). La relación de intercambio les conducía a ello.

¿Por qué no se enriquecieron los países pobres en medida pareja a los ricos occidentales? Por tres razones: desindustrialización, crecimiento de la desigualdad (con las consecuencias negativas en el plano institucional y político) y – esto es lo que más me interesa – por la volatilidad de los precios de las materias primas. Es decir, los países pobres se desindustrializaron (la industria relevante es la textil, naturalmente) por lo que no se beneficiaron de las externalidades positivas en cuanto al crecimiento que tiene la industria en su fase inicial.

Los países pobres dependían, a menudo, de dos o tres productos para obtener ingresos del exterior que les permitieran salir de una economía de subsistencia. Si el precio de esos productos bajaba lo suficiente algún año o si las cosechas eran significativamente peores que la media (por ejemplo, porque hubiera sequía o el monzón no apareciera ese año), la ruina caía sobre el país. Es decir, la falta de mecanismos de aseguramiento impidió a esas economías crecer porque, con mayor o menor periodicidad se producían “ceros”, es decir, los ingresos del país caían estrepitosamente. Y esos “ceros” no solo son letales para los individuos que fallecen de inanición. También son letales para la economía de un país porque los costes de disrupción y las distorsiones en el comportamiento económico de los individuos que provocan por no hablar del riesgo que suponen para la estabilidad política y, en definitiva, para la paz civil, son más dañinos que la propia pérdida de ingresos.

Los países ricos necesitaban del “seguro” frente a la volatilidad de los precios en menor medida porque la volatilidad de los precios de las manufacturas es muy inferior a la de las materias primas. La diversificación no era factible, precisamente porque los precios internacionales “obligaban” a cada país a especializarse en la producción de aquello para lo que tenía ventajas comparativas de modo que sólo a través de una política arancelaria e industrial que esos países no estaban en condiciones de establecer (por su subordinación a Inglaterra o por la falta de capital político) podían reducir esa exposición al riesgo de caída de los precios de sus productos de exportación.

En el siglo XX y XXI, afortunadamente, la maldición del comercio y la globalización no han producido efectos semejantes porque los países pobres se han especializado, no en materias primas, que también, sino en manufacturas intensivas en mano de obra, de manera que han podido resolver el problema de la volatilidad y “asegurarse” frente a la pérdida de ingresos mediante la diversificación. Al mismo tiempo, la industrialización consiguiente ha permitido reducir la desigualdad económica ¡y política! en esos países y dejar para siempre el orden económico que la pax britannica impuso en el siglo XIX.

El largo siglo XIX hasta la Primera Guerra Mundial produjo dos grandes acontecimientos económicos. En primer lugar, los líderes de Europa occidental (y sus colonias o ex-colonias anglófonas) experimentaron una revolución industrial, pero la periferia pobre no. La diferencia en el nivel de vida y en la renta per cápita entre los países líderes industriales y la periferia pobre se ampliaron drásticamente hasta alcanzar niveles muy parecidos a los actuales.

En segundo lugar, el mundo se globalizó. Las barreras comerciales cayeron con fuerza y el comercio de productos básicos se disparó. La periferia pobre disfrutó de casi un siglo de aumento de la relación de intercambio, ya que se disparó la demanda de los productos intrínsecos para alimentar las fábricas de Europa... y de los alimentos de lujo que consumían sus ciudadanos económicamente exitosos (café, te, azúcar, cacao). La periferia pobre aprovechó bien ese auge especializándose cada vez más en la exportación de materias primas y productos agrícolas, mientras que Europa occidental se especializó en la exportación de manufacturas. Teniendo en cuenta estos dos hechos... ¿causó la globalización el fuerte aumento de las diferencias económicas entre los países pobres y los ricos?…

La respuesta es claramente sí.... los canales a través de los cuales se produjo ese efecto fueron tres: la desindustrialización, el aumento de la desigualdad y la volatilidad de los precios de los productos primarios.

... si el comercio benefició al núcleo rico (por núcleo rico se entiende Inglaterra y la Europa noroccidental) en mayor medida que a la periferia pobre -contribuyendo así a la gran divergencia- debe haberlo hecho por el hecho de que el comercio mundial reforzó la industrialización en el núcleo mientras la suprimía en la periferia... la mayoría de los economistas piensan que la industria favorece el crecimiento, al menos en sus primeras etapas. Por ello, los economistas suelen incluir este punto de vista en sus teorías del crecimiento endógeno... ¿el auge del comercio provocó la desindustrialización en la periferia pobre? Así es, aunque algunas regiones pudieron defenderse de los efectos destructivos de la desindustrialización mejor que otras. ¿Perjudicó esto a los ingresos medios de la periferia pobre?

No. Al contrario, la periferia mejoró sus resultados de crecimiento como consecuencia de la especialización en los productos en los que tenía ventaja comparativa. El regalo de los términos comerciales del núcleo industrial aumentó sus ingresos, y también aprovecharon las ganancias del comercio especializándose cada vez más en la exportación de materia primas. Pero el aumento de sus tasas de crecimiento inducido por el comercio fue mucho menor, ya que no obtuvieron el impulso de crecimiento endógeno de la industrialización que sí tuvo el núcleo rico.

En segundo lugar, el auge del comercio mundial hizo que la desigualdad aumentara drásticamente en la mayor parte de la periferia pobre. Una oligarquía rica era dueña de la tierra, las minas y otros recursos naturales que eran la base de su auge de exportación de productos primarios. Los mejores precios de esas exportaciones aumentaron el rendimiento de los recursos naturales -las rentas de la tierra y los rendimientos de las minas se dispararon- aumentando los ingresos de los más ricos. El aumento de la desigualdad incrementó el poder político de la oligarquía, y su interés fue reintegrar las instituciones y las políticas gubernamentales que recompensaban su búsqueda de rentas, al tiempo que suprimían las que podrían haber fomentado el crecimiento.

Estas fuerzas favorables a la captura de rentas no existían en los países con escasez de tierras y especializados en las manufacturas. Mientras los terratenientes perdían allí, la clase obrera urbana y sus empleadores capitalistas ganaban. A medida que aumentaba su poder político, las instituciones y las políticas pasaron de la búsqueda de rentas al crecimiento. Entre los países con escasez de tierra se encuentra, por supuesto, la Europa occidental, relativamente rica y con abundancia de capital. Pero entre los países con escasez de tierras también se encontraba Asia Oriental, relativamente pobre y con escasez de capital, cuya industria también se vio estimulada por el auge del comercio (Japón sobre todo). El poder político se desplazó de la misma manera.

En tercer lugar, la especialización en materias primas de la periferia pobre la exponía a una mayor volatilidad de los precios y de los ingresos, y la volatilidad era mala para el crecimiento. Los precios de los productos primarios siempre han sido más volátiles que los de las manufacturas y los servicios, por lo que la relación de intercambio en la periferia pobre era mucho más volátil que en el núcleo rico, incluso desde el siglo XVIII. La volatilidad aumenta porque el comercio fomentaba la especialización y en la periferia pobre esto significaba concentrar las exportaciones en uno o dos productos básicos. Al renunciar a la diversificación en favor de la especialización, la concentración de las exportaciones supuso una mayor volatilidad de los precios y, por tanto, de los ingresos.

... las tendencias y la volatilidad de la relación de intercambio tuvieron efectos muy diferentes sobre las tasas de crecimiento en el núcleo que en la periferia.... un auge de la relación de intercambio aumentó el crecimiento en el núcleo rico pero no tuvo ningún efecto en la periferia pobre; la volatilidad de la relación de intercambio perjudicó el crecimiento en la periferia pobre pero no en el núcleo rico.

... el auge del comercio mundial hasta la Primera Guerra Mundial contribuyó a la gran divergencia, y esa contribución fue muy grande. Pero no fue sólo el comercio: fue el enorme aumento de los términos de intercambio en la periferia pobre lo que más contribuyó a esa divergencia.

En el siglo XX y XXI un cambio en los términos de los intercambios no produjo los mismos efectos en la periferia… los países que tienen el poder y la voluntad política… han podido debilitar si no eliminar la correlación entre términos de intercambio y falta de crecimiento… la mayor parte del tercer mundo ha evolucionado de especializarse en exportar materias primas a exportar productos intensivos en mano de obra liberándose del yugo de los precios de las materias primas sobre sus economías. Con las debidas instituciones y políticas, muchos países han encontrado formas de suavizar el impacto de la volatilidad de precios. Y a medida que los países del tercer mundo han reconocido el derecho de voto a los trabajadores pobres y a los pequeños capitalistas urbanos, las políticas y las instituciones han podido evolucionar para compensar el poder económico de los capturadores de rentas. Donde este proceso es lento, como en África, prevalece el orden económico del siglo XIX. Donde este proceso es rápido, como en Asia Oriental, la periferia europea y buena parte de América Latina, el orden económico del siglo XIX ha desaparecido.

Jeffrey G. Williamson, Trade and Poverty. When the Third World Fell Behind, 2011, pp 231-234

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