Osaka era el principal centro comercial del arroz en el siglo XVII. Como en todos los tiempos, desde Mesopotamia hasta los joyeros de Londres en la Edad Media, la concentración de compradores y vendedores generó un mercado centralizado. El arroz se almacenaba, en una plaza se celebraban contratos de compraventa a plazo (el arroz se habría de entregar en un momento futuro, es decir, se aplazaba la entrega pero el precio quedaba fijado en el momento de la celebración del contrato) y el contrato se documentaba en certificados llamados “letras de arroz”. Inicialmente, eran – diríamos hoy – certificados de depósito. El que gestionaba el almacén, emitía un certificado que entregaba al que había depositado el arroz. El depositante participaba en la subasta que se hacía periódicamente y entregaba al adjudicatario el certificado que, a continuación, podía retirar el arroz del almacén. Ese certificado, sin embargo, podía guardarse esperando que el precio del arroz subiera y vendiéndolo en sucesivas subastas o cederse (endosarse) dando al cesionario/endosatario el derecho a exigir del depositario el arroz del almacén. Las letras representaban, pues, el derecho a recibir una cantidad de arroz en el futuro al precio de hoy – un contrato a plazo.
Como era inevitable, el negocio comercial se convirtió en un negocio financiero: las letras de arroz se emitían sin que se hubiera realizado depósito alguno, sino sólo contra la promesa de que se haría un depósito en el futuro. De modo que el “tomador” de tales letras, en realidad, estaba adelantando al terrateniente el precio del arroz que habría de cosecharse en el futuro. Las letras del arroz devinieron letras financieras sin documentar un negocio de compraventa subyacente. De esta forma, los terratenientes – samurais – se financiaban entregando a los comerciantes-prestamistas sus cosechas futuras. Y, como era inevitable, las letras del arroz se convirtieron en instrumentos financieros negociables, esto es, en valores intercambiables en mercados anónimos, o sea, se convirtieron en futuros negociados en un mercado centralizado. En un negocio especulativo que los gobernantes trataron de controlar para evitar el alza de los precios del arroz. En el siglo XVIII el mercado de futuros estaba perfectamente regulado.
Las normas que regían el comercio en esta bolsa eran similares a las de las modernas bolsas de futuros y a plazo: Por ejemplo, había períodos de negociación fijos, los participantes eran miembros de la bolsa, los contratos negociados como futuros estaban normalizados, al igual que la calidad del arroz, el último día del período de negociación todas las posiciones debían ser liquidadas en efectivo o mediante entrega física a través de una cámara de compensación, cada participante debía tener una línea de crédito con una cámara de compensación, y las cámaras de compensación asumían las obligaciones del contrato en caso de que un comerciante incumpliera. La compensación era fundamental y en la primera mitad del siglo XVIII Osaka había registrado sesenta cámaras de compensación. El comercio de contratos de futuros se estableció de tal manera que a mediados del siglo XVIII se comercializaban 110.000 fardos de arroz en la Bolsa de Arroz de Dojima, aunque en todo el Japón sólo existían 30.000 fardos… Debido al papel del crédito en la economía que desempeñaban los futuros del arroz, el Shogunato comenzó a garantizar todas las letras de arroz en 1773… con bonos respaldados por el Shogunato.
Steve Kummer & Christian Pauletto The History of Derivatives: A Few Milestones, 2012
No hay comentarios:
Publicar un comentario