“El pueblo español acepta ya con fervor, a mediados del siglo XIX, las ideas liberales, no porque sean liberales, sino porque no son las de la clase dominante. En ese momento comienza el drama histórico que nos es familiar. Se trata de una lucha… en la cual la revolución y la contrarrevolución se desalojan mutuamente del poder sin que ni una ni otra posea fuerza suficiente para imponerse a la sociedad de modo definitivo”Aunque se suele hablar de las guerras civiles españolas, en realidad sólo hay una guerra civil; y lo que se viene entendiendo por guerras civiles son simplemente los episodios externos del drama, las campañas militares en que se manifiesta con estridencia el conflicto subyacente y pertinaz, de esencia fundamentalmente civil. Ese violento proceso se divide hasta ahora en trece periodos reformistas y siete antirreformistasRecordemos que hasta el siglo XIX Inglaterra y Francia padecieron mayor número de años de guerra civil que España. En los siglos XVI, XVII y XVIII Francia e Inglaterra sufrieron, cada una, cincuenta años de luchas fratricidas y España sólo veintitres"
Pero en el siglo XIX y XX, la comparación cambia el dibujo. España vive todo el siglo XIX y la mitad del XX envuelto en una guerra civil intermitente. Ramos atribuye este fracaso español (para sustituir a su clase dominante) a la intervención extranjera (los cien mil hijos de San Luis): “al despotismo ilustrado (del siglo XVIII) sucedió una tiranía inculta” y, en el siglo XX, a la intervención italo-alemana en la Guerra Civil. Y, en ambos casos, culpa a Inglaterra de no haber intervenido para contrarrestar la intervención de la Santa Alianza reaccionaria en el primer caso y del fascismo-nazismo en el segundo:
“El carlismo, vencido en dos guerras civiles, consiguió al fin en el régimen militar fascista, lo que no pudo lograr en lucha tenaz de un siglo: gobernar”
“Había pocas carreteras y los caminos se hallaban en pésimo estado. Importantísimas ciudades del litoral, como Vigo, carecían de relación mercantil con el centro. El transporte se confiaba generalmente a las recuas. El comercio de cabotaje estaba encomendado a barcos de bandera francesa, británica u holandesa. Toda la marina mercante de España se reducía a 900 unidades de todas clases. Además, pocos eran los puertos dignos de tal nombre”
Carlos IV todavía en 1807 pidió prestados en Holanda 23 millones de florines pagaderos con las futuras remesas de oro y plata de américa
En toda Europa se recibió por el pueblo con albricias la entrada de las tropas de Napoleón. Menos en España donde los afrancesados eran una pequeña minoría. Cuando napoleón abandona España en 1813, 20 mil personas habían muerto de hambre en Madrid, la guerra y las epidemias habían reducido el número de habitantes de España en medio millón
Los liberales, en ausencia de clase media en España, acabaron convertidos en secta y no en secta anti nobleza, sino anticlerical
“su revolución difícilmente podía pasar del motín y los revolucionarios terminarían, no colgando a los panaderos e incendiando los chateaux, como en Francia, sino asesinando a los frailes y pegando fuego a los conventos”
“Fernando VII iría tan lejos en la represión contra los liberales como ambicionase la Iglesia. Conocido es el terror que siguió a la restauración del absolutismo en 1823. La implacable persecución de los liberales, de los cuales fueron ejecutados ciento veinte en dieciocho días, obligó al cuerpo diplomático acreditado en Madrid a protestar cerca de la corte”
La Iglesia pretende
Había un clérigo por cada 70 habitantes. pero los eclesiásticos habían dejado de asombrar“suplantar a la monarquía en el primer tercio del siglo XIX”… “el clero ansiaba todo el poder para sí y como Fernando VII no se lo daba, la Iglesia inventó el carlismo”… la Iglesia… en lo económico no tenía rival, en lo político acaudillaba a las masas y en lo jurídico amedrentaba a todo contrincante”
Tierra de communitas,“por el saber… sino por su penuria intelectual… en todo el primer tercio del siglo XIX no se publicó en España un solo tratado de Teología”“Después de expirar sor María de Agreda, la genuina tradición católica española quedó huérfana de valores intelectuales. Muy digna de encomio es la obra de… Menéndez y Pelayo… pero no ha habido católico oficial alguno – Unamuno no lo era – que pudiera contender en frescura y en originalidad de pensamiento con el más modesto de los teólogos españoles que figuraron en el concilio de Trento. En el siglo XIX hacía mucho tiempo que se habían acabado los Vázquez Menchaca, los Vozmediano, los Cano, los Suárez, los Laínez, etc…. Una Iglesia con luces habría encauzado las reformas políticas y económicas urgentes, como quiso hacerlo el cardenal Belluga en el siglo XVIII y ello hubiera salvado a España y a la Iglesia. Como este hecho no se produjo, España y la Iglesia se iban a doler juntas… El clero español era político, probablemente porque no podía dejar de serlo… Pero podían haber sido mejores políticos… Al capitanear la represión policiaca contra un movimiento tan inofensivo desde el ángulo de visión católico como era el liberalismo español al nacer, los religiosos sembraron los vientos que habrían de traer las tempestades de mañana. Las masas fueron retirándole su adhesión… y de atacar a los liberales, el vulgo pasó a atacar a los eclesiásticos. En 1834 se produjo en Madrid la primera matanza de frailes y al año siguiente se repitieron los desmanes, ya con quema de conventos, en Barcelona, Zaragoza, Reus y Murcia”
España es el país de las comunidades de todo género, de las comunidades religiosas y de las comunidades revolucionarias. Mal puede ser calificado, en puridad de individualista quien tantas pruebas ha dado de preferir la Humanidad a la nación, de anteponer los ideales universales a los nacionales, de interesarse por la suerte y salvación del mundo con olvido de la propia salvación nacional. De ahí precisamente nace la debilidad del patriotismo español, erróneamente atribuida a lo opuesto, al individualismo”
Con la victoria de la reforma protestante, se
“pone fin al internacionalismo o universalismo medieval y allí donde triunfa se suprime el comunismo religioso. Prosperan entonces el individualismo y el nacionalismo, pero en conflicto con el español y con España… No es casualidad que España se arruinara por el ideal de una sola Iglesia en Occidente… y que Inglaterra no solo rompiese la unidad católica, sino la unidad protestante y se diera una Iglesia para sí, como se dio un sistema de monedas, pesos y medidas separatistas, único en el mundo. El inglés, es decir, Inglaterra, será siempre obstáculo de consideración para el nacimiento de una comunidad europea o universal. El espíritu de colaboración, de equipo, de comunidad, del inglés se gesta como casi todas las virtudes de este pueblo, en el utilitarismo, y es fruto del patriotismo, del profundo nacionalismo de esta raza insular; por eso falla en el terreno internacional, en las relaciones con otros pueblos”. <<Nadie puede ignorar a su prójimo como el inglés>> La ciencia del Estado nacional es, en gran parte, inglesa: Hobbes, Adam smith, Locke, Stuart Mill; pero la ciencia del Derecho internacional brota en España: Vitoria, soto, Mariana, Suárez.
“Lo que pudiéramos llamar pensamiento clásico español en materia agraria es colectivista y comunista, como colectivista y comunista eran en buena parte la propiedad y el trabajo en los campos de España”
La desamortización
.. la revolución liberal había de consistir en España, como en otros países, en convertir en propiedad privada individual activa las tierras que se expropiaran a la nobleza y comunidades e instituciones como la Iglesia. Esa era la ley de la revolución burguesa”
El Estado no podía esperar, porque no podía emitir más deuda y por otra parte“Fermín Caballero apuntaba que lo científico hubiera sido desamortizar de acuerdo con la ciencia, pero en aquellas circunstancias críticas las dilaciones parecían oposición disfrazada y sólo desembarazando y facilitando y dando ventajas se podía esperar la concurrencia a las subastas”
“los carlistas habían anunciado como partido de la Iglesia que eran, que no reconocerían las ventas realizadas. Nadie quería, por tanto, las fincas si la baratura no garantizaba la disminución del riesgo de comprarlas”.
Antonio Ramos Oliveira, Un drama histórico incomparable. España 1808-1939, 1950 (ed 2017)
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