(Gran Bretaña no pretende seguir formando parte del mercado único) "pero perseguiremos un ambicioso y audaz acuerdo de libre comercio con la Unión Europea.
Este acuerdo debería permitir el comercio más libre posible de bienes y servicios entre Gran Bretaña y los Estados miembros de la UE. Debería dar a las empresas británicas la máxima libertad para comerciar y operar en los mercados europeos, y permitir que las empresas europeas hagan lo mismo en Gran Bretaña.
Lo que propongo no puede significar la pertenencia al mercado único. Los líderes europeos han dicho muchas veces que ser miembro significa aceptar las "cuatro libertades" de bienes, capital, servicios y personas.
Y estar fuera de la UE pero ser miembro del mercado único significaría cumplir con las normas y reglamentos de la UE que aplican esas libertades, sin poder votar sobre esas normas y reglamentos.
Significaría aceptar un papel para el Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas que implicaría atribuirle poder jurisdiccional en nuestro país.
A todos los efectos significaría que no habríamos abandonado la UE en absoluto. Y es por eso que ambas partes en la campaña del referéndum dejaron claro que una votación para abandonar la UE sería un voto para abandonar el mercado único.
Por lo tanto, no pretendemos ser miembros del mercado único. En su lugar, buscamos el mayor acceso posible a través de un nuevo, amplio, audaz y ambicioso acuerdo de libre comercio. Este acuerdo puede tener en cuenta elementos de los actuales acuerdos sobre el mercado único en determinados ámbitos -por ejemplo, en la exportación de automóviles y camiones, o la libre prestación de servicios financieros a través de las fronteras nacionales- ya que no tiene sentido empezar de cero…
Sé que mi énfasis en los tratados comerciales con terceros países ha llevado a preguntarse si Gran Bretaña quiere seguir siendo miembro de la unión aduanera de la UE. Y es cierto que la plena afiliación a la unión aduanera nos impide negociar nuestros propios acuerdos comerciales con terceros países. Y quiero que Gran Bretaña pueda negociar sus propios acuerdos comerciales.
Pero también quiero un comercio libre de aranceles con Europa y un comercio transfronterizo lo más libremente posible de fricciones. Eso quiere decir que no quiero que Gran Bretaña forme parte de la política comercial común y no quiero que nos veamos limitados por el arancel externo común. Estos son los elementos de la Unión Aduanera que nos impiden alcanzar nuestros propios acuerdos comerciales con terceros países.
Pero quiero que tengamos un acuerdo aduanero con la UE. Si eso significa que debemos llegar a un acuerdo aduanero completamente nuevo, convertirnos en miembro asociado de la unión aduanera de alguna manera, o seguir siendo signatario de algunos de sus elementos, no tengo una posición preconcebida. Tengo la mente abierta al respecto. No es el medio que importa, sino los objetivos.
No buscamos obtener un estatus transitorio indefinido, en el que nos encontremos atrapados para siempre en algún tipo de purgatorio político permanente. Eso no sería bueno para Gran Bretaña, pero tampoco creo que fuera bueno para la UE.Lo que quiero esalcanzar un acuerdo sobre nuestra futura asociación para cuando concluya el proceso de dos años del Artículo 50.
A partir de ese momento, creemos en un proceso gradual de aplicación, en el que tanto Gran Bretaña como las instituciones de la UE y los Estados miembros preparen y pongan en vigor los nuevos acuerdos que existirán entre nosotros en interés mutuo. Esto dará a las empresas tiempo suficiente para planificar y prepararse para esos nuevos acuerdos. El objeto de estos acuerdos parciales podrían ser los controles migratorios, los sistemas aduaneros o la forma en que cooperamos en asuntos de justicia penal. O podría tratarse del futuro marco jurídico y de supervisión de los servicios financieros. Cada asunto puede requerir un período de tiempo diferente para alcanzar y aplicar un acuerdo. Algunos podrían alcanzarse y aplicarse muy rápidamente, otros podrían llevar más tiempo. Y los acuerdos transitorios en los que confiamos serán, probablemente, una cuestión de negociación.
Pero el propósito es claro:
trataremos de evitar situarnos ante un precipicio
haremos todo lo posible para poner en vigor progresivamente los nuevos acuerdos necesarios para avanzar hacia nuestra nueva asociación.
El resto del discurso, en general, es para “consumo nacional” y trata de tranquilizar a los británicos sobre que el caos no se extenderá sobre el Reino Unido en los próximos tiempos y animarlos prometiéndoles una vuelta a los gloriosos tiempos del Imperio y a los restos de excelencia británica (en Ciencia y Tecnología) a la vez que calma a las naciones que componen el Reino Unido para que no se desmanden. La parte final es una advertencia a los europeos de que siguen teniendo armas nucleares y que el ejército británico y sus servicios de inteligencia protegen a toda Europa. La parte en la que, cual país en guerra que teme a los quintacolumnistas, manda a todo el mundo a callar sobre las propuestas concretas de Gran Bretaña, no es nada divertida.
Como europeo, debo decir que me siento levemente ofendido. Sigo pensando que cualquier otra vía distinta de la salida de la Unión hubiera sido preferible para los británicos para conseguir los objetivos que persiguen (que se reducen, al parecer, a tener vía libre para firmar acuerdos comerciales con terceros países y a controlar la inmigración) a través de una reforma de los tratados para “devolver” competencias a los Estados (o poner límites a la libre circulación de trabajadores, que parece obsesionarles). Nada impide al Reino Unido, como no se lo ha impedido a Irlanda, ser un país de bajos impuestos. Nada limita su capacidad de influencia para conseguir acuerdos con terceros estados y adoptar una posición de liderazgo en su negociación ¿por qué no habrían de querer los demás Estados extender la red de tratados internacionales? Nada le ha impedido tener el mercado laboral más flexible de Europa y nada le ha impedido – al contrario – tener una posición de liderazgo mundial (en proporción a su tamaño) en el ámbito de la Ciencia y la Investigación. Y nada le impediría restringir la inmigración intraeuropea en los casos en los que ésta pueda ser un problema serio para un país miembro. May es una mentirosa porque sabe que la inmigración es un problema cuando no hay asimilación y los inmigrantes europeos, en elevadísima proporción, no tienen problemas para integrarse y ser asimilados por la sociedad británica.
En términos más duros, el discurso de la Sra. May es, además, demagógico porque no tiene ninguna garantía de que el futuro vaya a ser próspero para el Reino Unido tras haberse “peleado” con los vecinos con los que lleva conviviendo cuarenta años. Y algo hipócrita porque el Reino Unido fue el valedor de la apertura de la Unión Europea hacia el Este europeo y favoreció la implantación inmediata de la libre circulación de personas y porque el Reino Unido es el principal beneficiario de la inmigración intraeuropea. Sus hospitales están atendidos por médicos y enfermeras formados con el dinero de los contribuyentes de otros países europeos, por poner solo un ejemplo. No creo que los votantes que dijeron sí al Brexit estuvieran pensando en su médico o su enfermera. Más bien, me temo, estaban pensando en los oriundos de las antiguas colonias del Imperio Británico.
En cuanto a la propuesta, parece bastante sensata: negociemos en dos años los trazos gruesos de los futuros tratados que regirán las relaciones entre la UE y el Reino Unido. Y, a continuación, elaboremos tratados con objeto específico que regulen todas las cuestiones que ahora están reguladas en el Derecho Europeo. Al cabo de dos años, cesa la jurisdicción del TJUE, cesa la participación del Reino Unido en las instituciones europeas pero los particulares no se ven afectados porque sigue en vigor el mercado único en todos sus aspectos hasta que sean sustituidos por un tratado de libre comercio, un acuerdo sobre aranceles y un tratado sobre inmigración. Estos tres parecen los tratados de más urgente conclusión. Luego – o antes- se pueden firmar tratados de cooperación en materia de seguridad, acción exterior, ciencia e investigación etc. Para lograr este resultado, Europa tendría que estar dispuesta a llegar a un “term sheet” en el plazo de dos años y aceptar celebrar las decenas de tratados y acuerdos necesarios a partir del transcurso del período de dos años.
¿Cuál es la mejor estrategia europea?
Para los que creemos - o quizá solo deseamos - que el Reino Unido cambiará de opinión y que permanecerá en el mercado único, la mejor estrategia es la de examinar la situación como si fuera la terminación de un contrato de sociedad o, si se nos permite una comparación más chusca, como cuando nuestro hijo menor de edad nos dice que se va de casa. La reacción de una madre sensata es ponerle la maleta en la puerta y decirle que se puede ir cuando quiera pero que puede volver también cuando quiera y que su habitación quedará igual que está ahora, en la seguridad de que, a la mínima incomodidad de la intemperie, el crío volverá.
No pretendemos que la comparación sea ofensiva para los británicos, naturalmente. Pero tenemos derecho a pensar que, esta vez, los arrogantes británicos se equivocan y tenemos la obligación, como buenos socios y no rivales, de no ayudarlos a que perseveren en el error. E, igual que no facilitaríamos a nuestro hijo vivir a la intemperie, tampoco deberíamos ayudarles a vivir bien fuera de la Unión Europea.
Desde esa comprensión de la situación, Europa debería no hacer nada. Es decir, negociar con el Reino Unido sin hacer propuestas de ninguna clase. Escuchar las propuestas del equipo de May y responder con las condiciones y términos que están en los tratados de la UE con Noruega y con Suiza. Con esa estrategia, transcurrirían los dos años sin otro acuerdo que no fuera trasladar al Reino Unido los acuerdos con Noruega. Como ese acuerdo no sería aceptado por el Reino Unido (o por los negociadores o por el Parlamento británico), el “hard Brexit” se convertiría en un “futuro tan irrevocable como el pasado” (Sábato). Dentro de dos años, quizá las cosas hayan cambiado en el “ambiente” al otro lado del canal y alguien plantea un nuevo referendum o se hace campaña electoral sobre la base de convocarlo.
Y, en ese momento, Europa debería anunciar que, en tanto el Reino Unido no empiece a “ejecutar” unilateralmente el hard Brexit, Europa tampoco lo hará (de acuerdo con el art. 50.3 TUE, tal decisión requiere unanimidad y aunque requiere el acuerdo del Reino Unido, no vemos por qué no podría interpretarse el art. 50.3 TUE en el sentido de que una decisión semejante adoptada unilateralmente por todos los Estados que siguen siendo miembros esté prohibida), de manera que se produciría una suerte de “tácita reconducción” del Tratado y Reino Unido seguiría formando parte del mercado único a todos los efectos y de las instituciones europeas en la medida en que quisiera, ya que no se forzaría, por parte de Europa su abandono por los británicos. Si, para entonces, los británicos empiezan a poner trabas a la libre circulación de personas o inician negociaciones para celebrar tratados comerciales con terceros estados, de nuevo, no habrá mucho de qué preocuparse. Las primeras se deberían tratar como infracciones y los segundos no conducirán a ningún sitio porque los terceros estados no estarán dispuestos a poner en peligro sus tratados con la Unión Europea celebrando acuerdos incompatibles con el Reino Unido.
Y quizá, en dos años, buena parte de la city se habrá trasladado al continente; a Trump lo han destituido del puesto de presidente y May ha dimitido y es sustituida por un liberal pro-europeo que propone como alternativa la de reformar los tratados o que pregunta a los británicos qué querían decir exactamente cuando votaron que querían salirse de la Unión Europea.
1 comentario:
Ni ella antes ni Johnson ahora han sabido calibrar la magnitud de las consecuencias de no formar parte ya de la UE. Solo hay que ver ahora cómo están gestionando la crisis del combustible.
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