miércoles, 5 de junio de 2024

La conjura contra España (LXXI): el predominio de los valores masculinos: coste y beneficio

La madre de Jesús haciendo tráfico de influencias con su hijo (Juan de Flandes)


A un cómico del género 'monólogos' llamado Caravaca le han pegado una bofetada (la noticia; el video en Youtube y un excelente análisis de David Mejía en EL MUNDO). El agresor, un facha. La razón: un chiste (o, más bien, un comentario que pretendía ser gracioso) del primero sobre la posible orientación sexual del hijo del segundo que ahora solo tiene tres meses. La cosa ha acabado con el primero pidiendo disculpas por el comentario (con la terrible coletilla que limita la petición de disculpas "a las personas que se sientan afectadas" y no a las que ha ofendido) y el segundo aceptándolas pero sin disculparse a su vez por la bofetada, es más, diciendo que afirma su derecho a repetir su "respuesta" si a cualquier otro se le ocurre hacer un comentario semejante.

A la mujer del presidente del Gobierno la han pillado traficando con la influencia que se le puede presumir sobre las decisiones de su esposo (en sentido fáctico, no sabemos todavía si en sentido penal) y un juez ha abierto diligencias. El fiscal se ha convertido en abogado defensor de la esposa aunque los indicios - hechos notorios - de que la esposa intentó favorecer a un empresario en sus solicitudes de subvenciones públicas que habían de ser decididas por organismos que dependían, en última instancia, de su marido son abrumadores. No está probado, naturalmente, que la esposa presionara directamente al funcionario o autoridad que tenía que decidir aunque hay indicios de que los funcionarios o autoridades pudieron sentirse presionados o al menos incentivados a hacerlo (pour faire plaisir au president). Tales indicios serían que algunas de estas autoridades usaron el margen de discrecionalidad que las normas sobre contratación pública reconocen en beneficio de las solicitudes de subvención de ese empresario. El presidente del gobierno ha escrito otra carta a la ciudadanía defendiendo a su esposa y atacando a la oposición (el análisis del significado de esta carta de Ignacio Varela en EL CONFIDENCIAL es excelente) pero la esposa no ha abierto la boca. No se ha defendido y ha permitido que su marido sea el que hable por los dos, a pesar, de que el asunto le concierne exclusivamente a ella y a su actividad profesional y no puede dejar de reconocer que su marido está usando políticamente su imputación.

El primer 'caso' es una muestra excelente de lo bueno y lo malo que tienen los valores masculinos. Sólo un exceso de testosterona por parte de 'Pugilato' explica que fuera a buscar a Caravaca para darle una bofetada como respuesta al comentario del primero. Una mujer jamás habría reaccionado así. Y si Caravaca fuera una mujer, estoy seguro de que Pugilato no le habría dado una bofetada. También estoy seguro de que a ninguna monologuista se le hubiera ocurrido hacer un comentario así. 

A la vez, Pugilato da muestras de contención en su agresividad reactiva: ante lo que considera una ofensa extraordinariamente grave porque afecta a su hijo, este 'macho' da una bofetada y luego insulta a Caravaca ('basura') pero, ante la actitud de Caravaca (que se limita a protegerse) cesa en la agresión, pide disculpas al público y se larga. Un macho alfa (v., Wrangham) de hace 100.000 años habría machacado a Caravaca. Un macho beta se comporta como se ha comportado Pugilato.

Lo más 'masculino' del episodio es, sin duda, que - como ha destacado David Mejía - Caravaca y Pugilato se han 'reconciliado', aunque sea a medias. Es decir, Pugilato no machacó a Caravaca con lo que dejó a este 'espacio' para pedir disculpas y desinflar el conflicto. Sus disculpas - aunque con la boca pequeña según hemos visto - fueron suficientes para permitir al 'macho-beta' Pugilato (si fuera un 'macho-alfa', repito, habría machacado a Caravaca) aceptar las disculpas. Obsérvese que, como macho, Pugilato no puede reconocer que darle la bofetada estuvo mal. Darle la bofetada fue una respuesta proporcionada a la agresión y por eso dice que estaba en su derecho a pegar la bofetada.

He aquí, pues, los valores masculinos en funcionamiento: generan más agresiones, más conflictos que acaban con uso de la violencia en las relaciones en los grupos humanos pero se trata de una violencia 'controlada' y que no impide las interacciones futuras entre los varones que han participado en el episodio violento. Está demostrado que los hombres se pelean más entre sí que las mujeres pero también se reconcilian más fácilmente. Son más 'pandilleros' o cuadrilleros que las mujeres que suelen tener lazos más intensos con otras mujeres pero en menor número. En general, las mujeres huyen del conflicto (muestran una fuerte tendencia a la autoprotección) y los hombres, no. 

El segundo episodio es también una muestra del predominio de los valores masculinos. El macho-alfa que es el presidente del Gobierno (su reacción extremadamente agresiva frente a cualquier cosa que perciba como un ataque "a su persona" lo demuestra) ha sobrerreaccionado frente a la 'agresión' a su esposa y se ha dedicado a repartir 'bofetadas', no ya al que ha 'agredido' a su esposa (el juez, que es el que ha tomado la decisión de abrir diligencias y luego la de imputar a su esposa) sino a todos los que han tenido o han podido tener relación o pueden beneficiarse de la vicenda: Vox, Manos Limpias, periódicos perfectamente mainstream y al propio PP que no tiene nada que ver con el asunto judicial. Y, como afirma Varela, sorprende que la esposa permanezca callada. Que no se defienda por sí misma. Que permita que, no solo su marido, sino los subordinados de su marido (los machos-beta aliados del macho alfa) salgan a defenderla. Estamos ante un caso claro de predominio de los valores masculinos: el honor de la hembra es propiedad del macho y él es el responsable de defenderlo. No la hembra porque sólo otros machos pueden ofender dicho honor. 

El presidente del gobierno se está comportando, como ven, como un macho cuya hembra ha sido agredida. Y como Pugilato, el macho presidente ha respondido desmesuradamente llamando 'basura' (rectius, "fango") a los 'agresores'. Como no ha soltado ninguna bofetada, el sexo del juez, de los de Manos Limpias o de los periodistas de El Confidencial o EL MUNDO es irrelevante.

La única diferencia importante que resta entre seres humanos y que afecta, a la vez, a su anatomía, fisiología, psicología, conducta social etc es la diferencia entre sexos, entre hombres y mujeres. No hay ninguna otra que sea, ni de lejos, de tanta relevancia. 

El auge y predominio de los valores femeninos no es una comida gratis para la Sociedad. Los valores, preferencias, etc femeninos tienen, como los masculinos, aspectos que mejoran el bienestar social y aspectos perjudiciales. La mejor explicación de por qué los woke obligan al que ha 'ofendido' a otro a pedir perdón a sabiendas de que no se lo concederán es que el movimiento woke está impregnado de las formas más dañinas socialmente de algunos valores típicamente femeninos (alguien diría mejor 'antimasculinos') como es la reluctancia a perdonar y olvidar la ofensa.

Si los conflictos sociales son ubicuos y la mitad de la población tiene una hormona - testosterona - en tales cantidades que hacen inevitable que muchos de estos conflictos se desarrollen y concluyan con agresiones físicas, la Sociedad debe reconocerlo y limitar la respuesta social a las agresiones físicas de poco alcance. A lo que hemos asistido en la última década, por el contrario, es a tratar (regular) las peleas entre hombres como si fueran peleas entre mujeres o peleas entre un hombre y una mujer y estas últimas convirtiendo minucias en delitos. Y eso es un desastre para el Estado de Derecho y la libertad individual.

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