Ya sabemos que una Sociedad humana dividida en clanes o grupos a los que une un antecesor común (parentesco) no florecerá ni crecerá económicamente porque no proporciona a los individuos, a los miembros de esa sociedad, los incentivos para innovar: una Sociedad formada por “yos” será más rica, pacífica y sus miembros gozarán de mayor bienestar que una formada por varios grupos de “nosotros”. Pero los miembros de un clan aprenden más rápida y fielmente de otros miembros del clan que de extraños. No solo porque interactúan más con ellos, sino por las mismas razones por las que los humanos son extremadamente cooperativos y conformistas con los miembros de su grupo y no lo son con los que no pertenecen al mismo grupo.
¿Cómo podría explicarse el sentido evolutivo de la aparición de las “organizaciones productivas” – en la terminología de los autores – o, más simplemente, de las corporaciones que producen bienes y servicios para la población o sea, de las empresas?
Las empresas como formas de producción no surgen sólo para paliar defectos del mercado (Coase) sino también para permitir la acumulación de conocimiento y capital intangible:
“las organizaciones productivas aparecieron y se extendieron porque facilitan la transmisión del conocimiento entre los individuos especialmente si se especializa en una activdad o tecnología específicas”
Serían pruebas de esta función de las “organizaciones productivas” hechos como que las empresas integradas verticalmente intercambien pocos bienes físicos pero intercambien abundantemente “conocimientos y capital intangible” o la más intensa difusión del conocimiento en el seno de una organización que fuera de él o la persistencia en las diferencias de productividad entre empresas semejantes en otras características o, en fin, la existencia por siglos de los gremios y consulados cuya función – “bondadosa” porque la maligna era restringir la competencia – era organizar la transmisión del conocimiento y de las habilidades manufactureras al margen de la familia. Las sociedades profesionales tendrían también esa función en comparación con el ejercicio individual de las profesiones, es decir, permitir la formación acelerada y eficiente de los nuevos profesionales frente a la formación autodidacta del ejercicio individual. La corporación, como “escuela” permite, en este sentido, el “aprendizaje social” de las habilidades y conocimientos necesarios para producir los bienes o servicios que constituyan el objeto social (y que están destinados a ser intercambiados en el mercado con terceros).
El punto de partida es la distinción entre aprendizaje social y aprendizaje asocial. El primero es el canal fundamental a través del cual se transmiten los conocimientos, habilidades, e información en general de manera vertical – entre generaciones – y horizontal – entre los miembros de una cohorte –. Se aprende imitando lo que hacen otros, o como “alumno” cuando los menores reciben enseñanza explícita y orientada a corregir sus errores por parte de los adultos o por parte de otros menores de más edad. Es la vía de aprendizaje más relevante en los humanos (imitación y enseñanza intencional para corregir errores). El aprendizaje “asocial” – lo que un individuo aprende por sí solo, por ejemplo, cuando explora el entorno por su cuenta. Los antropólogos han estudiado la relación entre estas dos formas de aprendizaje. La prevalencia entre los humanos del primero ya ha sido destacada. Es más, la dinámica social hará que el aprendizaje asocial tienda a desaparecer: si podemos “capturar” la información socialmente, no tenemos incentivos para producirla nosotros mismos. Lo que se llama la paradoja de Rogers es que el primero puede “expulsar” al segundo y reducir la adaptación al entorno de la población porque se produzca un cambio en el entorno que haga inútil o contraproducente el conocimiento extendido por vía social entre toda la población. Lo deseable es que en una misma población convivan aprendizaje social y aprendizaje asocial de manera que esa población tenga más posibilidades de capear los cambios en el entorno. Cuanto más estable sea el entorno, más valioso relativamente será el aprendizaje social. Pero cuanto más inestable, más deseable será la existencia de aprendizaje asocial para aumentar la adaptación al medio.
Pues bien, los autores proponen explicar el surgimiento de las corporaciones, en términos de acumulación de conocimientos y transmisión cultural Si – dicen los autores – “el conocimiento y la acumulación cultural es la base del éxito de nuestra especie, es natural poner ahí el foco para explicar el origen de las organizaciones productivas”, o sea de las corporaciones comerciales.
Este es su planteamiento: la aparición de una corporación en el seno de una “población” – de una Sociedad - permite extraer las eficiencias para la población en su conjunto del aprendizaje social reduciendo, a la vez el riesgo de que el aprendizaje asocial desaparezca.
En cada período, una población de agentes adopta una actividad (o tecnología) que confiere beneficios pero cuyo valor se pierde si el entorno cambia. Los agentes pueden adoptar una de dos estrategias: aprendizaje individual o asocial, donde los agentes siempre adaptan su actividad al entorno del período actual con un coste C, o aprendizaje social, donde el agente tiene un coste c (inferior a C) por copiar a un agente aleatorio del período anterior.
De acuerdo con la literatura anterior, mostramos que, aunque se ve favorecido por la selección, el aprendizaje social no mejora la idoneidad de la población porque el aprendizaje social se expande hasta que su beneficio es el mismo que el del aprendizaje individual. Como los que aprenden socialmente aumentan en la población, generan una externalidad negativa en el resto (es decir, los que aprenden socialmente se vuelven cada vez más vulnerables a un cambio en el entorno).
Sin embargo, probamos que al colocar a una porción de la población en un grupo pequeño que tiene un menor costo de aprendizaje social igual a ~c y cuyo acceso es restringido - es decir, forman parte de una organización productiva - , la idoneidad de este grupo, y por lo tanto de la idoneidad media de la población, aumenta. Como corolario, las organizaciones productivas terminan estando compuestas exclusivamente por individuos que aprenden socialmente y, por lo tanto, se adaptan lentamente a los cambios ambientales (se alcanza un equilibrio interior fuera de la empresa).
¿Cómo “mejoran” las corporaciones a la población en general en la acumulación de conocimiento y aprendizaje social? Las vías – dicen los autores – sería el secreto (la información está disponible para los que forman parte de la corporación pero no igualmente disponible para los ajenos a la organización). A la vez, eso mismo provoca que el aprendizaje social en el seno de la corporación sea más eficiente, porque el conocimiento se transmite más fielmente que entre dos miembros aleatorios de la población. Las corporaciones generan “naturalmente las condiciones que favorecen la cooperación entre sus miembros” además, porque suele haber autoselección o selección buscada (los empleados de una misma empresa son más semejantes entre sí que dos miembros aleatoriamente escogidos de la población) y porque el mero hecho de formar parte de un “equipo” hace saltar los “instintos tribales” (recuérdese lo de los equipos rojo y azul en el famoso experimento). Más interesante es que “al tener carácter exclusivo” – es decir, no cualquiera tiene acceso a la corporación – las corporaciones “ponen un freno a la expansión de los que aprenden socialmente, limitando la externalidad negativa que generan”. En otros términos, la población general, gracias a las corporaciones, diversifica sus riesgos de un cambio en el entorno que haga inservible sus conocimientos culturales. Y diversifica “encapsulando” a los miembros de la población en grupos distintos todos cuyos miembros aprenden socialmente. En definitiva, es preferible para la Sociedad dedicar “clanes productivos” – agrupar a los que desarrollan una actividad productiva en una misma organización “separada” del resto de la Sociedad – a distribuirla aleatoriamente entre todos los miembros de la Sociedad.
Estos resultados sugieren que las primeras organizaciones de productores, las societates romanas, los gremios medievales y las compañías de comercio de la Edad Moderna probablemente desempeñaron un papel histórico clave en la promoción de una cultura acumulativa difícil de hacer avanzar, haciendo que el aprendizaje social fuera más barato y exclusivo. Los beneficios evolutivos de las organizaciones se justifican típicamente por la selección multinivel (Turchin, 2016), donde la heterogeneidad organizacional estable más la competencia conducen al progreso cultural. Nuestro modelo apunta a una ventaja más básica: a través de la cooperación, la identidad y la confianza, las organizaciones de productores exclusivas facilitan el aprendizaje social haciendo que la cultura sea útil para la sociedad.
Por el contrario, si bien las corporaciones facilitan la innovación incremental, la reducción de los costes de producción y las mejoras de calidad, no cabe esperar que las innovaciones radicales se produzcan en su seno. La razón es que los miembros de la corporación serán todos ellos individuos que aprenden socialmente, especialmente en su actividad en el seno de la corporación.