Foto: Exploring Africa
Resumo el pequeño trabajo que se cita más abajo ¿Cuántas sílabas se pueden reproducir correctamente tras haberlas oído una sóla vez? Siete, dijo Hermann Ebinghaus en 1885. Y este resultado se ha reproducido posteriormente: la memoria inmediata es capaz de reproducir siete elementos. Siete es el número “mágico” de Miller. Aunque tendemos a mejorar en las pruebas que miden la inteligencia general, esta cifra no cambia. Tampoco en lo que se refiere a los sexos. Y, curiosamente, en otros primates – chimpancés – las pruebas realizadas indican que pueden retener 5 elementos y otros simios 4. Los delfines, entre 4 y 5, las ratas 4 y las palomas 4.
En 2005 algunos autores sugirieron que en la especie humana se produjo una mutación que aumentaba la duración de la memoria inmediata y que se produjo en un pasado relativamente reciente. Una forma de refutar la hipótesis pasaría por realizar estudios experimentales con los pueblos de cazadores-recolectores que subsisten en la actualidad, como los Hadza de Tanzania. La idea es que si estos seres humanos viven hoy como lo hicieron nuestros antepasados hace decenas de miles de años, “su capacidad de memoria podría ser similar” a la que tenían nuestros antepasados. “Además, no conocen la lectura ni la escritura ni los números y no viven en sociedades basadas en la información” de manera que su cultura no habría podido influir – recuérdese la coevolución de cultura y genética – en el rendimiento y funcionamiento de su cerebro.
Otra cuestión es por qué la memoria inmediata es tan limitada. Algunos autores explican que puede ser el “precio” que se paga a cambio de tener un mecanismo de recuperación de la información almacenada en la memoria a largo plazo más eficiente.
En 2005 algunos autores sugirieron que en la especie humana se produjo una mutación que aumentaba la duración de la memoria inmediata y que se produjo en un pasado relativamente reciente. Una forma de refutar la hipótesis pasaría por realizar estudios experimentales con los pueblos de cazadores-recolectores que subsisten en la actualidad, como los Hadza de Tanzania. La idea es que si estos seres humanos viven hoy como lo hicieron nuestros antepasados hace decenas de miles de años, “su capacidad de memoria podría ser similar” a la que tenían nuestros antepasados. “Además, no conocen la lectura ni la escritura ni los números y no viven en sociedades basadas en la información” de manera que su cultura no habría podido influir – recuérdese la coevolución de cultura y genética – en el rendimiento y funcionamiento de su cerebro.
Otra cuestión es por qué la memoria inmediata es tan limitada. Algunos autores explican que puede ser el “precio” que se paga a cambio de tener un mecanismo de recuperación de la información almacenada en la memoria a largo plazo más eficiente.
Según Coolidge y Wynn (2005) “una mutación genética afectó a las redes neuronales hace aproximadamente entre 60.000 a 130.000 años y aumentó la capacidad de memoria operativa general o almacenamiento fonológico”. Tal mutación – dicen – “afectaría en última instancia la capacidad general de memoria operativa y el lenguaje"… “este desarrollo fue la pieza final en la evolución de la capacidad de razonamiento, el lenguaje y la cultura”. Porque tal mayor capacidad de retención inmediata debe ser “una condición necesaria para el pensamiento simbólico” de manera que “presiones selectivas contribuyeron al crecimiento de la misma” y, con ella, de la “introspección, la autorreflexión y la conciencia”. Un indicio de que así podrían haber ocurrido las cosas es que se produjo una “explosión cultural” hace aproximadamente 50 mil años.
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