miércoles, 16 de febrero de 2022

Coaliciones, cerebro y lenguaje como mecanismos para lidiar con la complejidad


Contra lo que podría pensarse intuitivamente, formar una coalición en el seno de un grupo favorece la estabilidad del grupo:

Las coaliciones permiten desactivar la oposición sin ahuyentarla. Al fin y al cabo, el objetivo de estar en un grupo es permitirles sobrevivir mejor en una zona plagada de riesgos de ataques de depredadores. Expulsar a estos otros miembros del grupo volvería a crear el mismo problema que los grupos se formaron para evitar. Formar una coalición con otra persona te permite actuar en defensa mutua, reduciendo así la frecuencia e intensidad del acoso sin ahuyentar a sus acosadores.

El propio grupo alcanza así un estado de equilibrio dinámico en el que las fuerzas de dispersión están delicadamente equilibradas por las fuerzas de colaboración. Este equilibrio de fuerzas opuestas es el gran logro evolutivo de los primates superiores.

La coalición ha de mantener ‘tranquilos’ a los opositores (a los miembros de coaliciones rivales dentro del grupo o a los individuos aislados que no forman parte de ninguna de ellas) y unidos a los miembros de la propia coalición, para lo cual, además del reparto de recursos entre ellos – cuya cuantía puede aumentarse gracias, precisamente, al mayor poder que ostenta la coalición –, entre los animales se usa el acicalamiento recíproco:

El acicalamiento… desempeña un papel clave en este sentido. Aunque no está claro por qué debería ser tan eficaz en este sentido, el acicalamiento tiene una serie de características que podrían contribuir a una mayor confianza entre los socios de la coalición. Por un lado, es una simple declaración de compromiso: Prefiero estar sentado aquí acicalándome contigo que allí acicalándome con Alphonse... Al fin y al cabo, pasar una buena parte del día acicalándote con alguien es una inmensa inversión de tiempo. Sean cuales sean los placeres intrínsecos del acicalamiento a nivel fisiológico (al parecer induce la producción de opiáceos en nuestro cerebro), el hecho de que estés dispuesto a comprometerte a esta escala es una impresionante declaración de interés y, en última instancia, de lealtad.

Además, conforme aumenta el tamaño de los grupos, la formación de coaliciones en su seno permite controlar eficazmente el free riding, esto es, a los gorrones que se benefician de los ‘bienes’ que produce la coalición pero no contribuyen a su producción. Y el compromiso del individuo con su coalición puede comprobarse exigiendo sacrificios importantes para entrar en la coalición y aprovecharse de sus ventajas.

El acicalamiento, sugieren, cumple perfectamente con los requisitos de dicha inversión porque cuesta mucho tiempo. Además, el tiempo que se dedica a la preparación con Jane es un tiempo que no se puede dedicar a la preparación con Penélope, lo que dificulta que un posible free-rider pueda llevar a cabo varias alianzas igualmente eficaces de forma simultánea.

o sea, el compromiso con varios a la vez es imposible, lo que hace ‘creíble’ el que se contrae con aquel al que se acicala.

Además, los animales que viven en grupos necesitan cerebros más grandes para lidiar con la captura de alimento (los alimentos ricos en energía no están distribuidos uniformemente y no son abundantes todo el tiempo) y con la complejidad social, complejidad que “aumenta con el tamaño del grupo” especialmente porque cada individuo ha de ser capaz de ‘entender’ que los demás tienen relaciones entre sí además de con uno mismo. Y el el ‘coste cognitivo’ aumenta exponencialmente con el tamaño del grupo:

“En un grupo de cinco personas, tengo que controlar un conjunto de cuatro relaciones entre yo mismo y los demás miembros del grupo, pero tengo que controlar otras seis relaciones que implican a los otros cuatro individuos. En un grupo de veinte personas, tengo que hacer un seguimiento de diecinueve relaciones entre yo y los demás miembros del grupo, y 171 relaciones de terceros que implican a los otros diecinueve miembros del grupo. Mientras que mis relaciones con todos los demás se han quintuplicado aproximadamente con el aumento del tamaño del grupo, el número de relaciones con terceros que tengo que controlar se ha multiplicado casi por treinta. Por muy burdo que sea, el tamaño del grupo proporciona un índice de la cantidad de procesamiento de información que tiene que hacer un animal social. Estos análisis aportan pruebas contundentes que apoyan la hipótesis de la inteligencia maquiavélica

es decir, que hay relación ente el tamaño del grupo y el tamaño del cerebro. Y, para poder gestionar tantas relaciones sociales, el acicalamiento mutuo no es suficiente (no ‘escala’ bien), la formación de coaliciones es de gran ayuda. Y, añade Dunbar, el lenguaje.

El lenguaje tiene dos características clave que le permitirían funcionar de esta manera. Una es que podemos hablar con varias personas al mismo tiempo, aumentando así el ritmo de interacción con ellas. Si la conversación cumple la misma función que el acicalamiento, entonces los humanos modernos pueden, al menos, "acicalarse" con varias personas simultáneamente.

Y la otra es que permite obtener y producir – diseminar mucha más información que cualquier otra forma de interacción imaginable. No sólo porque el lenguaje tenga contenido informativo, sino porque extraemos mucha información sobre la fiabilidad de los otros como compañero gracias a la conversación en doble sentido: deducimos si nos está intentando engañar o se comporta de manera leal y nos proporciona información sobre la fiabilidad de los terceros a los que se refiere la conversación (cotilleo, gossip). Es imaginable que si estas informaciones sobre la confiabilidad de nuestros interlocutores y de terceros tienen valor, habremos desarrollado una gran habilidad para evaluar argumentos y para detectar el engaño y al explotador distinguiéndolo del que es un compañero digno de confianza.

El lenguaje parece, por tanto, ideal para ser una forma barata y ultraeficiente de acicalamiento.

y nos proporciona una herramienta para tener una “theory of the mind” de “tercer orden”, esto es,

“nos permite imaginar cómo podría responder a determinadas situaciones alguien que no existe en realidad. En otras palabras, podemos empezar a crear literatura, a escribir historias que vayan más allá de una simple descripción de los acontecimientos tal y como ocurrieron para profundizar cada vez más en las razones por las que el héroe se comporta de la manera en que lo hace, en los sentimientos que le impulsan a seguir adelante en su búsqueda”

Robin Dunbar, Grooming, Gossip and the Evolution of Language, 1998

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