sábado, 26 de mayo de 2018

¿Refutada la explicación social del gran tamaño de los cerebros humanos? Sólo la que pone el peso de la explicación en la competencia entre individuos

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Uno de los autores del trabajo publicado por Nature (Mauricio González Forero, el otro es Andy Gartner) explica en este post por qué es importante su trabajo (v., también este resumen del trabajo hecho por el mismo autor en The Conversation; esta entrada de Nature de Richard McElreath, que explica el contenido del trabajo y esta columna de Brian Resnik en Vox. Resumo todas ellas a continuación).

Para empezar, cambió la pregunta: “quería saber qué pudo generar un cerebro de un peso de 1,5 kilogramos para un peso de todo el cuerpo de 50 kilos” y no sólo “qué es lo que favorece que el tamaño del cerebro aumente”. Y para contestar a esa pregunta, hacía falta un “modelo que arrojara predicciones cuantitativas”. Y, para que se tratase de un modelo suficientemente simple, el autor prescindió de los efectos de la sociabilidad humana sobre el tamaño relativo del cerebro. De esa forma, podía, además, refutar las hipótesis según las cuales fue un aspecto de la ultrasocialidad humana lo que favoreció el aumento del tamaño relativo del cerebro. Según esta tesis, la competencia en el seno del grupo habría de favorecer a los individuos con mayor capacidad cognitiva que se reproducirían más diferencialmente. Esta hipótesis presentaba la debilidad de que difícilmente podía asegurar que la correlación positiva entre tamaño de los grupos y tamaño del cerebro respondiera a relaciones de causalidad (podría ser que los miembros de esos grupos tuvieran una inteligencia mayor por otras razones que no tienen que ver con los problemas sociales que enfrentaban y que esa mayor inteligencia les permitiera resolver problemas sociales más difíciles que a los de otras especies) y, al ser un juego suma cero, el coste marginal de cada aumento del tamaño del cerebro sería creciente (cada vez costaría más vencer a los otros en la competición sin que el tamaño de la recompensa aumente). Y no respondía a la pregunta:

¿Cómo ayudaba un cerebro tan costoso energéticamente y tan desproporcionadamente grande en relación con el cuerpo hasta el punto de retrasar el crecimiento de éste a la supervivencia de los humanos? 

Al respecto hay tres hipótesis. Las tres asumen que gracias a que éramos más inteligentes, podíamos capturar más energía de la alimentación que nuestros primos los demás primates
  • la ecológica viene a decir que un cerebro más grande – una mayor capacidad cognitiva – permitió a los humanos mejorar su captura de energía, esto es, de alimentos. Para que se vea la relación entre inteligencia y más captura de energía vía alimentos, piénsese en el desarrollo de la capacidad memorística para recordar dónde encontramos comida la última vez o qué ruta seguía la manada de herbívoros que pretendemos cazar. Cuanto más arriesgado sea el entorno y más escasa sea la comida – la energía – más plausible es que la selección natural venga determinada por el entorno y que las presiones selectivas que impone ese entorno sean fuertes. Y, recuérdese, fue la expulsión del paraíso de la selva a la sabana (donde había más peligro de ser devorado y menos abundancia de alimento) los que nos hizo humanos.
  • la de la inteligencia social que es más amplia que la de la competición porque incluye también la cooperación. Así, si los humanos eran mucho mejores que otros primates cooperando en la caza y en la recolección y obtenían mejores resultados – extraían más energía de sus actividades de búsqueda de alimento – y esos mejores resultados se debían a que cooperaban mejor y cooperaban mejor gracias a que eran más inteligentes, la evolución del tamaño del cerebro humano se explicaría en la capacidad cooperativa de los humanos.  En el nivel individual, resolver los problemas que planteaba la convivencia social seleccionó cerebros más grandes
La razón por la que los problemas sociales han sido durante mucho tiempo la explicación favorita es porque parecen particularmente difíciles de resolver, desde cooperar con amigos para cazar animales grandes o atacar a otros grupos hasta engañar hábilmente a los enemigos o evitar ser engañados. Para resolver un problema social, debes anticipar cómo los amigos y los enemigos van a reaccionar a cada uno de tus movimientos. Esencialmente, estos problemas son objetivos móviles, que se cree que producen carreras de armamentos en los tamaños del cerebro que conducen a cerebros exagerados, y posiblemente a tamaños de cerebro humano.
Pues bien, del modelo de González Forero/Gartner, resultaba que
la falta de interacciones sociales y, por lo tanto, de competición entre los miembros de un grupo” no impedía explicar el aumento del tamaño del cerebro humano antiguo”
Al contrario, “la cooperación social y la competencia-competición” no permiten dar cuenta de una evolución hacia los tamaños del cerebro de los humanos, más bien provocarían una reducción de dicho tamaño porque “la cooperación permite a los individuos utilizar los cerebros de los otros miembros del grupo” y, por tanto, “invertir menos” en “producir cerebro”. Recuérdese – con Heath – que toda la evolución cultural de la humanidad puede explicarse como una constante “externalización” de capacidad cognitiva y de agencia. Desde la escritura – que nos permite no tener que almacenar en nuestra memoria datos e informaciones que nos pueden ser útiles – hasta cualquier máquina que sustituye la realización de operaciones que, de otro modo, habrían de realizarse manualmente por el individuo. Las presiones de la selección natural, pues, hablan en contra de que la cooperación promoviera el aumento del tamaño del cerebro y de nuestra capacidad cognitiva más allá de ciertos límites (si la cooperación es muy, muy intensa, lo más probable es que el grupo de individuos acabe convertido en un superorganismo). Por otro lado, si las relaciones entre los miembros del grupo son de competencia, y aumentar la propia capacidad cognitiva – como forma de ganar en dicha rivalidad – es muy costoso, sería preferible para los individuos de ese grupo reproducirse cuanto más pronto mejor en la vida como una estrategia “más barata” que la de producir un cerebro más grande. De manera que, el autor concluye, es más probable que sean las constricciones y exigencias ecológicas – las del entorno – las que expliquen la evolución y el crecimiento del cerebro humano junto con el desarrollo de la cultura, lo que, conjuntamente, explicaría por qué en otras especies, el cerebro no se ha desarrollado de forma semejante.
Muchos otros animales enfrentan problemas ecológicos muy difíciles. ¿Por qué no todos tienen cerebros grandes? Descubrimos que las dificultades ambientales solo llevan a cerebros del tamaño  del cerebro humano cuando las personas pueden seguir aprendiendo habilidades difíciles a medida que crecen. Esto puede suceder cuando los individuos aprenden de otros miembros de su grupo conocimientos que se acumulan culturalmente, como hacer fuego. De manera que nuestros resultados y los de otros sugieren que un entorno difícil y la acumulación de conocimiento cultural podrían actuar en concierto para producir un cerebro de tamaño humano.
El modelo que mejor explica las relaciones realmente existentes entre el tamaño del cerebro y el tamaño del cuerpo es aquel que asigna un 60 % a la hipótesis ecológica, un 30 % a la cooperación y un 10 % a la competencia ¡entre grupos!, no intragrupo. Es un resultado bastante intuitivo. La cooperación habría de contribuir a aumentar el tamaño del cerebro por la explicación cultural, esto es, porque los conocimientos adquiridos y acumulados culturalmente, quiere decir, socialmente, favorecerían la supervivencia de los grupos culturalmente más avanzados. Pero, en sentido contrario, si podemos confiar en mayor medida en el grupo para sobrevivir, la presión por aumentar las habilidades cognitivas individuales debería reducirse. Esta contraposición explicaría por qué la enorme habilidad humana para cooperar con los miembros de su mismo grupo (nunca había oído que se plantease la relación entre los miembros de un grupo en términos de competencia o competición) no explica una proporción mayor de la evolución del tamaño del cerebro humano. Vean esta entrada sobre el cerebro colectivo.

Pero no echen las campanas al vuelo. Robin Dunbar – padre de las explicaciones competitivas – ha dicho lo siguiente
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